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Las manos mágicas: la original idea que cautivó al público infantil, tuvo un inesperado revival argentino e inspiró grandes humoradas

Dicen los que saben que existen cinco puntos que todo mago tiene que tener en cuenta para llevar su arte a buen término. El artista español Juan Tamariz incluso llegó a escribir un tratado al respecto, que todavía hoy se toma como base para la enseñanza del oficio. Esos puntos mágicos, que hacen a la prestancia y complementan la intuición, el virtuosismo o la técnica, son: la mirada, la voz, las manos, el cuerpo y los pies. Sin embargo, hubo quien se animó a desafiar el concepto y concentrar todo en el tercero de los ítems, las manos. Lo que no se imaginó es que aquella idea, nacida casi por casualidad y sin mayor pretensión que la de ser un vehículo comercial, se convirtiera en un hito en la enseñanza del ilusionismo, influyera a más de una generación de magos, y quedara en la nostalgia del profano como uno de los recuerdos más felices de su niñez televisiva.

Dos manos, una pizarra y una tonada infantil sencilla y repetitiva, alcanzaban para captar la atención. “Las manos mágicas le dirán la forma de aprender, bonitos trucos que de magia son… El resto depende de usted”, una traducción bastante cercana al original que remarcaba que el espectador, en este caso los chicos, tenían un rol protagónico en el efecto. Por primera vez a nivel masivo se explicaba lo que después entendimos de grandes: en la magia lo importante no es saber el truco, sino aprender a hacerlo. Enseñanza nada menor para futuros adultos.

La mente unida a las manos que se veían en pantalla fue también la creadora de la idea. A comienzos de la década del 60, el mago Leo Behnke (que se convertiría en una verdadera autoridad en la materia) trabajaba en Disneylandia. Un día se le ocurrió una idea: “En ese momento estaba convencido de que la mejor magia para hacer en televisión era la de cerca -close up en inglés-, ya que en una pantalla pequeña, la magia de salón perdía su estilo. Así que imaginé primeros planos de un par de manos, utilizando un fondo negro para centrar la acción, y objetos cotidianos para evitar sospechas sobre los accesorios. Esbocé algunas ideas en un cuaderno y las archivé”.

Cuatro años más tarde, la acción se trasladó al Magic Castle, la noche en que debutaba un experto manipulador de barajas llamado Jim Cooper. Disfrutaban del espectáculo Leo Behnke, y también Don Stern, que había filmado algunas de las actuaciones. Fue la primera de muchas noches donde la magia dominaba la mesa, y también la sobremesa. En una de las tantas charlas, Cooper les contó que tenía ganas de crear un formato de cinco minutos que pudiera incluirse en cualquier programa de fin de semana en el país, y que no fuera caro de hacer. Sabía de marketing y tenía los contactos. Behnke le propuso su vieja y minimalista idea, y al resto le encantó. Habían nacido Las manos mágicas.

“Don fue el camarógrafo y productor -recordaba el artista-, Jim se encargaba de la venta, y yo creaba los trucos y ponía las manos. La primera regla fue que no habría ninguna identificación de la persona a la que pertenecían las manos. George Mather fue el narrador. Hice construir un soporte de arte negro para que mis brazos estuvieran dentro de mangas cosidas al telón de fondo y coordiné mis movimientos mirándome en un espejo que estaba colocado sobre mi cabeza a 45 grados”. El set se montó en el living de la casa de Don Stern.

Se filmaron 130 episodios de aproximadamente tres minutos cada uno con el nombre de “Trick and Treats with The Magic Hands”. Los primeros diez formaron parte de un compacto que Jim Cooper se encargó de distribuir en diferentes cadenas de televisión. La recepción fue excelente, y comenzaron a aparecer anunciantes como Kellogg’s y Jack In The Box. Como el formato era reducido, la publicidad se concentraba en el inicio, y luego entre la demostración del juego y la revelación del secreto. La idea gustó tanto, que en muy poco tiempo el programa de Las manos mágicas se había vendido a 44 mercados nacionales y más de veinte internacionales. También se generaron algunos negocios paralelos oficiales, como libros y kits de magia, todos realizados por Leo Behnke. Y hasta algunos extraoficiales, como la baraja llamada TV Magic Cards del mago Marshall Brodien (que tomaba la idea del mazo Svengali, de Burling Hull), cuya estética y packaging estaban directamente inspirados en el programa.

En nuestro país, la historia dice que debutaron en Canal 13, en 1967, en el programa La hora de los pibes conducido por Canela. Sin embargo, la mayor popularidad fue a fines de los 70 y principios del 80, cuando pasaron por ciclos como El show de los tres chiflados o la saga de Carozo y Narizota.

La repentina muerte en un accidente de Don Stern a comienzos de la década del 70 truncó la posibilidad de seguir explotando el show con nuevas temporadas. Leo Behnke le había vendido poco antes los derechos, que pasaron a la madre de Stern, y luego a su hija. Para sus responsables, el programa había quedado como un lindo y olvidado recuerdo. Hasta que cuarenta años después recibieron un mensaje de dos argentinos. Y Las manos mágicas se prepararon para volver a actuar.

Todas las manos, todas

“Estábamos con mi hermano Adrián trabajando en la TV Pública. Hacíamos un programa a la noche y unos micros infantiles para los cortes, que se llamaban ‘Fuera de contexto’. Nos sugirieron hacer algún otro formato para chicos, y pensamos en algo de lúdico, algo de magia… Salimos de la reunión, nos miramos con Adrián, y los dos hicimos el mismo gesto: juntamos los pulgares y abrimos las manos. O sea, el saludo de Las manos mágicas”. En charla con LA NACIÓN, Alejandro Korol recuerda cómo se produjo la resurrección del programa norteamericano con ideas e idiosincrasia cien por ciento argentina en 2008.

Mediante la productora KRK, que los hermanos compartían con Lisandro Ruiz, comenzó un arduo proceso de búsqueda de los derechos, con abogados de los Estados Unidos que cobraban mucho, pero contestaban poco: “Estábamos con la cabeza puesta en conseguir esos derechos, hasta que no aparecieran no nos íbamos a bajar, pero pasaban días, y semanas sin noticias. Hasta que dimos con Andrea Stern, la hija de Don Stern, y dueña en ese momento de los derechos. Una vez que negociamos con ella, nos puso en contacto con Leo Behnke”.

Behnke por entonces tenía más de 70 años, y colaboraba con David Copperfield en la preservación de su patrimonio mágico, no podía creer lo que escuchaba: “Imaginate, que te llamen de la Argentina porque quieren volver a hacer un programa que había terminado hacía casi cincuenta años. Debe haber pensado que éramos tres locos. Pero le explicamos todo, recién estaba empezando lo que era el Full HD, y le dijimos que queríamos hacerlo bien, con una buena estética, aggiornándolo, con nuevos trucos. Le encantó la idea, pero le llamaba mucho la atención que el programa hubiera pegado tanto en la Argentina y en Latinoamérica”.

Se hicieron 133 episodios del nuevo show de las manos mágicas, todos en HDTV, que en nuestro país se emitieron en La TV Pública como parte del programa Permitido estacionar: “Las manos fueron del mago argentino Sebastián Semba, y la locución en neutro y en español de Martín Pugliese. Fue un lindo proceso, con trucos más actualizados, pero todo supervisado por Leo Behnke. Quisimos mantener la misma canción del original, porque es un tema muy reconocible para todos que todavía se tararea, pero en una versión nueva que grabó para nosotros Leo García”.

Telefe Internacional fue la encargada de tramitar los derechos a nivel mundial del nuevo programa, con mucho éxito: “Empezaron a vender por el mundo este formato, que llegó a lugares tan impensados como Japón o Malasia. Me acuerdo que en los ascensores de los rascacielos de Malasia, que tienen como 40 pisos, se pasaban los episodios. También en Latinoamérica fue muy bien recibido”, cuenta Korol.

La innegable popularidad de Las manos mágicas en el imaginario popular, llevó a que fueran fuente recurrente de recuerdos y parodias. En la década del 90, Jorge Guinzburg tomó la idea para presentar dentro de Peor es nada a “Los garfios mágicos” (con manos de Horacio Fontova y locución de Elizabeth Vernaci”. Los trucos que enseñaban no tenían nada de inocentes, por el contrario, se trataba de la mejor manera de estafar al prójimo. Más acá en el tiempo, Pedro Saborido y Diego Capusotto ofrecieron una vuelta de tuerca, cuando Bombita Rodríguez presentó “La magia del general Perón” en fina ironía a la mutilación ocurrida en la tumba del político, en junio de 1987.

“Siempre tenemos ganas de volver a Las manos mágicas, por lo que significó para nosotros en nuestra infancia. Tener los derechos en Argentina y para el mundo fue una experiencia inolvidable, no solo en lo personal sino como contenido televisivo. Creemos que las nuevas generaciones recuperaron la mística que nosotros tuvimos de chicos, la experiencia de aprender a hacer trucos con cosas que tenían en casa, que eran muy vistosos pero también muy fáciles. No es que David Copperfield nos llamó por teléfono para decir ‘cómo vas a quemar esos trucos’, como pasó con El mago enmascarado en Estados Unidos. Eran trucos muy inocentes, para la familia. Esa era la idea, por eso anduvo muy bien, tanto acá en la TV Pública como en el resto del mundo”.

La magia es ilusión, fascinación y esperanza. Si Las manos mágicas volvieron una vez, ¿por qué no podrían volver otra? Y por televisión, Instagram o Tik Tok explicar “bonitos trucos que de magia son”. Total, el resto depende de usted.

Dicen los que saben que existen cinco puntos que todo mago tiene que tener en cuenta para llevar su arte a buen término. El artista español Juan Tamariz incluso llegó a escribir un tratado al respecto, que todavía hoy se toma como base para la enseñanza del oficio. Esos puntos mágicos, que hacen a la prestancia y complementan la intuición, el virtuosismo o la técnica, son: la mirada, la voz, las manos, el cuerpo y los pies. Sin embargo, hubo quien se animó a desafiar el concepto y concentrar todo en el tercero de los ítems, las manos. Lo que no se imaginó es que aquella idea, nacida casi por casualidad y sin mayor pretensión que la de ser un vehículo comercial, se convirtiera en un hito en la enseñanza del ilusionismo, influyera a más de una generación de magos, y quedara en la nostalgia del profano como uno de los recuerdos más felices de su niñez televisiva.

Dos manos, una pizarra y una tonada infantil sencilla y repetitiva, alcanzaban para captar la atención. “Las manos mágicas le dirán la forma de aprender, bonitos trucos que de magia son… El resto depende de usted”, una traducción bastante cercana al original que remarcaba que el espectador, en este caso los chicos, tenían un rol protagónico en el efecto. Por primera vez a nivel masivo se explicaba lo que después entendimos de grandes: en la magia lo importante no es saber el truco, sino aprender a hacerlo. Enseñanza nada menor para futuros adultos.

La mente unida a las manos que se veían en pantalla fue también la creadora de la idea. A comienzos de la década del 60, el mago Leo Behnke (que se convertiría en una verdadera autoridad en la materia) trabajaba en Disneylandia. Un día se le ocurrió una idea: “En ese momento estaba convencido de que la mejor magia para hacer en televisión era la de cerca -close up en inglés-, ya que en una pantalla pequeña, la magia de salón perdía su estilo. Así que imaginé primeros planos de un par de manos, utilizando un fondo negro para centrar la acción, y objetos cotidianos para evitar sospechas sobre los accesorios. Esbocé algunas ideas en un cuaderno y las archivé”.

Cuatro años más tarde, la acción se trasladó al Magic Castle, la noche en que debutaba un experto manipulador de barajas llamado Jim Cooper. Disfrutaban del espectáculo Leo Behnke, y también Don Stern, que había filmado algunas de las actuaciones. Fue la primera de muchas noches donde la magia dominaba la mesa, y también la sobremesa. En una de las tantas charlas, Cooper les contó que tenía ganas de crear un formato de cinco minutos que pudiera incluirse en cualquier programa de fin de semana en el país, y que no fuera caro de hacer. Sabía de marketing y tenía los contactos. Behnke le propuso su vieja y minimalista idea, y al resto le encantó. Habían nacido Las manos mágicas.

“Don fue el camarógrafo y productor -recordaba el artista-, Jim se encargaba de la venta, y yo creaba los trucos y ponía las manos. La primera regla fue que no habría ninguna identificación de la persona a la que pertenecían las manos. George Mather fue el narrador. Hice construir un soporte de arte negro para que mis brazos estuvieran dentro de mangas cosidas al telón de fondo y coordiné mis movimientos mirándome en un espejo que estaba colocado sobre mi cabeza a 45 grados”. El set se montó en el living de la casa de Don Stern.

Se filmaron 130 episodios de aproximadamente tres minutos cada uno con el nombre de “Trick and Treats with The Magic Hands”. Los primeros diez formaron parte de un compacto que Jim Cooper se encargó de distribuir en diferentes cadenas de televisión. La recepción fue excelente, y comenzaron a aparecer anunciantes como Kellogg’s y Jack In The Box. Como el formato era reducido, la publicidad se concentraba en el inicio, y luego entre la demostración del juego y la revelación del secreto. La idea gustó tanto, que en muy poco tiempo el programa de Las manos mágicas se había vendido a 44 mercados nacionales y más de veinte internacionales. También se generaron algunos negocios paralelos oficiales, como libros y kits de magia, todos realizados por Leo Behnke. Y hasta algunos extraoficiales, como la baraja llamada TV Magic Cards del mago Marshall Brodien (que tomaba la idea del mazo Svengali, de Burling Hull), cuya estética y packaging estaban directamente inspirados en el programa.

En nuestro país, la historia dice que debutaron en Canal 13, en 1967, en el programa La hora de los pibes conducido por Canela. Sin embargo, la mayor popularidad fue a fines de los 70 y principios del 80, cuando pasaron por ciclos como El show de los tres chiflados o la saga de Carozo y Narizota.

La repentina muerte en un accidente de Don Stern a comienzos de la década del 70 truncó la posibilidad de seguir explotando el show con nuevas temporadas. Leo Behnke le había vendido poco antes los derechos, que pasaron a la madre de Stern, y luego a su hija. Para sus responsables, el programa había quedado como un lindo y olvidado recuerdo. Hasta que cuarenta años después recibieron un mensaje de dos argentinos. Y Las manos mágicas se prepararon para volver a actuar.

Todas las manos, todas

“Estábamos con mi hermano Adrián trabajando en la TV Pública. Hacíamos un programa a la noche y unos micros infantiles para los cortes, que se llamaban ‘Fuera de contexto’. Nos sugirieron hacer algún otro formato para chicos, y pensamos en algo de lúdico, algo de magia… Salimos de la reunión, nos miramos con Adrián, y los dos hicimos el mismo gesto: juntamos los pulgares y abrimos las manos. O sea, el saludo de Las manos mágicas”. En charla con LA NACIÓN, Alejandro Korol recuerda cómo se produjo la resurrección del programa norteamericano con ideas e idiosincrasia cien por ciento argentina en 2008.

Mediante la productora KRK, que los hermanos compartían con Lisandro Ruiz, comenzó un arduo proceso de búsqueda de los derechos, con abogados de los Estados Unidos que cobraban mucho, pero contestaban poco: “Estábamos con la cabeza puesta en conseguir esos derechos, hasta que no aparecieran no nos íbamos a bajar, pero pasaban días, y semanas sin noticias. Hasta que dimos con Andrea Stern, la hija de Don Stern, y dueña en ese momento de los derechos. Una vez que negociamos con ella, nos puso en contacto con Leo Behnke”.

Behnke por entonces tenía más de 70 años, y colaboraba con David Copperfield en la preservación de su patrimonio mágico, no podía creer lo que escuchaba: “Imaginate, que te llamen de la Argentina porque quieren volver a hacer un programa que había terminado hacía casi cincuenta años. Debe haber pensado que éramos tres locos. Pero le explicamos todo, recién estaba empezando lo que era el Full HD, y le dijimos que queríamos hacerlo bien, con una buena estética, aggiornándolo, con nuevos trucos. Le encantó la idea, pero le llamaba mucho la atención que el programa hubiera pegado tanto en la Argentina y en Latinoamérica”.

Se hicieron 133 episodios del nuevo show de las manos mágicas, todos en HDTV, que en nuestro país se emitieron en La TV Pública como parte del programa Permitido estacionar: “Las manos fueron del mago argentino Sebastián Semba, y la locución en neutro y en español de Martín Pugliese. Fue un lindo proceso, con trucos más actualizados, pero todo supervisado por Leo Behnke. Quisimos mantener la misma canción del original, porque es un tema muy reconocible para todos que todavía se tararea, pero en una versión nueva que grabó para nosotros Leo García”.

Telefe Internacional fue la encargada de tramitar los derechos a nivel mundial del nuevo programa, con mucho éxito: “Empezaron a vender por el mundo este formato, que llegó a lugares tan impensados como Japón o Malasia. Me acuerdo que en los ascensores de los rascacielos de Malasia, que tienen como 40 pisos, se pasaban los episodios. También en Latinoamérica fue muy bien recibido”, cuenta Korol.

La innegable popularidad de Las manos mágicas en el imaginario popular, llevó a que fueran fuente recurrente de recuerdos y parodias. En la década del 90, Jorge Guinzburg tomó la idea para presentar dentro de Peor es nada a “Los garfios mágicos” (con manos de Horacio Fontova y locución de Elizabeth Vernaci”. Los trucos que enseñaban no tenían nada de inocentes, por el contrario, se trataba de la mejor manera de estafar al prójimo. Más acá en el tiempo, Pedro Saborido y Diego Capusotto ofrecieron una vuelta de tuerca, cuando Bombita Rodríguez presentó “La magia del general Perón” en fina ironía a la mutilación ocurrida en la tumba del político, en junio de 1987.

“Siempre tenemos ganas de volver a Las manos mágicas, por lo que significó para nosotros en nuestra infancia. Tener los derechos en Argentina y para el mundo fue una experiencia inolvidable, no solo en lo personal sino como contenido televisivo. Creemos que las nuevas generaciones recuperaron la mística que nosotros tuvimos de chicos, la experiencia de aprender a hacer trucos con cosas que tenían en casa, que eran muy vistosos pero también muy fáciles. No es que David Copperfield nos llamó por teléfono para decir ‘cómo vas a quemar esos trucos’, como pasó con El mago enmascarado en Estados Unidos. Eran trucos muy inocentes, para la familia. Esa era la idea, por eso anduvo muy bien, tanto acá en la TV Pública como en el resto del mundo”.

La magia es ilusión, fascinación y esperanza. Si Las manos mágicas volvieron una vez, ¿por qué no podrían volver otra? Y por televisión, Instagram o Tik Tok explicar “bonitos trucos que de magia son”. Total, el resto depende de usted.

 Creado a comienzos de los 60 de una manera prácticamente artesanal, este microprograma formó parte de shows televisivos a lo largo de varias décadas e inspiró a miles de niños a adentrarse en el mundo de la prestidigitación  LA NACION

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