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Con puño de hierro. El tirano que gobernó Corea del Sur durante 18 años, impulsó el milagro económico y murió asesinado por un amigo

Park Chung-Hee nació en 1917 en Gumi, provincia de Gyeongsang del Norte, Corea (actual Corea del Sur). Fue el menor de siete hermanos, cinco varones y dos mujeres. Algunas fuentes afirman que su madre dio a luz el 30 de septiembre, mientras otras aseguran que fue el 14 de noviembre.

Se crio en un ámbito rural de clase baja. Su infancia estuvo marcada por la pobreza. Su padre, Park Seong Bin, nació en una familia pudiente pero perdió su estatus social y su dinero tras participar en una fallida revolución campesina, entre 1894 y 1895.

Park llegó al mundo en un contexto económico familiar desastroso. Su madre, que tenía 43 años al momento de su nacimiento, era el pilar de la familia. Cuando tenía apenas dos años, Park sufrió un accidente que marcaría el resto de su vida: cayó en una fogata y se quemó los dos brazos. Desde entonces y para siempre, usó camisas de manga larga para ocultar las marcas en su cuerpo.

Según el biógrafo Cho Gab-je, quien entrevistó a numerosas personas cercanas al exdictador, su infancia fue relativamente feliz, hizo buenos amigos. En 1927, se matriculó en una escuela primaria que estaba a unos seis kilómetros de su casa. El largo trayecto diario de ida y vuelta, sumado al hambre constante, impactó negativamente en su salud. En sus memorias, Park contó que en los inviernos su comida se congelaba en el contenedor que llevaba a clase.

A pesar de las adversidades, pudo graduarse en la Escuela Normal de Daegu en 1937, con los máximos honores que otorgaba esa institución. Su primer trabajo fue en una escuela primaria, como maestro. Después decidió seguir la carrera militar. Tras pasar todas las pruebas, ingresó a la academia de Manchuria, dirigida por Japón (cabe recordar que en ese momento, tanto ese territorio chino como la península coreana estaban bajo dominio colonial japonés). Se graduó como oficial y sus talentos fueron reconocido por sus superiores. Luego se mudó a la isla de Kansai para asistir a la Academia Militar Imperial Japonesa.

Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió en un regimiento del ejército japonés en Manchuria hasta la rendición, tras los ataques atómicos en Hiroshima y Nagasaki.

La derrota contra los aliados dividió a los militares japoneses en dos grandes grupos: los que promovían “ideas occidentales” y los que pretendían un gobierno comunista que lo controlase todo. Park presenció esta interna en vivo y en directo, pero prefirió regresar a Corea -que había sido liberada del yugo imperial- para ofrecerle lealtad a su patria.

Se radicó en Corea del Sur. En agosto de 1950 conoció a Yuk Young Soo, con quien se casó 4 meses después y tuvo 3 hijos: Park Geun Hye (quien mucho después se convertiría en la primera presidente mujer de Corea del Sur), Park Geun Ryoung y Park Ji Man.

La felicidad duró poco. El 25 de junio de 1950, un ataque sorpresa de Corea del Norte contra Corea del Sur provocó una guerra que enfrentó a un mismo pueblo, ahora dividido en “comunistas” y “capitalistas”. Comenzó así “La guerra de Corea”. Park fue reintegrado al ejército, donde hizo una carrera asombrosa. Cuando terminó el conflicto, apenas tres años más tarde, con la victoria de Corea del Sur, era general de brigada.

El golpe

Desde 1948, el país era gobernado por Rhee Syngman, primer presidente de la República de Corea, que sostuvo el poder hasta 1960. Pero Rhee, al final de su mandato, se había convertido en un autócrata envejecido cuyo gobierno, por demás corrupto, hizo poco para elevar los niveles de vida o potenciar la economía surcoreana. Corea del Sur era uno de los países más pobres de la región, superado ampliamente por Corea del Norte.

Rhee fue derrocado en1960 tras un levantamiento liderado por estudiantes. Se exilió en Hawai. Park, junto a otros oficiales del Ejército, acompañaron la rebelión. Corea del Sur comenzó un proceso de transformación política llamado “Segunda República”: su forma de gobierno pasó a ser una democracia parlamentaria. Sin embargo, este proceso duró muy poco: el nuevo líder, el Primer Ministro Chang Myun, diplomático y periodista de profesión, no pudo evitar que las constantes protestas paralizaran el país.

Para Park, que observaba la coyuntura con extrema atención -y también con ambición- esta democracia parecía peligrosamente caótica. Cuando los estudiantes declararon que marcharían hacia la frontera con Corea del Norte, tomó la decisión que marcaría el inicio de su mandato. Conspiró con otros oficiales y formó el Comité Militar Revolucionario, donde comenzó a gestar un Golpe de Estado. Finalmente, “el comité” tomó el poder el 16 de mayo de 1961. “Corea necesita un gobierno fuerte”, era su lema. Poco después se formó el Consejo Supremo para la Reconstrucción Nacional (CSNR), con Park como presidente.

La visión que Park tenía para Corea era clara: quería un país con una base industrial que le permitiera defenderse de Corea del Norte sin la dependencia que por entonces tenía del apoyo estadounidense. Park preveía que esa ayuda, algún día, podría desaparecer.

El nuevo líder permanecería en control de la política surcoreana hasta 1979. Sumó, en total,18 años en el gobierno. Su mandato puede dividirse en tres fases. Durante la primera, que duró hasta 1963, Park gobernó a través del CSNR. En noviembre de 1961, visitó los Estados Unidos y logró asegurarle a la administración Kennedy que estaba comprometido con la idea de contener el comunismo, desarrollar la economía y, eventualmente, celebrar elecciones libres.

Creó tres instituciones clave que serían la columna vertebral de su mandato en el poder: la Junta de Planificación Económica (EPB), a la que Park le encomendó fijar el rumbo del desarrollo económico de Corea; la Agencia Central de Inteligencia de Corea (KCIA), que Park utilizó para intimidar y perseguir a la oposición; y el Partido Republicano Demócrata (PRD), que Park utilizó para gestionar la política electoral.

Inmediatamente después de asumir el poder, Park lanzó una campaña anticorrupción centralizando la planificación económica y dejando claro quién era el jefe. Algunos de los empresarios más destacados el país fueron arrestados, acusados de corrupción, pero la mayoría fueron puestos en libertad con el propósito (la obligación) de generar riqueza.

En 1963, presionado por los los Estados Unidos, Park llamó a elecciones. Se proclamó candidato por el PRD y, obviamente, ganó. Curiosamente, derrotó por escaso margen a su oponente, Yun Posun, del Partido de los Derechos Civiles. Fundó, entonces, lo que llamó la “Tercera República”.

La segunda fase de su gobierno fue la más larga: duró 9 años, hasta 1972. En ese tiempo, Park gobernó Corea del Sur a través de un sistema que se decía democrático pero que limitaba y reprimía la disidencia. Se adjudicó el título de “presidente vitalicio” mientras miraba con inseguridad la creciente popularidad de sus oponentes políticos, especialmente el de Kim Dae Jung, futuro presidente de Corea -entre 1998 y 2003- y Premio Nobel de la Paz.

Park decía estar a favor de la democracia, pero creía que Corea no se podía cambiar de la noche a la mañana. “El objetivo de la revolución es eliminar la corrupción, fortalecer la capacidad autónoma del pueblo y establecer la justicia social. Por lo tanto, la democracia debe establecerse por medios administrativos, no políticos, durante el período de transición”, decía.

El “período de transición” duró dieciocho años. En 1972, inició la tercera fase: Park decidió abandonar las instituciones democráticas, abolió la constitución de Corea del Sur y anunció el establecimiento de “Yushin”, un nuevo sistema de gobierno duro y autoritario, que dio comienzo a la “Cuarta República”.

En esa época, nadie hubiera imaginado que Corea se iba a convertir en una potencia económica en tan solo 30 años. Birmania y Filipinas eran consideradas las economías asiáticas prometedoras del momento. Y el pronóstico predominante para la Corea de Park era sombrío. Pero, en el medio de tanta violencia y cercenamiento de las libertades individuales, el crecimiento anual del PNB promedió el 8,3 por ciento durante la década de 1960. Fue el comienzo de lo que hoy se reconoce como “el milagro coreano”, que se extendió hasta 1990.

Exportar era una obsesión para Park. “Un deber patriótico”, decía. El gobierno fijó objetivos de exportación para las empresas. Las que cumplían, obtenían créditos preferenciales, beneficios fiscales y el agradecido apoyo de los burócratas. Las empresas que no alcanzasen sus objetivos podían recibir multas e, incluso, ser absorbidas por las “cumplidoras”.

En el paquete de medidas que impulsó Park para rápido desarrollo económico de Corea incluyó también algunas resoluciones impopulares. La decisión de normalizar las relaciones con Japón, antiguo colonizador, ofendió la sensibilidad de muchos coreanos, para quienes los recuerdos de la ocupación, marcada por violentos crímenes de lesa humanidad, aún estaban frescos. Sin embargo, generó una inyección inmediata de 500 millones de dólares en subvenciones y préstamos.

Fue durante este período que Corea del Sur avanzó hacia la madurez económica y comenzó a fabricar acero, barcos, automóviles y productos electrónicos. Pero cabe repetir que estas medidas no eran aplaudidas por una gran mayoría. La autopista Seúl-Busan, que cruza el país de norte a sur, es un buen ejemplo de la resistencia que encontró Park y la obstinación que empleó para lograr los resultados que estaba convencido que eran necesarios. En 1968, cuando se construyó, la mayoría de la gente pensaba que el proyecto era una completa pérdida de dinero. Incluso el Banco Mundial lo había desaconsejado y la Asamblea Nacional se negó a aprobarlo, pensando que Park iba a llevar al país a la quiebra. Pero él los ignoró… y tres años más tarde, el 80 por ciento de los vehículos surcoreanos utilizaban la autopista.

A finales de la década del 70, Corea del Sur estaba alborotada por las crecientes protestas contra el régimen. A pesar del evidente desarrollo económico, que había logrado mejorar la vida de millones de surcoreanos, el dictador nunca logró legitimar su autoridad.

El primer atentado

El 15 de agosto de 1974, Park Chung-Hee sufrió un atentado. Estaba dando un discurso en el Teatro Nacional de Seúl cuando un hombre de la primera fila, Moon Se Gwang, simpatizante norcoreano nacido en Japón, sacó un arma y disparó varias veces contra el dictador. Ningún proyectil acertó en el blanco. Sin embargo, una bala perdida alcanzó a Yuk Young-soo, esposa de Park, quien murió pocas horas después. Otras personas en el escenario también resultaron heridas.

Lo sorprendente del evento fue la reacción de Park: jamás se detuvo. Mientras su esposa agonizaba, él continuó con su discurso como si nada hubiera ocurrido. Pero su imagen pública no reflejaba el dolor interno que vivía.

Cuatro meses después, el pistolero Moon Se Gwang fue encontrado muerto, ahorcado, en una prisión de Seúl. Pagó con su vida el fallido intento de asesinato y el trágico desenlace que costó la vida de la pareja del dictador. Pero el golpe personal para Park fue profundo. En el primer aniversario de la muerte de su esposa, escribió en su diario un testimonio desgarrador: “Sentí como si lo hubiera perdido todo en el mundo. Todas las cosas se volvieron una carga y perdí mi valor y voluntad. Ha pasado un año desde entonces. Y durante ese año he llorado solo en secreto tantas veces que no puedo contarlas”.

El asesinato de Yuk Young-soo reveló una vulnerabilidad que rara vez se asociaba con la figura de Park.

La situación social del país no mejoró. Por el contrario, en octubre de 1979, el líder de la oposición, Kim Young Sam, fue expulsado de la Asamblea Nacional, lo que generó nuevas revueltas populares.

A finales de mes, Park se reunió con el director de la KCIA, Kim Chae Gyu, uno de sus más cercanos aliados. Pese a que tenían una relación de camaradería, el encuentro no fue para nada amigable. La conversación derivó en una acalorada discusión. Park criticó a la agencia por no haber podido contener las protestas. Frustrado por las críticas, Kim salió de la habitación y regresó con una pistola. La empuñó, la disparó a Park, y luego hizo lo mismo con el guardaespaldas del dictador, Cha Jichŏl, matándolos a ambos.

De inmediato se estableció la ley marcial y los responsables fueron arrestados. Chae Gyu declaró en el juicio que había matado a Chung-hee por “un acto de patriotismo”. Fue condenado a la pena de muerte y ejecutado.

El 3 de noviembre de 1979, Park Chung Hee fue despedido con honores de estado. Dos millones de personas llenaron las calles de Seúl para observar el viaje del ataúd de Park hasta el Cementerio Nacional y preguntarse sobre el futuro, ¿qué pasaría con su nación? No hubo sucesor inmediato. No había un sistema para elegir de manera justa y pacífica al futuro líder. Sin embargo, lo que sí tenían eran empleos, industrias viables y una economía en alza. Su país se había transformado, pero con métodos que habían dejado heridas imborrables en la sociedad. Corea tardaría nueve años más en inaugurar el régimen democrático que prevalece hasta hoy, en el cual los períodos presidenciables son de cinco años.

Aún hoy, a 45 años de su muerte, Park Chung Hee sigue siendo un tema incómodo para los surcoreanos. Conviven en su persona dos personalidades opuestas: el arquitecto del milagro coreano que sacó a millones de la pobreza y convirtió al país en un faro de desarrollo, con el dictador que se perpetuó en el poder limitando las libertades civiles.

Sin embargo esto no impidió que su hija Park Geun Hye (quien ejerció como primera dama tras el asesinato de su madre) fuera electa presidente de Corea del Sur en 2013. Llegó al poder desde el Partido conservador y sigue siendo, hasta el día de hoy, la primera y única mujer en ocupar el cargo. También se convirtió en el único mandatario democrático surcoreano que no logró culminar su mandato: en 2017 fue removida del cargo por medio de un impeachment, tras un conflicto que estalló por denuncia de sobornos pero que luego develó mucho más…

Park Chung-Hee nació en 1917 en Gumi, provincia de Gyeongsang del Norte, Corea (actual Corea del Sur). Fue el menor de siete hermanos, cinco varones y dos mujeres. Algunas fuentes afirman que su madre dio a luz el 30 de septiembre, mientras otras aseguran que fue el 14 de noviembre.

Se crio en un ámbito rural de clase baja. Su infancia estuvo marcada por la pobreza. Su padre, Park Seong Bin, nació en una familia pudiente pero perdió su estatus social y su dinero tras participar en una fallida revolución campesina, entre 1894 y 1895.

Park llegó al mundo en un contexto económico familiar desastroso. Su madre, que tenía 43 años al momento de su nacimiento, era el pilar de la familia. Cuando tenía apenas dos años, Park sufrió un accidente que marcaría el resto de su vida: cayó en una fogata y se quemó los dos brazos. Desde entonces y para siempre, usó camisas de manga larga para ocultar las marcas en su cuerpo.

Según el biógrafo Cho Gab-je, quien entrevistó a numerosas personas cercanas al exdictador, su infancia fue relativamente feliz, hizo buenos amigos. En 1927, se matriculó en una escuela primaria que estaba a unos seis kilómetros de su casa. El largo trayecto diario de ida y vuelta, sumado al hambre constante, impactó negativamente en su salud. En sus memorias, Park contó que en los inviernos su comida se congelaba en el contenedor que llevaba a clase.

A pesar de las adversidades, pudo graduarse en la Escuela Normal de Daegu en 1937, con los máximos honores que otorgaba esa institución. Su primer trabajo fue en una escuela primaria, como maestro. Después decidió seguir la carrera militar. Tras pasar todas las pruebas, ingresó a la academia de Manchuria, dirigida por Japón (cabe recordar que en ese momento, tanto ese territorio chino como la península coreana estaban bajo dominio colonial japonés). Se graduó como oficial y sus talentos fueron reconocido por sus superiores. Luego se mudó a la isla de Kansai para asistir a la Academia Militar Imperial Japonesa.

Durante la Segunda Guerra Mundial sirvió en un regimiento del ejército japonés en Manchuria hasta la rendición, tras los ataques atómicos en Hiroshima y Nagasaki.

La derrota contra los aliados dividió a los militares japoneses en dos grandes grupos: los que promovían “ideas occidentales” y los que pretendían un gobierno comunista que lo controlase todo. Park presenció esta interna en vivo y en directo, pero prefirió regresar a Corea -que había sido liberada del yugo imperial- para ofrecerle lealtad a su patria.

Se radicó en Corea del Sur. En agosto de 1950 conoció a Yuk Young Soo, con quien se casó 4 meses después y tuvo 3 hijos: Park Geun Hye (quien mucho después se convertiría en la primera presidente mujer de Corea del Sur), Park Geun Ryoung y Park Ji Man.

La felicidad duró poco. El 25 de junio de 1950, un ataque sorpresa de Corea del Norte contra Corea del Sur provocó una guerra que enfrentó a un mismo pueblo, ahora dividido en “comunistas” y “capitalistas”. Comenzó así “La guerra de Corea”. Park fue reintegrado al ejército, donde hizo una carrera asombrosa. Cuando terminó el conflicto, apenas tres años más tarde, con la victoria de Corea del Sur, era general de brigada.

El golpe

Desde 1948, el país era gobernado por Rhee Syngman, primer presidente de la República de Corea, que sostuvo el poder hasta 1960. Pero Rhee, al final de su mandato, se había convertido en un autócrata envejecido cuyo gobierno, por demás corrupto, hizo poco para elevar los niveles de vida o potenciar la economía surcoreana. Corea del Sur era uno de los países más pobres de la región, superado ampliamente por Corea del Norte.

Rhee fue derrocado en1960 tras un levantamiento liderado por estudiantes. Se exilió en Hawai. Park, junto a otros oficiales del Ejército, acompañaron la rebelión. Corea del Sur comenzó un proceso de transformación política llamado “Segunda República”: su forma de gobierno pasó a ser una democracia parlamentaria. Sin embargo, este proceso duró muy poco: el nuevo líder, el Primer Ministro Chang Myun, diplomático y periodista de profesión, no pudo evitar que las constantes protestas paralizaran el país.

Para Park, que observaba la coyuntura con extrema atención -y también con ambición- esta democracia parecía peligrosamente caótica. Cuando los estudiantes declararon que marcharían hacia la frontera con Corea del Norte, tomó la decisión que marcaría el inicio de su mandato. Conspiró con otros oficiales y formó el Comité Militar Revolucionario, donde comenzó a gestar un Golpe de Estado. Finalmente, “el comité” tomó el poder el 16 de mayo de 1961. “Corea necesita un gobierno fuerte”, era su lema. Poco después se formó el Consejo Supremo para la Reconstrucción Nacional (CSNR), con Park como presidente.

La visión que Park tenía para Corea era clara: quería un país con una base industrial que le permitiera defenderse de Corea del Norte sin la dependencia que por entonces tenía del apoyo estadounidense. Park preveía que esa ayuda, algún día, podría desaparecer.

El nuevo líder permanecería en control de la política surcoreana hasta 1979. Sumó, en total,18 años en el gobierno. Su mandato puede dividirse en tres fases. Durante la primera, que duró hasta 1963, Park gobernó a través del CSNR. En noviembre de 1961, visitó los Estados Unidos y logró asegurarle a la administración Kennedy que estaba comprometido con la idea de contener el comunismo, desarrollar la economía y, eventualmente, celebrar elecciones libres.

Creó tres instituciones clave que serían la columna vertebral de su mandato en el poder: la Junta de Planificación Económica (EPB), a la que Park le encomendó fijar el rumbo del desarrollo económico de Corea; la Agencia Central de Inteligencia de Corea (KCIA), que Park utilizó para intimidar y perseguir a la oposición; y el Partido Republicano Demócrata (PRD), que Park utilizó para gestionar la política electoral.

Inmediatamente después de asumir el poder, Park lanzó una campaña anticorrupción centralizando la planificación económica y dejando claro quién era el jefe. Algunos de los empresarios más destacados el país fueron arrestados, acusados de corrupción, pero la mayoría fueron puestos en libertad con el propósito (la obligación) de generar riqueza.

En 1963, presionado por los los Estados Unidos, Park llamó a elecciones. Se proclamó candidato por el PRD y, obviamente, ganó. Curiosamente, derrotó por escaso margen a su oponente, Yun Posun, del Partido de los Derechos Civiles. Fundó, entonces, lo que llamó la “Tercera República”.

La segunda fase de su gobierno fue la más larga: duró 9 años, hasta 1972. En ese tiempo, Park gobernó Corea del Sur a través de un sistema que se decía democrático pero que limitaba y reprimía la disidencia. Se adjudicó el título de “presidente vitalicio” mientras miraba con inseguridad la creciente popularidad de sus oponentes políticos, especialmente el de Kim Dae Jung, futuro presidente de Corea -entre 1998 y 2003- y Premio Nobel de la Paz.

Park decía estar a favor de la democracia, pero creía que Corea no se podía cambiar de la noche a la mañana. “El objetivo de la revolución es eliminar la corrupción, fortalecer la capacidad autónoma del pueblo y establecer la justicia social. Por lo tanto, la democracia debe establecerse por medios administrativos, no políticos, durante el período de transición”, decía.

El “período de transición” duró dieciocho años. En 1972, inició la tercera fase: Park decidió abandonar las instituciones democráticas, abolió la constitución de Corea del Sur y anunció el establecimiento de “Yushin”, un nuevo sistema de gobierno duro y autoritario, que dio comienzo a la “Cuarta República”.

En esa época, nadie hubiera imaginado que Corea se iba a convertir en una potencia económica en tan solo 30 años. Birmania y Filipinas eran consideradas las economías asiáticas prometedoras del momento. Y el pronóstico predominante para la Corea de Park era sombrío. Pero, en el medio de tanta violencia y cercenamiento de las libertades individuales, el crecimiento anual del PNB promedió el 8,3 por ciento durante la década de 1960. Fue el comienzo de lo que hoy se reconoce como “el milagro coreano”, que se extendió hasta 1990.

Exportar era una obsesión para Park. “Un deber patriótico”, decía. El gobierno fijó objetivos de exportación para las empresas. Las que cumplían, obtenían créditos preferenciales, beneficios fiscales y el agradecido apoyo de los burócratas. Las empresas que no alcanzasen sus objetivos podían recibir multas e, incluso, ser absorbidas por las “cumplidoras”.

En el paquete de medidas que impulsó Park para rápido desarrollo económico de Corea incluyó también algunas resoluciones impopulares. La decisión de normalizar las relaciones con Japón, antiguo colonizador, ofendió la sensibilidad de muchos coreanos, para quienes los recuerdos de la ocupación, marcada por violentos crímenes de lesa humanidad, aún estaban frescos. Sin embargo, generó una inyección inmediata de 500 millones de dólares en subvenciones y préstamos.

Fue durante este período que Corea del Sur avanzó hacia la madurez económica y comenzó a fabricar acero, barcos, automóviles y productos electrónicos. Pero cabe repetir que estas medidas no eran aplaudidas por una gran mayoría. La autopista Seúl-Busan, que cruza el país de norte a sur, es un buen ejemplo de la resistencia que encontró Park y la obstinación que empleó para lograr los resultados que estaba convencido que eran necesarios. En 1968, cuando se construyó, la mayoría de la gente pensaba que el proyecto era una completa pérdida de dinero. Incluso el Banco Mundial lo había desaconsejado y la Asamblea Nacional se negó a aprobarlo, pensando que Park iba a llevar al país a la quiebra. Pero él los ignoró… y tres años más tarde, el 80 por ciento de los vehículos surcoreanos utilizaban la autopista.

A finales de la década del 70, Corea del Sur estaba alborotada por las crecientes protestas contra el régimen. A pesar del evidente desarrollo económico, que había logrado mejorar la vida de millones de surcoreanos, el dictador nunca logró legitimar su autoridad.

El primer atentado

El 15 de agosto de 1974, Park Chung-Hee sufrió un atentado. Estaba dando un discurso en el Teatro Nacional de Seúl cuando un hombre de la primera fila, Moon Se Gwang, simpatizante norcoreano nacido en Japón, sacó un arma y disparó varias veces contra el dictador. Ningún proyectil acertó en el blanco. Sin embargo, una bala perdida alcanzó a Yuk Young-soo, esposa de Park, quien murió pocas horas después. Otras personas en el escenario también resultaron heridas.

Lo sorprendente del evento fue la reacción de Park: jamás se detuvo. Mientras su esposa agonizaba, él continuó con su discurso como si nada hubiera ocurrido. Pero su imagen pública no reflejaba el dolor interno que vivía.

Cuatro meses después, el pistolero Moon Se Gwang fue encontrado muerto, ahorcado, en una prisión de Seúl. Pagó con su vida el fallido intento de asesinato y el trágico desenlace que costó la vida de la pareja del dictador. Pero el golpe personal para Park fue profundo. En el primer aniversario de la muerte de su esposa, escribió en su diario un testimonio desgarrador: “Sentí como si lo hubiera perdido todo en el mundo. Todas las cosas se volvieron una carga y perdí mi valor y voluntad. Ha pasado un año desde entonces. Y durante ese año he llorado solo en secreto tantas veces que no puedo contarlas”.

El asesinato de Yuk Young-soo reveló una vulnerabilidad que rara vez se asociaba con la figura de Park.

La situación social del país no mejoró. Por el contrario, en octubre de 1979, el líder de la oposición, Kim Young Sam, fue expulsado de la Asamblea Nacional, lo que generó nuevas revueltas populares.

A finales de mes, Park se reunió con el director de la KCIA, Kim Chae Gyu, uno de sus más cercanos aliados. Pese a que tenían una relación de camaradería, el encuentro no fue para nada amigable. La conversación derivó en una acalorada discusión. Park criticó a la agencia por no haber podido contener las protestas. Frustrado por las críticas, Kim salió de la habitación y regresó con una pistola. La empuñó, la disparó a Park, y luego hizo lo mismo con el guardaespaldas del dictador, Cha Jichŏl, matándolos a ambos.

De inmediato se estableció la ley marcial y los responsables fueron arrestados. Chae Gyu declaró en el juicio que había matado a Chung-hee por “un acto de patriotismo”. Fue condenado a la pena de muerte y ejecutado.

El 3 de noviembre de 1979, Park Chung Hee fue despedido con honores de estado. Dos millones de personas llenaron las calles de Seúl para observar el viaje del ataúd de Park hasta el Cementerio Nacional y preguntarse sobre el futuro, ¿qué pasaría con su nación? No hubo sucesor inmediato. No había un sistema para elegir de manera justa y pacífica al futuro líder. Sin embargo, lo que sí tenían eran empleos, industrias viables y una economía en alza. Su país se había transformado, pero con métodos que habían dejado heridas imborrables en la sociedad. Corea tardaría nueve años más en inaugurar el régimen democrático que prevalece hasta hoy, en el cual los períodos presidenciables son de cinco años.

Aún hoy, a 45 años de su muerte, Park Chung Hee sigue siendo un tema incómodo para los surcoreanos. Conviven en su persona dos personalidades opuestas: el arquitecto del milagro coreano que sacó a millones de la pobreza y convirtió al país en un faro de desarrollo, con el dictador que se perpetuó en el poder limitando las libertades civiles.

Sin embargo esto no impidió que su hija Park Geun Hye (quien ejerció como primera dama tras el asesinato de su madre) fuera electa presidente de Corea del Sur en 2013. Llegó al poder desde el Partido conservador y sigue siendo, hasta el día de hoy, la primera y única mujer en ocupar el cargo. También se convirtió en el único mandatario democrático surcoreano que no logró culminar su mandato: en 2017 fue removida del cargo por medio de un impeachment, tras un conflicto que estalló por denuncia de sobornos pero que luego develó mucho más…

 Park Chung Hee dirigió Corea del Sur entre 1961 y 1979; hoy, a 45 años de su muerte, su persona todavía incomoda a los surcoreanos  LA NACION

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