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Milei, de la pasión trumpista a las amenazas del G-20

“Está confirmadísimo, viene en marzo”. Una importante figura del Gobierno le daba así entidad al dato que circuló esta semana en extrema reserva dentro del entorno más íntimo de Javier Milei y que anticipaba la posibilidad de que el papa Francisco finalmente visite la Argentina en 2025. Incluso referentes de la Iglesia local recibieron la misma señal. Pero cuando se cerraba la semana, el mensaje del Vaticano fue contundente: “No hay nada”.

Más allá de la desilusión que podría anidar si otra vez se frustra lo que para muchos es la última posibilidad de que el pontífice vuelva a pisar el país, el episodio expuso el clima de efervescencia que hoy nutre las filas libertarias, la percepción interna de que están sacudiendo al mundo, de que los planetas se alinean en favor del Gobierno y de que con Milei todo es posible. El Presidente encuentra en su creciente misticismo la razón espiritual de sus logros, y su círculo más íntimo comparte cada vez más la sensación de que hay fuerzas superiores guiándolo. Si no son las del Papa, serán las del Cielo.

Los últimos días en Mar-a-Lago compartiendo cocktails en las entrañas del trumpismo fueron burbujeantes. Además de los elogios y las fotos entre Javier y Donald, antes de la recepción del jueves hubo una charla reservada entre ambos de 45 minutos. Fue la primera vez que se sentaron frente a frente, ya que las anteriores conversaciones habían sido de ocasión. Desgranaron allí una hoja de ruta por donde entendían que debía circular la relación bilateral, aunque sin entrar en mayores detalles porque el líder republicano recién está terminando de armar su equipo.

Algunos funcionarios se entusiasman con la designación de Marco Rubio en el Departamento de Estado, porque conoce bien la región y está situado en las mismas coordenadas ideológicas que la Casa Rosada. Sólo dudan sobre qué nivel de presión ejercerá para diluir la influencia de China sobre América latina, un dilema que tendrá un test crucial el martes, cuando Milei se reúna por primera vez con el excomunista Xi Jinping.

Pero así como ven la puerta abierta en la diplomacia norteamericana aceptan que puede haber una fricción con el Departamento de Comercio, que será el encargado de instrumentar las nuevas barreras arancelarias. También están atentos a la FED, que ya dio señales de que frenará la baja de las tasas de interés como un modo de amortiguar el efecto inflacionario que tendrían las políticas más proteccionistas. Uno de los efectos esperables ya empezó a visibilizarse esta semana con la revalorización del dólar. El último informe del CEPA da cuenta de una apreciación del 1,9% en el último mes, debido a la devaluación del Euro y el Yuan. Lo mismo le pasó a la mayoría de las principales monedas del mundo.

Sin embargo, el peso argentino fue a contramano de la tendencia general y siguió su curva ascendente. El Gobierno lo celebró por entender que demostró la fortaleza del plan económico. Un importante operador en Wall Street interpreta que se debe a que “Milei superó el punto de mayor vulnerabilidad política y económica entre mayo y agosto. Ahora los bonos argentinos están imparables”. Del otro lado hay economistas como Martín Rapetti que advierten que sostener mucho tiempo la relación actual peso-dólar puede impactar negativamente en los niveles de actividad y empleo. Hay sectores pensando en cómo reconvertir su esquema de producción para transformarse en importadores.

En Florida el Presidente también revalidó su vínculo con Elon Musk, en el cierre de una semana muy tech, que incluyó su participación en un evento de Meta, con mensaje de Mark Zuckerberg incluido; una visita a Ualá, donde estuvo con Pierpaolo Barbieri; y un discurso en la gala de Endeavor, donde entre sus referentes se cuentan Marcos Galperín y Martín Migoya. El cierre fue la designación del emprendedor digital Alec Oxenford como embajador en Washington.

Milei imagina un futuro con la Argentina transformada en un polo de alta tecnología, inteligencia artificial, machine learning e Internet de la cosas. Por eso desde hace tiempo el asesor Demian Reidel trabaja para concretar una inversión millonaria de alguno de los grandes jugadores globales (Google, Amazon, Microsoft, Meta) que permita instalar un big data center en la Patagonia, y el secretario de Ciencia y Tecnología, Darío Genua, se prepara para lanzar el mes próximo un proyecto nacional de IA (hay preocupación en el sector de la industria del conocimiento porque en el Congreso hay 19 proyectos de regulación de IA y entienden que pueden actuar como un desincentivo). Milei sueña un futuro casi espacial. Es importante la mirada de largo plazo, siempre y cuando no se tropiece con la tozudez de un presente que es más complejo que la borrachera financiera.

Tensión en Río

El regreso de Florida le devolverá al Presidente otra cara de la política internacional. Anoche cenaba con Emmanuel Macron y hoy se reunirá con él en la Casa Rosada para una sesión de trabajo. La relación con el mandatario visitante es paradójica: no coinciden ideológicamente, pero ambos se identifican como outsiders. El francés ha sido muy considerado con Milei. Fue el primero en llamarlo tras su triunfo, toleró que le suspendiera una visita de Estado a mitad de año y después lo recibió cuando el Presidente fue a la inauguración de los Juegos Olímpicos. El reciente viaje de Karina Milei a París y las gestiones del embajador Ian Sielecki terminaron de aceitar el arribo. Macron quiere revalidar las inversiones francesas en la Argentina (algunos de los anuncios más importantes que se conocieron últimamente fueron de Carrefour, de la minera Eramet, de Renault y de Total Energies), y de hecho se reunirá con algunas empresas tras la cumbre presidencial.

Sin embargo, el desembarco de Macron actúa también como el preámbulo de la tormenta que se avizora sobre Rio de Janeiro, donde se negocian los términos del documento de la cumbre del G-20 que empieza mañana.

Macron intentará convencer a Milei de que no se aparte del acuerdo mayoritario porque puede complicar no sólo el consenso de esa reunión, sino también el pacto Mercosur-Unión Europea. El francés es un enfático defensor de la mitigación del cambio climático y el libertario piensa que se trata un problema natural cíclico que en realidad encubre una imposición de los países desarrollados, que son los que emiten más gases contaminantes, sobre los países en vías de desarrollo. De hecho en el Gobierno admiten que hay una decisión de retirarse del Acuerdo de París sobre el tema, pero que sólo están evaluando el momento de hacerlo, lo que traducido significaría esperar la asunción de Trump, quien ya desconoció el tratado durante su primer mandato. Un anticipo de ese movimiento ya se vio esta semana cuando la Argentina retiró su delegación de la COP29 que se desarrolla en Azerbaiyán.

Macron frenó en el pasado los avances de las negociaciones de la UE con el Mercosur por su dura puja con Jair Bolsonaro, quien en materia ambiental piensa igual que Milei. Ahora le transmitirá el mismo mensaje al libertario. De todos modos, el mundo asume que Francia expone el tema ambiental para encubrir que no tiene margen interno para avanzar en un acuerdo comercial con la región. De hecho esta misma semana unos 600 dirigentes de distintas extracciones políticas firmaron en Francia un documento de rechazo a un eventual entendimiento, en línea con las demandas de los productores agropecuarios.

“El acuerdo Mercosur-UE está muerto, excepto que (Úrsula) Von der Leyen (presidenta de la comisión europea) resuelva avanzar por las suyas sin Francia, y que en todo caso después París vea si lo ratifica”, explica un diplomático que participó de las negociaciones. Durante la gestión de Alberto Fernández, la Argentina había sido el principal objetor regional de un acuerdo con la UE; ahora ese rol lo ocupa Paraguay.

Milei tiene una posición ambigua, porque desconfía del Mercosur, aunque piensa que puede ser un instrumento para abrir mercados. Su ilusión de lograr un acuerdo de libre comercio con Washington lo vuelve a hacer dudar. Igual debería hacer bien las cuentas. Hoy Estados Unidos representa el destino del 14,1% de las exportaciones argentinas totales. Mientras tanto, Brasil explica el 29,2%, seguido por la zona Euro, con el 20%, y China, con el 19,8%; es decir que en total las tres suman casi el 70% de las ventas de la producción local.

Pero el problema de fondo que se está gestando en la previa del G-20 es la postura de la Argentina en la negociación del documento final. Hace una semana que están los sherpas, incluido Federico Pinedo, instalados en Río y la situación se ha vuelto muy tensa porque hay diferencias significativas.

Los brasileños dejaron trascender que la Argentina quedó aislada por su reticencia a incorporar en el texto que se negocia conceptos de la Agenda 2030 vinculados con temas de género, cambio climático y salud. Paradojas diplomáticas: la última reunión que encabezó Diana Mondino como canciller fue para discutir cómo adaptaban la propuesta argentina a los lineamientos que había bajado Milei en su carta al cuerpo diplomático. En esta semana quedó en claro hacia dónde se encaminan ahora los pronunciamientos bajo la conducción de Gerardo Werthein y la participación activa del secretario de Culto, Nahuel Sotelo.

El martes orientó el único voto en contra de una resolución sobre los derechos de los pueblos indígenas en la Asamblea de la ONU (”no podemos votar eso cuando tenemos cientos de problemas con los territorios en el sur basados en las supuestas tradiciones ancestrales”, argumentan en Cancillería). Lo mismo sucedió el jueves en otra votación para intensificar esfuerzos en la prevención de todas las formas de violencia contra mujeres y niñas (”el documento partía de un enfoque feminista radical y tenía abordajes de la violencia que se fundaban en una visión que no tiene evidencia científica alguna”, explicó Sotelo). Estos posicionamientos generan fuertes resistencias de los países más desarrollados, que apuntalan una agenda más progresista.

“Han quedado muy aislados porque generó enojo en otros países, como Australia y Canadá, que tienen esos temas como relevantes”, expresó un negociador de Itamaraty. Los anfitriones ven detrás una intención del Gobierno de aguarles sus esfuerzos por lograr un documento consensuado. No descartan que la Argentina no lo firme o que lo haga en disidencia, e incluso dejaron correr la versión de que hay presiones para excluir al país del G-20 por su postura poco cooperativa, lo cual sería un hecho inédito y poco probable. Milei puede estar evaluando que no corre demasiados riesgos si golpea el tablero frente a un Joe Biden debilitado, y que le conviene esperar a que se siente en su lugar su amigo Donald para doblegar las ofensivas multilateralistas que tanto lo irritan.

Entre los negociadores argentinos reconocen que hay una dura disputa, pero le atribuyen todas esas informaciones a “operaciones y aprietes para negociar. Estamos en la etapa más dura y los brasileños salen a hacer esto violando el principio de la confidencialidad de las tratativas. Brasil tiene sus temas y nosotros los nuestros. Pero los asuntos de la Agenda 2030 no son los más complejos. Es mucho más difícil, por ejemplo, ver qué decir de la guerra en Ucrania”. De todos modos, hay algo bien concreto: la cumbre no servirá para mejorar las relaciones entre Milei y Lula. Y hay un dato que lo refrenda: el libertario es el único mandatario que no solicitó una reunión privada con el anfitrión.

Para Milei estos siete días marcan su verdadero debut en las primeras ligas de la política internacional y debe mostrar cómo articula su ideología con sus intereses. Por momentos luce como un trumpista capaz de aceptar que al mismo tiempo necesita de Xi. También es un aperturista dispuesto a negociar con el proteccionismo que se impondrá en EE.UU. De a ratos parece un enemigo del institucionalismo global en condiciones de patear el tablero del consenso del G-20. Y prioritariamente se muestra como un guardián de valores conservadores que lo definen como el máximo oponente de la cultura woke y la “agenda del futuro”. Milei no sólo se propone ser un revulsivo en el escenario local. Entiende que también tiene una misión global por cumplir.

“Está confirmadísimo, viene en marzo”. Una importante figura del Gobierno le daba así entidad al dato que circuló esta semana en extrema reserva dentro del entorno más íntimo de Javier Milei y que anticipaba la posibilidad de que el papa Francisco finalmente visite la Argentina en 2025. Incluso referentes de la Iglesia local recibieron la misma señal. Pero cuando se cerraba la semana, el mensaje del Vaticano fue contundente: “No hay nada”.

Más allá de la desilusión que podría anidar si otra vez se frustra lo que para muchos es la última posibilidad de que el pontífice vuelva a pisar el país, el episodio expuso el clima de efervescencia que hoy nutre las filas libertarias, la percepción interna de que están sacudiendo al mundo, de que los planetas se alinean en favor del Gobierno y de que con Milei todo es posible. El Presidente encuentra en su creciente misticismo la razón espiritual de sus logros, y su círculo más íntimo comparte cada vez más la sensación de que hay fuerzas superiores guiándolo. Si no son las del Papa, serán las del Cielo.

Los últimos días en Mar-a-Lago compartiendo cocktails en las entrañas del trumpismo fueron burbujeantes. Además de los elogios y las fotos entre Javier y Donald, antes de la recepción del jueves hubo una charla reservada entre ambos de 45 minutos. Fue la primera vez que se sentaron frente a frente, ya que las anteriores conversaciones habían sido de ocasión. Desgranaron allí una hoja de ruta por donde entendían que debía circular la relación bilateral, aunque sin entrar en mayores detalles porque el líder republicano recién está terminando de armar su equipo.

Algunos funcionarios se entusiasman con la designación de Marco Rubio en el Departamento de Estado, porque conoce bien la región y está situado en las mismas coordenadas ideológicas que la Casa Rosada. Sólo dudan sobre qué nivel de presión ejercerá para diluir la influencia de China sobre América latina, un dilema que tendrá un test crucial el martes, cuando Milei se reúna por primera vez con el excomunista Xi Jinping.

Pero así como ven la puerta abierta en la diplomacia norteamericana aceptan que puede haber una fricción con el Departamento de Comercio, que será el encargado de instrumentar las nuevas barreras arancelarias. También están atentos a la FED, que ya dio señales de que frenará la baja de las tasas de interés como un modo de amortiguar el efecto inflacionario que tendrían las políticas más proteccionistas. Uno de los efectos esperables ya empezó a visibilizarse esta semana con la revalorización del dólar. El último informe del CEPA da cuenta de una apreciación del 1,9% en el último mes, debido a la devaluación del Euro y el Yuan. Lo mismo le pasó a la mayoría de las principales monedas del mundo.

Sin embargo, el peso argentino fue a contramano de la tendencia general y siguió su curva ascendente. El Gobierno lo celebró por entender que demostró la fortaleza del plan económico. Un importante operador en Wall Street interpreta que se debe a que “Milei superó el punto de mayor vulnerabilidad política y económica entre mayo y agosto. Ahora los bonos argentinos están imparables”. Del otro lado hay economistas como Martín Rapetti que advierten que sostener mucho tiempo la relación actual peso-dólar puede impactar negativamente en los niveles de actividad y empleo. Hay sectores pensando en cómo reconvertir su esquema de producción para transformarse en importadores.

En Florida el Presidente también revalidó su vínculo con Elon Musk, en el cierre de una semana muy tech, que incluyó su participación en un evento de Meta, con mensaje de Mark Zuckerberg incluido; una visita a Ualá, donde estuvo con Pierpaolo Barbieri; y un discurso en la gala de Endeavor, donde entre sus referentes se cuentan Marcos Galperín y Martín Migoya. El cierre fue la designación del emprendedor digital Alec Oxenford como embajador en Washington.

Milei imagina un futuro con la Argentina transformada en un polo de alta tecnología, inteligencia artificial, machine learning e Internet de la cosas. Por eso desde hace tiempo el asesor Demian Reidel trabaja para concretar una inversión millonaria de alguno de los grandes jugadores globales (Google, Amazon, Microsoft, Meta) que permita instalar un big data center en la Patagonia, y el secretario de Ciencia y Tecnología, Darío Genua, se prepara para lanzar el mes próximo un proyecto nacional de IA (hay preocupación en el sector de la industria del conocimiento porque en el Congreso hay 19 proyectos de regulación de IA y entienden que pueden actuar como un desincentivo). Milei sueña un futuro casi espacial. Es importante la mirada de largo plazo, siempre y cuando no se tropiece con la tozudez de un presente que es más complejo que la borrachera financiera.

Tensión en Río

El regreso de Florida le devolverá al Presidente otra cara de la política internacional. Anoche cenaba con Emmanuel Macron y hoy se reunirá con él en la Casa Rosada para una sesión de trabajo. La relación con el mandatario visitante es paradójica: no coinciden ideológicamente, pero ambos se identifican como outsiders. El francés ha sido muy considerado con Milei. Fue el primero en llamarlo tras su triunfo, toleró que le suspendiera una visita de Estado a mitad de año y después lo recibió cuando el Presidente fue a la inauguración de los Juegos Olímpicos. El reciente viaje de Karina Milei a París y las gestiones del embajador Ian Sielecki terminaron de aceitar el arribo. Macron quiere revalidar las inversiones francesas en la Argentina (algunos de los anuncios más importantes que se conocieron últimamente fueron de Carrefour, de la minera Eramet, de Renault y de Total Energies), y de hecho se reunirá con algunas empresas tras la cumbre presidencial.

Sin embargo, el desembarco de Macron actúa también como el preámbulo de la tormenta que se avizora sobre Rio de Janeiro, donde se negocian los términos del documento de la cumbre del G-20 que empieza mañana.

Macron intentará convencer a Milei de que no se aparte del acuerdo mayoritario porque puede complicar no sólo el consenso de esa reunión, sino también el pacto Mercosur-Unión Europea. El francés es un enfático defensor de la mitigación del cambio climático y el libertario piensa que se trata un problema natural cíclico que en realidad encubre una imposición de los países desarrollados, que son los que emiten más gases contaminantes, sobre los países en vías de desarrollo. De hecho en el Gobierno admiten que hay una decisión de retirarse del Acuerdo de París sobre el tema, pero que sólo están evaluando el momento de hacerlo, lo que traducido significaría esperar la asunción de Trump, quien ya desconoció el tratado durante su primer mandato. Un anticipo de ese movimiento ya se vio esta semana cuando la Argentina retiró su delegación de la COP29 que se desarrolla en Azerbaiyán.

Macron frenó en el pasado los avances de las negociaciones de la UE con el Mercosur por su dura puja con Jair Bolsonaro, quien en materia ambiental piensa igual que Milei. Ahora le transmitirá el mismo mensaje al libertario. De todos modos, el mundo asume que Francia expone el tema ambiental para encubrir que no tiene margen interno para avanzar en un acuerdo comercial con la región. De hecho esta misma semana unos 600 dirigentes de distintas extracciones políticas firmaron en Francia un documento de rechazo a un eventual entendimiento, en línea con las demandas de los productores agropecuarios.

“El acuerdo Mercosur-UE está muerto, excepto que (Úrsula) Von der Leyen (presidenta de la comisión europea) resuelva avanzar por las suyas sin Francia, y que en todo caso después París vea si lo ratifica”, explica un diplomático que participó de las negociaciones. Durante la gestión de Alberto Fernández, la Argentina había sido el principal objetor regional de un acuerdo con la UE; ahora ese rol lo ocupa Paraguay.

Milei tiene una posición ambigua, porque desconfía del Mercosur, aunque piensa que puede ser un instrumento para abrir mercados. Su ilusión de lograr un acuerdo de libre comercio con Washington lo vuelve a hacer dudar. Igual debería hacer bien las cuentas. Hoy Estados Unidos representa el destino del 14,1% de las exportaciones argentinas totales. Mientras tanto, Brasil explica el 29,2%, seguido por la zona Euro, con el 20%, y China, con el 19,8%; es decir que en total las tres suman casi el 70% de las ventas de la producción local.

Pero el problema de fondo que se está gestando en la previa del G-20 es la postura de la Argentina en la negociación del documento final. Hace una semana que están los sherpas, incluido Federico Pinedo, instalados en Río y la situación se ha vuelto muy tensa porque hay diferencias significativas.

Los brasileños dejaron trascender que la Argentina quedó aislada por su reticencia a incorporar en el texto que se negocia conceptos de la Agenda 2030 vinculados con temas de género, cambio climático y salud. Paradojas diplomáticas: la última reunión que encabezó Diana Mondino como canciller fue para discutir cómo adaptaban la propuesta argentina a los lineamientos que había bajado Milei en su carta al cuerpo diplomático. En esta semana quedó en claro hacia dónde se encaminan ahora los pronunciamientos bajo la conducción de Gerardo Werthein y la participación activa del secretario de Culto, Nahuel Sotelo.

El martes orientó el único voto en contra de una resolución sobre los derechos de los pueblos indígenas en la Asamblea de la ONU (”no podemos votar eso cuando tenemos cientos de problemas con los territorios en el sur basados en las supuestas tradiciones ancestrales”, argumentan en Cancillería). Lo mismo sucedió el jueves en otra votación para intensificar esfuerzos en la prevención de todas las formas de violencia contra mujeres y niñas (”el documento partía de un enfoque feminista radical y tenía abordajes de la violencia que se fundaban en una visión que no tiene evidencia científica alguna”, explicó Sotelo). Estos posicionamientos generan fuertes resistencias de los países más desarrollados, que apuntalan una agenda más progresista.

“Han quedado muy aislados porque generó enojo en otros países, como Australia y Canadá, que tienen esos temas como relevantes”, expresó un negociador de Itamaraty. Los anfitriones ven detrás una intención del Gobierno de aguarles sus esfuerzos por lograr un documento consensuado. No descartan que la Argentina no lo firme o que lo haga en disidencia, e incluso dejaron correr la versión de que hay presiones para excluir al país del G-20 por su postura poco cooperativa, lo cual sería un hecho inédito y poco probable. Milei puede estar evaluando que no corre demasiados riesgos si golpea el tablero frente a un Joe Biden debilitado, y que le conviene esperar a que se siente en su lugar su amigo Donald para doblegar las ofensivas multilateralistas que tanto lo irritan.

Entre los negociadores argentinos reconocen que hay una dura disputa, pero le atribuyen todas esas informaciones a “operaciones y aprietes para negociar. Estamos en la etapa más dura y los brasileños salen a hacer esto violando el principio de la confidencialidad de las tratativas. Brasil tiene sus temas y nosotros los nuestros. Pero los asuntos de la Agenda 2030 no son los más complejos. Es mucho más difícil, por ejemplo, ver qué decir de la guerra en Ucrania”. De todos modos, hay algo bien concreto: la cumbre no servirá para mejorar las relaciones entre Milei y Lula. Y hay un dato que lo refrenda: el libertario es el único mandatario que no solicitó una reunión privada con el anfitrión.

Para Milei estos siete días marcan su verdadero debut en las primeras ligas de la política internacional y debe mostrar cómo articula su ideología con sus intereses. Por momentos luce como un trumpista capaz de aceptar que al mismo tiempo necesita de Xi. También es un aperturista dispuesto a negociar con el proteccionismo que se impondrá en EE.UU. De a ratos parece un enemigo del institucionalismo global en condiciones de patear el tablero del consenso del G-20. Y prioritariamente se muestra como un guardián de valores conservadores que lo definen como el máximo oponente de la cultura woke y la “agenda del futuro”. Milei no sólo se propone ser un revulsivo en el escenario local. Entiende que también tiene una misión global por cumplir.

 En menos de una semana pasó de la simpatía en Mar a Lago a la dura disputa por la agenda de la cumbre de Rio, donde la Argentina podría quedar marginada del consenso; la salida del Acuerdo de París y los reclamos ambientales de Macron  LA NACION

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