Creyó encontrar al hombre ideal, pero descubrió un impedimento típico para el amor: “Algunos luchan por derribarlo”
En materia de amores truncos, muchos le echan la culpa a la falta de coincidencia en tiempo y espacio: “Estábamos en tiempos diferentes y en el lugar equivocado”, suelen decir aquellos que se encuentran con alguien único e irrepetible en su camino, pero en el momento desacertado. Eso mismo le pasó a Camila, una mujer que halló un amor sinigual en un evento de trabajo: “Esa primera vez que nos vimos, yo estaba en pareja y él era un soltero que llevaba una vida de viajero”, cuenta.
Él se acercó al stand de información que Camila atendía, tal como solía hacer para diversas conferencias y exposiciones. Apenas lo vio pensó que era muy buen mozo, con sus rasgos simétricos, sus ojos verdes y su cuerpo atlético. Él, tras intercambiar algunas palabras y sin un pie aparente, tomó confianza y lanzó un par de chistes malos. ¿Quién era este hombre misterioso, que la hacía reír tras un día agotador?
“Hola, soy Federico”, le dijo de pronto para sacarle las dudas, mientras le extendía una tarjeta de presentación. “Pero no soy tan aburrido, en realidad me gusta hacer snowboard, escalar en las montañas y coleccionar música”, agregó a modo de excusa por el título de su profesión.
Camila quedó encandilada. Unos minutos tan simples, quedaron grabados en ella con intensidad. Allí estaban, un hombre y una mujer que coincidían en un fragmento de tiempo y espacio, atrapados por la química a veces inexplicable del juego del amor, pero sin que ella pudiera más que pensar: “Amo a mi pareja, estas atracciones son normales; en fin, tal vez si nos hubiéramos conocido en otro tiempo…”
Siempre esa cuestión del tiempo y espacio
Se agregaron a las redes sociales, pero no se hablaron hasta tres años más tarde, cuando ella se separó y puso a la venta varios objetos personales, empujada por la necesidad de remendar fuertes gastos inesperados.
Y así, aquel hombre de pronto apareció, interesado por un mueble ideal para regalarle a su hermana, que estaba armando su nido de amor. Cuando quieras podés pasar por casa a verlo, le dijo ella, y ese mismo fin de semana se vieron en su departamento, ella acompañada por una amiga.
“Otra vez esa sensación increíble, una conexión tan fuerte que me daba casi vergüenza mirarlo a los ojos. ¿Cómo se puede sentir algo así?”, reflexiona Camila. “Nos quedamos conversando y mi amiga, que de inmediato percibió la química en el ambiente, le sacó charla para ver qué era de su vida. En definitiva, ahora yo estaba soltera”.
Federico primero dudó en largar las palabras, ante las preguntas de para quién era el mueble, qué era de su vida y el descarado: Sabés que con Cami estamos saliendo de nuevo a la noche porteña, ¿conocés lugares? O estás guardado porque estás de novio…
Sí, estaba saliendo con alguien, pero aparte ahora vivía en Suiza y solo estaba de visita en Buenos Aires. Una vez más, no coincidían en tiempo y espacio.
La tercera es la vencida
La tercera vez que se vieron fue tras un pedido solidario de ella, al que él respondió de inmediato y de paso agregó: y si querés te invito a cenar, sería bueno vernos alguna vez porque tenemos ganas, y no mediante una excusa, ¿no?
Y sí fue, y esta vez coincidieron en tiempo y espacio. Ni ella estaba en pareja, ni él vivía lejos. Desde el primer encuentro, la química que había volado por el aire entre Camila y Federico explotó. Juntos les gustaba explorar nuevos restaurantes, en especial los bodegones perdidos; también salían a dar largas caminatas, viajaron a la costa, escuchaban mucha música y compartían sus proyectos: “Incluso le encontré gracia a sus chistes malos”, revela Camila con una sonrisa.
Y así, para ambos, comenzó una gran época de sus vidas. Conocerte fue lo mejor que me pasó en los últimos diez años, solía decirle él. Todo parecía fluir en un lecho de rosas hasta que algo comenzó a salir mal. Federico, quien le había confesado que en el pasado había atravesado una depresión muy fuerte, tuvo una recaída y Camila, enamorada, intentó acompañarlo. Los “te amo” funcionaban como salvavidas en apariencia resistentes, pero pronto no fueron suficientes. Nada parecía ser suficiente.
“Un día, Fede me dijo que necesitaba apartarse de todo para tratar de sanar su salud mental. Eso me incluía. Armó un bolso y fue a recluirse al mar”, cuenta conmovida.
En aquel instante, tras dos años de amor idílico, Camila descubrió que hay dos tipos de tiempo y espacio que deben coincidir: el físico y el mental.
¿Será que algunos luchan más?
Otros dos años pasaron desde que se dejaron de ver, aunque nunca dejaron de estar en contacto. ¿Será realmente que a veces el amor no funciona por la falta de coincidencia en tiempo y espacio? O será tal vez que normalmente nunca hay plena coincidencia, pero aquellos que sienten amor verdadero luchan por trascender cualquier barrera: “Algunos luchan por derribar el hecho de que no haya coincidencia espaciotemporal, hasta lograr que sí la haya, sea la la distancia geográfica, el estado civil o los impedimentos emocionales”, opina la protagonista de la historia.
Camila siente que lo ama de verdad y cree que él también la ama. Ella espera que en un día no muy lejano coincidan en todos los tiempos y espacios. También espera que su esperanza no sea tiempo perdido.
*
Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar
En materia de amores truncos, muchos le echan la culpa a la falta de coincidencia en tiempo y espacio: “Estábamos en tiempos diferentes y en el lugar equivocado”, suelen decir aquellos que se encuentran con alguien único e irrepetible en su camino, pero en el momento desacertado. Eso mismo le pasó a Camila, una mujer que halló un amor sinigual en un evento de trabajo: “Esa primera vez que nos vimos, yo estaba en pareja y él era un soltero que llevaba una vida de viajero”, cuenta.
Él se acercó al stand de información que Camila atendía, tal como solía hacer para diversas conferencias y exposiciones. Apenas lo vio pensó que era muy buen mozo, con sus rasgos simétricos, sus ojos verdes y su cuerpo atlético. Él, tras intercambiar algunas palabras y sin un pie aparente, tomó confianza y lanzó un par de chistes malos. ¿Quién era este hombre misterioso, que la hacía reír tras un día agotador?
“Hola, soy Federico”, le dijo de pronto para sacarle las dudas, mientras le extendía una tarjeta de presentación. “Pero no soy tan aburrido, en realidad me gusta hacer snowboard, escalar en las montañas y coleccionar música”, agregó a modo de excusa por el título de su profesión.
Camila quedó encandilada. Unos minutos tan simples, quedaron grabados en ella con intensidad. Allí estaban, un hombre y una mujer que coincidían en un fragmento de tiempo y espacio, atrapados por la química a veces inexplicable del juego del amor, pero sin que ella pudiera más que pensar: “Amo a mi pareja, estas atracciones son normales; en fin, tal vez si nos hubiéramos conocido en otro tiempo…”
Siempre esa cuestión del tiempo y espacio
Se agregaron a las redes sociales, pero no se hablaron hasta tres años más tarde, cuando ella se separó y puso a la venta varios objetos personales, empujada por la necesidad de remendar fuertes gastos inesperados.
Y así, aquel hombre de pronto apareció, interesado por un mueble ideal para regalarle a su hermana, que estaba armando su nido de amor. Cuando quieras podés pasar por casa a verlo, le dijo ella, y ese mismo fin de semana se vieron en su departamento, ella acompañada por una amiga.
“Otra vez esa sensación increíble, una conexión tan fuerte que me daba casi vergüenza mirarlo a los ojos. ¿Cómo se puede sentir algo así?”, reflexiona Camila. “Nos quedamos conversando y mi amiga, que de inmediato percibió la química en el ambiente, le sacó charla para ver qué era de su vida. En definitiva, ahora yo estaba soltera”.
Federico primero dudó en largar las palabras, ante las preguntas de para quién era el mueble, qué era de su vida y el descarado: Sabés que con Cami estamos saliendo de nuevo a la noche porteña, ¿conocés lugares? O estás guardado porque estás de novio…
Sí, estaba saliendo con alguien, pero aparte ahora vivía en Suiza y solo estaba de visita en Buenos Aires. Una vez más, no coincidían en tiempo y espacio.
La tercera es la vencida
La tercera vez que se vieron fue tras un pedido solidario de ella, al que él respondió de inmediato y de paso agregó: y si querés te invito a cenar, sería bueno vernos alguna vez porque tenemos ganas, y no mediante una excusa, ¿no?
Y sí fue, y esta vez coincidieron en tiempo y espacio. Ni ella estaba en pareja, ni él vivía lejos. Desde el primer encuentro, la química que había volado por el aire entre Camila y Federico explotó. Juntos les gustaba explorar nuevos restaurantes, en especial los bodegones perdidos; también salían a dar largas caminatas, viajaron a la costa, escuchaban mucha música y compartían sus proyectos: “Incluso le encontré gracia a sus chistes malos”, revela Camila con una sonrisa.
Y así, para ambos, comenzó una gran época de sus vidas. Conocerte fue lo mejor que me pasó en los últimos diez años, solía decirle él. Todo parecía fluir en un lecho de rosas hasta que algo comenzó a salir mal. Federico, quien le había confesado que en el pasado había atravesado una depresión muy fuerte, tuvo una recaída y Camila, enamorada, intentó acompañarlo. Los “te amo” funcionaban como salvavidas en apariencia resistentes, pero pronto no fueron suficientes. Nada parecía ser suficiente.
“Un día, Fede me dijo que necesitaba apartarse de todo para tratar de sanar su salud mental. Eso me incluía. Armó un bolso y fue a recluirse al mar”, cuenta conmovida.
En aquel instante, tras dos años de amor idílico, Camila descubrió que hay dos tipos de tiempo y espacio que deben coincidir: el físico y el mental.
¿Será que algunos luchan más?
Otros dos años pasaron desde que se dejaron de ver, aunque nunca dejaron de estar en contacto. ¿Será realmente que a veces el amor no funciona por la falta de coincidencia en tiempo y espacio? O será tal vez que normalmente nunca hay plena coincidencia, pero aquellos que sienten amor verdadero luchan por trascender cualquier barrera: “Algunos luchan por derribar el hecho de que no haya coincidencia espaciotemporal, hasta lograr que sí la haya, sea la la distancia geográfica, el estado civil o los impedimentos emocionales”, opina la protagonista de la historia.
Camila siente que lo ama de verdad y cree que él también la ama. Ella espera que en un día no muy lejano coincidan en todos los tiempos y espacios. También espera que su esperanza no sea tiempo perdido.
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Apenas se vieron, la atracción mutua invadió el espacio… LA NACION