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La trama del cadáver de Pillín Bracamonte: una estrategia de desconcierto para evitar una procesión de hinchas, desmanes y nuevos ataques

La “pasión” por el fútbol siempre está rodeada de rituales, y en Rosario, particularmente, el clamor es extremo y recargado de manera frecuente de violencia. El objetivo después del crimen de Andrés Pillín Bracamonte, que fue acribillado el sábado a la noche junto a otro barra, Daniel “Rana” Attardo, tras partido entre Central y San Lorenzo, era evitar que se rindieran homenajes al jefe de la barrabrava, que era una suerte de “celebridad” en el mundo canalla, luego de estar al frente de la hinchada durante casi 30 años.

Las autoridades del gobierno santafesino lograron evitar con varios artilugios que el sepelio de Bracamonte se transformara en un nuevo foco de problemas, y que provocara enfrentamientos, desmanes y, sobre todo, un raid de venganzas. Además de reforzar la seguridad en zonas específicas de la ciudad, en la morgue donde estaba el cuerpo de Pillín y en cementerios, decidieron, en conjunto con la familia del jefe de la barra de Central, que no iba a haber velorio, ni tampoco sepultura.

El problema recaía en la decisión del fiscal Alejandro Ferlazzo, que prefirió, por cuestiones de la investigación, que se espere unos días para la cremación del cadáver, porque se trató de una muerte violenta, y probablemente haya que practicar una nueva autopsia. Cuando eso ocurra el problema terminará: se evalúa que las cenizas de Pillín sean esparcidas en el Gigante de Arroyito, según advirtieron fuentes ligadas a la barra.

Eso pondrá fin a este extraño capítulo repleto de intrigas y dilemas sobre el cadáver de un barrabrava cuyo cuerpo sigue “caliente”, a pesar de que falleció el sábado pasado a las 21.45.

Quedarán otras incógnitas abiertas, como el misterio aún no debelado sobre quién o quiénes mandaron a ejecutar a Bracamonte. Las hipótesis aún están abiertas, pero hay un dato clave que trascendió en la tarde del lunes: a pesar de que la escena del crimen estaba totalmente a oscuras, porque el alumbrado público no funcionaba, las cámaras de videovigilancia de la cuadra de Reconquista y Avellaneda habrían captado el momento en el que tres sicarios de a pie atentaron contra Bracamonte y Attardo, quienes fallecieron a causa de las heridas que les provocaron cinco disparos a cada uno.

“El cadáver de Bracamonte fue trasladado poco después de las 22 a un cementerio de una localidad cercana a Rosario”, aseguró a LA NACION Omar Pereyra, secretario de Seguridad de Santa Fe.

El traslado lo hicieron a esa hora, cuando los medios de comunicación habían dejado despejado el frente del Instituto Médico Legal, donde se le practicó la autopsia a Pillín. Los camarógrafos habían estado apostado en el portón negro de ese organismo, sobre 3 de Febrero y Avellaneda, desde la mañana temprano.

Cerca de las 9.30 una combi blanca de la morgue ingresó de culata al IML, pero salió más de 12 horas después. La ansiedad de los reporteros de captar esa imagen se terminó por diluir. Las versiones que agitaba la propia policía no tenían otro objetivo que sembrar la confusión.

“Lo van a llevar a Ibarlucea. Lo trasladan al cementerio La Piedad. Lo entierran en El Salvador”, repetían los uniformados, off the récord. En ese cementerio el cadáver no fue sepultado. “Se lo destinó a un lugar que tiene las condiciones para mantener el cadáver refrigerado hasta que se lo pueda cremar”, afirmó Pereyra.

El rumor que agitaron sectores policiales de que ninguna cochería quería recibir el cuerpo para velarlo resultó falso. Esas fuentes generaron una madeja de confusiones durante el lunes para ganar horas y lograr que el clima se enfriara. Lo consiguieron.

Los homenajes a Bracamonte tuvieron su expresión, por ahora, más de manera virtual que en las calles. Y eso tuvo que ver el propio entorno de la barra en desalentar cualquier convocatoria. En este punto también se interpreta que el gobierno operó para evitar que el problema escalara.

Hay varios problemas que dan vueltas en torno al cadáver del líder de la barra de Central. Por un lado, el temor a que se produjeran nuevos ataques durante una aglomeración de hinchas, como podía ocurrir si lo velaban. Por otro, que hinchas de Newell’s realizaran algún tipo de provocación y que la situación se desmadrara. Bracamonte tenía buena relación y un vínculo estrecho con sectores de Los Monos que hoy dominan la tribuna “leprosa”, pero el extremo fervor que atraviesa esta ciudad deja todo en una instancia de incertidumbre.

Sigue la “tranquilidad”

El desconcierto era una estrategia demarcada para evitar que un lugar preciso se pudiera transformar en un sitio de encuentro y de movilización de hinchas para despedir los restos del jefe de la barra. Esta serie de simulación de acontecimientos dejaba algo en claro: la extrema preocupación del gobierno de Santa Fe y de la Nación para evitar que nuevos hechos de violencia. Los homicidios bajaron un 64% en los últimos diez meses, pero no hay ninguna certeza de que un hecho que genera conmoción como el crimen de un personaje mítico, como Bracamonte, despierte un nuevo espiral de violencia que hoy está en pausa. “Puede traer una escalada de violencia, pero el Estado está preparado”, reconoció el gobernador Maximiliano Pullaro.

Desde el sábado no apareció ningún síntoma en las calles que haga suponer que se suceda un raid de violencia para vengar las muertes de Bracamonte y su ladero Attardo. La tensión sigue latente y desde el gobierno analizan cada movimiento que se produce en la calle. Las miradas están centradas, entre otros sitios, en el barrio 7 de Septiembre, zona en la que opera la banda de Los Menores, que el propio Bracamonte anticipó que querían matarlo en una entrevista que el domingo publicó LA NACION.

Allanamiento en una comisaría

La investigación en torno al crimen recién está dando sus primeros pasos, después de analizar las cámaras de videovigilancia y tomar algunos testimonios. Este martes a la mañana la división Asuntos Internos de la Policía de la provincia allanó la comisaría 9ª, del barrio Arroyito, que tiene jurisdicción en la zona donde se produjo el doble crimen de Bracamonte y Attardo. La medida se tomó por orden del fiscal Alejandro Ferlazzo, que no dictó ninguna detención, sino medidas que apuntan al secuestro de celulares.

A través de las redes sociales varios hinchas advirtieron que después del doble asesinato pasó por el lugar una ambulancia y un patrullero y ninguno frenó en el momento. El registro de las cámaras confirmará estos dichos, que abonan algunas teorías conspirativas que apuntan a una zona liberada.

El otro punto que se está analizando es el del alumbrado público, que estaba cortado a las 21.45, horario en el que se produjo el ataque a tiros. Ibarlucea y Avellaneda estaba totalmente a oscuras. Desde el municipio señalaron que aportaron información al fiscal y que en esa zona el servicio está tercerizado en una empresa privada.

Durante una conferencia de prensa, el fiscal remarcó que a la hora en la que ocurrió el crimen la luz de calle estaba a oscuras. “El alumbrado público se inició cerca de las 20 como siempre, el día anterior esa cuadra tuvo luz y en el día en el que ocurrió el hecho en esa cuadra la luz volvió cerca de las 0.50. Hemos pedido informes para ver cuál fue el desperfecto, puede ser un desperfecto normal que haya sido aprovechado por los autores para efectuar el ataque en ese lugar, pero tampoco descartamos otras hipótesis”, sostuvo Ferlazzo.

Pese a la falta de alumbrado público, el investigador aclaró que las cámaras que hay instaladas en la zona funcionan. “Las hemos ido recopilando, es un proceso arduo que seguimos realizando”, remarcó, y aclaró que “ayer por la tarde desde el club Rosario informó que tanto en este partido donde ocurrió el hecho, como en el anterior, no tienen ningún registro fílmico ni externo ni interno propio del club”.

La “pasión” por el fútbol siempre está rodeada de rituales, y en Rosario, particularmente, el clamor es extremo y recargado de manera frecuente de violencia. El objetivo después del crimen de Andrés Pillín Bracamonte, que fue acribillado el sábado a la noche junto a otro barra, Daniel “Rana” Attardo, tras partido entre Central y San Lorenzo, era evitar que se rindieran homenajes al jefe de la barrabrava, que era una suerte de “celebridad” en el mundo canalla, luego de estar al frente de la hinchada durante casi 30 años.

Las autoridades del gobierno santafesino lograron evitar con varios artilugios que el sepelio de Bracamonte se transformara en un nuevo foco de problemas, y que provocara enfrentamientos, desmanes y, sobre todo, un raid de venganzas. Además de reforzar la seguridad en zonas específicas de la ciudad, en la morgue donde estaba el cuerpo de Pillín y en cementerios, decidieron, en conjunto con la familia del jefe de la barra de Central, que no iba a haber velorio, ni tampoco sepultura.

El problema recaía en la decisión del fiscal Alejandro Ferlazzo, que prefirió, por cuestiones de la investigación, que se espere unos días para la cremación del cadáver, porque se trató de una muerte violenta, y probablemente haya que practicar una nueva autopsia. Cuando eso ocurra el problema terminará: se evalúa que las cenizas de Pillín sean esparcidas en el Gigante de Arroyito, según advirtieron fuentes ligadas a la barra.

Eso pondrá fin a este extraño capítulo repleto de intrigas y dilemas sobre el cadáver de un barrabrava cuyo cuerpo sigue “caliente”, a pesar de que falleció el sábado pasado a las 21.45.

Quedarán otras incógnitas abiertas, como el misterio aún no debelado sobre quién o quiénes mandaron a ejecutar a Bracamonte. Las hipótesis aún están abiertas, pero hay un dato clave que trascendió en la tarde del lunes: a pesar de que la escena del crimen estaba totalmente a oscuras, porque el alumbrado público no funcionaba, las cámaras de videovigilancia de la cuadra de Reconquista y Avellaneda habrían captado el momento en el que tres sicarios de a pie atentaron contra Bracamonte y Attardo, quienes fallecieron a causa de las heridas que les provocaron cinco disparos a cada uno.

“El cadáver de Bracamonte fue trasladado poco después de las 22 a un cementerio de una localidad cercana a Rosario”, aseguró a LA NACION Omar Pereyra, secretario de Seguridad de Santa Fe.

El traslado lo hicieron a esa hora, cuando los medios de comunicación habían dejado despejado el frente del Instituto Médico Legal, donde se le practicó la autopsia a Pillín. Los camarógrafos habían estado apostado en el portón negro de ese organismo, sobre 3 de Febrero y Avellaneda, desde la mañana temprano.

Cerca de las 9.30 una combi blanca de la morgue ingresó de culata al IML, pero salió más de 12 horas después. La ansiedad de los reporteros de captar esa imagen se terminó por diluir. Las versiones que agitaba la propia policía no tenían otro objetivo que sembrar la confusión.

“Lo van a llevar a Ibarlucea. Lo trasladan al cementerio La Piedad. Lo entierran en El Salvador”, repetían los uniformados, off the récord. En ese cementerio el cadáver no fue sepultado. “Se lo destinó a un lugar que tiene las condiciones para mantener el cadáver refrigerado hasta que se lo pueda cremar”, afirmó Pereyra.

El rumor que agitaron sectores policiales de que ninguna cochería quería recibir el cuerpo para velarlo resultó falso. Esas fuentes generaron una madeja de confusiones durante el lunes para ganar horas y lograr que el clima se enfriara. Lo consiguieron.

Los homenajes a Bracamonte tuvieron su expresión, por ahora, más de manera virtual que en las calles. Y eso tuvo que ver el propio entorno de la barra en desalentar cualquier convocatoria. En este punto también se interpreta que el gobierno operó para evitar que el problema escalara.

Hay varios problemas que dan vueltas en torno al cadáver del líder de la barra de Central. Por un lado, el temor a que se produjeran nuevos ataques durante una aglomeración de hinchas, como podía ocurrir si lo velaban. Por otro, que hinchas de Newell’s realizaran algún tipo de provocación y que la situación se desmadrara. Bracamonte tenía buena relación y un vínculo estrecho con sectores de Los Monos que hoy dominan la tribuna “leprosa”, pero el extremo fervor que atraviesa esta ciudad deja todo en una instancia de incertidumbre.

Sigue la “tranquilidad”

El desconcierto era una estrategia demarcada para evitar que un lugar preciso se pudiera transformar en un sitio de encuentro y de movilización de hinchas para despedir los restos del jefe de la barra. Esta serie de simulación de acontecimientos dejaba algo en claro: la extrema preocupación del gobierno de Santa Fe y de la Nación para evitar que nuevos hechos de violencia. Los homicidios bajaron un 64% en los últimos diez meses, pero no hay ninguna certeza de que un hecho que genera conmoción como el crimen de un personaje mítico, como Bracamonte, despierte un nuevo espiral de violencia que hoy está en pausa. “Puede traer una escalada de violencia, pero el Estado está preparado”, reconoció el gobernador Maximiliano Pullaro.

Desde el sábado no apareció ningún síntoma en las calles que haga suponer que se suceda un raid de violencia para vengar las muertes de Bracamonte y su ladero Attardo. La tensión sigue latente y desde el gobierno analizan cada movimiento que se produce en la calle. Las miradas están centradas, entre otros sitios, en el barrio 7 de Septiembre, zona en la que opera la banda de Los Menores, que el propio Bracamonte anticipó que querían matarlo en una entrevista que el domingo publicó LA NACION.

Allanamiento en una comisaría

La investigación en torno al crimen recién está dando sus primeros pasos, después de analizar las cámaras de videovigilancia y tomar algunos testimonios. Este martes a la mañana la división Asuntos Internos de la Policía de la provincia allanó la comisaría 9ª, del barrio Arroyito, que tiene jurisdicción en la zona donde se produjo el doble crimen de Bracamonte y Attardo. La medida se tomó por orden del fiscal Alejandro Ferlazzo, que no dictó ninguna detención, sino medidas que apuntan al secuestro de celulares.

A través de las redes sociales varios hinchas advirtieron que después del doble asesinato pasó por el lugar una ambulancia y un patrullero y ninguno frenó en el momento. El registro de las cámaras confirmará estos dichos, que abonan algunas teorías conspirativas que apuntan a una zona liberada.

El otro punto que se está analizando es el del alumbrado público, que estaba cortado a las 21.45, horario en el que se produjo el ataque a tiros. Ibarlucea y Avellaneda estaba totalmente a oscuras. Desde el municipio señalaron que aportaron información al fiscal y que en esa zona el servicio está tercerizado en una empresa privada.

Durante una conferencia de prensa, el fiscal remarcó que a la hora en la que ocurrió el crimen la luz de calle estaba a oscuras. “El alumbrado público se inició cerca de las 20 como siempre, el día anterior esa cuadra tuvo luz y en el día en el que ocurrió el hecho en esa cuadra la luz volvió cerca de las 0.50. Hemos pedido informes para ver cuál fue el desperfecto, puede ser un desperfecto normal que haya sido aprovechado por los autores para efectuar el ataque en ese lugar, pero tampoco descartamos otras hipótesis”, sostuvo Ferlazzo.

Pese a la falta de alumbrado público, el investigador aclaró que las cámaras que hay instaladas en la zona funcionan. “Las hemos ido recopilando, es un proceso arduo que seguimos realizando”, remarcó, y aclaró que “ayer por la tarde desde el club Rosario informó que tanto en este partido donde ocurrió el hecho, como en el anterior, no tienen ningún registro fílmico ni externo ni interno propio del club”.

 Tras difundir el falso rumor de que ninguna casa velatoria quería participar del sepelio, el cuerpo del jefe de la barra de Central fue trasladado a un cementerio de las afueras de Rosario, en la localidad de Pérez; está en una cámara y solo podrán cremarlo cuando el fiscal lo autorice  LA NACION

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