San Lorenzo, tras una semana caótica, desactivó una olla a presión con un triunfo en el debut de Miguel Ángel Russo como DT
Un triunfo para descomprimir, para desactivar, al menos momentáneamente, la olla a presión en que se convirtió San Lorenzo en las últimas semanas. Jaqueado por todos lados, por la incompetencia de los dirigentes, por la apretada de una barra brava que tuvo vía libre para intimidar a los jugadores, anoche el Ciclón se dio una tregua que era impostergable. Un alivio, se verá si es o no pasajero. “Ganar era necesario, por la gente, por los jugadores, por todos”, reconoció el debutante Miguel Ángel Russo.
Como ocurre frecuentemente en el fútbol, un resultado transforma sensaciones, influye directamente sobre el ánimo. Los hinchas, que habían llegado al Nuevo Gasómetro señalando responsables y pidiendo cabezas, al final festejaron un triunfo conseguido sobre la base del esfuerzo, a puro corazón. Poniendo el cuerpo, incluso para tolerar la permisividad del árbitro Luis Lobo Medina con varios de los violentos foules de Barracas, que debió terminar con dos jugadores menos por expulsión.
Los hinchas del Ciclón llegaron al estadio movilizados por la bronca y las ganas de demostrar un repudio acumulado. Un estado de ánimo que no es reciente, viene de hace varios meses, incubado por el torpe manejo futbolístico de los dirigentes y, en consecuencia, por un equipo que expone más carencias que virtudes. Como primera medida, cuando faltaba un buen rato para que se poblaran las tribunas, las banderas fueron colgadas al revés, en un claro mensaje de rechazo al contexto general, que engloba a los escritorios y a la cancha. Los cánticos tampoco tuvieron piedad: insultos para el presidente Moretti y para jugadores “fracasados y mediocres”, incapaces de interpretar lo que los hinchas también verbalizaron a voz en cuello: “Queremos camboyanos, queremos matadores, queremos jugadores, que sientan los colores”.
Este escenario estaba lejos de sorprender a los jugadores, que en la semana, antes de una práctica, soportaron que el club les liberara las puertas a no menos de 80 barras bravas, quienes cara a cara lanzaron graves amenazas, de muerte, en caso de no ganar.
En la previa, el único reconocimiento fue para un rival, que nunca dejará de estar en el corazón de la gente: Rubén Insua, que saludó con reverencias la ovación que bajó de las tribunas. El “Gallego” prefirió quedarse solo con el afecto del público, rechazó un reconocimiento que le iban a hacer los dirigentes. No les perdona que lo hayan despedido tres meses después de haber renovado el contrato por dos años.
Lo más destacado de San Lorenzo 1 – Barracas Central 0
Preocupado por la cantidad de lesionados desde el primer día, Russo apenas si modificó la formación que venía de empatar frente a Godoy Cruz. El único cambio fue el de Remedi por Sosa. La mayor innovación del entrenador debutante estuvo desde lo simbólico, al darle a Iker Munian la cinta de capitán que llevaba Campi.
En su sexto partido, el español asumía otra responsabilidad a la ya pesada misión de darle juego y conducción a un equipo desorientado. El clima de ansiedad que había afuera se trasladó al campo. El primer tiempo fue una suma de imprecisiones, decisiones equivocadas, intenciones mal encaminadas.
El nerviosismo era patente en San Lorenzo. Obligado a llevar la iniciativa, chocó demasiado, se apuró. Barracas puso pierna fuerte, luchó en cada metro del campo. Llevó el desarrollo a la fricción y especuló con la desesperación local. Todo era muy trabado y confuso, sin situaciones de gol. Lobo Medina bajaba un nivel en la escala de rigor que debía aplicar: dejó sin amarilla a Tapia por una dura entrada a Remedi y amonestó a Herrera por un violento cruce a Irala, cuando cabía la tarjeta roja. Increíblemente, Lobo Medina ignoró en el segundo tiempo otra patada de Herrera a la pantorrilla de Muniain que merecía de sobra la segunda tarjeta amarilla. Después dejó pasar sin amonestación otro alevoso cruce de Insua a Remedi. Y para completar una noche absolutamente tendenciosa en el juzgamiento de la faltas, el árbitro también se ahorró la expulsión de Candia por una entrada en tijera desde atrás sobre Cuello, que de milagro no sufrió una lesión.
Muy contemplativo Lobo Medina con los excesos del equipo que está bajo la órbita de Claudio Tapia y su hijo Matías, presidente en ejercicio. Y el VAR (José Carreras) fue cómplice, al no convocar al juez para que revisara acciones pasibles de tarjeta roja. En la precipitación por llegar al gol de cualquier manera, San Lorenzo pidió por dos penales que no fueron: una inexistente falta sobre Muniain y una pelota que dio en las manos que Goñi tenía recogidas por detrás de la cintura.
Los silbidos acompañaron a los jugadores, camino al descanso tras el primer tiempo. La tensión se respiraba en el estadio y San Lorenzo encontró una brisa de aire fresco en el arranque de la segunda etapa. Una jugada en la que pudo hilvanar tres pases y se vio beneficiado por la mala salida del arquero Ferrario. Nahuel Bustos, un delantero que por sus condiciones debería darle más alegrías al Ciclón, alargó hacia la derecha para Cerruti, que mandó el centro para el cabezazo de Cuello, goleador (3) del equipo en el torneo.
El acierto valió una victoria. Poco importó el juego escaso, rústico en varios pasajes. Con las dosis futbolísticas del ovacionado Muniain, visiblemente emocionado en un final con desahogo. Su breve experiencia en el fútbol argentino ya la vive como una película que corta el aliento.
Un triunfo para descomprimir, para desactivar, al menos momentáneamente, la olla a presión en que se convirtió San Lorenzo en las últimas semanas. Jaqueado por todos lados, por la incompetencia de los dirigentes, por la apretada de una barra brava que tuvo vía libre para intimidar a los jugadores, anoche el Ciclón se dio una tregua que era impostergable. Un alivio, se verá si es o no pasajero. “Ganar era necesario, por la gente, por los jugadores, por todos”, reconoció el debutante Miguel Ángel Russo.
Como ocurre frecuentemente en el fútbol, un resultado transforma sensaciones, influye directamente sobre el ánimo. Los hinchas, que habían llegado al Nuevo Gasómetro señalando responsables y pidiendo cabezas, al final festejaron un triunfo conseguido sobre la base del esfuerzo, a puro corazón. Poniendo el cuerpo, incluso para tolerar la permisividad del árbitro Luis Lobo Medina con varios de los violentos foules de Barracas, que debió terminar con dos jugadores menos por expulsión.
Los hinchas del Ciclón llegaron al estadio movilizados por la bronca y las ganas de demostrar un repudio acumulado. Un estado de ánimo que no es reciente, viene de hace varios meses, incubado por el torpe manejo futbolístico de los dirigentes y, en consecuencia, por un equipo que expone más carencias que virtudes. Como primera medida, cuando faltaba un buen rato para que se poblaran las tribunas, las banderas fueron colgadas al revés, en un claro mensaje de rechazo al contexto general, que engloba a los escritorios y a la cancha. Los cánticos tampoco tuvieron piedad: insultos para el presidente Moretti y para jugadores “fracasados y mediocres”, incapaces de interpretar lo que los hinchas también verbalizaron a voz en cuello: “Queremos camboyanos, queremos matadores, queremos jugadores, que sientan los colores”.
Este escenario estaba lejos de sorprender a los jugadores, que en la semana, antes de una práctica, soportaron que el club les liberara las puertas a no menos de 80 barras bravas, quienes cara a cara lanzaron graves amenazas, de muerte, en caso de no ganar.
En la previa, el único reconocimiento fue para un rival, que nunca dejará de estar en el corazón de la gente: Rubén Insua, que saludó con reverencias la ovación que bajó de las tribunas. El “Gallego” prefirió quedarse solo con el afecto del público, rechazó un reconocimiento que le iban a hacer los dirigentes. No les perdona que lo hayan despedido tres meses después de haber renovado el contrato por dos años.
Lo más destacado de San Lorenzo 1 – Barracas Central 0
Preocupado por la cantidad de lesionados desde el primer día, Russo apenas si modificó la formación que venía de empatar frente a Godoy Cruz. El único cambio fue el de Remedi por Sosa. La mayor innovación del entrenador debutante estuvo desde lo simbólico, al darle a Iker Munian la cinta de capitán que llevaba Campi.
En su sexto partido, el español asumía otra responsabilidad a la ya pesada misión de darle juego y conducción a un equipo desorientado. El clima de ansiedad que había afuera se trasladó al campo. El primer tiempo fue una suma de imprecisiones, decisiones equivocadas, intenciones mal encaminadas.
El nerviosismo era patente en San Lorenzo. Obligado a llevar la iniciativa, chocó demasiado, se apuró. Barracas puso pierna fuerte, luchó en cada metro del campo. Llevó el desarrollo a la fricción y especuló con la desesperación local. Todo era muy trabado y confuso, sin situaciones de gol. Lobo Medina bajaba un nivel en la escala de rigor que debía aplicar: dejó sin amarilla a Tapia por una dura entrada a Remedi y amonestó a Herrera por un violento cruce a Irala, cuando cabía la tarjeta roja. Increíblemente, Lobo Medina ignoró en el segundo tiempo otra patada de Herrera a la pantorrilla de Muniain que merecía de sobra la segunda tarjeta amarilla. Después dejó pasar sin amonestación otro alevoso cruce de Insua a Remedi. Y para completar una noche absolutamente tendenciosa en el juzgamiento de la faltas, el árbitro también se ahorró la expulsión de Candia por una entrada en tijera desde atrás sobre Cuello, que de milagro no sufrió una lesión.
Muy contemplativo Lobo Medina con los excesos del equipo que está bajo la órbita de Claudio Tapia y su hijo Matías, presidente en ejercicio. Y el VAR (José Carreras) fue cómplice, al no convocar al juez para que revisara acciones pasibles de tarjeta roja. En la precipitación por llegar al gol de cualquier manera, San Lorenzo pidió por dos penales que no fueron: una inexistente falta sobre Muniain y una pelota que dio en las manos que Goñi tenía recogidas por detrás de la cintura.
Los silbidos acompañaron a los jugadores, camino al descanso tras el primer tiempo. La tensión se respiraba en el estadio y San Lorenzo encontró una brisa de aire fresco en el arranque de la segunda etapa. Una jugada en la que pudo hilvanar tres pases y se vio beneficiado por la mala salida del arquero Ferrario. Nahuel Bustos, un delantero que por sus condiciones debería darle más alegrías al Ciclón, alargó hacia la derecha para Cerruti, que mandó el centro para el cabezazo de Cuello, goleador (3) del equipo en el torneo.
El acierto valió una victoria. Poco importó el juego escaso, rústico en varios pasajes. Con las dosis futbolísticas del ovacionado Muniain, visiblemente emocionado en un final con desahogo. Su breve experiencia en el fútbol argentino ya la vive como una película que corta el aliento.
Venció 1-0 a Barracas Central en un partido con un clima muy tenso en las tribunas, de repudio hacia los dirigentes y jugadores; pésimo arbitraje de Lobo Medina, tolerante con fuertes foules visitantes LA NACION