César Litvin:“Grandes fortunas de la Argentina se fueron a Uruguay, que las recibió con mucho cariño impositivo y benefició a su economía”
“Está comprobado que impuestos excesivos, a lo largo del tiempo, generan una pérdida de recaudación en lugar de generar más recaudación”, afirma. “La mudanza de fortunas argentinas a Uruguay generó mucha más pérdida que el incremento de recaudación que trajeron los impuestos patrimoniales”, asegura. “En la Argentina, hay más de ciento cincuenta tributos vigentes. Sólo diez de ellos generan el 92 por ciento de la recaudación”, señala. “Hoy vemos que se cuelga la página de la AFIP y los aplicativos llegan tarde y mal. Pagar impuestos es una tarea bastante penosa para el contribuyente argentino”, cuestiona. Hay que profesionalizar los organismos de control y generar una independencia de criterio total”, sostiene. “Si no hay buenos controles, se generan los llamados “kioscos””, dice. “En las últimas décadas, creció el gasto público en forma exponencial y de la misma manera, la presión tributaria”, analiza. “Hay que reducir impuestos, empezando por los más distorsivos”, propone. “En la Argentina, existe un impuesto a la exportación que sólo tienen doce países en el mundo”, compara. “Tenemos reservas anoréxicas y cobramos impuestos al que genera reserva”, cuestiona. “En los 90, Brasil derogó los impuestos a las exportaciones y desde ahí, tuvo un boom productivo y de exportación”, concluye.
El respetado experto en temas tributarios, César Litvin, estuvo en La Repregunta. Litvin es CEO del estudio Lisicki, Litvin & Asoc., especializado en impuestos, auditorías y consultoría. Es profesor titular de Teoría y Técnica impositiva en la Universidad de Buenos Aires. Es presidente de la Comisión de Impuestos del Consejo de Ciencias Económicas de CABA. Es contador por la UNNE.
Javier Milei y su política impositiva. De los “pagadores de impuestos” a la nueva ARCA. ¿Bajar gasto pero no impuestos? Argentina vs Uruguay y la región: ¿cómo impactan los impuestos en la competitividad? Impuestos a los ricos, ¿sirven o no? Litvin hizo su análisis.
Aquí, la entrevista completa.
Milei, el Estado como violencia y los “pagadores de impuestos”
-El presidente Javier Milei insiste con el siguiente marco conceptual: que el Estado ejerce una violencia sobre los ciudadanos cuando les cobra impuestos y que los “pagadores de impuestos”, como los llama Milei, responden a una coerción que está imponiendo el Estado. Desde su perspectiva de especialista del mundo tributario, ¿qué piensa usted de esa cosmovisión?
-Estoy relativamente de acuerdo con lo que dice el Presidente. En las últimas décadas, ha ido creciendo el gasto público en forma exponencial y de la misma manera, ha crecido la presión tributaria. Cuando crece la presión tributaria, también crece la informalidad y esto genera un montón de distorsiones, entre ellas, competencia desleal: algunos privilegiados pueden competir sin pagar impuestos. Siguiendo la concepción liberal y dentro de la concepción de Alberdi mismo, que establecía que los impuestos tenían que ser razonables y no tenían que incidir demasiado en la renta, hay que refundar el sistema tributario en la Argentina, que no da para más. Habría que enfocarse en dos pilares básicos. Primero, simplificar el sistema tributario: entre Nación, provincia y municipios, hay más de ciento cincuenta tributos vigentes. sólo diez de ellos recaudan el 92 por ciento, es decir que hay margen para diseñar mecanismo para simplificar esta gran carga tributaria que existe en la Argentina en cuanto a la cantidad de tributos. Y por el otro lado,lo que se requiere, y lo ha anunciado el Presidente, una vez que logre el equilibrio fiscal sostenido, es la reducción de impuestos, empezando por los más distorsivos.
-Usted señala la necesidad de reducir impuestos. Ahora, hace unos días, el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, planteó: “no nos pidan que bajemos impuestos, pídanos que bajemos el gasto público”. La medida anunciada por el Poder Ejecutivo en relación a desmantelar la AFIP y crear la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) apuntaría a esa simplificación y desburocratización y a una reducción del gasto. Según plantea el Gobierno, significaría un ahorro de 6.400 millones de pesos. Siguiendo esa línea, el Gobierno no está bajando ni eliminando impuestos y, al contrario, buscó reponer el impuesto a las Ganancias. Sí está cerrando una estructura para reconstruirla de otra manera y ahorrar fondos. ¿Cuál es su balance de esa no eliminación de impuestos y de reestructuración de lo que se conoció hasta la semana pasada como AFIP?
-Cuando el ministro de Desregulación dijo “no pidan ahora bajar impuestos”, yo interpreto que su planteo fue que no se lo pidan hoy pero después de bajar el gasto, viene la baja de impuestos. Respecto de la baja de impuestos, ha habido alguna baja como Bienes Personales ya este año. Se eliminó el impuesto a la transferencia de inmuebles. Se va a eliminar a fin de año el impuesto PAIS. Por supuesto que esto no alcanza; esto es incipiente. Se requiere muchísimo más. Y hay tareas por hacer. Y en relación a la Agencia de Recaudación y Control Aduanero, la ex AFIP, lo que el Gobierno quiere hacer es pasar la topadora por donde corresponde. Hay que entender que en los últimos años, ha entrado por la ventana muchísima gente sin la idoneidad requerida y sin ningún tipo de examen de ingreso, y algunos sin el secundario terminado. En el Gobierno anterior, la AFIP ha sido un refugio de militantes rentados. Hay que atacar eso pero con un bisturí de microcirugía: no se puede decir eliminamos 3 mil personas sin evaluar previamente cuáles tienen idoneidad y cuáles, las que entraron por la ventana y las que entraron correctamente porque su idoneidad lo valida. Es importante reducir esa superestructura aunque tenga financiación propia, porque la AFIP tenía una autarquía presupuestaria a partir de los propios ingresos que va generando. Una asignatura pendiente es la inversión tecnológica, que se desestimó en los últimos años. Hoy es realmente muy necesario contar con una tecnología avanzada para mejorar la gestión no solamente en sus tareas de recaudación y de fiscalización sino también para hacerle más fácil la vida al contribuyente que quiere pagar impuestos. Hoy vemos que se cuelga la página de la AFIP y los aplicativos llegan tarde y mal. Pagar impuestos es una tarea bastante penosa para el contribuyente: esto no debería estar sucediendo. Y esto es por falta de buena tecnología y por falta de inversión en tecnología. Se puede hacer una mutación hacia una nueva agencia de recaudación con buena tecnología, donde los que ocupen cargos relevantes tengan la idoneidad necesaria que se pueda probar con examen y concursos. En ese caso, la motosierra puede tener efectos en la medida que venga acompañada de la idoneidad necesaria y una tecnología adecuada.
Argentina versus Uruguay. ¿Por qué pierde la competencia impositiva? ¿Qué es el “cariño impositivo”?
-Hoy los países compiten entre sí para atraer inversiones y su estructura impositiva es una de las variables que miran los inversores a la hora de tomar sus decisiones. Comparado con países vecinos como Uruguay, Chile o Brasil, ¿cuán competitiva es la estructura impositiva argentina? ¿Cuáles son los puntos más críticos? ¿Cuál es el eje central: el tamaño de la ex AFIP o es la cantidad de impuestos?
-Son las dos cosas. En primer lugar, Uruguay se vio beneficiada con los inversores residentes fiscales en Argentina que perdieron esa residencia para conseguir algo que les dio Uruguay, que es mucho cariño impositivo: los recibió con vacaciones fiscales por diez años. Por eso se han ido grandes fortunas de la Argentina a consumir e invertir en Uruguay.
En las últimas décadas, creció el gasto público en forma exponencial y de la misma manera, la presión tributaria
-Me interesa ese concepto: “cariño impositivo”. ¿Qué quiere decir? ¿Qué tiene Uruguay tan tentador en materia impositiva?
-Uruguay otorgó muchos beneficios impositivos a los nuevos residentes fiscales que salieron huyendo despavoridos de la Argentina cuando regresó el populismo en 2019. En ese momento, el nuevo Gobierno incrementó exponencialmente los impuestos patrimoniales y también creó un impuesto especial, el impuesto a la riqueza. Uruguay los recibió sin esos impuestos y por diez años, gozan de vacaciones fiscales. Es un atractivo que usan algunos países, entre ellos Uruguay, para recibir nuevos residentes fiscales que inviertan y consuman en ese país. Y eso también genera mayor actividad económica.
-En el equilibrio general de una economía como la uruguaya que recibe a los inversores con este “cariño fiscal”, según usted lo llama, ¿el resultado final es favorable al país? Perdonar impuestos durante diez años a los inversores que llegan a Uruguay, es decir, esa falta de ingresos, ¿termina redundando en un beneficio económico para toda la economía uruguaya?
-Sí, porque en rigor de verdad, eran ingresos que ya no tenía Uruguay. Lo que deja de gravar Uruguay son todos los bienes que están fuera de Uruguay. En el caso de los argentinos con inversiones en Argentina y fuera de Argentina, la diferencia era abismal: si se quedaban en la Argentina, seguían pagando esos impuestos. A Uruguay, como ya no tenía ese ingreso, no le mueve el amperímetro de la economía en términos impositivos. Pero sí mueve la economía uruguaya en otro sentido: cuando esta gente se fue a comprar departamentos en Uruguay, o a invertir en campos o en actividades comerciales y fue a consumir en Uruguay, Uruguay se vio beneficiada con un ingreso extra. Y al contrario sensu, para la Argentina, hubo pérdida de recaudación por la gente que ha sido expulsada, por los impuestos muy excesivos de la Argentina, gente que tenía mucha fortuna. Y además, la Argentina dejó de percibir ingresos por los consumos de esos contribuyentes, por sus inversiones. Esa mudanza generó mucha más pérdida que el incremento de recaudación que trajeron los impuestos patrimoniales, que fue la causa por la cual se fueron empresarios muy poderosos y muy conocidos.
-Es decir, lo que se recaudó por ese impuesto que penaliza a esas fortunas no logró compensar lo que se dejó de ganar por tener a esas fortunas residiendo en la Argentina.
-Exactamente. Pasó lo mismo en Francia: cuando asumió Holland creó un súper impuesto. Muchas fortunas francesas se fueron a residir a otros países. Un estudio económico posterior determinó que Francia terminó perdiendo recaudación más allá del aumento del impuesto, que fue también un impuesto exponencial. Está comprobado que impuestos excesivos, a lo largo del tiempo, generan una pérdida de recaudación en lugar de generar más recaudación.
-¿Cuántos impuestos tiene Uruguay y cuán grande es la estructura de su agencia recaudatoria?
-Uruguay es un país muy chico y tiene muy pocos impuestos: unos diez o doce impuestos. Igual que Paraguay, que tiene tres diez: 10 por ciento de impuesto a las Ganancias, 10 por ciento de IVA. En la Argentina, Ganancias es del 35 por ciento y el IVA, de 21 por ciento. Y el último 10 por ciento, las cargas sociales. En la Argentina, el costo está cerca del 34 por ciento. Contra esos países, la Argentina pierde competitividad. Un aspecto muy importante de la competitividad es el impuesto a las exportaciones: ninguno de nuestros países vecinos lo tiene. En la Argentina, existe un impuesto a la exportación que sólo tienen doce países en el mundo: además de nuestro país, el resto son países del Tercer Mundo. ¿Cuáles son las consecuencias? El que exporta soja o cualquier otro producto desde Uruguay, desde Brasil o desde Chile o Paraguay, no tiene ese impuesto. El impuesto a la exportación le hace perder competitividad a la Argentina. Gran contrasentido: tenemos reservas anoréxicas y cobramos impuesto al que genera reservas. Este es uno de los primeros impuestos a nivel nacional que hay que eliminar.
¿Por qué Perú tiene menos impuesto al trabajo pero más informalidad laboral?
-¿Cómo es la situación de Chile y de Perú, por ejemplo, en términos de cantidad de impuestos?
-Chile también tiene una estructura tributaria de pocos impuestos. Ninguno tiene la cantidad de impuestos que tiene la Argentina. Brasil es lo más comparable con la Argentina: tiene una estructura impositiva bastante compleja porque también tiene federalismo fiscal. ¿Qué significa federalismo fiscal? Cobran impuestos la Nación, las provincias y los municipios. En Brasil, hay un IVA estadual que lo hace muy complicado. Pero ahora Brasil está en una etapa de reducción y simplificación de impuestos. Pero aún cuando lo más comparable con la Argentina es Brasil, Brasil no tiene impuesto a las exportaciones. Tampoco tienen un impuesto como Ingresos Brutos, que es totalmente regresivo. Brasil no tiene un impuesto a los débitos y créditos bancarios. Sí tiene IVA. Esto es importante, Luciana: en la década del ´90, Brasil derogó el impuesto a las exportaciones. A partir de ahí, tuvo un boom productivo y de exportación que llevó a Brasil arriba en actividad económica. Insisto con esto: el impuesto a las exportaciones es uno de los impuestos que deben estar primero en las lista para ser derogado.
-Usted plantea lo caro que es el trabajo en la Argentina y los altos impuestos que tienen que pagar los empleadores a la hora de contratar a una persona. Comparado con el Perú, esos impuestos son más bajos pero el Perú tiene un 70 por ciento de informalidad laboral. Hay debate en torno a cuántos impuestos hay que bajar para incentivar una economía en blanco. ¿Cómo es ese debate hoy en día dado los distintos resultados que hay en términos de la empleabilidad formal?
-El debate es complejo. A mayor carga tributaria y a mayor presión fiscal, mayor premio para el que está en la informalidad. Cuando subimos los impuestos y hay informalidad y aumenta más la informalidad, es el perro que se muerde la cola.
-Pero Perú tiene menos impuestos al empleo y sin embargo tiene una tasa de informalidad de ese nivel. ¿Cómo se explica eso?
-Hay que ver cómo funciona la cultura tributaria, y el grado de educación superior. Dentro de la cultura, está vivir en la informalidad y vivir de la informalidad. Cuando digo vivir de la informalidad, me refiero a que para mucha gente el no pago de impuestos forma parte de su subsistencia, más en los bajos niveles.
¿Por qué bajar los impuestos a los ricos pero reponer Ganancias para todos?
-En relación a la inconveniencia de impuestos para las grandes fortunas, el razonamiento es cuanto menos impuestos que se consideran distorsivos se le carguen, esas fortunas, como se da el caso de Uruguay, van a querer residir y generar riqueza en esos países. ¿Por qué ese razonamiento no aplica, por ejemplo, a los trabajadores formales de sectores bajos, medios y medios altos a los que se les repuso el impuesto a las Ganancias en un gobierno liberal libertario? Se podría argumentar que si el impuesto a las Ganancias no aplica a la gran mayoría y solamente al decil que más gana, eso incentivaría el empleo en blanco. ¿Por qué ese razonamiento no se hace?
-Primero, hay un debate donde se polemiza si el salario es ganancia o si no hay ganancia. En ese punto, yo tengo claridad total: una parte del salario categóricamente no es ganancia. Y otra parte del salario es ganancia. ¿Y cuál es la línea divisoria? Lo que debería ser el mínimo no imponible, que tiene que ver con el nivel de subsistencia. Todo lo que gana un trabajador y la primera parte de su salario que destina a su subsistencia, esa parte no es ganancia y eso tiene que estar contemplado en el mínimo no imponible. Y lo que excede el mínimo no imponible es la parte del salario que es ganancia. Quiere decir que la clave de todo esto es determinar y cuantificar adecuadamente el mínimo no imponible. ¿Qué ha pasado en los últimos años que generó tanta polémica? La inflación distorsiona cualquier tipo de medición. Para un trabajador, los precios de los consumos iban por el ascensor y los salarios, por la escalera. En ese contexto, el mínimo no imponible quedaba en planta baja y entonces el asalariado era dos veces golpeado por la inflación. En primer lugar, porque cada vez que quería ir al supermercado, le alcanzaba menos su salario. Y en segundo lugar, porque tenía que pagar impuesto a las Ganancias con un mínimo no imponible que quedaba desactualizado. En todas partes del mundo existe impuesto a las Ganancias para el salario. En los países occidentales es muy relevante lo que se recauda: es lo que se llama “rentas sudadas”. Pero insisto, la clave es determinar adecuadamente cuál es la parte del salario que no tiene que estar alcanzado por Ganancias.
-Eso es central y es lo que lo vuelve un impuesto progresivo: los que más ganan, están pagando más.
-Es progresivo porque a medida que se gana más, se paga más.
Corrupción tributaria. ¿Se soluciona con la nueva agencia ARCA?
-Claramente, en la reestructuración que plantea el Gobierno en la ex AFIP, el objetivo central es bajar el gasto público, un ahorro de 6.400 millones de pesos, según sostiene el Gobierno. Ahora, ¿cuánto de otro tipo de objetivos, por ejemplo, alcanzar mayor transparencia en la función pública está en juego en esta estructura de la AFIP? ¿Cuáles son los niveles de corrupción de una estructura impositiva y de una agencia de recaudación impositiva? ¿Y cuánto de ese problema viene afectando a la Argentina?
-Es difícil de cuantificar esto porque son pactos subterráneos. Con una gestión bien eficiente, con gente que esté comprometida y con los controles adecuados que tiene que existir en una institución de estas características, se puede reducir ese punto muy importante, que también hace que se genere menor recaudación del Estado. Con un sistema de control adecuado, con funcionarios idóneos y probos comprometidos con la gestión y con los buenos controles, esto se puede ir reduciendo.
En la Argentina, hay más de ciento cincuenta tributos vigentes. Sólo diez de ellos generan el 92 por ciento de la recaudación
-¿Cómo se da esa corrupción dentro de una estructura, de una agencia recaudatoria? ¿Son coimas que los agentes de control piden a las empresas, por ejemplo, para subdeclarar ingresos y llevarse una parte de eso que no se declara? ¿O hay un problema mucho más grande y estructural?
-Es una corrupción individual. Hay situaciones donde la discrecionalidad del agente fiscal le permite, por ejemplo en las aduanas se ve muy seguido, entrar en ese juego de que no haya buenos controles. En la medida en que no hay buenos controles, esa discrecionalidad genera lo que se llama “kioscos”.
Auditorías. ¿Bajo control político o con independencia absoluta?
-De eso se habló mucho en el último Gobierno con la famosa SIRA y la discrecionalidad que las envolvía, según versiones que circularon muy insistentes. La última cuestión: su estudio rankea entre los más destacados en el sector de auditorías. Se viene comentando muchísimo el tema de las auditorías de las universidades públicas, que el Gobierno quiere intensificar. ¿Es posible transparentar el sistema de auditoría cuando los órganos de control como la AGN son órganos políticos integrados por dirigentes políticos vinculados, por ejemplo en este momento, con el kirchnerismo?
-Va a haber que hacer esa depuración de transformar lo político en técnicos idóneos, lo mismo que para ARCA. Hay que sacar a toda la gente que fue puesta a dedo por política y dejar a la gente más capaz, más idónea y más comprometida. Para la auditoría de las universidades, se va a contactar a la SIGEN, que es la Sindicatura General de la Nación.
-Pero depende del Poder Ejecutivo. ¿Cuánta independencia tiene respecto de cada oficialismo que ocupa el Gobierno?
-Sí, depende del Poder Ejecutivo pero, por ejemplo, la Auditoría General de la Nación siempre está ocupada la dirección por alguien de la oposición.
-Pero, precisamente, hoy está liderada por una oposición kirchnerista que ha sido cuestionada por hechos de corrupción.
-Hay que hacer también una reforma a la estructura y a cómo se elige la conducción en esos órganos de control, que son muy importantes teniendo en cuenta el cambio de signo político. Creo que hay que profesionalizarla. Hay que generar una independencia de criterio total.
“Está comprobado que impuestos excesivos, a lo largo del tiempo, generan una pérdida de recaudación en lugar de generar más recaudación”, afirma. “La mudanza de fortunas argentinas a Uruguay generó mucha más pérdida que el incremento de recaudación que trajeron los impuestos patrimoniales”, asegura. “En la Argentina, hay más de ciento cincuenta tributos vigentes. Sólo diez de ellos generan el 92 por ciento de la recaudación”, señala. “Hoy vemos que se cuelga la página de la AFIP y los aplicativos llegan tarde y mal. Pagar impuestos es una tarea bastante penosa para el contribuyente argentino”, cuestiona. Hay que profesionalizar los organismos de control y generar una independencia de criterio total”, sostiene. “Si no hay buenos controles, se generan los llamados “kioscos””, dice. “En las últimas décadas, creció el gasto público en forma exponencial y de la misma manera, la presión tributaria”, analiza. “Hay que reducir impuestos, empezando por los más distorsivos”, propone. “En la Argentina, existe un impuesto a la exportación que sólo tienen doce países en el mundo”, compara. “Tenemos reservas anoréxicas y cobramos impuestos al que genera reserva”, cuestiona. “En los 90, Brasil derogó los impuestos a las exportaciones y desde ahí, tuvo un boom productivo y de exportación”, concluye.
El respetado experto en temas tributarios, César Litvin, estuvo en La Repregunta. Litvin es CEO del estudio Lisicki, Litvin & Asoc., especializado en impuestos, auditorías y consultoría. Es profesor titular de Teoría y Técnica impositiva en la Universidad de Buenos Aires. Es presidente de la Comisión de Impuestos del Consejo de Ciencias Económicas de CABA. Es contador por la UNNE.
Javier Milei y su política impositiva. De los “pagadores de impuestos” a la nueva ARCA. ¿Bajar gasto pero no impuestos? Argentina vs Uruguay y la región: ¿cómo impactan los impuestos en la competitividad? Impuestos a los ricos, ¿sirven o no? Litvin hizo su análisis.
Aquí, la entrevista completa.
Milei, el Estado como violencia y los “pagadores de impuestos”
-El presidente Javier Milei insiste con el siguiente marco conceptual: que el Estado ejerce una violencia sobre los ciudadanos cuando les cobra impuestos y que los “pagadores de impuestos”, como los llama Milei, responden a una coerción que está imponiendo el Estado. Desde su perspectiva de especialista del mundo tributario, ¿qué piensa usted de esa cosmovisión?
-Estoy relativamente de acuerdo con lo que dice el Presidente. En las últimas décadas, ha ido creciendo el gasto público en forma exponencial y de la misma manera, ha crecido la presión tributaria. Cuando crece la presión tributaria, también crece la informalidad y esto genera un montón de distorsiones, entre ellas, competencia desleal: algunos privilegiados pueden competir sin pagar impuestos. Siguiendo la concepción liberal y dentro de la concepción de Alberdi mismo, que establecía que los impuestos tenían que ser razonables y no tenían que incidir demasiado en la renta, hay que refundar el sistema tributario en la Argentina, que no da para más. Habría que enfocarse en dos pilares básicos. Primero, simplificar el sistema tributario: entre Nación, provincia y municipios, hay más de ciento cincuenta tributos vigentes. sólo diez de ellos recaudan el 92 por ciento, es decir que hay margen para diseñar mecanismo para simplificar esta gran carga tributaria que existe en la Argentina en cuanto a la cantidad de tributos. Y por el otro lado,lo que se requiere, y lo ha anunciado el Presidente, una vez que logre el equilibrio fiscal sostenido, es la reducción de impuestos, empezando por los más distorsivos.
-Usted señala la necesidad de reducir impuestos. Ahora, hace unos días, el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, planteó: “no nos pidan que bajemos impuestos, pídanos que bajemos el gasto público”. La medida anunciada por el Poder Ejecutivo en relación a desmantelar la AFIP y crear la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) apuntaría a esa simplificación y desburocratización y a una reducción del gasto. Según plantea el Gobierno, significaría un ahorro de 6.400 millones de pesos. Siguiendo esa línea, el Gobierno no está bajando ni eliminando impuestos y, al contrario, buscó reponer el impuesto a las Ganancias. Sí está cerrando una estructura para reconstruirla de otra manera y ahorrar fondos. ¿Cuál es su balance de esa no eliminación de impuestos y de reestructuración de lo que se conoció hasta la semana pasada como AFIP?
-Cuando el ministro de Desregulación dijo “no pidan ahora bajar impuestos”, yo interpreto que su planteo fue que no se lo pidan hoy pero después de bajar el gasto, viene la baja de impuestos. Respecto de la baja de impuestos, ha habido alguna baja como Bienes Personales ya este año. Se eliminó el impuesto a la transferencia de inmuebles. Se va a eliminar a fin de año el impuesto PAIS. Por supuesto que esto no alcanza; esto es incipiente. Se requiere muchísimo más. Y hay tareas por hacer. Y en relación a la Agencia de Recaudación y Control Aduanero, la ex AFIP, lo que el Gobierno quiere hacer es pasar la topadora por donde corresponde. Hay que entender que en los últimos años, ha entrado por la ventana muchísima gente sin la idoneidad requerida y sin ningún tipo de examen de ingreso, y algunos sin el secundario terminado. En el Gobierno anterior, la AFIP ha sido un refugio de militantes rentados. Hay que atacar eso pero con un bisturí de microcirugía: no se puede decir eliminamos 3 mil personas sin evaluar previamente cuáles tienen idoneidad y cuáles, las que entraron por la ventana y las que entraron correctamente porque su idoneidad lo valida. Es importante reducir esa superestructura aunque tenga financiación propia, porque la AFIP tenía una autarquía presupuestaria a partir de los propios ingresos que va generando. Una asignatura pendiente es la inversión tecnológica, que se desestimó en los últimos años. Hoy es realmente muy necesario contar con una tecnología avanzada para mejorar la gestión no solamente en sus tareas de recaudación y de fiscalización sino también para hacerle más fácil la vida al contribuyente que quiere pagar impuestos. Hoy vemos que se cuelga la página de la AFIP y los aplicativos llegan tarde y mal. Pagar impuestos es una tarea bastante penosa para el contribuyente: esto no debería estar sucediendo. Y esto es por falta de buena tecnología y por falta de inversión en tecnología. Se puede hacer una mutación hacia una nueva agencia de recaudación con buena tecnología, donde los que ocupen cargos relevantes tengan la idoneidad necesaria que se pueda probar con examen y concursos. En ese caso, la motosierra puede tener efectos en la medida que venga acompañada de la idoneidad necesaria y una tecnología adecuada.
Argentina versus Uruguay. ¿Por qué pierde la competencia impositiva? ¿Qué es el “cariño impositivo”?
-Hoy los países compiten entre sí para atraer inversiones y su estructura impositiva es una de las variables que miran los inversores a la hora de tomar sus decisiones. Comparado con países vecinos como Uruguay, Chile o Brasil, ¿cuán competitiva es la estructura impositiva argentina? ¿Cuáles son los puntos más críticos? ¿Cuál es el eje central: el tamaño de la ex AFIP o es la cantidad de impuestos?
-Son las dos cosas. En primer lugar, Uruguay se vio beneficiada con los inversores residentes fiscales en Argentina que perdieron esa residencia para conseguir algo que les dio Uruguay, que es mucho cariño impositivo: los recibió con vacaciones fiscales por diez años. Por eso se han ido grandes fortunas de la Argentina a consumir e invertir en Uruguay.
En las últimas décadas, creció el gasto público en forma exponencial y de la misma manera, la presión tributaria
-Me interesa ese concepto: “cariño impositivo”. ¿Qué quiere decir? ¿Qué tiene Uruguay tan tentador en materia impositiva?
-Uruguay otorgó muchos beneficios impositivos a los nuevos residentes fiscales que salieron huyendo despavoridos de la Argentina cuando regresó el populismo en 2019. En ese momento, el nuevo Gobierno incrementó exponencialmente los impuestos patrimoniales y también creó un impuesto especial, el impuesto a la riqueza. Uruguay los recibió sin esos impuestos y por diez años, gozan de vacaciones fiscales. Es un atractivo que usan algunos países, entre ellos Uruguay, para recibir nuevos residentes fiscales que inviertan y consuman en ese país. Y eso también genera mayor actividad económica.
-En el equilibrio general de una economía como la uruguaya que recibe a los inversores con este “cariño fiscal”, según usted lo llama, ¿el resultado final es favorable al país? Perdonar impuestos durante diez años a los inversores que llegan a Uruguay, es decir, esa falta de ingresos, ¿termina redundando en un beneficio económico para toda la economía uruguaya?
-Sí, porque en rigor de verdad, eran ingresos que ya no tenía Uruguay. Lo que deja de gravar Uruguay son todos los bienes que están fuera de Uruguay. En el caso de los argentinos con inversiones en Argentina y fuera de Argentina, la diferencia era abismal: si se quedaban en la Argentina, seguían pagando esos impuestos. A Uruguay, como ya no tenía ese ingreso, no le mueve el amperímetro de la economía en términos impositivos. Pero sí mueve la economía uruguaya en otro sentido: cuando esta gente se fue a comprar departamentos en Uruguay, o a invertir en campos o en actividades comerciales y fue a consumir en Uruguay, Uruguay se vio beneficiada con un ingreso extra. Y al contrario sensu, para la Argentina, hubo pérdida de recaudación por la gente que ha sido expulsada, por los impuestos muy excesivos de la Argentina, gente que tenía mucha fortuna. Y además, la Argentina dejó de percibir ingresos por los consumos de esos contribuyentes, por sus inversiones. Esa mudanza generó mucha más pérdida que el incremento de recaudación que trajeron los impuestos patrimoniales, que fue la causa por la cual se fueron empresarios muy poderosos y muy conocidos.
-Es decir, lo que se recaudó por ese impuesto que penaliza a esas fortunas no logró compensar lo que se dejó de ganar por tener a esas fortunas residiendo en la Argentina.
-Exactamente. Pasó lo mismo en Francia: cuando asumió Holland creó un súper impuesto. Muchas fortunas francesas se fueron a residir a otros países. Un estudio económico posterior determinó que Francia terminó perdiendo recaudación más allá del aumento del impuesto, que fue también un impuesto exponencial. Está comprobado que impuestos excesivos, a lo largo del tiempo, generan una pérdida de recaudación en lugar de generar más recaudación.
-¿Cuántos impuestos tiene Uruguay y cuán grande es la estructura de su agencia recaudatoria?
-Uruguay es un país muy chico y tiene muy pocos impuestos: unos diez o doce impuestos. Igual que Paraguay, que tiene tres diez: 10 por ciento de impuesto a las Ganancias, 10 por ciento de IVA. En la Argentina, Ganancias es del 35 por ciento y el IVA, de 21 por ciento. Y el último 10 por ciento, las cargas sociales. En la Argentina, el costo está cerca del 34 por ciento. Contra esos países, la Argentina pierde competitividad. Un aspecto muy importante de la competitividad es el impuesto a las exportaciones: ninguno de nuestros países vecinos lo tiene. En la Argentina, existe un impuesto a la exportación que sólo tienen doce países en el mundo: además de nuestro país, el resto son países del Tercer Mundo. ¿Cuáles son las consecuencias? El que exporta soja o cualquier otro producto desde Uruguay, desde Brasil o desde Chile o Paraguay, no tiene ese impuesto. El impuesto a la exportación le hace perder competitividad a la Argentina. Gran contrasentido: tenemos reservas anoréxicas y cobramos impuesto al que genera reservas. Este es uno de los primeros impuestos a nivel nacional que hay que eliminar.
¿Por qué Perú tiene menos impuesto al trabajo pero más informalidad laboral?
-¿Cómo es la situación de Chile y de Perú, por ejemplo, en términos de cantidad de impuestos?
-Chile también tiene una estructura tributaria de pocos impuestos. Ninguno tiene la cantidad de impuestos que tiene la Argentina. Brasil es lo más comparable con la Argentina: tiene una estructura impositiva bastante compleja porque también tiene federalismo fiscal. ¿Qué significa federalismo fiscal? Cobran impuestos la Nación, las provincias y los municipios. En Brasil, hay un IVA estadual que lo hace muy complicado. Pero ahora Brasil está en una etapa de reducción y simplificación de impuestos. Pero aún cuando lo más comparable con la Argentina es Brasil, Brasil no tiene impuesto a las exportaciones. Tampoco tienen un impuesto como Ingresos Brutos, que es totalmente regresivo. Brasil no tiene un impuesto a los débitos y créditos bancarios. Sí tiene IVA. Esto es importante, Luciana: en la década del ´90, Brasil derogó el impuesto a las exportaciones. A partir de ahí, tuvo un boom productivo y de exportación que llevó a Brasil arriba en actividad económica. Insisto con esto: el impuesto a las exportaciones es uno de los impuestos que deben estar primero en las lista para ser derogado.
-Usted plantea lo caro que es el trabajo en la Argentina y los altos impuestos que tienen que pagar los empleadores a la hora de contratar a una persona. Comparado con el Perú, esos impuestos son más bajos pero el Perú tiene un 70 por ciento de informalidad laboral. Hay debate en torno a cuántos impuestos hay que bajar para incentivar una economía en blanco. ¿Cómo es ese debate hoy en día dado los distintos resultados que hay en términos de la empleabilidad formal?
-El debate es complejo. A mayor carga tributaria y a mayor presión fiscal, mayor premio para el que está en la informalidad. Cuando subimos los impuestos y hay informalidad y aumenta más la informalidad, es el perro que se muerde la cola.
-Pero Perú tiene menos impuestos al empleo y sin embargo tiene una tasa de informalidad de ese nivel. ¿Cómo se explica eso?
-Hay que ver cómo funciona la cultura tributaria, y el grado de educación superior. Dentro de la cultura, está vivir en la informalidad y vivir de la informalidad. Cuando digo vivir de la informalidad, me refiero a que para mucha gente el no pago de impuestos forma parte de su subsistencia, más en los bajos niveles.
¿Por qué bajar los impuestos a los ricos pero reponer Ganancias para todos?
-En relación a la inconveniencia de impuestos para las grandes fortunas, el razonamiento es cuanto menos impuestos que se consideran distorsivos se le carguen, esas fortunas, como se da el caso de Uruguay, van a querer residir y generar riqueza en esos países. ¿Por qué ese razonamiento no aplica, por ejemplo, a los trabajadores formales de sectores bajos, medios y medios altos a los que se les repuso el impuesto a las Ganancias en un gobierno liberal libertario? Se podría argumentar que si el impuesto a las Ganancias no aplica a la gran mayoría y solamente al decil que más gana, eso incentivaría el empleo en blanco. ¿Por qué ese razonamiento no se hace?
-Primero, hay un debate donde se polemiza si el salario es ganancia o si no hay ganancia. En ese punto, yo tengo claridad total: una parte del salario categóricamente no es ganancia. Y otra parte del salario es ganancia. ¿Y cuál es la línea divisoria? Lo que debería ser el mínimo no imponible, que tiene que ver con el nivel de subsistencia. Todo lo que gana un trabajador y la primera parte de su salario que destina a su subsistencia, esa parte no es ganancia y eso tiene que estar contemplado en el mínimo no imponible. Y lo que excede el mínimo no imponible es la parte del salario que es ganancia. Quiere decir que la clave de todo esto es determinar y cuantificar adecuadamente el mínimo no imponible. ¿Qué ha pasado en los últimos años que generó tanta polémica? La inflación distorsiona cualquier tipo de medición. Para un trabajador, los precios de los consumos iban por el ascensor y los salarios, por la escalera. En ese contexto, el mínimo no imponible quedaba en planta baja y entonces el asalariado era dos veces golpeado por la inflación. En primer lugar, porque cada vez que quería ir al supermercado, le alcanzaba menos su salario. Y en segundo lugar, porque tenía que pagar impuesto a las Ganancias con un mínimo no imponible que quedaba desactualizado. En todas partes del mundo existe impuesto a las Ganancias para el salario. En los países occidentales es muy relevante lo que se recauda: es lo que se llama “rentas sudadas”. Pero insisto, la clave es determinar adecuadamente cuál es la parte del salario que no tiene que estar alcanzado por Ganancias.
-Eso es central y es lo que lo vuelve un impuesto progresivo: los que más ganan, están pagando más.
-Es progresivo porque a medida que se gana más, se paga más.
Corrupción tributaria. ¿Se soluciona con la nueva agencia ARCA?
-Claramente, en la reestructuración que plantea el Gobierno en la ex AFIP, el objetivo central es bajar el gasto público, un ahorro de 6.400 millones de pesos, según sostiene el Gobierno. Ahora, ¿cuánto de otro tipo de objetivos, por ejemplo, alcanzar mayor transparencia en la función pública está en juego en esta estructura de la AFIP? ¿Cuáles son los niveles de corrupción de una estructura impositiva y de una agencia de recaudación impositiva? ¿Y cuánto de ese problema viene afectando a la Argentina?
-Es difícil de cuantificar esto porque son pactos subterráneos. Con una gestión bien eficiente, con gente que esté comprometida y con los controles adecuados que tiene que existir en una institución de estas características, se puede reducir ese punto muy importante, que también hace que se genere menor recaudación del Estado. Con un sistema de control adecuado, con funcionarios idóneos y probos comprometidos con la gestión y con los buenos controles, esto se puede ir reduciendo.
En la Argentina, hay más de ciento cincuenta tributos vigentes. Sólo diez de ellos generan el 92 por ciento de la recaudación
-¿Cómo se da esa corrupción dentro de una estructura, de una agencia recaudatoria? ¿Son coimas que los agentes de control piden a las empresas, por ejemplo, para subdeclarar ingresos y llevarse una parte de eso que no se declara? ¿O hay un problema mucho más grande y estructural?
-Es una corrupción individual. Hay situaciones donde la discrecionalidad del agente fiscal le permite, por ejemplo en las aduanas se ve muy seguido, entrar en ese juego de que no haya buenos controles. En la medida en que no hay buenos controles, esa discrecionalidad genera lo que se llama “kioscos”.
Auditorías. ¿Bajo control político o con independencia absoluta?
-De eso se habló mucho en el último Gobierno con la famosa SIRA y la discrecionalidad que las envolvía, según versiones que circularon muy insistentes. La última cuestión: su estudio rankea entre los más destacados en el sector de auditorías. Se viene comentando muchísimo el tema de las auditorías de las universidades públicas, que el Gobierno quiere intensificar. ¿Es posible transparentar el sistema de auditoría cuando los órganos de control como la AGN son órganos políticos integrados por dirigentes políticos vinculados, por ejemplo en este momento, con el kirchnerismo?
-Va a haber que hacer esa depuración de transformar lo político en técnicos idóneos, lo mismo que para ARCA. Hay que sacar a toda la gente que fue puesta a dedo por política y dejar a la gente más capaz, más idónea y más comprometida. Para la auditoría de las universidades, se va a contactar a la SIGEN, que es la Sindicatura General de la Nación.
-Pero depende del Poder Ejecutivo. ¿Cuánta independencia tiene respecto de cada oficialismo que ocupa el Gobierno?
-Sí, depende del Poder Ejecutivo pero, por ejemplo, la Auditoría General de la Nación siempre está ocupada la dirección por alguien de la oposición.
-Pero, precisamente, hoy está liderada por una oposición kirchnerista que ha sido cuestionada por hechos de corrupción.
-Hay que hacer también una reforma a la estructura y a cómo se elige la conducción en esos órganos de control, que son muy importantes teniendo en cuenta el cambio de signo político. Creo que hay que profesionalizarla. Hay que generar una independencia de criterio total.
Javier Milei y su política impositiva. De los “pagadores de impuestos” a la nueva ARCA. ¿Bajar gasto pero no impuestos? El especialista en temas tributarios hace su análisis LA NACION