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Las coincidencias de Milei y Cristina demandan construir una opción republicana

“La ira es algo que siempre ha estado ahí, forma parte de nuestras sociedades y crece en tiempos de crisis. Pero incluso cuando no hay ninguna crisis en particular, la ira está ahí y siempre ha sido explotada en la política”, dijo el martes en una muy interesante exposición realizada en el Malba el escritor italiano Giuliano Da Empoli. Y agregó: “La tecnología tiene un impacto en la política. Lenin solía decir que el comunismo era soviet más electricidad’. Y creo que la nueva política es ira más algoritmo”. Quien mejor entendió este lenguaje e incitar comportamientos violentos que vayan en ese sentido en la política local fue el presidente Javier Milei que, copiando modelos de las ultraderechas con claros sesgos autoritarios que hoy están en auge en el mundo, no solo logró llegar al poder, sino que lo defiende multiplicando esas herramientas tan polémicas como poco educadas para nutrir una democracia.

Su prédica no solo lo fortalece con su núcleo duro que lo imita y replica en las redes sociales, sino que le dio vida a quien Milei eligió como contrincante político que no es otra que Cristina Fernández de Kirchner. Los dardos envenenados apuntados hacia ella funcionan como una clara invitación a subirse al ring donde se desatará la pelea de fondo: Milei vs Kirchner-Javier vs Cristina. Invitación que “la jefa” aceptó con ganas porque así su rival le resuelve la pugna por encabezar el liderazgo opositor: si Milei la eligió a ella es porque representa la antítesis de sus ideas.

Es cierto que Milei no se caracteriza por la utilización de metáforas sutiles para “picantear” el debate político, sus palabras sobre su deseo de “poner el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro” ni siquiera suenan graciosas, mucho menos civilizadas, mucho más teniendo en cuenta que hace poco más de dos años a la expresidenta la martillaron una pistola en la cara, pero ya lo hizo antes, decenas de veces, como cuando comparó al Estado como “un pedófilo que entra a un jardín de infantes y lo esperan los niños desnudos y envaselinados”, cuesta creer el uso de tamaña imaginación para crear una figura que en otro momento de la vida y del debate político argentino solo generaría repulsión. Sin embargo, así como muchos aplaudieron esa comparación hoy celebran la idea del “cajón”, porque para fanatizar a los suyos no hace falta ser delicado ni cuidadoso, mucho menos respetuoso, solo hay que saber agredir y degradar y dar contenido a las redes, sobre todo a X, para que esas ideas se impongan con una mayor violencia verbal que la que expone su originador, ni más ni menos que el Presidente de la Nación.

¿Es nuevo esto? No, el kirchnerismo en el poder actuaba con otras herramientas, como los medios de comunicación públicos, el “fútbol para todos” donde hasta los relatores se definían militantes, la propaganda oficial, el abuso de la cadena nacional, pero con la misma vocación de formar fanáticos extasiados que, al igual que los libertarios hoy, elegían los mismos enemigos, no solo los políticos, artistas y personajes públicos, sino también, y especialmente, los medios de comunicación y el periodismo independiente. Además, incluyendo adjetivos a la descalificación moral y profesional que también utilizan los libertarios como “esbirros” y “ensobrados” y, al parecer, también con las mismas herramientas institucionales como la AFIP y los mismos profesionales, como Andrés Vázquez, que fue el jefe de aquel show mediático con el desembarco de varios colectivos con inspectores a la sede del Grupo Clarín en 2009 y que hoy es el elegido para la nueva reestructuración de la agencia de recaudación fiscal. Todas las alarmas están encendidas porque antes de su debut ya anunciaron que anularán la exención de IVA a los medios de comunicación, pero mantienen algunos privilegios, ligados a gente muy cercana al gobierno, como la liberación del IVA a la producción electrónica de Tierra del Fuego que llegó a alcanzar un costo del 0,16 del PBI, más que el aumento al presupuesto universitario vetado y muchísimo más que lo que se pierde de recaudar en los medios. Pero hay algo para prestar atención, muy bien lo señaló el diputado Juan Manuel López de la Coalición Cívica, es que una vez incorporado el impuesto a los medios de comunicación estos se encarecerán porque lo pagará inevitablemente el consumidor, en un momento de ajuste y recesión, puede producir una baja considerable de suscriptores que accederán a menos información independiente y, en cambio, con la liberación del IVA a la electrónica de Tierra del Fuego los consumidores nunca dejaron de pagarlo pero las empresas beneficiadas lo retienen como ganancia y jamás ingresa al fisco. En eso también se parecen Milei y Cristina, a los amigos no se los deja en banda.

Seguramente muchos creerán, con razón, que Milei y Cristina tienen y ofrecen distintos modelos sociales y económicos, en ese sentido están parados en las antípodas, lo que sí no podemos soslayar, es que son muy parecidos en los modos y acciones para la construcción del apoyo social a su propuesta: unos llevaban chicos a escupir fotos de periodistas y personas públicas en una marcha y los otros utilizan la palabra “mogólico” o metáforas sexuales homofóbicas y denigrantes para agredir a quien piensa distinto. Cristina se quejaba de la línea editorial de lo que ella llamaba “medios hegemónicos” y Milei se queja de que en determinado programa en una señal de noticias “llevan gente a criticarme”, algo que él hizo durante toda su vida pública: asistir a programas de TV a criticar al kirchnerismo o, más duro aún, al gobierno de Cambiemos. Por eso cuesta entender por qué las banderas republicanas que tanto enarboló el macrismo hoy están guardadas en el último cajón o se usan para cegar la vista ante lo anormal. Cristina reivindica a Néstor Kirchner y su etapa, donde hay decenas, ella misma, de exfuncionarios condenados por corrupción, y Milei a Carlos Menem, olvidando que el expresidente riojano murió condenado por corrupción -además fue procesado en varias causas- por el caso venta de armas a Ecuador, Croacia y Bosnia que incluyó la fatídica voladura intencional de la fábrica de armas de Río Tercero en 1995 que causó la muerte de 13 personas, lesiones a más de 300, destruyendo parte de la ciudad, por la cual terminó preso en el año 2001 y luego, amparado en sus fueros como senador, jamás cumplió la pena.

De un modo u otro, Cristina Kirchner y Javier Milei orbitan alrededor del peronismo con distintas miradas sobre el pasado y el presente, pero esos polos ideológicos caracterizados por el exceso y abuso del estado en la vida social e institucional del país contra el mercado sin regulaciones y con negaciones a los avances y desafíos que se propone el mundo moderno, tienen un punto de encuentro, un común denominador basado en la violencia del lenguaje, el agravio desmedido y la imposición de sus ideas sin conceder matices. Un tópico de todos los populismos modernos, de izquierda o derecha, populismos al fin que traen consigo manifestaciones de sectarismo ideológico.

Javier y Cristina son tan distintos como parecidos, pero a pocos les importan sus coincidencias, vivimos una era donde los efectos son más fuertes que los contenidos, no importa el trasfondo de los hechos sino lo que representan de modo instantáneo. Y la política, por ahora, parece definirse entre uno u otro, como si estuviésemos ante un inminente balotaje anticipado, donde para terceras opciones moderadas y con un sentir republicano que los define, no les quedaría otro remedio que elegir, como en el menú del avión, entre pasta o pollo, pero se sienten veganos o celíacos ante tal disyuntiva porque advierten que ambos rivales no son tan distintos como los citados “efectos” de la inmediatez nos hacen creer. Los dos tienen a favor la coyuntura, Milei podrá decir “ahora viene la etapa de crecimiento” para ganar las próximas elecciones, y no tendrá que explicar cómo lo hará, alcanzará con su manifestación y Cristina Kirchner saldrá a la cancha diciendo que volverán a ser lo que fueron, pero mejores, tampoco su electorado le demandará argumentos.

Ante ese escenario polarizado, las fuerzas moderadas y republicanas de centro tienen el desafío más importante y a la vez más difícil por delante, será poder erigirse como una alternativa a los populismos que volverán a pugnar por el poder. Algunos de sus miembros eligieron el camino corto, sumarse a una de esas facciones con el solo objetivo de coartar a la otra, pero hay otros a los que se les presenta un enorme y complicado desafío, porque solo ven por delante un sendero minado de obstáculos ante su propuesta que no tiene el sostén macizo que supo tener en otras etapas de nuestro país, no rebota, no se expande, no conmueve, y eso es preocupante.

Ese desafío está presente, pero sin visibilidad masiva, y consiste en despertar la demanda social republicana que está atrapada entre dos líderes sectarios y dogmáticos que saben interpretar los desafíos del presente. Solo por eso sería un grave error abandonar la responsabilidad que les toca.

La moderación política no desapareció, está huérfana pero latente, solo que hoy interpretarla parece el camino más largo y arduo que la política puede ofrecer. No es fácil, pero nada es para siempre si se convencen de que para hacer lo correcto cualquier momento es el indicado.

“La ira es algo que siempre ha estado ahí, forma parte de nuestras sociedades y crece en tiempos de crisis. Pero incluso cuando no hay ninguna crisis en particular, la ira está ahí y siempre ha sido explotada en la política”, dijo el martes en una muy interesante exposición realizada en el Malba el escritor italiano Giuliano Da Empoli. Y agregó: “La tecnología tiene un impacto en la política. Lenin solía decir que el comunismo era soviet más electricidad’. Y creo que la nueva política es ira más algoritmo”. Quien mejor entendió este lenguaje e incitar comportamientos violentos que vayan en ese sentido en la política local fue el presidente Javier Milei que, copiando modelos de las ultraderechas con claros sesgos autoritarios que hoy están en auge en el mundo, no solo logró llegar al poder, sino que lo defiende multiplicando esas herramientas tan polémicas como poco educadas para nutrir una democracia.

Su prédica no solo lo fortalece con su núcleo duro que lo imita y replica en las redes sociales, sino que le dio vida a quien Milei eligió como contrincante político que no es otra que Cristina Fernández de Kirchner. Los dardos envenenados apuntados hacia ella funcionan como una clara invitación a subirse al ring donde se desatará la pelea de fondo: Milei vs Kirchner-Javier vs Cristina. Invitación que “la jefa” aceptó con ganas porque así su rival le resuelve la pugna por encabezar el liderazgo opositor: si Milei la eligió a ella es porque representa la antítesis de sus ideas.

Es cierto que Milei no se caracteriza por la utilización de metáforas sutiles para “picantear” el debate político, sus palabras sobre su deseo de “poner el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro” ni siquiera suenan graciosas, mucho menos civilizadas, mucho más teniendo en cuenta que hace poco más de dos años a la expresidenta la martillaron una pistola en la cara, pero ya lo hizo antes, decenas de veces, como cuando comparó al Estado como “un pedófilo que entra a un jardín de infantes y lo esperan los niños desnudos y envaselinados”, cuesta creer el uso de tamaña imaginación para crear una figura que en otro momento de la vida y del debate político argentino solo generaría repulsión. Sin embargo, así como muchos aplaudieron esa comparación hoy celebran la idea del “cajón”, porque para fanatizar a los suyos no hace falta ser delicado ni cuidadoso, mucho menos respetuoso, solo hay que saber agredir y degradar y dar contenido a las redes, sobre todo a X, para que esas ideas se impongan con una mayor violencia verbal que la que expone su originador, ni más ni menos que el Presidente de la Nación.

¿Es nuevo esto? No, el kirchnerismo en el poder actuaba con otras herramientas, como los medios de comunicación públicos, el “fútbol para todos” donde hasta los relatores se definían militantes, la propaganda oficial, el abuso de la cadena nacional, pero con la misma vocación de formar fanáticos extasiados que, al igual que los libertarios hoy, elegían los mismos enemigos, no solo los políticos, artistas y personajes públicos, sino también, y especialmente, los medios de comunicación y el periodismo independiente. Además, incluyendo adjetivos a la descalificación moral y profesional que también utilizan los libertarios como “esbirros” y “ensobrados” y, al parecer, también con las mismas herramientas institucionales como la AFIP y los mismos profesionales, como Andrés Vázquez, que fue el jefe de aquel show mediático con el desembarco de varios colectivos con inspectores a la sede del Grupo Clarín en 2009 y que hoy es el elegido para la nueva reestructuración de la agencia de recaudación fiscal. Todas las alarmas están encendidas porque antes de su debut ya anunciaron que anularán la exención de IVA a los medios de comunicación, pero mantienen algunos privilegios, ligados a gente muy cercana al gobierno, como la liberación del IVA a la producción electrónica de Tierra del Fuego que llegó a alcanzar un costo del 0,16 del PBI, más que el aumento al presupuesto universitario vetado y muchísimo más que lo que se pierde de recaudar en los medios. Pero hay algo para prestar atención, muy bien lo señaló el diputado Juan Manuel López de la Coalición Cívica, es que una vez incorporado el impuesto a los medios de comunicación estos se encarecerán porque lo pagará inevitablemente el consumidor, en un momento de ajuste y recesión, puede producir una baja considerable de suscriptores que accederán a menos información independiente y, en cambio, con la liberación del IVA a la electrónica de Tierra del Fuego los consumidores nunca dejaron de pagarlo pero las empresas beneficiadas lo retienen como ganancia y jamás ingresa al fisco. En eso también se parecen Milei y Cristina, a los amigos no se los deja en banda.

Seguramente muchos creerán, con razón, que Milei y Cristina tienen y ofrecen distintos modelos sociales y económicos, en ese sentido están parados en las antípodas, lo que sí no podemos soslayar, es que son muy parecidos en los modos y acciones para la construcción del apoyo social a su propuesta: unos llevaban chicos a escupir fotos de periodistas y personas públicas en una marcha y los otros utilizan la palabra “mogólico” o metáforas sexuales homofóbicas y denigrantes para agredir a quien piensa distinto. Cristina se quejaba de la línea editorial de lo que ella llamaba “medios hegemónicos” y Milei se queja de que en determinado programa en una señal de noticias “llevan gente a criticarme”, algo que él hizo durante toda su vida pública: asistir a programas de TV a criticar al kirchnerismo o, más duro aún, al gobierno de Cambiemos. Por eso cuesta entender por qué las banderas republicanas que tanto enarboló el macrismo hoy están guardadas en el último cajón o se usan para cegar la vista ante lo anormal. Cristina reivindica a Néstor Kirchner y su etapa, donde hay decenas, ella misma, de exfuncionarios condenados por corrupción, y Milei a Carlos Menem, olvidando que el expresidente riojano murió condenado por corrupción -además fue procesado en varias causas- por el caso venta de armas a Ecuador, Croacia y Bosnia que incluyó la fatídica voladura intencional de la fábrica de armas de Río Tercero en 1995 que causó la muerte de 13 personas, lesiones a más de 300, destruyendo parte de la ciudad, por la cual terminó preso en el año 2001 y luego, amparado en sus fueros como senador, jamás cumplió la pena.

De un modo u otro, Cristina Kirchner y Javier Milei orbitan alrededor del peronismo con distintas miradas sobre el pasado y el presente, pero esos polos ideológicos caracterizados por el exceso y abuso del estado en la vida social e institucional del país contra el mercado sin regulaciones y con negaciones a los avances y desafíos que se propone el mundo moderno, tienen un punto de encuentro, un común denominador basado en la violencia del lenguaje, el agravio desmedido y la imposición de sus ideas sin conceder matices. Un tópico de todos los populismos modernos, de izquierda o derecha, populismos al fin que traen consigo manifestaciones de sectarismo ideológico.

Javier y Cristina son tan distintos como parecidos, pero a pocos les importan sus coincidencias, vivimos una era donde los efectos son más fuertes que los contenidos, no importa el trasfondo de los hechos sino lo que representan de modo instantáneo. Y la política, por ahora, parece definirse entre uno u otro, como si estuviésemos ante un inminente balotaje anticipado, donde para terceras opciones moderadas y con un sentir republicano que los define, no les quedaría otro remedio que elegir, como en el menú del avión, entre pasta o pollo, pero se sienten veganos o celíacos ante tal disyuntiva porque advierten que ambos rivales no son tan distintos como los citados “efectos” de la inmediatez nos hacen creer. Los dos tienen a favor la coyuntura, Milei podrá decir “ahora viene la etapa de crecimiento” para ganar las próximas elecciones, y no tendrá que explicar cómo lo hará, alcanzará con su manifestación y Cristina Kirchner saldrá a la cancha diciendo que volverán a ser lo que fueron, pero mejores, tampoco su electorado le demandará argumentos.

Ante ese escenario polarizado, las fuerzas moderadas y republicanas de centro tienen el desafío más importante y a la vez más difícil por delante, será poder erigirse como una alternativa a los populismos que volverán a pugnar por el poder. Algunos de sus miembros eligieron el camino corto, sumarse a una de esas facciones con el solo objetivo de coartar a la otra, pero hay otros a los que se les presenta un enorme y complicado desafío, porque solo ven por delante un sendero minado de obstáculos ante su propuesta que no tiene el sostén macizo que supo tener en otras etapas de nuestro país, no rebota, no se expande, no conmueve, y eso es preocupante.

Ese desafío está presente, pero sin visibilidad masiva, y consiste en despertar la demanda social republicana que está atrapada entre dos líderes sectarios y dogmáticos que saben interpretar los desafíos del presente. Solo por eso sería un grave error abandonar la responsabilidad que les toca.

La moderación política no desapareció, está huérfana pero latente, solo que hoy interpretarla parece el camino más largo y arduo que la política puede ofrecer. No es fácil, pero nada es para siempre si se convencen de que para hacer lo correcto cualquier momento es el indicado.

 “La ira es algo que siempre ha estado ahí, forma parte de nuestras sociedades y crece en tiempos de crisis. Pero incluso cuando no hay ninguna crisis en particular, la ira está ahí y siempre ha sido explotada en la política”, dijo el martes en una muy interesante exposición realizada en el Malba el escritor italiano Giuliano Da Empoli. Y agregó: “La tecnología tiene un impacto en la política. Lenin solía decir que el comunismo era soviet más electricidad’. Y creo que la nueva política es ira más algoritmo”. Quien mejor entendió este lenguaje e incitar comportamientos violentos que vayan en ese sentido en la política local fue el presidente Javier Milei que, copiando modelos de las ultraderechas con claros sesgos autoritarios que hoy están en auge en el mundo, no solo logró llegar al poder, sino que lo defiende multiplicando esas herramientas tan polémicas como poco educadas para nutrir una democracia.Su prédica no solo lo fortalece con su núcleo duro que lo imita y replica en las redes sociales, sino que le dio vida a quien Milei eligió como contrincante político que no es otra que Cristina Fernández de Kirchner. Los dardos envenenados apuntados hacia ella funcionan como una clara invitación a subirse al ring donde se desatará la pelea de fondo: Milei vs Kirchner-Javier vs Cristina. Invitación que “la jefa” aceptó con ganas porque así su rival le resuelve la pugna por encabezar el liderazgo opositor: si Milei la eligió a ella es porque representa la antítesis de sus ideas.Es cierto que Milei no se caracteriza por la utilización de metáforas sutiles para “picantear” el debate político, sus palabras sobre su deseo de “poner el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro” ni siquiera suenan graciosas, mucho menos civilizadas, mucho más teniendo en cuenta que hace poco más de dos años a la expresidenta la martillaron una pistola en la cara, pero ya lo hizo antes, decenas de veces, como cuando comparó al Estado como “un pedófilo que entra a un jardín de infantes y lo esperan los niños desnudos y envaselinados”, cuesta creer el uso de tamaña imaginación para crear una figura que en otro momento de la vida y del debate político argentino solo generaría repulsión. Sin embargo, así como muchos aplaudieron esa comparación hoy celebran la idea del “cajón”, porque para fanatizar a los suyos no hace falta ser delicado ni cuidadoso, mucho menos respetuoso, solo hay que saber agredir y degradar y dar contenido a las redes, sobre todo a X, para que esas ideas se impongan con una mayor violencia verbal que la que expone su originador, ni más ni menos que el Presidente de la Nación.¿Es nuevo esto? No, el kirchnerismo en el poder actuaba con otras herramientas, como los medios de comunicación públicos, el “fútbol para todos” donde hasta los relatores se definían militantes, la propaganda oficial, el abuso de la cadena nacional, pero con la misma vocación de formar fanáticos extasiados que, al igual que los libertarios hoy, elegían los mismos enemigos, no solo los políticos, artistas y personajes públicos, sino también, y especialmente, los medios de comunicación y el periodismo independiente. Además, incluyendo adjetivos a la descalificación moral y profesional que también utilizan los libertarios como “esbirros” y “ensobrados” y, al parecer, también con las mismas herramientas institucionales como la AFIP y los mismos profesionales, como Andrés Vázquez, que fue el jefe de aquel show mediático con el desembarco de varios colectivos con inspectores a la sede del Grupo Clarín en 2009 y que hoy es el elegido para la nueva reestructuración de la agencia de recaudación fiscal. Todas las alarmas están encendidas porque antes de su debut ya anunciaron que anularán la exención de IVA a los medios de comunicación, pero mantienen algunos privilegios, ligados a gente muy cercana al gobierno, como la liberación del IVA a la producción electrónica de Tierra del Fuego que llegó a alcanzar un costo del 0,16 del PBI, más que el aumento al presupuesto universitario vetado y muchísimo más que lo que se pierde de recaudar en los medios. Pero hay algo para prestar atención, muy bien lo señaló el diputado Juan Manuel López de la Coalición Cívica, es que una vez incorporado el impuesto a los medios de comunicación estos se encarecerán porque lo pagará inevitablemente el consumidor, en un momento de ajuste y recesión, puede producir una baja considerable de suscriptores que accederán a menos información independiente y, en cambio, con la liberación del IVA a la electrónica de Tierra del Fuego los consumidores nunca dejaron de pagarlo pero las empresas beneficiadas lo retienen como ganancia y jamás ingresa al fisco. En eso también se parecen Milei y Cristina, a los amigos no se los deja en banda.Seguramente muchos creerán, con razón, que Milei y Cristina tienen y ofrecen distintos modelos sociales y económicos, en ese sentido están parados en las antípodas, lo que sí no podemos soslayar, es que son muy parecidos en los modos y acciones para la construcción del apoyo social a su propuesta: unos llevaban chicos a escupir fotos de periodistas y personas públicas en una marcha y los otros utilizan la palabra “mogólico” o metáforas sexuales homofóbicas y denigrantes para agredir a quien piensa distinto. Cristina se quejaba de la línea editorial de lo que ella llamaba “medios hegemónicos” y Milei se queja de que en determinado programa en una señal de noticias “llevan gente a criticarme”, algo que él hizo durante toda su vida pública: asistir a programas de TV a criticar al kirchnerismo o, más duro aún, al gobierno de Cambiemos. Por eso cuesta entender por qué las banderas republicanas que tanto enarboló el macrismo hoy están guardadas en el último cajón o se usan para cegar la vista ante lo anormal. Cristina reivindica a Néstor Kirchner y su etapa, donde hay decenas, ella misma, de exfuncionarios condenados por corrupción, y Milei a Carlos Menem, olvidando que el expresidente riojano murió condenado por corrupción -además fue procesado en varias causas- por el caso venta de armas a Ecuador, Croacia y Bosnia que incluyó la fatídica voladura intencional de la fábrica de armas de Río Tercero en 1995 que causó la muerte de 13 personas, lesiones a más de 300, destruyendo parte de la ciudad, por la cual terminó preso en el año 2001 y luego, amparado en sus fueros como senador, jamás cumplió la pena.De un modo u otro, Cristina Kirchner y Javier Milei orbitan alrededor del peronismo con distintas miradas sobre el pasado y el presente, pero esos polos ideológicos caracterizados por el exceso y abuso del estado en la vida social e institucional del país contra el mercado sin regulaciones y con negaciones a los avances y desafíos que se propone el mundo moderno, tienen un punto de encuentro, un común denominador basado en la violencia del lenguaje, el agravio desmedido y la imposición de sus ideas sin conceder matices. Un tópico de todos los populismos modernos, de izquierda o derecha, populismos al fin que traen consigo manifestaciones de sectarismo ideológico.Javier y Cristina son tan distintos como parecidos, pero a pocos les importan sus coincidencias, vivimos una era donde los efectos son más fuertes que los contenidos, no importa el trasfondo de los hechos sino lo que representan de modo instantáneo. Y la política, por ahora, parece definirse entre uno u otro, como si estuviésemos ante un inminente balotaje anticipado, donde para terceras opciones moderadas y con un sentir republicano que los define, no les quedaría otro remedio que elegir, como en el menú del avión, entre pasta o pollo, pero se sienten veganos o celíacos ante tal disyuntiva porque advierten que ambos rivales no son tan distintos como los citados “efectos” de la inmediatez nos hacen creer. Los dos tienen a favor la coyuntura, Milei podrá decir “ahora viene la etapa de crecimiento” para ganar las próximas elecciones, y no tendrá que explicar cómo lo hará, alcanzará con su manifestación y Cristina Kirchner saldrá a la cancha diciendo que volverán a ser lo que fueron, pero mejores, tampoco su electorado le demandará argumentos.Ante ese escenario polarizado, las fuerzas moderadas y republicanas de centro tienen el desafío más importante y a la vez más difícil por delante, será poder erigirse como una alternativa a los populismos que volverán a pugnar por el poder. Algunos de sus miembros eligieron el camino corto, sumarse a una de esas facciones con el solo objetivo de coartar a la otra, pero hay otros a los que se les presenta un enorme y complicado desafío, porque solo ven por delante un sendero minado de obstáculos ante su propuesta que no tiene el sostén macizo que supo tener en otras etapas de nuestro país, no rebota, no se expande, no conmueve, y eso es preocupante.Ese desafío está presente, pero sin visibilidad masiva, y consiste en despertar la demanda social republicana que está atrapada entre dos líderes sectarios y dogmáticos que saben interpretar los desafíos del presente. Solo por eso sería un grave error abandonar la responsabilidad que les toca.La moderación política no desapareció, está huérfana pero latente, solo que hoy interpretarla parece el camino más largo y arduo que la política puede ofrecer. No es fácil, pero nada es para siempre si se convencen de que para hacer lo correcto cualquier momento es el indicado.  LA NACION

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