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Un premio Nobel en la Argentina: el médico que descubrió el virus que causa una enfermedad hepática crónica

La hepatitis C es, para Harvey Alter, premio Nobel de Medicina 2020, la primera enfermedad crónica que se puede curar. Así lo afirma, nada más ni nada menos, que el médico que hace medio siglo demostró que existía un virus que causaba una infección del hígado que no era hepatitis A ni B. Sin embargo, reitera, como lo hizo al recibir la distinción, que la cura de la infección causada por el virus de la hepatitis C (VHC) dejó de ser un asunto de la ciencia o la medicina, sino que es político, corporativo y moral.

“El problema, ahora, no está en tratar a un paciente. Si una persona tiene hepatitis C, en 12 semanas, o quizás ocho, va a estar curada. ¿Por qué no está sucediendo eso? Porque el 40% de los portadores del virus desconoce que lo tiene y se sienten bien. Pero en 30 o 40 años, pueden morir por enfermedad hepática”, explica Alter. “El problema, hoy, es encontrar a esas personas que son portadores silenciosos y tratarlos –continúa–. Quienes saben que tienen hepatitis C están recibiendo tratamiento, pero están todas esas otras personas que no. Eso demanda dinero, organización y logística, pero es posible hacerlo.”

Después de un breve descanso del vuelo con el que llegó temprano a Buenos Aires, Alter recibe a LA NACIÓN en un hotel de Recoleta, donde está alojado. A los 89 años, dice que quiere escribir un segundo poema sobre la frustración. El primero lo redactó hacia finales de la década del 80 cuando aún faltaba un test capaz de detectar la presencia del virus en sangre: “¿era real o una ilusión?”, se preguntaba, entonces. Ahora, con el conocimiento y las herramientas de detección y tratamiento disponibles en el mundo, le apena la falta de acción.

“Mi sueño sería ver que más países eliminan la hepatitis C. Saber que se puede lograr y no se está haciendo es algo frustrante”, dice el virólogo. “Sabemos mucho del virus. Lo que no tenemos es una vacuna y los investigadores están trabajando en lograrla. Pero, aun así, los tratamientos disponibles demostraron su efectividad. Cuanto más tiempo perdamos, más personas van a enfermar –continúa–. Esta es la primera enfermedad crónica que se puede curar y si se tiene esa posibilidad, hay que usarla.”

Academia

Este jueves, en una sesión pública extraordinaria de la Academia Nacional de Medicina (ANM), recibirá de manos del presidente, académico Miguel Podestá, la medalla y el diploma que acredita su incorporación como Miembro Honorario Extranjero. Alter será el 13° premio Nobel que ingresa a la institución con la máxima categoría para un profesional de otro país.

Lo presentará Juan Antonio Mazzei, expresidente de la ANM. Alter es miembro de más de una decena de sociedades científicas de hematología, hepatología, transfusiones sanguíneas y medicina interna. Más de 50 revistas científicas internacionales lo cuentan entre sus comités de revisión o edición. Su nombre aparece en 410 investigaciones publicadas desde 1964.

“Su tarea en el departamento de Medicina Transfusional de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por su sigla en inglés) de Estados Unidos ha sido una contribución crucial en el descubrimiento de los virus de las hepatitis”, destacó Mazzei.

Formación

Alter nació en Nueva York en 1935. Estudió Medicina en la Universidad de Rochester y obtuvo su título de grado en 1960. Después de la residencia hospitalaria, ingresó a los NIH, donde aún asiste una vez por semana. Ahí, en 1964, descubrieron con Baruch Blumberg el antígeno australiano, que no solo permitió aislar el virus de la hepatitis B (VHB) sino, también, descubrir otro virus a principio de la década del 70 que causaba una infección hepática asociada con las transfusiones de sangre. Era el VHC, que causaba hepatitis agudas, crónicas, cirrosis y cánceres de hígado.

Su trabajo, que se fue nutriendo con el de otros colegas, determinó la importancia de la calidad del donante de sangre para reducir el riesgo de transmisión y abrió camino a la aparición de análisis de sangre suficientemente sensibles para detectar la presencia del virus y el desarrollo de terapias antivirales.

En ese proceso, en Estados Unidos, el riesgo de transmisión del VHC bajó del 33% durante los años 70 a casi el 0% ya en 1997 con una prueba de segunda generación incorporada a un programa de detección del VHC en donantes de los bancos de sangre. Eso, en una estimación del propio Alter, permitió prevenir unos 2,4 millones de casos extra de infección por VHC entre 1990 y 2010.

La infección

A diferencia de los virus de hepatitis A o B, el VHC se mantiene en el plasma sanguíneo una vez que ingresa al organismo. Define que la principal vía de transmisión hoy es el intercambio de jeringas contaminadas al consumir drogas inyectables, sobre todo en los consumidores experimentales. Con las transfusiones u otros procedimientos ocurre si no se realizan con las medidas de seguridad adecuadas. “Tener buenas prácticas en medicina, como hay en Estados Unidos o la Argentina, favorecen la prevención”, señala Alter. Comenta, a la vez, que “son muy raros” los casos de transmisión por vía sexual o de madre a hijo durante el embarazo (vertical).

Destaca de la Argentina la formación profesional en hematología y hepatología, incluido el campo de los trasplantes hepáticos. “A los médicos jóvenes, “que aprenden sobre la hepatitis C en la facultad”, les pide involucrarse en las medidas conocidas para erradicar la infección. “Con tasas de curación cercanas al 100%, una vez identificado el virus, nadie debería desarrollar cirrosis ni morir por secuelas de hepatitis C”, reafirma Alter, que participa en un grupo de Naciones Unidas de referentes de 60 países para erradicar la enfermedad.

Enumera la baja detección (el 50% de las infecciones pasan inadvertidas hasta dar algún síntoma), los problemas para que los portadores del VHC accedan a los antivirales y, donde no hay programas de cobertura y el alto costo de esas terapias “efectivas” son los principales obstáculos para “curar a millones”.

Esa deuda, para él, también alcanza a la hepatitis B. Para erradicar ambas, sostiene que los países tienen que alcanzar coberturas de más del 95% con la vacuna contra el VHB (el calendario nacional prevé la dosis neonatal), detectar a “casi todos” los portadores del VHC con una pesquisa universal y, en el caso de obtener un resultado positivo, proveer el tratamiento antiviral y lograr que lo cumpla más del 90% de esa población.

A lo largo de la entrevista, menciona varias veces el éxito de Egipto con esas medidas y donde se involucró de manera directa. “Testearon 60 millones de personas, hallaron 2 millones que eran positivas para el VHC y las curaron. La hepatitis C en Egipto está casi eliminada”, comenta. “En los demás países –agrega e incluye en la lista a Estados Unidos–, se puede hacer lo mismo. Muchos estudios demuestran que tratar a los pacientes con VHC es costo efectivo: demanda dinero al principio, pero luego evita trasplantes hepático, carcinomas de hígado, tratar pacientes con cirrosis durante 10 años. No hay duda de que reduce costos para los sistemas de salud. A veces, eso es difícil verlo para un político porque [el resultado] no es inmediato.”

La hepatitis C es, para Harvey Alter, premio Nobel de Medicina 2020, la primera enfermedad crónica que se puede curar. Así lo afirma, nada más ni nada menos, que el médico que hace medio siglo demostró que existía un virus que causaba una infección del hígado que no era hepatitis A ni B. Sin embargo, reitera, como lo hizo al recibir la distinción, que la cura de la infección causada por el virus de la hepatitis C (VHC) dejó de ser un asunto de la ciencia o la medicina, sino que es político, corporativo y moral.

“El problema, ahora, no está en tratar a un paciente. Si una persona tiene hepatitis C, en 12 semanas, o quizás ocho, va a estar curada. ¿Por qué no está sucediendo eso? Porque el 40% de los portadores del virus desconoce que lo tiene y se sienten bien. Pero en 30 o 40 años, pueden morir por enfermedad hepática”, explica Alter. “El problema, hoy, es encontrar a esas personas que son portadores silenciosos y tratarlos –continúa–. Quienes saben que tienen hepatitis C están recibiendo tratamiento, pero están todas esas otras personas que no. Eso demanda dinero, organización y logística, pero es posible hacerlo.”

Después de un breve descanso del vuelo con el que llegó temprano a Buenos Aires, Alter recibe a LA NACIÓN en un hotel de Recoleta, donde está alojado. A los 89 años, dice que quiere escribir un segundo poema sobre la frustración. El primero lo redactó hacia finales de la década del 80 cuando aún faltaba un test capaz de detectar la presencia del virus en sangre: “¿era real o una ilusión?”, se preguntaba, entonces. Ahora, con el conocimiento y las herramientas de detección y tratamiento disponibles en el mundo, le apena la falta de acción.

“Mi sueño sería ver que más países eliminan la hepatitis C. Saber que se puede lograr y no se está haciendo es algo frustrante”, dice el virólogo. “Sabemos mucho del virus. Lo que no tenemos es una vacuna y los investigadores están trabajando en lograrla. Pero, aun así, los tratamientos disponibles demostraron su efectividad. Cuanto más tiempo perdamos, más personas van a enfermar –continúa–. Esta es la primera enfermedad crónica que se puede curar y si se tiene esa posibilidad, hay que usarla.”

Academia

Este jueves, en una sesión pública extraordinaria de la Academia Nacional de Medicina (ANM), recibirá de manos del presidente, académico Miguel Podestá, la medalla y el diploma que acredita su incorporación como Miembro Honorario Extranjero. Alter será el 13° premio Nobel que ingresa a la institución con la máxima categoría para un profesional de otro país.

Lo presentará Juan Antonio Mazzei, expresidente de la ANM. Alter es miembro de más de una decena de sociedades científicas de hematología, hepatología, transfusiones sanguíneas y medicina interna. Más de 50 revistas científicas internacionales lo cuentan entre sus comités de revisión o edición. Su nombre aparece en 410 investigaciones publicadas desde 1964.

“Su tarea en el departamento de Medicina Transfusional de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por su sigla en inglés) de Estados Unidos ha sido una contribución crucial en el descubrimiento de los virus de las hepatitis”, destacó Mazzei.

Formación

Alter nació en Nueva York en 1935. Estudió Medicina en la Universidad de Rochester y obtuvo su título de grado en 1960. Después de la residencia hospitalaria, ingresó a los NIH, donde aún asiste una vez por semana. Ahí, en 1964, descubrieron con Baruch Blumberg el antígeno australiano, que no solo permitió aislar el virus de la hepatitis B (VHB) sino, también, descubrir otro virus a principio de la década del 70 que causaba una infección hepática asociada con las transfusiones de sangre. Era el VHC, que causaba hepatitis agudas, crónicas, cirrosis y cánceres de hígado.

Su trabajo, que se fue nutriendo con el de otros colegas, determinó la importancia de la calidad del donante de sangre para reducir el riesgo de transmisión y abrió camino a la aparición de análisis de sangre suficientemente sensibles para detectar la presencia del virus y el desarrollo de terapias antivirales.

En ese proceso, en Estados Unidos, el riesgo de transmisión del VHC bajó del 33% durante los años 70 a casi el 0% ya en 1997 con una prueba de segunda generación incorporada a un programa de detección del VHC en donantes de los bancos de sangre. Eso, en una estimación del propio Alter, permitió prevenir unos 2,4 millones de casos extra de infección por VHC entre 1990 y 2010.

La infección

A diferencia de los virus de hepatitis A o B, el VHC se mantiene en el plasma sanguíneo una vez que ingresa al organismo. Define que la principal vía de transmisión hoy es el intercambio de jeringas contaminadas al consumir drogas inyectables, sobre todo en los consumidores experimentales. Con las transfusiones u otros procedimientos ocurre si no se realizan con las medidas de seguridad adecuadas. “Tener buenas prácticas en medicina, como hay en Estados Unidos o la Argentina, favorecen la prevención”, señala Alter. Comenta, a la vez, que “son muy raros” los casos de transmisión por vía sexual o de madre a hijo durante el embarazo (vertical).

Destaca de la Argentina la formación profesional en hematología y hepatología, incluido el campo de los trasplantes hepáticos. “A los médicos jóvenes, “que aprenden sobre la hepatitis C en la facultad”, les pide involucrarse en las medidas conocidas para erradicar la infección. “Con tasas de curación cercanas al 100%, una vez identificado el virus, nadie debería desarrollar cirrosis ni morir por secuelas de hepatitis C”, reafirma Alter, que participa en un grupo de Naciones Unidas de referentes de 60 países para erradicar la enfermedad.

Enumera la baja detección (el 50% de las infecciones pasan inadvertidas hasta dar algún síntoma), los problemas para que los portadores del VHC accedan a los antivirales y, donde no hay programas de cobertura y el alto costo de esas terapias “efectivas” son los principales obstáculos para “curar a millones”.

Esa deuda, para él, también alcanza a la hepatitis B. Para erradicar ambas, sostiene que los países tienen que alcanzar coberturas de más del 95% con la vacuna contra el VHB (el calendario nacional prevé la dosis neonatal), detectar a “casi todos” los portadores del VHC con una pesquisa universal y, en el caso de obtener un resultado positivo, proveer el tratamiento antiviral y lograr que lo cumpla más del 90% de esa población.

A lo largo de la entrevista, menciona varias veces el éxito de Egipto con esas medidas y donde se involucró de manera directa. “Testearon 60 millones de personas, hallaron 2 millones que eran positivas para el VHC y las curaron. La hepatitis C en Egipto está casi eliminada”, comenta. “En los demás países –agrega e incluye en la lista a Estados Unidos–, se puede hacer lo mismo. Muchos estudios demuestran que tratar a los pacientes con VHC es costo efectivo: demanda dinero al principio, pero luego evita trasplantes hepático, carcinomas de hígado, tratar pacientes con cirrosis durante 10 años. No hay duda de que reduce costos para los sistemas de salud. A veces, eso es difícil verlo para un político porque [el resultado] no es inmediato.”

 Harvey Alter ganó la distinción en 2020; de visita en el país, hoy será reconocido por la Academia Nacional de Medicina; “mi sueño sería ver que más países eliminan la hepatitis C”, dice  LA NACION

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