Los Pumas crearon una temporada para toda la vida: los 10 puntos centrales del irrepetible 2024
No importa el resultado, el rival o las circunstancias. Cada vez que le ponen un micrófono enfrente el capitán Julián Montoya repite más o menos lo mismo. La reiteración, aunque monótona, denota la forma de sentir el rugby de los Pumas y trasluce su verdadera identidad. La derrota ante Francia 37-23 de este viernes en París dio por finalizado el primer año del ciclo de Felipe Contepomi al frente del seleccionado. Las frases hechas que recita el hooker permiten ilustrar cabalmente el balance de la temporada.
“No somos los mejores cuando ganamos ni los peores cuando perdemos”
Las cinco victorias conseguidas ante equipos del Tier 1 es el máximo desde 2007 (siete éxitos). Sobresalen los éxitos ante Nueva Zelanda en Wellington (con récord de puntos recibidos por los All Blacks en su casa) y Sudáfrica en Santiago del Estero por el talante del rival, y ante Australia en Santa Fe (mayor cantidad de puntos que reciben los Wallabies en su historia) e Italia en Údine (mayor diferencia en los enfrentamientos entre sí) por lo contundente, sin menospreciar los éxitos ante Francia (con equipo alternativo) en Vélez y Uruguay en Montevideo. La caída ante Irlanda en Dublín merece ubicarse en del lado del haber. Del otro lado, derrotas abultadas ante Francia en Mendoza y París, Nueva Zelanda en Auckland, Sudáfrica en Nelspruit, más la caída sobre el final ante Australia en La Plata, dan cuenta de una persistente irregularidad. El saldo en números y en rendimiento es altamente positivo, y los vaivenes se van atenuando. El techo es alto y hay tiempo para trabajar en alcanzarlo.
“Picar la piedra”
Los Pumas acuñaron esta metáfora y cuando lograron ponerla en práctica mostraron su mejor cara. Refiere a insistir sobre el plan propuesto durante los 80 minutos, aun anteponiéndose a adversidades cuando las cosas no salen. El ítem del juego que más salta a la vista es el ataque. La metodología con reminiscencias del rugby irlandés que incorporó Felipe Contepomi como asistente de Cheika más el aporte neocelandés del asistente Kenny Lynn dio sus frutos. Las veces que los Pumas consiguieron hilvanar jugadas de muchas fases, con rucks rápidos y pasándose la pelota con precisión en el contacto se conjugaron bien con atrevimiento para jugar de todos lados y distintas variantes. Un ataque armónico y punzante que cuando funcionó resultó un placer para el amante del rugby. La defensa, algo más oscilante, fue un arma letal cuando combinó disciplina con agresividad. Del primero partido en Mendoza al último en París, la evolución del scrum fue notable.
“Nos evaluamos en función de si hicimos lo que dijimos que íbamos a hacer”
Los altibajos de la campaña se explican por aquellas facetas del juego en que los Pumas todavía no lograron consolidarse y conspiraron contra la mejor versión del equipo. El mayor daño que se hicieron a sí mismos fue el no salir a jugar de entrada con la concentración requerida. Incluso en las tres victorias más importantes, así como en las derrotas ante All Blacks, Springboks, Irlanda y la del viernes con Francia, tuvieron que remar de atrás. Demasiada ventaja ante los mejores del mundo. Un aspecto técnico que no encontró solución a lo largo del año fue la salida con el pie del campo propio, que obligó a defender más de la cuenta. Cuestiones que con trabajo e ingenio se pueden resolver y contribuirán a minimizar ese movimiento pendular.
“Morimos con las botas puestas”
La contrapartida de aquellos inicios de partido desconcertantes es la capacidad de recuperación de los Pumas. Algo íntimamente relacionado con la metáfora de picar la piedra, pero aquí más direccionado al costado mental. Al contrario de versiones recientes del seleccionado, este equipo no se da por vencido ni baja los brazos nunca. La respuesta a la adversidad, la capacidad de dejar atrás los errores y enfocarse en la acción siguiente y la entrega absoluta hasta el pitazo final constituyen una respuesta anímica que representa un activo invalorable a partir del cual se hace más fácil corregir de cara al futuro.
“Somos tan buenos como lo es el grupo”
Cuando el rendimiento grupal resulta mayor a la suma de las partes significa que el equipo funciona armónicamente. Por obra y gracia del sistema de juego y también por efecto contagio. Para que esto ocurra, no obstante, hacen falta dos factores: una conducción eficiente tanto desde el punto de vista táctico como del humano, y actores que puedan llevar a cabo el plan. Los rendimientos eximios de un buen número de jugadores explican en buena parte el progreso del equipo. Hay un grupo que atraviesa un momento excelso y está a la altura de los mejores del mundo. Los world class. Allí se puede ubicar a Juan Cruz Mallía, Santiago Chocobares, Joaquín Oviedo, Marcos Kremer, Mateo Carreras y Julián Montoya. Medio escalón abajo aparecen jugadores que tuvieron un gran año como Tomás Albornoz, Juan Martín González y Pedro Rubiolo. Pablo Matera tuvo su mejor año desde 2020. Con dos partidos como titular, Gonzalo García se perfila como el 9 de los próximos años.
“Hoy estamos, pero nunca sabés cuál va a ser tu último partido”
De la lista precedente se observa que hay muchos que en el ciclo anterior ocupaban un lugar secundario o directamente no figuraban. Signo de que hay un recambio en marcha. Se retiró Agustín Creevy y no parece haber cabida para Nicolás Sánchez y Tomás Cubelli. Otros parecen estar en la línea descendente de rendimiento, caso Jerónimo de la Fuente, Matías Moroni, Matías Orlando o Tomás Lavanini (lo que no implica que no puedan repuntar o seguir contribuyendo). Contepomi hizo debutar este año a siete jugadores: Franco Molina (el que mejor se afirmó), Bautista Pedemonte, Joaquín Moro, Francisco Coria, Efraín Elías, Pedro Delgado y Justo Piccardo.
“Entramos 23 a la cancha pero esto es producto del esfuerzo de todo el grupo”
En sintonía con lo anterior, cabe remarcar algunos puestos donde todavía falta profundidad. La falta de pilares sigue siendo un dolor de cabeza. Gallo y Sclavi están consolidados, pero en el flanco izquierdo rotaron varias alternativas hasta que se afianzó Ignacio Calles (el tucumano termina jugando 70 minutos por partido); en el derecho, tras la lesión de Eduardo Bello, quien estaba teniendo un gran año, no apareció reemplazante al punto que hubo que recurrir al siempre confiable Frankie Gómez Kodela (39 años).
“No hay atajos, no hay magia”
La resultante del balance es, entonces, un marcado crecimiento que acerca a los Pumas a las potencias y les permite competirles de igual a igual, pero que no alcanza para ponerlas a su altura. El quinto lugar en el ranking, al contrario de otras veces, no miente. Hay cuatro equipos que están por encima del resto. Liderar el lote de aspirantes no es poco. Por la calidad individual, por la entrega que demostraron en cada partido y por la mentalidad para seguir creciendo, es de esperar que la evolución continúe. Para ello, como afirma Montoya, no cabe otra cosa que seguir trabajando. Hasta aquí, un algoritmo sencillo que rindió dividendos.
“Vamos semana a semana, partido a partido”
Paso a paso. Con el Mundial de Australia 2027 cómo objetivo, los Pumas tendrán un 2025 jugoso y recargado, que comenzará antes de lo habitual con el Test Match ante British & Irish Lions en Dublín, el viernes 20 de junio. En la ventana de julio, los Pumas recibirán en casa a Inglaterra como cada cuatro años sin sus Lions, que en esta oportunidad no serían tantos; luego vendrá un seleccionado del Tier 2 por confirmar. De agosto a octubre el Rugby Championship, acaso el último con el formato vigente, con los plus de un doble duelo en la Argentina ante All Blacks y la cesión de la localía vs. Springboks rumbo a Twickenham. En noviembre, la gira europea incluiría Gales, Escocia y Francia o Inglaterra.
“Jugamos por algo más grande que nosotros”
El objetivo último de los Pumas es trascender el mundo del rugby. En más de una oportunidad los jugadores explicitaron tal propósito. En una sociedad que tiende a estigmatizar este deporte, son contadas las ocasiones en que lo han conseguido, como en los 80, en 1999 o en 2007. Sostener este camino a base de un juego atractivo y la entrega como bandera lo vuelve factible. Es la parte más difícil. No importa el resultado, el rival o las circunstancias.
No importa el resultado, el rival o las circunstancias. Cada vez que le ponen un micrófono enfrente el capitán Julián Montoya repite más o menos lo mismo. La reiteración, aunque monótona, denota la forma de sentir el rugby de los Pumas y trasluce su verdadera identidad. La derrota ante Francia 37-23 de este viernes en París dio por finalizado el primer año del ciclo de Felipe Contepomi al frente del seleccionado. Las frases hechas que recita el hooker permiten ilustrar cabalmente el balance de la temporada.
“No somos los mejores cuando ganamos ni los peores cuando perdemos”
Las cinco victorias conseguidas ante equipos del Tier 1 es el máximo desde 2007 (siete éxitos). Sobresalen los éxitos ante Nueva Zelanda en Wellington (con récord de puntos recibidos por los All Blacks en su casa) y Sudáfrica en Santiago del Estero por el talante del rival, y ante Australia en Santa Fe (mayor cantidad de puntos que reciben los Wallabies en su historia) e Italia en Údine (mayor diferencia en los enfrentamientos entre sí) por lo contundente, sin menospreciar los éxitos ante Francia (con equipo alternativo) en Vélez y Uruguay en Montevideo. La caída ante Irlanda en Dublín merece ubicarse en del lado del haber. Del otro lado, derrotas abultadas ante Francia en Mendoza y París, Nueva Zelanda en Auckland, Sudáfrica en Nelspruit, más la caída sobre el final ante Australia en La Plata, dan cuenta de una persistente irregularidad. El saldo en números y en rendimiento es altamente positivo, y los vaivenes se van atenuando. El techo es alto y hay tiempo para trabajar en alcanzarlo.
“Picar la piedra”
Los Pumas acuñaron esta metáfora y cuando lograron ponerla en práctica mostraron su mejor cara. Refiere a insistir sobre el plan propuesto durante los 80 minutos, aun anteponiéndose a adversidades cuando las cosas no salen. El ítem del juego que más salta a la vista es el ataque. La metodología con reminiscencias del rugby irlandés que incorporó Felipe Contepomi como asistente de Cheika más el aporte neocelandés del asistente Kenny Lynn dio sus frutos. Las veces que los Pumas consiguieron hilvanar jugadas de muchas fases, con rucks rápidos y pasándose la pelota con precisión en el contacto se conjugaron bien con atrevimiento para jugar de todos lados y distintas variantes. Un ataque armónico y punzante que cuando funcionó resultó un placer para el amante del rugby. La defensa, algo más oscilante, fue un arma letal cuando combinó disciplina con agresividad. Del primero partido en Mendoza al último en París, la evolución del scrum fue notable.
“Nos evaluamos en función de si hicimos lo que dijimos que íbamos a hacer”
Los altibajos de la campaña se explican por aquellas facetas del juego en que los Pumas todavía no lograron consolidarse y conspiraron contra la mejor versión del equipo. El mayor daño que se hicieron a sí mismos fue el no salir a jugar de entrada con la concentración requerida. Incluso en las tres victorias más importantes, así como en las derrotas ante All Blacks, Springboks, Irlanda y la del viernes con Francia, tuvieron que remar de atrás. Demasiada ventaja ante los mejores del mundo. Un aspecto técnico que no encontró solución a lo largo del año fue la salida con el pie del campo propio, que obligó a defender más de la cuenta. Cuestiones que con trabajo e ingenio se pueden resolver y contribuirán a minimizar ese movimiento pendular.
“Morimos con las botas puestas”
La contrapartida de aquellos inicios de partido desconcertantes es la capacidad de recuperación de los Pumas. Algo íntimamente relacionado con la metáfora de picar la piedra, pero aquí más direccionado al costado mental. Al contrario de versiones recientes del seleccionado, este equipo no se da por vencido ni baja los brazos nunca. La respuesta a la adversidad, la capacidad de dejar atrás los errores y enfocarse en la acción siguiente y la entrega absoluta hasta el pitazo final constituyen una respuesta anímica que representa un activo invalorable a partir del cual se hace más fácil corregir de cara al futuro.
“Somos tan buenos como lo es el grupo”
Cuando el rendimiento grupal resulta mayor a la suma de las partes significa que el equipo funciona armónicamente. Por obra y gracia del sistema de juego y también por efecto contagio. Para que esto ocurra, no obstante, hacen falta dos factores: una conducción eficiente tanto desde el punto de vista táctico como del humano, y actores que puedan llevar a cabo el plan. Los rendimientos eximios de un buen número de jugadores explican en buena parte el progreso del equipo. Hay un grupo que atraviesa un momento excelso y está a la altura de los mejores del mundo. Los world class. Allí se puede ubicar a Juan Cruz Mallía, Santiago Chocobares, Joaquín Oviedo, Marcos Kremer, Mateo Carreras y Julián Montoya. Medio escalón abajo aparecen jugadores que tuvieron un gran año como Tomás Albornoz, Juan Martín González y Pedro Rubiolo. Pablo Matera tuvo su mejor año desde 2020. Con dos partidos como titular, Gonzalo García se perfila como el 9 de los próximos años.
“Hoy estamos, pero nunca sabés cuál va a ser tu último partido”
De la lista precedente se observa que hay muchos que en el ciclo anterior ocupaban un lugar secundario o directamente no figuraban. Signo de que hay un recambio en marcha. Se retiró Agustín Creevy y no parece haber cabida para Nicolás Sánchez y Tomás Cubelli. Otros parecen estar en la línea descendente de rendimiento, caso Jerónimo de la Fuente, Matías Moroni, Matías Orlando o Tomás Lavanini (lo que no implica que no puedan repuntar o seguir contribuyendo). Contepomi hizo debutar este año a siete jugadores: Franco Molina (el que mejor se afirmó), Bautista Pedemonte, Joaquín Moro, Francisco Coria, Efraín Elías, Pedro Delgado y Justo Piccardo.
“Entramos 23 a la cancha pero esto es producto del esfuerzo de todo el grupo”
En sintonía con lo anterior, cabe remarcar algunos puestos donde todavía falta profundidad. La falta de pilares sigue siendo un dolor de cabeza. Gallo y Sclavi están consolidados, pero en el flanco izquierdo rotaron varias alternativas hasta que se afianzó Ignacio Calles (el tucumano termina jugando 70 minutos por partido); en el derecho, tras la lesión de Eduardo Bello, quien estaba teniendo un gran año, no apareció reemplazante al punto que hubo que recurrir al siempre confiable Frankie Gómez Kodela (39 años).
“No hay atajos, no hay magia”
La resultante del balance es, entonces, un marcado crecimiento que acerca a los Pumas a las potencias y les permite competirles de igual a igual, pero que no alcanza para ponerlas a su altura. El quinto lugar en el ranking, al contrario de otras veces, no miente. Hay cuatro equipos que están por encima del resto. Liderar el lote de aspirantes no es poco. Por la calidad individual, por la entrega que demostraron en cada partido y por la mentalidad para seguir creciendo, es de esperar que la evolución continúe. Para ello, como afirma Montoya, no cabe otra cosa que seguir trabajando. Hasta aquí, un algoritmo sencillo que rindió dividendos.
“Vamos semana a semana, partido a partido”
Paso a paso. Con el Mundial de Australia 2027 cómo objetivo, los Pumas tendrán un 2025 jugoso y recargado, que comenzará antes de lo habitual con el Test Match ante British & Irish Lions en Dublín, el viernes 20 de junio. En la ventana de julio, los Pumas recibirán en casa a Inglaterra como cada cuatro años sin sus Lions, que en esta oportunidad no serían tantos; luego vendrá un seleccionado del Tier 2 por confirmar. De agosto a octubre el Rugby Championship, acaso el último con el formato vigente, con los plus de un doble duelo en la Argentina ante All Blacks y la cesión de la localía vs. Springboks rumbo a Twickenham. En noviembre, la gira europea incluiría Gales, Escocia y Francia o Inglaterra.
“Jugamos por algo más grande que nosotros”
El objetivo último de los Pumas es trascender el mundo del rugby. En más de una oportunidad los jugadores explicitaron tal propósito. En una sociedad que tiende a estigmatizar este deporte, son contadas las ocasiones en que lo han conseguido, como en los 80, en 1999 o en 2007. Sostener este camino a base de un juego atractivo y la entrega como bandera lo vuelve factible. Es la parte más difícil. No importa el resultado, el rival o las circunstancias.
Un año de ensueño tuvo el equipo argentino, conducido por Felipe Contepomi; victorias ante gigantes, la plataforma ideal para un próspero futuro LA NACION