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Camila Gastaldi, la hija mayor de Marcos Gastaldi, habla sobre los momentos difíciles de su padre, de su vínculo con Marcela Tinayre y de la música

El piano siempre estuvo ahí, acompañándola en cada una de las mudanzas que hizo Camila Gastadi (44). Para la cantante, productora de eventos y emprendedora, ese instrumento simboliza su infancia y el puntapié inicial para su investigación con respecto a la música, su gran pasión. Ubicado en la entrada de su casa de Ingeniero Maschwitz –donde vive desde hace dos años con Diego Gutiérrez, su actual marido, y con su hijo Dante (14), fruto de su anterior matrimonio–, el piano es, además, uno de los pocos objetos que Camila conserva de su padre Marcos Gastaldi, el banquero quien, a fines de los 90, formó pareja con la conductora radial y televisiva Marcela Tinayre.

La historia de amor de la hija de Mirtha Legrand y Daniel Tinayre con Marcos –por entonces, conocido como “el banquero de las celebrities” ya que el Extrader, el banco que había fundado con otros tres socios, tenía una cartera VIP de clientes– causó sensación. No bien se casaron, en 1998, Camila, Santiago, Marcos y Valeria, los cuatro hijos que el banquero había tenido con su primera mujer, María José Cantón, se ensamblaron con Nacho y Juana Viale, los hijos que Marcela había tenido con el ex diplomático Ignacio Viale. “Mis hermanos y yo nos fuimos a vivir a Barrio Parque. Fueron años divertidos: todo amor y papelitos de colores, como suelen ser todas las historias de amor al principio”, evoca Camila. Los nubarrones se instalaron después, un poco empujados por el efecto Tequila, aquella corrida económica que comenzó en México y que convirtió todo en un tembladeral. “En el tiempo que estuvo con Marcela, papá ya se había achicado económicamente. Nosotros ya habíamos tenido problemas antes. Pero, después de cada cimbronazo, él remontaba: papá era ‘Dale, dale, dale’, con el power de Highlander”, asegura Camila, una mujer resiliente, llena de energía y canciones.

–¿El origen de la prosperidad que tenían de dónde venía?

–En gran parte, de mi papá. Cuando mi abuelo paterno murió [era cónsul en el Uruguay] en un accidente automovilístico, mi abuela quedó sola criando sus ocho hijos y lo mandó papá a Buenos Aires a trabajar. Ni un mango tenía, nada, nada. Todo lo que logró fue por su propio mérito. Fue aprendiendo y escalando: él empezó vendiendo ballenitas en el tren y logró un puesto de cadete en la Bolsa de Valores. Era busca y chamuyero: aprendió a invertir, a hacer negocios. Con mi mamá, vivían en un departamento chiquito, arriba de un local de empanadas y mis abuelos maternos los ayudaban con el alquiler. La prosperidad vino de lo que él supo hacer solo. En su época de oro, papá iba a trabajar en helicóptero; llegamos a tener avión privado. Cuando yo tenía 16, mis padres se separaron, y el cambio fue drástico: con los años, hubo muchas mudanzas; de una casa más chica a otra más chiquita y a otra mas chiquita. A nosotros no nos daban explicaciones. Era lo que era. Papá hizo lo que quiso con su dinero.

–¿Cuándo te diste cuenta de que tu vida había cambiado para peor?

–El primer shock con la realidad fue en Los Ángeles, adonde fui a estudiar música en The Musicians Institute. Tenía 18 años, la ilusión de ser rockstar en un minuto y allá tuve que trabajar para pagarme el alquiler… Yo vivía en un Tupper: venía de vivir en casas con mucha ayuda y en donde las cuentas se pagaban solas. No sabía ni siquiera agarrar un cepillo para limpiar el baño. No es que esto en particular me haya traumado, pero sí empezó a mostrarme otra realidad. Pero agradezco todo lo que me pasó a lo largo de mi vida, incluso las cosas malas, porque me hicieron quien soy; gracias a eso y a un trabajo sostenido, adquirí herramientas para mejorar mi vida, para tener un propósito.

–Una de las primeras sorpresas cuando volviste de Los Ángeles fue la revolución de Bandana, el grupo en donde cantaba tu hermana Valeria.

–Sí, cuando volví, con 21 años, Bandana era furor total. [Se ríe]. El grupo había surgido en 2001. Mi hermana Valeria (hoy, de 42) no podía ni siquiera salir a la calle. Inmediatamente, yo pasé a ser “la hermana de la Bandana”. Pero ya venía con otras etiquetas previas: era la hija de Marcos Gastaldi, la hijastra de Marcela Tinayre, la nietastra de Mirtha Legrand, la hermanastra de Juana y de Nacho Viale…

–¿Te afectó el éxito descomunal que estaba viviendo Valeria?

–¡Para nada! El tipo de música que hacía Vale con Bandana no era lo que yo quería hacer: yo era más del palo del rock; más “rebel”, más disruptiva, más Guns n’ Roses. Aun así, me comparaban con mi hermana. La gente tenía la fantasía de que si era “la hija de”, todo era más fácil. Y a mí, en verdad, llevar el apellido Gastaldi no sólo no me fue fácil, sino que, en el mundo de la música, fueron todos palos en la rueda. Hoy, me rio.

-Y, ¿en ese momento?

-Hoy sé que comparar es el mal de nuestros tiempos: las redes sociales son el mejor ejemplo. Pero, en ese momento, me pesaba un montón. Como no tenía herramientas, empecé a leer de manera amateur a Deepak Choppra, David Hawkins, Joe Dispenza…

–En 2001 todo explotó. El mismo año que nació Rocco, el hijo que tu papá tuvo con Marcela, lo procesaron por administración fraudulenta y retención indebida de bienes.

–Hubo varias explosiones. Papá tuvo un récord de explosiones. Me acuerdo haber escuchado la noticia en la radio. “¿Qué? ¿Marcos Gastaldi preso?”. No entendía nada. Parecía una escena de una película. Llamaba por teléfono y nadie me daba explicaciones.

–¿Y a quiénes pedías explicaciones?

–A Marcela, a mi mamá, a todo mi entorno… “Esperá que arreglemos el lío y después vemos”, me decían. Yo tampoco me ocupé de indagar: sentí que no era un tema mío. No me hago cargo de las acciones de los demás, sino de las mías. Mi tema era acompañar a mi papá.

–No era tema tuyo, pero no dejaba de ser fuerte.

–Cuando estuvo en la cárcel de Ezeiza, todos nos señalaban con el dedo: está comprobado que criticar genera dopamina. Claro: eso lo sé hoy, que tengo 44 años, pero en ese momento, con ventipico, fue angustiante. Durante el mes que estuvo preso, fui a visitarlo: y, cuando iba, él estaba con sus cosas, escribiendo. Papá era más bien parco, pero le gustaba escribir poemas y cartas para nosotros con reflexiones y enseñanzas.

–¿Quién te sostenía a vos?

–De mi papá heredé la creatividad y mucho de su gen Highlander: eso de ir siempre para adelante sin tener miedo. En ese, momento, mi mamá [María José Cantón] y su familia, fueron un gran apoyo para mí y mis hermanos. Y Marcela, que siempre fue una roca: de manera incondicional, ella apoyó a papá en todo y en todas las etapas. Se bancó, incluso, el rollo de Francesca…

-Cuando pasó lo de Francesca [la hija que Marcos tuvo con Sol Santamarina, durante un impasse en la relación con la hija de Mirtha Legrand], vos estabas embarazada de tu hijo Dante.

-Sí, para mí fue doblemente doloroso aquel momento. Hoy, Dante y Francesca tienen 14 años: nacieron en 2010, se llevan tres meses de diferencia. Ahora se ven en juntadas, pero en su momento… ufff. Si me hubiera pasado a mí, no sé cómo habría reaccionado: Marcela lo procesó y eligió quedarse al lado de papá. Marcela tuvo un vínculo entrañable con él; a prueba de balas.

–Y también ella y su familia estuvieron cuando tu papá se enfermó…

–¡Claro! Al principio, no sabíamos qué tenía. El diagnóstico tardó en llegar [Marcos Gastaldi tuvo demencia con cuerpos de Lewy, un trastorno que engloba síntomas de Alhzeimer y del mal de Parkinson]. De haber tenido la información que hoy tengo en referencia a las terapias alternativas, un camino de sanación que inicié hace un tiempo a raíz de ataques de pánico y de un burnout que tuve, muy probablemente lo hubiera podido ayudar a tener una mejor calidad vida en su final. Si bien enfermedades tan duras y largas terminan desgastando a las personas, tanto mis hermanos como Marcela, Juana, Nacho, Rocco y Ámbar, todos fueron de fierro. A su manera, tuvieron con él un vínculo entrañable.

–¿Mantenés ese vínculo hoy?

–En las familias, las relaciones van y vienen: a veces, coincidís y otras, no. Así como el vínculo con mis hermanos es lo más importante en mi vida, la relación que tengo con los Tinayre-Viale es inalterable y sagrada. Es una relación genuina, natural y no forzada. Ninguno tiene obligaciones para con el otro, aun así nos elegimos. Yo los elijo como familia. A pesar de que se muestra reservado, Nacho es supercariñoso. Juana es divertida y admiro su libertad: si quiere hacer teatro, hace teatro y me encanta. Marcela sigue estando presente en mi vida. Nos elegimos. Es divertida, excelente anfitriona y tiene una capacidad de conversación increíble. Marcela sigue estando en cada momento importante: desde mi casamiento con Diego –en donde dio un discurso increíble– hasta cada cumpleaños de mi hijo Dante, pasando por los eventos que organizo y la música que compongo.

-¿Y también con Mirtha?

-Desde ya. Mirtha es lo más. Cuatro días antes de mi casamiento, la llamé a Marcela para preguntarle si su madre querría venir a la ceremonia. “Llamala vos”, me dijo Marcela. ¡Y Mirtha vino! La amé. Admiro profundamente a esa mujer, que no para. Sus ganas, su predisposición y la energía que le imprime a todo lo que hace me conmueven. No tengo más que gratitud con ellos: de todos aprendí muchísimo.

-¿De qué se trata el Wellness Fest que estás organizando para el 2 de noviembre?

–Es el resultado de mi búsqueda personal por encontrar la salud en mente, cuerpo y alma. En esta segunda edición, habrá muchas disciplinas alternativas para que la gente venga, pruebe y sume a su caja de herramientas y, así, tener mejor calidad de vida. A raíz de esos ataques de pánico y del burnout que tuve, yo me puse a investigar cómo sanar mi ansiedad: cuando el cuerpo manifiesta síntomas y la medicina tradicional no te ayuda, como me pasó a mí, hay que ponerse a buscar y buscar. Es hoy puedo decir que lo que me pasó en mi vida me fue preparando para mi presente. Amo mi presente. Y siento que compartir lo que aprendí es mi propósito. Junto con mis socias, estoy convencida de que esas experiencias posibilitan un impacto positivo en nuestro metro cuadrado. Y, si mejorás tu metro cuadrado, mejorarás también el de tu entorno.

Producción: Paola Reyes Maquillaje y peinado: Joaquina Espínola @joaquinamakeupartist Agradecimientos: @mirtaarmestook y @oggizapatos

El piano siempre estuvo ahí, acompañándola en cada una de las mudanzas que hizo Camila Gastadi (44). Para la cantante, productora de eventos y emprendedora, ese instrumento simboliza su infancia y el puntapié inicial para su investigación con respecto a la música, su gran pasión. Ubicado en la entrada de su casa de Ingeniero Maschwitz –donde vive desde hace dos años con Diego Gutiérrez, su actual marido, y con su hijo Dante (14), fruto de su anterior matrimonio–, el piano es, además, uno de los pocos objetos que Camila conserva de su padre Marcos Gastaldi, el banquero quien, a fines de los 90, formó pareja con la conductora radial y televisiva Marcela Tinayre.

La historia de amor de la hija de Mirtha Legrand y Daniel Tinayre con Marcos –por entonces, conocido como “el banquero de las celebrities” ya que el Extrader, el banco que había fundado con otros tres socios, tenía una cartera VIP de clientes– causó sensación. No bien se casaron, en 1998, Camila, Santiago, Marcos y Valeria, los cuatro hijos que el banquero había tenido con su primera mujer, María José Cantón, se ensamblaron con Nacho y Juana Viale, los hijos que Marcela había tenido con el ex diplomático Ignacio Viale. “Mis hermanos y yo nos fuimos a vivir a Barrio Parque. Fueron años divertidos: todo amor y papelitos de colores, como suelen ser todas las historias de amor al principio”, evoca Camila. Los nubarrones se instalaron después, un poco empujados por el efecto Tequila, aquella corrida económica que comenzó en México y que convirtió todo en un tembladeral. “En el tiempo que estuvo con Marcela, papá ya se había achicado económicamente. Nosotros ya habíamos tenido problemas antes. Pero, después de cada cimbronazo, él remontaba: papá era ‘Dale, dale, dale’, con el power de Highlander”, asegura Camila, una mujer resiliente, llena de energía y canciones.

–¿El origen de la prosperidad que tenían de dónde venía?

–En gran parte, de mi papá. Cuando mi abuelo paterno murió [era cónsul en el Uruguay] en un accidente automovilístico, mi abuela quedó sola criando sus ocho hijos y lo mandó papá a Buenos Aires a trabajar. Ni un mango tenía, nada, nada. Todo lo que logró fue por su propio mérito. Fue aprendiendo y escalando: él empezó vendiendo ballenitas en el tren y logró un puesto de cadete en la Bolsa de Valores. Era busca y chamuyero: aprendió a invertir, a hacer negocios. Con mi mamá, vivían en un departamento chiquito, arriba de un local de empanadas y mis abuelos maternos los ayudaban con el alquiler. La prosperidad vino de lo que él supo hacer solo. En su época de oro, papá iba a trabajar en helicóptero; llegamos a tener avión privado. Cuando yo tenía 16, mis padres se separaron, y el cambio fue drástico: con los años, hubo muchas mudanzas; de una casa más chica a otra más chiquita y a otra mas chiquita. A nosotros no nos daban explicaciones. Era lo que era. Papá hizo lo que quiso con su dinero.

–¿Cuándo te diste cuenta de que tu vida había cambiado para peor?

–El primer shock con la realidad fue en Los Ángeles, adonde fui a estudiar música en The Musicians Institute. Tenía 18 años, la ilusión de ser rockstar en un minuto y allá tuve que trabajar para pagarme el alquiler… Yo vivía en un Tupper: venía de vivir en casas con mucha ayuda y en donde las cuentas se pagaban solas. No sabía ni siquiera agarrar un cepillo para limpiar el baño. No es que esto en particular me haya traumado, pero sí empezó a mostrarme otra realidad. Pero agradezco todo lo que me pasó a lo largo de mi vida, incluso las cosas malas, porque me hicieron quien soy; gracias a eso y a un trabajo sostenido, adquirí herramientas para mejorar mi vida, para tener un propósito.

–Una de las primeras sorpresas cuando volviste de Los Ángeles fue la revolución de Bandana, el grupo en donde cantaba tu hermana Valeria.

–Sí, cuando volví, con 21 años, Bandana era furor total. [Se ríe]. El grupo había surgido en 2001. Mi hermana Valeria (hoy, de 42) no podía ni siquiera salir a la calle. Inmediatamente, yo pasé a ser “la hermana de la Bandana”. Pero ya venía con otras etiquetas previas: era la hija de Marcos Gastaldi, la hijastra de Marcela Tinayre, la nietastra de Mirtha Legrand, la hermanastra de Juana y de Nacho Viale…

–¿Te afectó el éxito descomunal que estaba viviendo Valeria?

–¡Para nada! El tipo de música que hacía Vale con Bandana no era lo que yo quería hacer: yo era más del palo del rock; más “rebel”, más disruptiva, más Guns n’ Roses. Aun así, me comparaban con mi hermana. La gente tenía la fantasía de que si era “la hija de”, todo era más fácil. Y a mí, en verdad, llevar el apellido Gastaldi no sólo no me fue fácil, sino que, en el mundo de la música, fueron todos palos en la rueda. Hoy, me rio.

-Y, ¿en ese momento?

-Hoy sé que comparar es el mal de nuestros tiempos: las redes sociales son el mejor ejemplo. Pero, en ese momento, me pesaba un montón. Como no tenía herramientas, empecé a leer de manera amateur a Deepak Choppra, David Hawkins, Joe Dispenza…

–En 2001 todo explotó. El mismo año que nació Rocco, el hijo que tu papá tuvo con Marcela, lo procesaron por administración fraudulenta y retención indebida de bienes.

–Hubo varias explosiones. Papá tuvo un récord de explosiones. Me acuerdo haber escuchado la noticia en la radio. “¿Qué? ¿Marcos Gastaldi preso?”. No entendía nada. Parecía una escena de una película. Llamaba por teléfono y nadie me daba explicaciones.

–¿Y a quiénes pedías explicaciones?

–A Marcela, a mi mamá, a todo mi entorno… “Esperá que arreglemos el lío y después vemos”, me decían. Yo tampoco me ocupé de indagar: sentí que no era un tema mío. No me hago cargo de las acciones de los demás, sino de las mías. Mi tema era acompañar a mi papá.

–No era tema tuyo, pero no dejaba de ser fuerte.

–Cuando estuvo en la cárcel de Ezeiza, todos nos señalaban con el dedo: está comprobado que criticar genera dopamina. Claro: eso lo sé hoy, que tengo 44 años, pero en ese momento, con ventipico, fue angustiante. Durante el mes que estuvo preso, fui a visitarlo: y, cuando iba, él estaba con sus cosas, escribiendo. Papá era más bien parco, pero le gustaba escribir poemas y cartas para nosotros con reflexiones y enseñanzas.

–¿Quién te sostenía a vos?

–De mi papá heredé la creatividad y mucho de su gen Highlander: eso de ir siempre para adelante sin tener miedo. En ese, momento, mi mamá [María José Cantón] y su familia, fueron un gran apoyo para mí y mis hermanos. Y Marcela, que siempre fue una roca: de manera incondicional, ella apoyó a papá en todo y en todas las etapas. Se bancó, incluso, el rollo de Francesca…

-Cuando pasó lo de Francesca [la hija que Marcos tuvo con Sol Santamarina, durante un impasse en la relación con la hija de Mirtha Legrand], vos estabas embarazada de tu hijo Dante.

-Sí, para mí fue doblemente doloroso aquel momento. Hoy, Dante y Francesca tienen 14 años: nacieron en 2010, se llevan tres meses de diferencia. Ahora se ven en juntadas, pero en su momento… ufff. Si me hubiera pasado a mí, no sé cómo habría reaccionado: Marcela lo procesó y eligió quedarse al lado de papá. Marcela tuvo un vínculo entrañable con él; a prueba de balas.

–Y también ella y su familia estuvieron cuando tu papá se enfermó…

–¡Claro! Al principio, no sabíamos qué tenía. El diagnóstico tardó en llegar [Marcos Gastaldi tuvo demencia con cuerpos de Lewy, un trastorno que engloba síntomas de Alhzeimer y del mal de Parkinson]. De haber tenido la información que hoy tengo en referencia a las terapias alternativas, un camino de sanación que inicié hace un tiempo a raíz de ataques de pánico y de un burnout que tuve, muy probablemente lo hubiera podido ayudar a tener una mejor calidad vida en su final. Si bien enfermedades tan duras y largas terminan desgastando a las personas, tanto mis hermanos como Marcela, Juana, Nacho, Rocco y Ámbar, todos fueron de fierro. A su manera, tuvieron con él un vínculo entrañable.

–¿Mantenés ese vínculo hoy?

–En las familias, las relaciones van y vienen: a veces, coincidís y otras, no. Así como el vínculo con mis hermanos es lo más importante en mi vida, la relación que tengo con los Tinayre-Viale es inalterable y sagrada. Es una relación genuina, natural y no forzada. Ninguno tiene obligaciones para con el otro, aun así nos elegimos. Yo los elijo como familia. A pesar de que se muestra reservado, Nacho es supercariñoso. Juana es divertida y admiro su libertad: si quiere hacer teatro, hace teatro y me encanta. Marcela sigue estando presente en mi vida. Nos elegimos. Es divertida, excelente anfitriona y tiene una capacidad de conversación increíble. Marcela sigue estando en cada momento importante: desde mi casamiento con Diego –en donde dio un discurso increíble– hasta cada cumpleaños de mi hijo Dante, pasando por los eventos que organizo y la música que compongo.

-¿Y también con Mirtha?

-Desde ya. Mirtha es lo más. Cuatro días antes de mi casamiento, la llamé a Marcela para preguntarle si su madre querría venir a la ceremonia. “Llamala vos”, me dijo Marcela. ¡Y Mirtha vino! La amé. Admiro profundamente a esa mujer, que no para. Sus ganas, su predisposición y la energía que le imprime a todo lo que hace me conmueven. No tengo más que gratitud con ellos: de todos aprendí muchísimo.

-¿De qué se trata el Wellness Fest que estás organizando para el 2 de noviembre?

–Es el resultado de mi búsqueda personal por encontrar la salud en mente, cuerpo y alma. En esta segunda edición, habrá muchas disciplinas alternativas para que la gente venga, pruebe y sume a su caja de herramientas y, así, tener mejor calidad de vida. A raíz de esos ataques de pánico y del burnout que tuve, yo me puse a investigar cómo sanar mi ansiedad: cuando el cuerpo manifiesta síntomas y la medicina tradicional no te ayuda, como me pasó a mí, hay que ponerse a buscar y buscar. Es hoy puedo decir que lo que me pasó en mi vida me fue preparando para mi presente. Amo mi presente. Y siento que compartir lo que aprendí es mi propósito. Junto con mis socias, estoy convencida de que esas experiencias posibilitan un impacto positivo en nuestro metro cuadrado. Y, si mejorás tu metro cuadrado, mejorarás también el de tu entorno.

Producción: Paola Reyes Maquillaje y peinado: Joaquina Espínola @joaquinamakeupartist Agradecimientos: @mirtaarmestook y @oggizapatos

 La cantante y productora de eventos nos recibe en su casa de Maschwitz y nos cuenta cómo resignificó su vida  LA NACION

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