Planetas alineados, con algunas sombras
“Se nos siguen alineando los planetas. ¡Qué manera de cerrar el mejor mes desde que llegamos!”, festejaron en la Casa Rosada, después del apabullante triunfo en las elecciones de los Estados Unidos de Donald Trump, el amigo idolatrado del presidente Javier Milei.
La sostenida baja de la inflación, que mostraría el descenso de otro escalón la semana próxima (esperan un rutilante 2 adelante), la caída del riesgo país y de la cotización de los dólares no oficiales y la recuperación de la economía (en algunos sectores) eran los elementos que daban forma a la metáfora astronómica de la felicidad mileísta. Hasta la madrugada de anteayer, cuando se confirmó la noticia de política externa más deseada por el oficialismo.
La condición de Milei de único presidente amigo, fan y émulo del triunfante Trump en todo el continente, y la alineación absoluta (y ahora más) con los Estados Unidos son las bases sobre las que se posa la esperanza de que el nuevo viento que devuelve al republicano a la Casa Blanca empuje también hacia arriba a la Argentina. O al gobierno de La Libertad Avanza.
La tradición peronista desembarca en la Casa Blanca
El encuentro bilateral que el mileísmo quiere realizar antes de la asunción del 20 enero, y que aspiran a concretar la semana próxima, buscará resaltar esa sinonimia (o simbiosis) entre ambos mandatarios y sus respectivas construcciones.
No hay dudas de que en el plano político y simbólico el resultado de los comicios norteamericanos, tanto por la magnitud del triunfo del radicalizado candidato republicano como por la dimensión de la debacle de la moderada Kamala Harris, refuerzan la identidad mileísta, en el fondo y en las formas, en la estética y en la ética. Aunque también hay algunas disonancias, sobre todo en lo que refiere a la retórica nacionalista que cultiva Trump.
La expectativa en el gobierno argentino es que esa armonía (si cabe para dos caracteres siempre volcánicos) se traslade al plano económico y financiero. Y allí es donde aparecen algunos matices.
Milei respecto a Donald Trump y Kamala Harris
En la Casa Rosada y en Economía confían casi ciegamente en que el triunfo de Trump traerá beneficios para el país en ambos planos, aún antes de que se produzca su asunción y, a pesar de muchas incertidumbres que ya dispara la transición norteamericana que acaba de abrirse.
Sin embargo, varios analistas económicos e inversores advierten que nada será lineal. Es más, la mayoría señala que para el comercio internacional y para los bienes exportables argentinos se avecinan tiempos complicados, si es que Trump cumple con lo prometido en campaña.
De todas maneras, algunas de esas voces señalan que los beneficios del triunfo trumpista para la Argentina en el plano financiero compensarán los probables perjuicios. Una apuesta a una nueva alineación de planetas, que depende de que ningún eclipse lo altere.
Los antecedentes cercanos envalentonan a oficialistas (políticos y económicos), a un conjunto amplio de inversores y a buena parte de los grandes empresarios. No es el caso de medianos y pequeños empresarios ni de sectores del campo, que miran con preocupación las cuentas de sus negocios más que afinidades ideológicas y narrativas políticas.
Un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que aporte dólares frescos de libre disponibilidad, además de la renegociación de la deuda, asoma como la primera de las metas deseadas y alcanzables. La discusión parece centrada en dos puntos: una es el monto de ese nuevo préstamo y la segunda son las condiciones que tendría, ya que el equipo económico no quiere hacer concesiones anticipadas en el plano cambiario, especialmente en lo que respecta al levantamiento del cepo.
Un sueño de 20.000 millones
“Es probable que con el apoyo de Trump, después de acordar un nuevo programa, el FMI nos dé unos 15.000 millones de dólares, aunque podría llegar a los 20.000 millones”. El cálculo optimista es compartido por autoridades económicas argentinas y por algunos inversores radicados en EE.UU., que dicen haber conversado con funcionarios del Fondo en los últimos días. La suma de base es la que ha venido buscando el ministro Luis Caputo desde que asumió y el objetivo con el que partió en cada viaje a Washington (al menos hasta mediados de año) para volver sin cheques que mostrar.
Pero las cosas han cambiado mucho en los últimos tres meses. Por un lado, se cuenta el éxito del blanqueo y la consecuente incorporación de dólares, que mejoraron el nivel de las reservas y achicaron la brecha cambiaria. También, el resultado positivo en las cuentas públicas del brutal ajuste fiscal sin desvíos importantes ni (muy especialmente) alteración de la paz social por las consecuencias negativas en la economía real. Por último, se agrega la baja consistente de la inflación para aspirar a ese salvavidas. Y, a eso se sumó, la baja de la tasa de interés en los Estados Unidos, que volvió más atractivo traer o dejar dólares en estas playas para cambiarlos por pesos, ponerlos a interés y hacer una renta atractiva que no obtendrían en otro lado, antes de volver a llevarse los dólares.
A todo eso, cabe agregarle algunas novedades de la dimensión política que parecieron fortalecer al oficialismo, no tanto por sus éxitos, ya que siguen abundando los errores no forzados y los ruidos internos. Es la comparación lo que mejora, sustancialmente, a LLA.
La oposición ayuda
Las escenas de autodestrucción y fragmentación que continúa proyectando la oposición están para competir en un festival de cine catástrofe. La disputa interna del peronismo, la balcanización del radicalismo y el proceso de dilución del Pro parecen haberle allanado el camino al Gobierno antes de cumplir un año de una forma que ni siquiera los más optimistas del mileísmo soñaban. Eso también miran los mercados y los inversores, no solo financieros.
Pero la situación sigue siendo frágil como para cantar victoria y todavía el instinto de supervivencia, aunque atenuado, se mantiene en algunos opositores. La restricción a los DNU podría avanzar la semana próxima en el Congreso así como un rechazo al decreto que le dejo manos libres al Gobierno para renegociar deuda. En la Rosada confían en que el macrismo los ayude (otra vez) y la sanción no salga este año.
Prefieren regocijarse con halagos en otros terrenos. Ayer, esgrimían como un blasón la llegada de una integrante del directorio mundial de Shell para reunirse con Milei y anunciarle una importante inversión, junto con YPF, para el transporte de petróleo y gas. El anuncio fue celebrado en el entorno presidencial casi tanto como el regalo de unos gemelos de oro con cara de león hecho por la ejecutiva Zoe Yujnovich, junto con la afirmación de que su esposo integra el club de fans de Milei. Gente que sabe tocar fibras sensibles.
Para fortalecer los ánimos celebratorios, un inversor sostiene (con singular optimismo) que “la vulnerabilidad política y financiera de Milei ya está más en el pasado que en el presente y en el futuro”. Aún cuando él y varios de sus colegas admiten que los desafíos que tiene por delante el Gobierno son muchos y que tendrán nuevas situaciones de estrés con la política de Trump.
“Es cierto que las inversiones de corto (el carry trade) ayudan a sostener la baja del dólar y la caída de la brecha, lo cual siempre entraña riesgos, pero la mayoría pertenecen a actores locales o radicados en el país, que en lo inmediato no ponen en riesgo la situación”, coinciden un analista desde Wall Street y otro que asesora a un dirigente opositor.
La única, pero no menor, diferencia entre ambos es la durabilidad de esa operación sin poner el sistema en riesgo por una salida masiva de fondos. Le pasó a Mauricio Macri en 2018 ante el aumento de la tasa de interés en EE.UU., que ahora también se pronostica. Para el primero hay aún una ventana de casi dos años, para el segundo, el plazo máximo que tiene ese esquema es fin de 2025. En cambio, el político que se jacta de su expertise financiero proyecta luces amarillas para el primer trimestre del año próximo. Hagan apuestas.
En este terreno, el Gobierno confía en que las buenas señales provenientes de EE.UU. continúen (aún sin haber cerrado nada con el FMI) y sigan haciendo caer el riesgo país para poder salir a tomar deuda.
“Cuando el riesgo llegue a 500 puntos habrá muchas oportunidades y permitirá renegociar la deuda con los acreedores privados que vence el año próximo”, se entusiasma un analista cercano al Gobierno. Los vencimientos para 2025 llegan a 25.000 millones de dólares. Ante ese panorama, el acceso al crédito asoma como un bálsamo para oficialistas e inversores y como una dosis de ácido para quienes ven el endeudamiento en dólares una recurrente maldición, que recuerda viejos traumas nacionales.
Consecuencias negativas
Al margen de tales consideraciones, la vía financiera deberá compensar los efectos negativos que tendría para el país la política trumpista anunciada. Por ejemplo, la suba de aranceles a la importación, el apoyo a la producción de petróleo y gas no convencional, y una agresiva política comercial de tinte proteccionista.
“No se puede negar que para la Argentina habrá consecuencias negativas. Va a haber un dólar más fuerte contra otras monedas, lo cual complica el sendero descendente de la devaluación programada (crawling peg) que viene aplicando el Gobierno. Y ayer se sumó una nueva devaluación del Real. Eso afectará el comercio exterior argentino porque el peso estará más apreciado y los precios de las commodities (petróleo y granos) que produce el país serán más débiles. En cambio, para bien o para mal, no cambiará mucho el comercio bilateral con EE.UU.”, advierte uno de los consultores que el Gobierno suele escuchar, aunque no estaría siendo muy receptivo en estas horas.
El optimismo que transmite Luis Caputo a los inquilinos de la Casa Rosada no admite dudas, a pesar de que a estas prevenciones se suman otras dos netamente locales que podrían influir negativamente en la imprescindible (y exigida por el FMI) acumulación de dólares. Por un lado, el atraso cambiario lleva a pronosticar una elevada salida de divisas por turismo durante el verano, que ante el fin del impuesto PAIS, haría que se vayan no solo dólares del colchón. Por eso, hay quienes pronostican la adopción de alguna medida para mantener elevado ese precio.
Por otra parte, especialistas en comercio exterior e interior prevén un aluvión de productos importados a partir del primer trimestre del año próximo, con fuerte impacto en las reservas y en las industrias locales. Sigue habiendo mantas cortas.
A eso habría que añadir las turbulencias que podrían agravarse en un mundo con demasiados frentes de conflictos abiertos. En ese terreno, descuella la profundización de la guerra comercial con China y la disputa por temas estratégicos, como el avance sobre el espacio exterior o por los minerales estratégicos. El viaje de Milei a Pekin empieza a estar en duda y habrá que ver si repite que ese país “no exige nada y solo pide que no lo molesten”. En una era de más tensión, las condiciones para el alineamiento pueden ser más rígidas. Trump ya eligió sus enemigos.
A eso se agrega la muy probable quita del apoyo de los Estados a Ucrania, que incomodaría a Milei no solo por la cercanía (hasta estética) que siempre ha expresado por Volodímir Zelenski. Pueden ser tiempos de contorsiones interesantes.
El plano político y del ejercicio del poder amenazan, por otra parte, con darle clima favorable a una profundización de la intolerancia a cualquier cuestionamiento y un avance sobre el periodismo crítico. Las primeras reacciones del Gobierno tras el triunfo de Trump fueron brutalmente en esa línea. Y todavía no empezó la campaña electoral. Un Trump empoderado permite proyectar un Milei ultrarrecargado.
La alineación de planetas también proyecta algunas sombras.
“Se nos siguen alineando los planetas. ¡Qué manera de cerrar el mejor mes desde que llegamos!”, festejaron en la Casa Rosada, después del apabullante triunfo en las elecciones de los Estados Unidos de Donald Trump, el amigo idolatrado del presidente Javier Milei.
La sostenida baja de la inflación, que mostraría el descenso de otro escalón la semana próxima (esperan un rutilante 2 adelante), la caída del riesgo país y de la cotización de los dólares no oficiales y la recuperación de la economía (en algunos sectores) eran los elementos que daban forma a la metáfora astronómica de la felicidad mileísta. Hasta la madrugada de anteayer, cuando se confirmó la noticia de política externa más deseada por el oficialismo.
La condición de Milei de único presidente amigo, fan y émulo del triunfante Trump en todo el continente, y la alineación absoluta (y ahora más) con los Estados Unidos son las bases sobre las que se posa la esperanza de que el nuevo viento que devuelve al republicano a la Casa Blanca empuje también hacia arriba a la Argentina. O al gobierno de La Libertad Avanza.
La tradición peronista desembarca en la Casa Blanca
El encuentro bilateral que el mileísmo quiere realizar antes de la asunción del 20 enero, y que aspiran a concretar la semana próxima, buscará resaltar esa sinonimia (o simbiosis) entre ambos mandatarios y sus respectivas construcciones.
No hay dudas de que en el plano político y simbólico el resultado de los comicios norteamericanos, tanto por la magnitud del triunfo del radicalizado candidato republicano como por la dimensión de la debacle de la moderada Kamala Harris, refuerzan la identidad mileísta, en el fondo y en las formas, en la estética y en la ética. Aunque también hay algunas disonancias, sobre todo en lo que refiere a la retórica nacionalista que cultiva Trump.
La expectativa en el gobierno argentino es que esa armonía (si cabe para dos caracteres siempre volcánicos) se traslade al plano económico y financiero. Y allí es donde aparecen algunos matices.
Milei respecto a Donald Trump y Kamala Harris
En la Casa Rosada y en Economía confían casi ciegamente en que el triunfo de Trump traerá beneficios para el país en ambos planos, aún antes de que se produzca su asunción y, a pesar de muchas incertidumbres que ya dispara la transición norteamericana que acaba de abrirse.
Sin embargo, varios analistas económicos e inversores advierten que nada será lineal. Es más, la mayoría señala que para el comercio internacional y para los bienes exportables argentinos se avecinan tiempos complicados, si es que Trump cumple con lo prometido en campaña.
De todas maneras, algunas de esas voces señalan que los beneficios del triunfo trumpista para la Argentina en el plano financiero compensarán los probables perjuicios. Una apuesta a una nueva alineación de planetas, que depende de que ningún eclipse lo altere.
Los antecedentes cercanos envalentonan a oficialistas (políticos y económicos), a un conjunto amplio de inversores y a buena parte de los grandes empresarios. No es el caso de medianos y pequeños empresarios ni de sectores del campo, que miran con preocupación las cuentas de sus negocios más que afinidades ideológicas y narrativas políticas.
Un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, que aporte dólares frescos de libre disponibilidad, además de la renegociación de la deuda, asoma como la primera de las metas deseadas y alcanzables. La discusión parece centrada en dos puntos: una es el monto de ese nuevo préstamo y la segunda son las condiciones que tendría, ya que el equipo económico no quiere hacer concesiones anticipadas en el plano cambiario, especialmente en lo que respecta al levantamiento del cepo.
Un sueño de 20.000 millones
“Es probable que con el apoyo de Trump, después de acordar un nuevo programa, el FMI nos dé unos 15.000 millones de dólares, aunque podría llegar a los 20.000 millones”. El cálculo optimista es compartido por autoridades económicas argentinas y por algunos inversores radicados en EE.UU., que dicen haber conversado con funcionarios del Fondo en los últimos días. La suma de base es la que ha venido buscando el ministro Luis Caputo desde que asumió y el objetivo con el que partió en cada viaje a Washington (al menos hasta mediados de año) para volver sin cheques que mostrar.
Pero las cosas han cambiado mucho en los últimos tres meses. Por un lado, se cuenta el éxito del blanqueo y la consecuente incorporación de dólares, que mejoraron el nivel de las reservas y achicaron la brecha cambiaria. También, el resultado positivo en las cuentas públicas del brutal ajuste fiscal sin desvíos importantes ni (muy especialmente) alteración de la paz social por las consecuencias negativas en la economía real. Por último, se agrega la baja consistente de la inflación para aspirar a ese salvavidas. Y, a eso se sumó, la baja de la tasa de interés en los Estados Unidos, que volvió más atractivo traer o dejar dólares en estas playas para cambiarlos por pesos, ponerlos a interés y hacer una renta atractiva que no obtendrían en otro lado, antes de volver a llevarse los dólares.
A todo eso, cabe agregarle algunas novedades de la dimensión política que parecieron fortalecer al oficialismo, no tanto por sus éxitos, ya que siguen abundando los errores no forzados y los ruidos internos. Es la comparación lo que mejora, sustancialmente, a LLA.
La oposición ayuda
Las escenas de autodestrucción y fragmentación que continúa proyectando la oposición están para competir en un festival de cine catástrofe. La disputa interna del peronismo, la balcanización del radicalismo y el proceso de dilución del Pro parecen haberle allanado el camino al Gobierno antes de cumplir un año de una forma que ni siquiera los más optimistas del mileísmo soñaban. Eso también miran los mercados y los inversores, no solo financieros.
Pero la situación sigue siendo frágil como para cantar victoria y todavía el instinto de supervivencia, aunque atenuado, se mantiene en algunos opositores. La restricción a los DNU podría avanzar la semana próxima en el Congreso así como un rechazo al decreto que le dejo manos libres al Gobierno para renegociar deuda. En la Rosada confían en que el macrismo los ayude (otra vez) y la sanción no salga este año.
Prefieren regocijarse con halagos en otros terrenos. Ayer, esgrimían como un blasón la llegada de una integrante del directorio mundial de Shell para reunirse con Milei y anunciarle una importante inversión, junto con YPF, para el transporte de petróleo y gas. El anuncio fue celebrado en el entorno presidencial casi tanto como el regalo de unos gemelos de oro con cara de león hecho por la ejecutiva Zoe Yujnovich, junto con la afirmación de que su esposo integra el club de fans de Milei. Gente que sabe tocar fibras sensibles.
Para fortalecer los ánimos celebratorios, un inversor sostiene (con singular optimismo) que “la vulnerabilidad política y financiera de Milei ya está más en el pasado que en el presente y en el futuro”. Aún cuando él y varios de sus colegas admiten que los desafíos que tiene por delante el Gobierno son muchos y que tendrán nuevas situaciones de estrés con la política de Trump.
“Es cierto que las inversiones de corto (el carry trade) ayudan a sostener la baja del dólar y la caída de la brecha, lo cual siempre entraña riesgos, pero la mayoría pertenecen a actores locales o radicados en el país, que en lo inmediato no ponen en riesgo la situación”, coinciden un analista desde Wall Street y otro que asesora a un dirigente opositor.
La única, pero no menor, diferencia entre ambos es la durabilidad de esa operación sin poner el sistema en riesgo por una salida masiva de fondos. Le pasó a Mauricio Macri en 2018 ante el aumento de la tasa de interés en EE.UU., que ahora también se pronostica. Para el primero hay aún una ventana de casi dos años, para el segundo, el plazo máximo que tiene ese esquema es fin de 2025. En cambio, el político que se jacta de su expertise financiero proyecta luces amarillas para el primer trimestre del año próximo. Hagan apuestas.
En este terreno, el Gobierno confía en que las buenas señales provenientes de EE.UU. continúen (aún sin haber cerrado nada con el FMI) y sigan haciendo caer el riesgo país para poder salir a tomar deuda.
“Cuando el riesgo llegue a 500 puntos habrá muchas oportunidades y permitirá renegociar la deuda con los acreedores privados que vence el año próximo”, se entusiasma un analista cercano al Gobierno. Los vencimientos para 2025 llegan a 25.000 millones de dólares. Ante ese panorama, el acceso al crédito asoma como un bálsamo para oficialistas e inversores y como una dosis de ácido para quienes ven el endeudamiento en dólares una recurrente maldición, que recuerda viejos traumas nacionales.
Consecuencias negativas
Al margen de tales consideraciones, la vía financiera deberá compensar los efectos negativos que tendría para el país la política trumpista anunciada. Por ejemplo, la suba de aranceles a la importación, el apoyo a la producción de petróleo y gas no convencional, y una agresiva política comercial de tinte proteccionista.
“No se puede negar que para la Argentina habrá consecuencias negativas. Va a haber un dólar más fuerte contra otras monedas, lo cual complica el sendero descendente de la devaluación programada (crawling peg) que viene aplicando el Gobierno. Y ayer se sumó una nueva devaluación del Real. Eso afectará el comercio exterior argentino porque el peso estará más apreciado y los precios de las commodities (petróleo y granos) que produce el país serán más débiles. En cambio, para bien o para mal, no cambiará mucho el comercio bilateral con EE.UU.”, advierte uno de los consultores que el Gobierno suele escuchar, aunque no estaría siendo muy receptivo en estas horas.
El optimismo que transmite Luis Caputo a los inquilinos de la Casa Rosada no admite dudas, a pesar de que a estas prevenciones se suman otras dos netamente locales que podrían influir negativamente en la imprescindible (y exigida por el FMI) acumulación de dólares. Por un lado, el atraso cambiario lleva a pronosticar una elevada salida de divisas por turismo durante el verano, que ante el fin del impuesto PAIS, haría que se vayan no solo dólares del colchón. Por eso, hay quienes pronostican la adopción de alguna medida para mantener elevado ese precio.
Por otra parte, especialistas en comercio exterior e interior prevén un aluvión de productos importados a partir del primer trimestre del año próximo, con fuerte impacto en las reservas y en las industrias locales. Sigue habiendo mantas cortas.
A eso habría que añadir las turbulencias que podrían agravarse en un mundo con demasiados frentes de conflictos abiertos. En ese terreno, descuella la profundización de la guerra comercial con China y la disputa por temas estratégicos, como el avance sobre el espacio exterior o por los minerales estratégicos. El viaje de Milei a Pekin empieza a estar en duda y habrá que ver si repite que ese país “no exige nada y solo pide que no lo molesten”. En una era de más tensión, las condiciones para el alineamiento pueden ser más rígidas. Trump ya eligió sus enemigos.
A eso se agrega la muy probable quita del apoyo de los Estados a Ucrania, que incomodaría a Milei no solo por la cercanía (hasta estética) que siempre ha expresado por Volodímir Zelenski. Pueden ser tiempos de contorsiones interesantes.
El plano político y del ejercicio del poder amenazan, por otra parte, con darle clima favorable a una profundización de la intolerancia a cualquier cuestionamiento y un avance sobre el periodismo crítico. Las primeras reacciones del Gobierno tras el triunfo de Trump fueron brutalmente en esa línea. Y todavía no empezó la campaña electoral. Un Trump empoderado permite proyectar un Milei ultrarrecargado.
La alineación de planetas también proyecta algunas sombras.
La magnitud del triunfo del radicalizado Trump sobre la moderada Harris refuerzan la identidad mileísta, en el fondo y en las formas; pero también surgen disonancias, sobre todo en la retórica nacionalista del republicano LA NACION