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Tierra de nadie. El único lugar del planeta fuera de la Antártida que ninguna nación reclama, que dos países rechazan y atrae aventureros

No es infrecuente que dos países se disputen la posesión de un territorio. De hecho, esta suele ser la causa que da origen a la mayoría de las guerras entre naciones. Pero en el norte de África ocurre un caso singular: allí hay dos países, Egipto y Sudán, que tienen un conflicto limítrofe por una extensión de tierra desértica llamada Bir Tawil. Pero el caso es que, a la inversa de lo que ocurre históricamente, acá la pelea es para ver cuál de los dos países no se queda con ese territorio. Los egipcios aseguran que Bir Tawil pertenece a los sudaneses. Y viceversa.

Así es como ninguno de los dos vecinos norafricanos se quiere hacer cargo de esa área de 2060 kilómetros cuadrados -diez veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires- en pleno desierto de Nubia, dentro del desierto del Sahara. Por lo tanto, ese terruño prácticamente yermo ha sido declarado en la jurisprudencia internacional como terra nullius, una expresión que en latín se traduce como “tierra de nadie”.

Sin embargo, en los últimos tiempos, fueron varios los ciudadanos del mundo que buscaron plantar bandera en ese pedazo de desierto para fundar su propio país, que hasta llegó a tener una reina de unos siete años de edad.

El trazado de los límites

Para ubicar este lugar en el mapa, se trata de un área con forma de trapezoide que se encuentra al sur de Egipto y al norte de Sudán, a unos 180 kilómetros al sudeste del lago Nasser y a 500 kilómetros al oeste del Mar Rojo. Pero el problema con Bir Tawil no es su ubicación, ni tampoco que sea una zona poco tentadora por la esterilidad de su paisaje inhóspito, sus escasos pozos de agua y recursos naturales. El tema de que nadie lo quiera para sí tiene que ver con la historia de ambos países y con un contexto geopolítico que explica su carácter de territorio marginal.

Resulta que fue Gran Bretaña, la potencia colonial que ocupaba los actuales territorios de Egipto y Sudán, la que delineó los límites entre ambos países. En 1899, el condominio anglo-egipcio para el Sudán marcó como frontera geográfica el paralelo 22. De este modo, una línea recta dejaba al norte a los egipcios y al sur a los sudaneses. Según este mapa, el trapezoide de Bir Tawil quedaba como territorio de Sudán.

Sin embargo, tres años más tarde, en 1902, por cuestiones estratégicas, los mismos británicos retocaron los límites que ellos mismos habían establecido. Básicamente, el cambio se dio en dos lugares. Primero, se corrió un sector de la frontera hacia el sur, de modo que Bir Tawil quedó dentro de los límites de Egipto. A su vez, más cerca del Mar Rojo, la línea divisoria se corrió hacia el norte, de tal forma que quedó para el entonces Sudán anglo-egipcio -actual Sudan- un territorio conocido como “el Triángulo de Hala’ib”.

El problema fue que, a diferencia de Bir Tawil, el triángulo de Hala’ib es un territorio que sí ofrece riquezas. En esta apetecible área de 20.500 kilómetros cuadrados -10 veces más grande que Bir Tawil- la tierra es fértil, hay salida al mar y, como si fuera poco, hay allí importantes reservas de petróleo.

Así las cosas, ambos países del norte de África comprendieron que, si tomaban como propio el pequeño trapezoide de Bir Tawil deberían desprenderse del triángulo de Hala’ib, lo cual sería un terrible mal negocio. De esta forma, para Egipto la delimitación que vale es la de 1899, en la que Bir Tawil queda para los sudaneses y el triángulo de Hala’ib para ellos. Para Sudan, por su parte, la demarcación válida es la segunda, la de 1902, en la que la primera área queda en posesión de los egipcios y la segunda, la más rica, en la de Sudán.

La pequeña reina de Sudán del Norte

Este es el motivo por el que nadie quiere a Bir Tawil. O casi nadie, ya que, al habérsele otorgado a ese pedazo de territorio el status de “tierra de nadie” hubo varios aventureros -o tal vez oportunistas-, que pretendieron tomar esa tierra como propia, para fundar allí un pequeño país del que ellos serían los líderes.

Tal es el caso de un estadounidense llamado Jeremiah Heaton, que en agosto de 2014 llegó hasta Bir Tawil para tomar posesión del territorio. El hombre, un experto en seguridad en minas oriundo del estado de Virginia, de 38 años entonces, aprovechó el vacío legal, puso su anatomía sobre el paisaje desértico y fundó en ese lugar el territorio de Sudán del Norte.

Para darle mayor seriedad, Heaton llevó y plantó en su nuevo reino su propia bandera: un estandarte con fondo azul y una gran corona amarilla en el centro, rodeada por cuatro estrellas del mismo color. Pero atención, que la conquista de esta nación naciente no fue realizada con propósitos narcisistas. El hombre hizo todo ese esfuerzo de llegarse hasta allí para nombrar como reina de ese flamante dominio a su propia hija menor, Emily, de siete años que al menos por un tiempo se sintió la monarca de Sudán del Norte. Un pedazo de desierto, es verdad, pero monarca al fin.

Pero lamentablemente, los deseos de ser el dueño de un nuevo país y papá de la reina del mismo no duró mucho para el fundador de Sudan del Norte. Para alcanzar la realidad de que ese sea su propio reino, Heaton y su familia deberían establecerse allí, algo completamente imposible dadas las características del territorio.

También es requisito para convertirse en una nación el hecho de ser reconocida por sus vecinos y por la ONU, algo que requeriría esfuerzos diplomáticos y burocráticos que posiblemente excedan con creces los recursos, la buena voluntad y la paciencia de una sola familia.

Otros soberanos de Bir Tawil

Tres años después, en 2017, un informático de la India se llegó hasta el mismo territorio con una bandera diseñada por él mismo -colores rojo y naranja con un escudo con cruces en el medio- y se autoproclamó rey de esos dominios desérticos. “Yo, Suyash Dixit, el primero de mi nombre y el protector del reino, me declaro monarca del reino de Dixit. Desde hoy me llamaré Rey Suyash I y declaro esta tierra no reclamada de Bir Tawil como mi país hasta la eternidad”, dijo el hombre en su visita al páramo norafricano.

Para ratificar su posesión, el indio plantó en el lugar una semilla y la regó, porque según él mismo dijo, en las civilizaciones antiguas, para reclamar un territorio se debía cultivar algo en él. Luego, se declaró primer Ministro y Jefe del Ejército del lugar y aseveró, en broma, que estaba a punto de escribirle un mail a la ONU para que lo reconocieran. También bautizó a la capital del nuevo país como Suyashpur y aseveró que el animal nacional sería la lagartija porque, según reveló, “es el único que vi”.

Otros viajeros hubo a lo largo de estos años que visitaron Bir Tawil y se autoproclamaron sus soberanos, como el radioaficionado ruso Dmitri Zhijarev, que llegó pocos meses después que el estadounidense Heaton, le puso al lugar el nombre de Reino de la Tierra Media, plantó la bandera “transitoria” de la Federación rusa y fingió iniciar una disputa con él por el territorio. Pero hasta ahora a ninguno de los efímeros dueños les interesó tanto ese trapezoide entre Sudán y Egipto como para entreverarse en una guerra por él.

Cómo llegar al pequeño desierto

Según informa el medio español La Vanguardia, para llegar hasta Bir Tawil, con intenciones de dominio o no, es necesario alquilar un transporte todoterreno manejado con un baqueano de la zona que sepa moverse entre los peligros ocultos del desierto. El camino desde Egipto suele comenzar en la presa de Asuan, distante unos 240 kilómetros, por una ruta que la arena desdibuja cuanto más se avanza hacia el sur.

Desde el lado de Sudán, en tanto, el viaje es un poco más sencillo. Desde el aeropuerto de la ciudad de Wadi Halfa, al oeste de Sudan, se recorren unos 240 kilómetros en línea recta hasta el pequeño terruño.

Si bien Bir Tawil es una tierra que nadie se disputa y que sirve para el arribo de distintos monarcas pasajeros, es su contraparte, el triángulo de Hala’ib el que verdaderamente se convirtió en un área de tensiones y conflictos, especialmente desde que Egipto y Sudán obtuvieron su independencia de los británicos. El primero, en 1922 y el segundo, en 1955.

La zona estuvo, entre 1958 y 1992, bajo control sudanés. En 1992, la concesión de derechos de explotación a una compañía de petróleo de Canadá generó la protesta de los egipcios. Una discusión que terminó con la petrolera retirándose de la zona hasta que se decidiera la cuestión de soberanía.

A partir de enero de 2000, Sudán retiró el ejército de la zona, que fue ocupada de manera efectiva por egipcios. Sin embargo, hasta el día de la fecha, los sudaneses no renuncian a la soberanía de ese próspero triángulo y cada tanto elevan sus reclamos. Algo que nunca hacen por Bir Tawil.

No es infrecuente que dos países se disputen la posesión de un territorio. De hecho, esta suele ser la causa que da origen a la mayoría de las guerras entre naciones. Pero en el norte de África ocurre un caso singular: allí hay dos países, Egipto y Sudán, que tienen un conflicto limítrofe por una extensión de tierra desértica llamada Bir Tawil. Pero el caso es que, a la inversa de lo que ocurre históricamente, acá la pelea es para ver cuál de los dos países no se queda con ese territorio. Los egipcios aseguran que Bir Tawil pertenece a los sudaneses. Y viceversa.

Así es como ninguno de los dos vecinos norafricanos se quiere hacer cargo de esa área de 2060 kilómetros cuadrados -diez veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires- en pleno desierto de Nubia, dentro del desierto del Sahara. Por lo tanto, ese terruño prácticamente yermo ha sido declarado en la jurisprudencia internacional como terra nullius, una expresión que en latín se traduce como “tierra de nadie”.

Sin embargo, en los últimos tiempos, fueron varios los ciudadanos del mundo que buscaron plantar bandera en ese pedazo de desierto para fundar su propio país, que hasta llegó a tener una reina de unos siete años de edad.

El trazado de los límites

Para ubicar este lugar en el mapa, se trata de un área con forma de trapezoide que se encuentra al sur de Egipto y al norte de Sudán, a unos 180 kilómetros al sudeste del lago Nasser y a 500 kilómetros al oeste del Mar Rojo. Pero el problema con Bir Tawil no es su ubicación, ni tampoco que sea una zona poco tentadora por la esterilidad de su paisaje inhóspito, sus escasos pozos de agua y recursos naturales. El tema de que nadie lo quiera para sí tiene que ver con la historia de ambos países y con un contexto geopolítico que explica su carácter de territorio marginal.

Resulta que fue Gran Bretaña, la potencia colonial que ocupaba los actuales territorios de Egipto y Sudán, la que delineó los límites entre ambos países. En 1899, el condominio anglo-egipcio para el Sudán marcó como frontera geográfica el paralelo 22. De este modo, una línea recta dejaba al norte a los egipcios y al sur a los sudaneses. Según este mapa, el trapezoide de Bir Tawil quedaba como territorio de Sudán.

Sin embargo, tres años más tarde, en 1902, por cuestiones estratégicas, los mismos británicos retocaron los límites que ellos mismos habían establecido. Básicamente, el cambio se dio en dos lugares. Primero, se corrió un sector de la frontera hacia el sur, de modo que Bir Tawil quedó dentro de los límites de Egipto. A su vez, más cerca del Mar Rojo, la línea divisoria se corrió hacia el norte, de tal forma que quedó para el entonces Sudán anglo-egipcio -actual Sudan- un territorio conocido como “el Triángulo de Hala’ib”.

El problema fue que, a diferencia de Bir Tawil, el triángulo de Hala’ib es un territorio que sí ofrece riquezas. En esta apetecible área de 20.500 kilómetros cuadrados -10 veces más grande que Bir Tawil- la tierra es fértil, hay salida al mar y, como si fuera poco, hay allí importantes reservas de petróleo.

Así las cosas, ambos países del norte de África comprendieron que, si tomaban como propio el pequeño trapezoide de Bir Tawil deberían desprenderse del triángulo de Hala’ib, lo cual sería un terrible mal negocio. De esta forma, para Egipto la delimitación que vale es la de 1899, en la que Bir Tawil queda para los sudaneses y el triángulo de Hala’ib para ellos. Para Sudan, por su parte, la demarcación válida es la segunda, la de 1902, en la que la primera área queda en posesión de los egipcios y la segunda, la más rica, en la de Sudán.

La pequeña reina de Sudán del Norte

Este es el motivo por el que nadie quiere a Bir Tawil. O casi nadie, ya que, al habérsele otorgado a ese pedazo de territorio el status de “tierra de nadie” hubo varios aventureros -o tal vez oportunistas-, que pretendieron tomar esa tierra como propia, para fundar allí un pequeño país del que ellos serían los líderes.

Tal es el caso de un estadounidense llamado Jeremiah Heaton, que en agosto de 2014 llegó hasta Bir Tawil para tomar posesión del territorio. El hombre, un experto en seguridad en minas oriundo del estado de Virginia, de 38 años entonces, aprovechó el vacío legal, puso su anatomía sobre el paisaje desértico y fundó en ese lugar el territorio de Sudán del Norte.

Para darle mayor seriedad, Heaton llevó y plantó en su nuevo reino su propia bandera: un estandarte con fondo azul y una gran corona amarilla en el centro, rodeada por cuatro estrellas del mismo color. Pero atención, que la conquista de esta nación naciente no fue realizada con propósitos narcisistas. El hombre hizo todo ese esfuerzo de llegarse hasta allí para nombrar como reina de ese flamante dominio a su propia hija menor, Emily, de siete años que al menos por un tiempo se sintió la monarca de Sudán del Norte. Un pedazo de desierto, es verdad, pero monarca al fin.

Pero lamentablemente, los deseos de ser el dueño de un nuevo país y papá de la reina del mismo no duró mucho para el fundador de Sudan del Norte. Para alcanzar la realidad de que ese sea su propio reino, Heaton y su familia deberían establecerse allí, algo completamente imposible dadas las características del territorio.

También es requisito para convertirse en una nación el hecho de ser reconocida por sus vecinos y por la ONU, algo que requeriría esfuerzos diplomáticos y burocráticos que posiblemente excedan con creces los recursos, la buena voluntad y la paciencia de una sola familia.

Otros soberanos de Bir Tawil

Tres años después, en 2017, un informático de la India se llegó hasta el mismo territorio con una bandera diseñada por él mismo -colores rojo y naranja con un escudo con cruces en el medio- y se autoproclamó rey de esos dominios desérticos. “Yo, Suyash Dixit, el primero de mi nombre y el protector del reino, me declaro monarca del reino de Dixit. Desde hoy me llamaré Rey Suyash I y declaro esta tierra no reclamada de Bir Tawil como mi país hasta la eternidad”, dijo el hombre en su visita al páramo norafricano.

Para ratificar su posesión, el indio plantó en el lugar una semilla y la regó, porque según él mismo dijo, en las civilizaciones antiguas, para reclamar un territorio se debía cultivar algo en él. Luego, se declaró primer Ministro y Jefe del Ejército del lugar y aseveró, en broma, que estaba a punto de escribirle un mail a la ONU para que lo reconocieran. También bautizó a la capital del nuevo país como Suyashpur y aseveró que el animal nacional sería la lagartija porque, según reveló, “es el único que vi”.

Otros viajeros hubo a lo largo de estos años que visitaron Bir Tawil y se autoproclamaron sus soberanos, como el radioaficionado ruso Dmitri Zhijarev, que llegó pocos meses después que el estadounidense Heaton, le puso al lugar el nombre de Reino de la Tierra Media, plantó la bandera “transitoria” de la Federación rusa y fingió iniciar una disputa con él por el territorio. Pero hasta ahora a ninguno de los efímeros dueños les interesó tanto ese trapezoide entre Sudán y Egipto como para entreverarse en una guerra por él.

Cómo llegar al pequeño desierto

Según informa el medio español La Vanguardia, para llegar hasta Bir Tawil, con intenciones de dominio o no, es necesario alquilar un transporte todoterreno manejado con un baqueano de la zona que sepa moverse entre los peligros ocultos del desierto. El camino desde Egipto suele comenzar en la presa de Asuan, distante unos 240 kilómetros, por una ruta que la arena desdibuja cuanto más se avanza hacia el sur.

Desde el lado de Sudán, en tanto, el viaje es un poco más sencillo. Desde el aeropuerto de la ciudad de Wadi Halfa, al oeste de Sudan, se recorren unos 240 kilómetros en línea recta hasta el pequeño terruño.

Si bien Bir Tawil es una tierra que nadie se disputa y que sirve para el arribo de distintos monarcas pasajeros, es su contraparte, el triángulo de Hala’ib el que verdaderamente se convirtió en un área de tensiones y conflictos, especialmente desde que Egipto y Sudán obtuvieron su independencia de los británicos. El primero, en 1922 y el segundo, en 1955.

La zona estuvo, entre 1958 y 1992, bajo control sudanés. En 1992, la concesión de derechos de explotación a una compañía de petróleo de Canadá generó la protesta de los egipcios. Una discusión que terminó con la petrolera retirándose de la zona hasta que se decidiera la cuestión de soberanía.

A partir de enero de 2000, Sudán retiró el ejército de la zona, que fue ocupada de manera efectiva por egipcios. Sin embargo, hasta el día de la fecha, los sudaneses no renuncian a la soberanía de ese próspero triángulo y cada tanto elevan sus reclamos. Algo que nunca hacen por Bir Tawil.

 Bir Tawil es una extensión desértica que está en el límite entre Egipto y Sudán y que ninguna de estas naciones quiere reclamar como propia; sin embargo muchos ciudadanos del mundo han plantado su bandera  LA NACION

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