Imaginar juntos la paz
La Comunidad de Sant’Egidio es un movimiento cristiano de laicos que se extiende por 70 países de varios continentes, unidos por la oración y el trabajo voluntario, desinteresado y gratuito por los pobres y por la paz. Los primeros pasos de Sant’Egidio en el escenario internacional fueron a principios de los años 80 en Mozambique, tras una devastadora guerra civil, y luego en el continente africano, en los Balcanes y en América Latina. La credibilidad alcanzada por sus miembros comprometidos en el diálogo y su capacidad de intervención en sectores mayormente reservados a dirigentes políticos y diplomáticos en el trabajo por la paz y la integración no tiene fronteras, al punto que algunos identifican a la Comunidad como la ONU de Trastévere, por el barrio romano donde está la sede original.
Convencidos de que la guerra es la madre de todas las pobrezas, el mes último, miembros de ese movimiento, junto con la Arquidiócesis de París, convocaron al encuentro anual en la capital francesa para “imaginar juntos la paz” dando voz a infinidad de víctimas inocentes y desplazados.
La guerra es la madre de todas las pobrezas y destruye el futuro de pueblos enteros
Junto al presidente Emmanuel Macron, líderes religiosos, intelectuales, hombres y mujeres de buena voluntad se dieron cita para abordar problemáticas actuales, con especial foco en la paz y el desarme, pero también en temas como la crisis ambiental, migrantes, democracia y solidaridad. Conflicto y pobreza están íntimamente ligados, afirman. “La guerra es la madre de todas las pobrezas” y “destruye el futuro de pueblos enteros” destacan, siendo que los más afectados son los pobres a los que nadie defiende, tantas veces víctimas de la violencia de ambos bandos.
El domingo próximo, la ciudad de Buenos Aires será escenario del encuentro de diálogo y oración al que convoca localmente Sant’Egidio, haciéndose eco de la voluntad de paz de pueblos rehenes de la guerra y de la violencia, sin cauce de expresión en la mediación política.
La invitación es para personas de todas las creencias y culturas que quieran unirse a una jornada de reflexión y oración, a las 16, en la Parroquia Santa Julia, en avenida Juan B. Alberdi 1195. La Declaración Conjunta de Istiqlal, firmada en Yakarta en septiembre pasado por el papa Francisco y el gran imán de Indonesia, proclama que la religión no debe usarse nunca para justificar la violencia. El valor del diálogo interreligioso que reiteradamente destacamos desde estas columnas, afirman, “debe ser reconocido como una herramienta eficaz para resolver los conflictos locales, regionales e internacionales, especialmente aquellos causados por el abuso de la religión”.
La paz siempre es posible; la guerra no es un destino inevitable. Todos tenemos que fomentar el arte del diálogo y el encuentro, pues las conflagraciones no nos son ajenas cuando promovemos el enfrentamiento, las divisiones y los conflictos entre compatriotas. Construir la paz es uno de los mayores desafíos del mundo globalizado. Empecemos por casa, empecemos ahora.
La Comunidad de Sant’Egidio es un movimiento cristiano de laicos que se extiende por 70 países de varios continentes, unidos por la oración y el trabajo voluntario, desinteresado y gratuito por los pobres y por la paz. Los primeros pasos de Sant’Egidio en el escenario internacional fueron a principios de los años 80 en Mozambique, tras una devastadora guerra civil, y luego en el continente africano, en los Balcanes y en América Latina. La credibilidad alcanzada por sus miembros comprometidos en el diálogo y su capacidad de intervención en sectores mayormente reservados a dirigentes políticos y diplomáticos en el trabajo por la paz y la integración no tiene fronteras, al punto que algunos identifican a la Comunidad como la ONU de Trastévere, por el barrio romano donde está la sede original.
Convencidos de que la guerra es la madre de todas las pobrezas, el mes último, miembros de ese movimiento, junto con la Arquidiócesis de París, convocaron al encuentro anual en la capital francesa para “imaginar juntos la paz” dando voz a infinidad de víctimas inocentes y desplazados.
La guerra es la madre de todas las pobrezas y destruye el futuro de pueblos enteros
Junto al presidente Emmanuel Macron, líderes religiosos, intelectuales, hombres y mujeres de buena voluntad se dieron cita para abordar problemáticas actuales, con especial foco en la paz y el desarme, pero también en temas como la crisis ambiental, migrantes, democracia y solidaridad. Conflicto y pobreza están íntimamente ligados, afirman. “La guerra es la madre de todas las pobrezas” y “destruye el futuro de pueblos enteros” destacan, siendo que los más afectados son los pobres a los que nadie defiende, tantas veces víctimas de la violencia de ambos bandos.
El domingo próximo, la ciudad de Buenos Aires será escenario del encuentro de diálogo y oración al que convoca localmente Sant’Egidio, haciéndose eco de la voluntad de paz de pueblos rehenes de la guerra y de la violencia, sin cauce de expresión en la mediación política.
La invitación es para personas de todas las creencias y culturas que quieran unirse a una jornada de reflexión y oración, a las 16, en la Parroquia Santa Julia, en avenida Juan B. Alberdi 1195. La Declaración Conjunta de Istiqlal, firmada en Yakarta en septiembre pasado por el papa Francisco y el gran imán de Indonesia, proclama que la religión no debe usarse nunca para justificar la violencia. El valor del diálogo interreligioso que reiteradamente destacamos desde estas columnas, afirman, “debe ser reconocido como una herramienta eficaz para resolver los conflictos locales, regionales e internacionales, especialmente aquellos causados por el abuso de la religión”.
La paz siempre es posible; la guerra no es un destino inevitable. Todos tenemos que fomentar el arte del diálogo y el encuentro, pues las conflagraciones no nos son ajenas cuando promovemos el enfrentamiento, las divisiones y los conflictos entre compatriotas. Construir la paz es uno de los mayores desafíos del mundo globalizado. Empecemos por casa, empecemos ahora.
Es hora de acercarse al otro, ser solidarios y trabajar para superar las contiendas que tienen en las personas más desvalidas a sus principales víctimas LA NACION