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Las curvas del Presidente, con el discurso en línea recta

En el ambiente del poder y de los poderosos, donde predominan cínicos y descreídos, se escucha una frase acompañada de un guiño de complicidad hacia el ingenuo que toma palabra por palabra los discursos de Javier Milei: “Eso es lo que dice”.

En las últimas dos semanas el Presidente expuso la diferencia que separa su estricta estructura ideológica libertaria de los hechos que produce con sus decisiones.

Es el contacto de la pura realidad lo que destiñe la cuadratura discursiva de Milei; desde entonces, un cierto alivio recorre los pasillos del poder

Como tantos otros hombres a lo largo del tiempo, a Milei le toca un mundo diverso, complejo y matizado de grises que acelera esa distancia inexorable entre la rigidez que declama y los giros pragmáticos para hacer la gestión.

Es el contacto de la pura realidad lo que destiñe la cuadratura discursiva de Milei. Desde entonces, un cierto alivio recorre los pasillos de los poderes permanentes de la Argentina.

Milei no es todo lo que dice, es algo más que la encarnación de un grupo de ideas en blanco y negro expuestas con énfasis.

Luego de la cesantía sin misericordia de la canciller Diana Mondino por habilitar la votación contra el bloqueo a Cuba en Naciones Unidas, llegó a creerse que esa intransigencia se aplicaría al tratamiento de asuntos realmente serios de la política exterior del país. No fue así.

Con Elon Musk, Milei acertó un número clave en la lotería del poder mundial en el que las relaciones importan tanto o más que las ideas

Queda por establecer sin embargo el efecto que tendrá en el tiempo el rompimiento de viejas relaciones diplomáticas orientadas a reunir votos en temas sensibles como Malvinas. Y, también, es un asunto pendiente la anunciada pretensión de una depuración ideológica del cuerpo diplomático.

El empujón a Mondino respondió a la virulenta forma con la que se estructura el poder libertario, donde al trabajo de desgaste interno de quienes quieren sumar más espacios le sigue siempre una decisión fulminante del Presidente.

Con el acuerdo por la venta de gas, Milei y Lula entendieron que hay intereses mucho más concretos que las agresiones que intercambiaron

En el año que se apresta a cumplir en la Casa Rosada, Milei no ocultó el deslumbramiento que le provoca la súbita fama que alcanzó como presidente disruptivo. Empezó en Davos, en enero, la cumbre mundial del empresariado del capitalismo al que sorprendió con una advertencia: estaban llevando al mundo hacia las formas más despreciables del socialismo.

Ese mismo tono usó en las conferencias que dictó ante foros conservadores en Estados Unidos y Europa a lo largo del año en su condición de figura llamativa. Es el mismo entusiasmo que muestra al contactar a celebridades empresarias como Elon Musk, ahora convocado para ser protagonista del gobierno de Donald Trump. Milei acertó un número clave en la lotería del poder mundial en el que las relaciones importan tanto o más que las ideas.

El proteccionismo que el próximo presidente de los Estados Unidos promete aplicar desde el 20 de enero no detiene la firme convicción de Milei de buscar la amistad del republicano.

El alineamiento sin matices con Washington es una consigna solo equiparable a la decisión que tomó en su momento Carlos Menem.

Aparece entonces más el pragmático que el libertario. Milei necesita de Trump que el Fondo Monetario haga pagable la deuda que el presidente electo de Estados Unidos le facilitó a Mauricio Macri. Y, si no fuera mucho pedir, un fondeo extra para apurar la salida del cepo cambiario.

Mejor no hablar del bloqueo que Trump anuncia que impondrá al libre comercio, en especial a los productos chinos.

¿Tiene Milei una idea aproximada y por lo tanto un plan para evitar los impactos negativos que puede suponer para la Argentina otra escalada de la guerra comercial entre los Estados Unidos y China?

Por ahora, Milei asumió a China como una realidad tangible. Hablaba el candidato cuando en el debate presidencial del año pasado negó cualquier tipo de relación con el régimen y supeditó a acuerdos entre privados los vínculos comerciales. Como presidente, ya no ataca a la dictadura de Pekín, sino que le reconoce que no recibe presiones perentorias como las que suelen plantear los acreedores de los Estados Unidos.

En Río de Janeiro, Milei privilegió la reunión bilateral con Xi Jinping y confirmó que cumplirá con el ritual de un viaje a China. Los chinos esperaron que el presidente argentino fuese al pie y lo consiguieron.

La frialdad del saludo entre Lula y Milei, en la llegada a la Cumbre del G20 ocultó, pero no borró, la negociación previa con una enorme importancia para la Argentina y Brasil, más allá de los mutuos recelos de sus presidentes.

Brasil consiguió el gas que ya Bolivia no podrá darle y la Argentina, un gran cliente. El país ya debería tener un gasoducto a las provincias mesopotámicas que serviría ahora para llevar el gas de Vaca Muerta. Al menos está el troncal que traía el combustible de Bolivia y que será usado para que triangule con Brasil.

Milei y Lula entendieron que hay intereses mucho más concretos que las agresiones que intercambiaron. No sería extraño, sin embargo, que el choque político vuelva a ser utilizado como recurso para las campañas de política interna. Ese juego tiene sin embargo más costos que beneficios.

Una cosa es que en este caso Milei y Lula no hayan impedido un acuerdo comercial en el que ambos países ganaban; otra es habilitar una conversación intensa para compartir proyectos en los que es necesario entenderse para obtener beneficios.

El alineamiento con los Estados Unidos como la opción brasileña por la alianza con China y Rusia, en los Brics, puede ser un obstáculo más concreto que la mala onda entre los presidentes.

El personaje en el que Milei se convierte para insultar como recurso de diferenciación y también para ponerse en víctima respecto de supuestos enemigos lo expone al doble juego de riesgos y logros.

En algún momento todavía indeterminado dejará de ser gratis el agravio por el agravio mismo. Será cuando Milei más necesite el amparo que solo se tiene cuando antes se sembró la semilla del trato educado y las buenas maneras, aun frente a quienes no piensen lo mismo y representen lo contrario.

En el ambiente del poder y de los poderosos, donde predominan cínicos y descreídos, se escucha una frase acompañada de un guiño de complicidad hacia el ingenuo que toma palabra por palabra los discursos de Javier Milei: “Eso es lo que dice”.

En las últimas dos semanas el Presidente expuso la diferencia que separa su estricta estructura ideológica libertaria de los hechos que produce con sus decisiones.

Es el contacto de la pura realidad lo que destiñe la cuadratura discursiva de Milei; desde entonces, un cierto alivio recorre los pasillos del poder

Como tantos otros hombres a lo largo del tiempo, a Milei le toca un mundo diverso, complejo y matizado de grises que acelera esa distancia inexorable entre la rigidez que declama y los giros pragmáticos para hacer la gestión.

Es el contacto de la pura realidad lo que destiñe la cuadratura discursiva de Milei. Desde entonces, un cierto alivio recorre los pasillos de los poderes permanentes de la Argentina.

Milei no es todo lo que dice, es algo más que la encarnación de un grupo de ideas en blanco y negro expuestas con énfasis.

Luego de la cesantía sin misericordia de la canciller Diana Mondino por habilitar la votación contra el bloqueo a Cuba en Naciones Unidas, llegó a creerse que esa intransigencia se aplicaría al tratamiento de asuntos realmente serios de la política exterior del país. No fue así.

Con Elon Musk, Milei acertó un número clave en la lotería del poder mundial en el que las relaciones importan tanto o más que las ideas

Queda por establecer sin embargo el efecto que tendrá en el tiempo el rompimiento de viejas relaciones diplomáticas orientadas a reunir votos en temas sensibles como Malvinas. Y, también, es un asunto pendiente la anunciada pretensión de una depuración ideológica del cuerpo diplomático.

El empujón a Mondino respondió a la virulenta forma con la que se estructura el poder libertario, donde al trabajo de desgaste interno de quienes quieren sumar más espacios le sigue siempre una decisión fulminante del Presidente.

Con el acuerdo por la venta de gas, Milei y Lula entendieron que hay intereses mucho más concretos que las agresiones que intercambiaron

En el año que se apresta a cumplir en la Casa Rosada, Milei no ocultó el deslumbramiento que le provoca la súbita fama que alcanzó como presidente disruptivo. Empezó en Davos, en enero, la cumbre mundial del empresariado del capitalismo al que sorprendió con una advertencia: estaban llevando al mundo hacia las formas más despreciables del socialismo.

Ese mismo tono usó en las conferencias que dictó ante foros conservadores en Estados Unidos y Europa a lo largo del año en su condición de figura llamativa. Es el mismo entusiasmo que muestra al contactar a celebridades empresarias como Elon Musk, ahora convocado para ser protagonista del gobierno de Donald Trump. Milei acertó un número clave en la lotería del poder mundial en el que las relaciones importan tanto o más que las ideas.

El proteccionismo que el próximo presidente de los Estados Unidos promete aplicar desde el 20 de enero no detiene la firme convicción de Milei de buscar la amistad del republicano.

El alineamiento sin matices con Washington es una consigna solo equiparable a la decisión que tomó en su momento Carlos Menem.

Aparece entonces más el pragmático que el libertario. Milei necesita de Trump que el Fondo Monetario haga pagable la deuda que el presidente electo de Estados Unidos le facilitó a Mauricio Macri. Y, si no fuera mucho pedir, un fondeo extra para apurar la salida del cepo cambiario.

Mejor no hablar del bloqueo que Trump anuncia que impondrá al libre comercio, en especial a los productos chinos.

¿Tiene Milei una idea aproximada y por lo tanto un plan para evitar los impactos negativos que puede suponer para la Argentina otra escalada de la guerra comercial entre los Estados Unidos y China?

Por ahora, Milei asumió a China como una realidad tangible. Hablaba el candidato cuando en el debate presidencial del año pasado negó cualquier tipo de relación con el régimen y supeditó a acuerdos entre privados los vínculos comerciales. Como presidente, ya no ataca a la dictadura de Pekín, sino que le reconoce que no recibe presiones perentorias como las que suelen plantear los acreedores de los Estados Unidos.

En Río de Janeiro, Milei privilegió la reunión bilateral con Xi Jinping y confirmó que cumplirá con el ritual de un viaje a China. Los chinos esperaron que el presidente argentino fuese al pie y lo consiguieron.

La frialdad del saludo entre Lula y Milei, en la llegada a la Cumbre del G20 ocultó, pero no borró, la negociación previa con una enorme importancia para la Argentina y Brasil, más allá de los mutuos recelos de sus presidentes.

Brasil consiguió el gas que ya Bolivia no podrá darle y la Argentina, un gran cliente. El país ya debería tener un gasoducto a las provincias mesopotámicas que serviría ahora para llevar el gas de Vaca Muerta. Al menos está el troncal que traía el combustible de Bolivia y que será usado para que triangule con Brasil.

Milei y Lula entendieron que hay intereses mucho más concretos que las agresiones que intercambiaron. No sería extraño, sin embargo, que el choque político vuelva a ser utilizado como recurso para las campañas de política interna. Ese juego tiene sin embargo más costos que beneficios.

Una cosa es que en este caso Milei y Lula no hayan impedido un acuerdo comercial en el que ambos países ganaban; otra es habilitar una conversación intensa para compartir proyectos en los que es necesario entenderse para obtener beneficios.

El alineamiento con los Estados Unidos como la opción brasileña por la alianza con China y Rusia, en los Brics, puede ser un obstáculo más concreto que la mala onda entre los presidentes.

El personaje en el que Milei se convierte para insultar como recurso de diferenciación y también para ponerse en víctima respecto de supuestos enemigos lo expone al doble juego de riesgos y logros.

En algún momento todavía indeterminado dejará de ser gratis el agravio por el agravio mismo. Será cuando Milei más necesite el amparo que solo se tiene cuando antes se sembró la semilla del trato educado y las buenas maneras, aun frente a quienes no piensen lo mismo y representen lo contrario.

 En el ambiente del poder y de los poderosos, donde predominan cínicos y descreídos, se escucha una frase acompañada de un guiño de complicidad hacia el ingenuo que toma palabra por palabra los discursos de Javier Milei: “Eso es lo que dice”.En las últimas dos semanas el Presidente expuso la diferencia que separa su estricta estructura ideológica libertaria de los hechos que produce con sus decisiones.Es el contacto de la pura realidad lo que destiñe la cuadratura discursiva de Milei; desde entonces, un cierto alivio recorre los pasillos del poderComo tantos otros hombres a lo largo del tiempo, a Milei le toca un mundo diverso, complejo y matizado de grises que acelera esa distancia inexorable entre la rigidez que declama y los giros pragmáticos para hacer la gestión.Es el contacto de la pura realidad lo que destiñe la cuadratura discursiva de Milei. Desde entonces, un cierto alivio recorre los pasillos de los poderes permanentes de la Argentina.Milei no es todo lo que dice, es algo más que la encarnación de un grupo de ideas en blanco y negro expuestas con énfasis.Luego de la cesantía sin misericordia de la canciller Diana Mondino por habilitar la votación contra el bloqueo a Cuba en Naciones Unidas, llegó a creerse que esa intransigencia se aplicaría al tratamiento de asuntos realmente serios de la política exterior del país. No fue así.Con Elon Musk, Milei acertó un número clave en la lotería del poder mundial en el que las relaciones importan tanto o más que las ideasQueda por establecer sin embargo el efecto que tendrá en el tiempo el rompimiento de viejas relaciones diplomáticas orientadas a reunir votos en temas sensibles como Malvinas. Y, también, es un asunto pendiente la anunciada pretensión de una depuración ideológica del cuerpo diplomático.El empujón a Mondino respondió a la virulenta forma con la que se estructura el poder libertario, donde al trabajo de desgaste interno de quienes quieren sumar más espacios le sigue siempre una decisión fulminante del Presidente.Con el acuerdo por la venta de gas, Milei y Lula entendieron que hay intereses mucho más concretos que las agresiones que intercambiaronEn el año que se apresta a cumplir en la Casa Rosada, Milei no ocultó el deslumbramiento que le provoca la súbita fama que alcanzó como presidente disruptivo. Empezó en Davos, en enero, la cumbre mundial del empresariado del capitalismo al que sorprendió con una advertencia: estaban llevando al mundo hacia las formas más despreciables del socialismo.Ese mismo tono usó en las conferencias que dictó ante foros conservadores en Estados Unidos y Europa a lo largo del año en su condición de figura llamativa. Es el mismo entusiasmo que muestra al contactar a celebridades empresarias como Elon Musk, ahora convocado para ser protagonista del gobierno de Donald Trump. Milei acertó un número clave en la lotería del poder mundial en el que las relaciones importan tanto o más que las ideas.El proteccionismo que el próximo presidente de los Estados Unidos promete aplicar desde el 20 de enero no detiene la firme convicción de Milei de buscar la amistad del republicano.El alineamiento sin matices con Washington es una consigna solo equiparable a la decisión que tomó en su momento Carlos Menem.Aparece entonces más el pragmático que el libertario. Milei necesita de Trump que el Fondo Monetario haga pagable la deuda que el presidente electo de Estados Unidos le facilitó a Mauricio Macri. Y, si no fuera mucho pedir, un fondeo extra para apurar la salida del cepo cambiario.Mejor no hablar del bloqueo que Trump anuncia que impondrá al libre comercio, en especial a los productos chinos.¿Tiene Milei una idea aproximada y por lo tanto un plan para evitar los impactos negativos que puede suponer para la Argentina otra escalada de la guerra comercial entre los Estados Unidos y China?Por ahora, Milei asumió a China como una realidad tangible. Hablaba el candidato cuando en el debate presidencial del año pasado negó cualquier tipo de relación con el régimen y supeditó a acuerdos entre privados los vínculos comerciales. Como presidente, ya no ataca a la dictadura de Pekín, sino que le reconoce que no recibe presiones perentorias como las que suelen plantear los acreedores de los Estados Unidos.En Río de Janeiro, Milei privilegió la reunión bilateral con Xi Jinping y confirmó que cumplirá con el ritual de un viaje a China. Los chinos esperaron que el presidente argentino fuese al pie y lo consiguieron.La frialdad del saludo entre Lula y Milei, en la llegada a la Cumbre del G20 ocultó, pero no borró, la negociación previa con una enorme importancia para la Argentina y Brasil, más allá de los mutuos recelos de sus presidentes.Brasil consiguió el gas que ya Bolivia no podrá darle y la Argentina, un gran cliente. El país ya debería tener un gasoducto a las provincias mesopotámicas que serviría ahora para llevar el gas de Vaca Muerta. Al menos está el troncal que traía el combustible de Bolivia y que será usado para que triangule con Brasil.Milei y Lula entendieron que hay intereses mucho más concretos que las agresiones que intercambiaron. No sería extraño, sin embargo, que el choque político vuelva a ser utilizado como recurso para las campañas de política interna. Ese juego tiene sin embargo más costos que beneficios.Una cosa es que en este caso Milei y Lula no hayan impedido un acuerdo comercial en el que ambos países ganaban; otra es habilitar una conversación intensa para compartir proyectos en los que es necesario entenderse para obtener beneficios.El alineamiento con los Estados Unidos como la opción brasileña por la alianza con China y Rusia, en los Brics, puede ser un obstáculo más concreto que la mala onda entre los presidentes.El personaje en el que Milei se convierte para insultar como recurso de diferenciación y también para ponerse en víctima respecto de supuestos enemigos lo expone al doble juego de riesgos y logros.En algún momento todavía indeterminado dejará de ser gratis el agravio por el agravio mismo. Será cuando Milei más necesite el amparo que solo se tiene cuando antes se sembró la semilla del trato educado y las buenas maneras, aun frente a quienes no piensen lo mismo y representen lo contrario.  LA NACION

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