Día del Maestro: la docente que inspiró a sus alumnos a crear un inusual método para combatir un problema ambiental
María del Valle Figueroa es docente desde hace 13 años y hoy festejará su día. Empezó su formación a los 27 y hoy, con 44, logró, junto a sus alumnos de quinto grado del escuela pública Ignacio Fermín Rodríguez, un avance científico que puede tener un impacto directo en el ambiente: descomponer las colillas de los cigarrillos de forma más rápida gracias a la incorporación de un hongo en el proceso.
En parte, su idea surgió gracias a que también cursa la asignatura de Fitopatología, en la carrera de Ingeniería Agronómica, que estudia las enfermedades de las plantas. En el aula del colegio, donde surgió el experimento, empezaron trabajando con microorganismos. Los alumnos pudieron conocer las características de bacterias, virus y hongos. “Los que más les llamaron la atención fueron los hongos. Y durante ese trabajo conocimos el concepto de biorremediación, pero respecto de las bacterias que pueden alimentarse o descomponer plástico y petróleo”, detalló Del Valle Figueroa en diálogo con LA NACIÓN.
La biorremediación es un proceso que utiliza a estos organismos —hongos, plantas, enzimas— para recuperar un medio ambiente alterado por contaminantes. En la escuela estaban realizando, a la par, un proyecto sobre gestión de residuos. Con los alumnos salieron a recorrer el barrio de Pompeya, y así notaron la cantidad de colillas de cigarrillos en la calle. “Esa observación salió, más que nada, de mí, porque no quería que nos quedemos en el común de las botellas, del plástico, de todo lo que podemos encontrar en la vía pública, sino esto que nadie veía. Y los chicos se dieron cuenta de que había muchísimas [colillas]”, continuó. Les dio una consigna: mirar eso que en lo cotidiano se escapa, dijo.
Después de identificar el problema, empezaron a analizar las características de estos contaminantes y a recolectarlos. Se contactaron con una ONG, EcoTierra, que desde marzo de 2017 organiza la campaña “Ojo con la colilla”: confecciona cestos para su disposición, impulsan proyectos de ley, elaboran contenido educativo, realizan jornadas de limpieza, entre otros. Desde ahí les acercaron bibliografía e información sobre los filtros de cigarrillos.
“Con esa información pudimos trabajar sobre su composición, su toxicidad, cuán dañino es para el ambiente [contamina aire, suelo y agua], y todos los aspectos perjudiciales que tienen las colillas en la vía pública. Generalmente, se tiran en la vereda, donde terminan yéndose por los desagües”, explicó.
Con los alumnos empezaron a recolectarlas, hicieron una campaña propia de concientización, en Pompeya también. Usaron carteles que explicaban los riesgos de fumar, y escribieron una canción. Y después, cuando vieron que tenían que dejar las colillas que juntaban en el “relleno sanitario más cercano”, se enteraron de que, en realidad, todavía no existe un tratamiento para descomponerlas.
“La ONG nos pasó un contacto con un agente de México que está tratando de hacer un tratamiento con las colillas, pero acá todavía no hay ninguno. Entonces, ahí unimos los conceptos que teníamos sobre biorremediación”, agregó. En clase estaban trabajando con champiñones gírgolas, que, comentó, al ser comestibles son los más accesibles.
Se dieron cuenta de que el pleurotus ostreatus, su nombre científico, crece en los troncos de los árboles, y unieron los conceptos: la colilla del cigarrillo está formada por papel. El papel tiene celulosa. También contiene hojas de tabaco triturado. “Nos preguntamos, ¿podría el hongo comerse una colilla? Así que hicimos un cultivo de gírgolas. Nuestra hipótesis era que si el hongo se alimentaba de celulosa, era muy probable que también pudiese alimentarse de la colilla”, remarcó, y agregó que, por otra parte, el filtro no es degradable, ya que está compuesto de celulosa y acetato, “una especie de plástico”.
Hacer algo nuevo
Por este proyecto los chicos recibieron un premio y una mención del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), tras su participación en la Feria de Ciencias de la ciudad, en donde se presentaron más de 200 proyectos. Además, fueron elegidos para representar a la Capital en el área de ciencias de la instancia nacional, que se va a hacer en Córdoba durante los primeros días de noviembre.
“Creo que lo más lindo de todo esto es que nos jugamos a hacer algo nuevo. Yo no tenía la certeza de que realmente iba a ser así [el resultado], porque cuando trabajás con seres vivos hay variables que no se pueden controlar, y ese fue el punto más difícil. Por eso, cuando vi que el hongo empezó a colonizar la colilla, para mí fue toda una alegría”, recordó.
Sus explicaciones están cargadas de entusiasmo y asombro científicos: “En este caso tratamos de replicar lo que naturalmente hace el hongo con el tronco de un árbol. Pero, cuando un investigador tiene un diseño experimental, no sabe cuáles van a ser las conclusiones “.
Con este trabajo, los alumnos aprendieron a observar. Escribieron informes, mejoraron la oralidad, practicaron la argumentación en las puestas en común y, como destacó Del Valle Figueroa, empezaron a cuestionarse: “¿Por qué digo tal cosa? ¿Por qué pienso tal otra? Confrontarlo con lo que piensa el otro, debatir y llegar a una conclusión, cosa que no es tan fácil en un grupo”.
Su forma de enseñar se condice con lo que dijo Jorge Macri, jefe de gobierno porteño, en la apertura de sesiones ordinarias de la Legislatura: “Lo que los chicos necesitan aprender en las escuelas, cambió. Por eso mismo las escuelas también tienen que cambiar y dar nuevas respuestas”.
De hecho, ella se describe como alguien que no sigue la estructura tradicional: “Trato de salir de la escuela, que haya un contacto con la realidad, que no quede dentro de los límites del aula”.
La motivación que generó en los chicos fue notable. Hoy la intención es que el proyecto siga, con la ayuda de biólogos del Paseo Ambiental del Sur, un espacio en Villa Soldati que, además de ser un recorrido al aire libre, también ofrece información sobre temas ambientales de la ciudad.
Además, hicieron una articulación con una escuela técnica, porque todavía quedan cuestiones por investigar, por ejemplo, si el hongo absorbe los tóxicos. La teoría principal es que sí, ya que bajó notoriamente la intensidad del olor de la colilla con la interacción con las gírgolas. Ahora tienen que estudiar qué pasa con el hongo en sí: si sigue siendo comestible, si transforma las sustancias en otra cosa.
“La idea es magnificarlo de alguna manera y probar cada vez con una mayor cantidad de colillas. Nosotros lo hicimos con una cantidad reducida, y queremos llevarlo como propuesta para dar un tratamiento a los desechos, que hoy no existe”, sostuvo.
Como maestra, uno de sus mayores objetivos es que los chicos sigan sus estudios “como posibilidad de tener una vida mejor”. Algunos de sus alumnos tienen que lidiar con situaciones difíciles en el ambiente familiar, y ella quiere que el estudio les abra oportunidades. “Creo que esa es la función que uno tiene, abrirles puertas y decirles que se puede. Y creo que siempre dejo ese mensaje: que se trabajó muchísimo, que se dejó todo y que eso tuvo su recompensa. A veces no llega enseguida, y hay que insistir. Y siempre les pido eso, que insistan, que muchas veces van a sentir que no se puede, pero que sepan que sí, que se puede”, concluyó.
María del Valle Figueroa es docente desde hace 13 años y hoy festejará su día. Empezó su formación a los 27 y hoy, con 44, logró, junto a sus alumnos de quinto grado del escuela pública Ignacio Fermín Rodríguez, un avance científico que puede tener un impacto directo en el ambiente: descomponer las colillas de los cigarrillos de forma más rápida gracias a la incorporación de un hongo en el proceso.
En parte, su idea surgió gracias a que también cursa la asignatura de Fitopatología, en la carrera de Ingeniería Agronómica, que estudia las enfermedades de las plantas. En el aula del colegio, donde surgió el experimento, empezaron trabajando con microorganismos. Los alumnos pudieron conocer las características de bacterias, virus y hongos. “Los que más les llamaron la atención fueron los hongos. Y durante ese trabajo conocimos el concepto de biorremediación, pero respecto de las bacterias que pueden alimentarse o descomponer plástico y petróleo”, detalló Del Valle Figueroa en diálogo con LA NACIÓN.
La biorremediación es un proceso que utiliza a estos organismos —hongos, plantas, enzimas— para recuperar un medio ambiente alterado por contaminantes. En la escuela estaban realizando, a la par, un proyecto sobre gestión de residuos. Con los alumnos salieron a recorrer el barrio de Pompeya, y así notaron la cantidad de colillas de cigarrillos en la calle. “Esa observación salió, más que nada, de mí, porque no quería que nos quedemos en el común de las botellas, del plástico, de todo lo que podemos encontrar en la vía pública, sino esto que nadie veía. Y los chicos se dieron cuenta de que había muchísimas [colillas]”, continuó. Les dio una consigna: mirar eso que en lo cotidiano se escapa, dijo.
Después de identificar el problema, empezaron a analizar las características de estos contaminantes y a recolectarlos. Se contactaron con una ONG, EcoTierra, que desde marzo de 2017 organiza la campaña “Ojo con la colilla”: confecciona cestos para su disposición, impulsan proyectos de ley, elaboran contenido educativo, realizan jornadas de limpieza, entre otros. Desde ahí les acercaron bibliografía e información sobre los filtros de cigarrillos.
“Con esa información pudimos trabajar sobre su composición, su toxicidad, cuán dañino es para el ambiente [contamina aire, suelo y agua], y todos los aspectos perjudiciales que tienen las colillas en la vía pública. Generalmente, se tiran en la vereda, donde terminan yéndose por los desagües”, explicó.
Con los alumnos empezaron a recolectarlas, hicieron una campaña propia de concientización, en Pompeya también. Usaron carteles que explicaban los riesgos de fumar, y escribieron una canción. Y después, cuando vieron que tenían que dejar las colillas que juntaban en el “relleno sanitario más cercano”, se enteraron de que, en realidad, todavía no existe un tratamiento para descomponerlas.
“La ONG nos pasó un contacto con un agente de México que está tratando de hacer un tratamiento con las colillas, pero acá todavía no hay ninguno. Entonces, ahí unimos los conceptos que teníamos sobre biorremediación”, agregó. En clase estaban trabajando con champiñones gírgolas, que, comentó, al ser comestibles son los más accesibles.
Se dieron cuenta de que el pleurotus ostreatus, su nombre científico, crece en los troncos de los árboles, y unieron los conceptos: la colilla del cigarrillo está formada por papel. El papel tiene celulosa. También contiene hojas de tabaco triturado. “Nos preguntamos, ¿podría el hongo comerse una colilla? Así que hicimos un cultivo de gírgolas. Nuestra hipótesis era que si el hongo se alimentaba de celulosa, era muy probable que también pudiese alimentarse de la colilla”, remarcó, y agregó que, por otra parte, el filtro no es degradable, ya que está compuesto de celulosa y acetato, “una especie de plástico”.
Hacer algo nuevo
Por este proyecto los chicos recibieron un premio y una mención del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), tras su participación en la Feria de Ciencias de la ciudad, en donde se presentaron más de 200 proyectos. Además, fueron elegidos para representar a la Capital en el área de ciencias de la instancia nacional, que se va a hacer en Córdoba durante los primeros días de noviembre.
“Creo que lo más lindo de todo esto es que nos jugamos a hacer algo nuevo. Yo no tenía la certeza de que realmente iba a ser así [el resultado], porque cuando trabajás con seres vivos hay variables que no se pueden controlar, y ese fue el punto más difícil. Por eso, cuando vi que el hongo empezó a colonizar la colilla, para mí fue toda una alegría”, recordó.
Sus explicaciones están cargadas de entusiasmo y asombro científicos: “En este caso tratamos de replicar lo que naturalmente hace el hongo con el tronco de un árbol. Pero, cuando un investigador tiene un diseño experimental, no sabe cuáles van a ser las conclusiones “.
Con este trabajo, los alumnos aprendieron a observar. Escribieron informes, mejoraron la oralidad, practicaron la argumentación en las puestas en común y, como destacó Del Valle Figueroa, empezaron a cuestionarse: “¿Por qué digo tal cosa? ¿Por qué pienso tal otra? Confrontarlo con lo que piensa el otro, debatir y llegar a una conclusión, cosa que no es tan fácil en un grupo”.
Su forma de enseñar se condice con lo que dijo Jorge Macri, jefe de gobierno porteño, en la apertura de sesiones ordinarias de la Legislatura: “Lo que los chicos necesitan aprender en las escuelas, cambió. Por eso mismo las escuelas también tienen que cambiar y dar nuevas respuestas”.
De hecho, ella se describe como alguien que no sigue la estructura tradicional: “Trato de salir de la escuela, que haya un contacto con la realidad, que no quede dentro de los límites del aula”.
La motivación que generó en los chicos fue notable. Hoy la intención es que el proyecto siga, con la ayuda de biólogos del Paseo Ambiental del Sur, un espacio en Villa Soldati que, además de ser un recorrido al aire libre, también ofrece información sobre temas ambientales de la ciudad.
Además, hicieron una articulación con una escuela técnica, porque todavía quedan cuestiones por investigar, por ejemplo, si el hongo absorbe los tóxicos. La teoría principal es que sí, ya que bajó notoriamente la intensidad del olor de la colilla con la interacción con las gírgolas. Ahora tienen que estudiar qué pasa con el hongo en sí: si sigue siendo comestible, si transforma las sustancias en otra cosa.
“La idea es magnificarlo de alguna manera y probar cada vez con una mayor cantidad de colillas. Nosotros lo hicimos con una cantidad reducida, y queremos llevarlo como propuesta para dar un tratamiento a los desechos, que hoy no existe”, sostuvo.
Como maestra, uno de sus mayores objetivos es que los chicos sigan sus estudios “como posibilidad de tener una vida mejor”. Algunos de sus alumnos tienen que lidiar con situaciones difíciles en el ambiente familiar, y ella quiere que el estudio les abra oportunidades. “Creo que esa es la función que uno tiene, abrirles puertas y decirles que se puede. Y creo que siempre dejo ese mensaje: que se trabajó muchísimo, que se dejó todo y que eso tuvo su recompensa. A veces no llega enseguida, y hay que insistir. Y siempre les pido eso, que insistan, que muchas veces van a sentir que no se puede, pero que sepan que sí, que se puede”, concluyó.
María del Valle Figueroa logró, junto a sus estudiantes de primaria, acelerar la descomposición de colillas de cigarrillos usando hongos; con el proyecto van a representar a la ciudad en la Feria Nacional de Ciencias, en Córdoba LA NACION