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Natalia Cociuffo y su pasión por la escena: de Festilindo a interpretar en el ocaso a la máxima diva de la ópera

Hoy disfruta de su protagónico en María, es Callas luego de haber transitado la profesión con sus altas y bajas durante 25 años. Natalia Cociuffo es de esas actrices todo terreno dentro del género musical (y también en el teatro de texto), que se destaca siempre, tanto en papeles principales como en secundarios. Además de su gracia física posee una particular fuerza en el decir, y una notoria pisada escénica que la desmarca del resto de sus colegas. Entre sus trabajos más notorios se cuentan Chicago, Por amor a Sandro, Company, Ghost, Camarera, Casi Normales, Piaf y, fundamentalmente, Los monstruos, que le permitió por primera vez extender los límites de su arco interpretativo y marcar un antes y un después en su carrera. Pero mucho antes de eso, en la infancia de su Córdoba natal, su camino artístico comenzó cuando en la primaria empezó a estudiar guitarra, y participó poco después en Festilindo, aquel certamen de canto nacido en los años 70 en el que los chicos eran protagonistas y lucían sus habilidades.

A 100 años del nacimiento de María Callas, María, es Callas se estrenó el año pasado en El Cultural San Martín y obtuvo varias nominaciones a los premios ACE y Hugo (incluida la de Mejor Actriz en Musical); luego pasó al Teatro del Pueblo y durante el verano hizo funciones en Mar del Plata. Ahora, como su repercusión no mengua, acaba de retornar al Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), en pleno barrio de Almagro, y continúa cautivando al público –especialmente al melómano– todos los lunes a las 20. El texto de Adriana Tursi, que dirige Tatiana Santana, se centra en los últimos años de la cantante lírica, cuando perdió el amor de Aristóteles Onassis y también su magnífica voz de soprano absoluta. Junto con Natalia Cociuffo actúan Sol Agüero, Verónica Pacenza y Pedro Frias Yuber.

“El proyecto me llegó ya armado, pero como no se trataba de una obra foránea ni inamovible, sino de un producto nacional inédito, lo terminamos armando y sintiéndolo juntos; los actores con la autora y la directora. Por eso, de alguna manera, María, es Callas es una creación colectiva, lo que hace a esta experiencia teatral mucho más interesante”, le cuenta Cociuffo a LA NACION. “Al principio me sorprendió la propuesta porque no soy netamente una cantante lírica, podría entrenarme, sí, pero nunca llegar a las alturas de semejante cantante. Pero la decisión fue otra: mostrar a La Callas justo en el ocaso de su carrera, lo cual no me obliga a realizar proezas vocales. No obstante, en algunos tramos, muestro mi faceta lírica y hasta canto a dúo con ella. Tampoco hubo una intención de imitarla, en el escenario soy yo, una actriz que se pone en su piel”, agrega.

Si bien desde el estreno del año pasado las audiencias responden favorablemente a la propuesta, hoy la actriz confiesa que tuvo sus dudas sobre su recepción: “Le temíamos y mucho al público de la ópera, pero la verdad es que salen fascinados, no necesitan escuchar a Callas en esta obra. Lo hacen, sí, pero sólo en unos momentos, lo que aquí encuentran es otra cosa: un espectáculo musical sobre su drama más íntimo. Esto es precisamente lo que María, es Callas aporta de distinto a la serie de obras y films sobre su figura y genio: un momento de su vida muy privado y por lo tanto poco difundido, el del ocaso de los últimos años. Por ejemplo, se sabía que había tenido un romance muy fuerte con Onassis, pero no cuánto la impactó el abandono de él en su vida diaria, en su carrera y, particularmente, en su voz; lo que le provocó una depresión tan grande que la llevó a la muerte”.

“Ella se sentía nadie”

–¿Qué es lo que más te interpela del personaje y de la obra, como mujer y actriz? ¿La relación tóxica, la violencia, la pérdida de la voz?

–Varios de esos temas me interpelan. Para mí, que me dedico a cantar, perder la voz sería como si me quitaran el alma. Me interpela mucho la toxicidad y la infidelidad en un vínculo, y fundamentalmente el desamor que ella sintió desde niña y que luego sufre de grande, por culpa de Onassis. Me conmueve mucho, como actriz, ver a una mujer tan fuerte, como siempre supusimos a Callas, concluir tan vulnerable. Hay un texto de la obra que cada vez que lo digo me parece que me voy a morir yo también: “y tengo miedo de morir porque no sé dónde quedo yo si no estás vos”. Esto deja al descubierto que ella, sin él, se sentía nadie. Un horror.

–Venís de interpretar en Piaf a otro ícono internacional del espectáculo: Marlene Dietrich. ¿Las divas son los personajes que más te desafían?

–Me desafían porque, al tratarse de figuras conocidas, sé que las comparaciones serán inevitables. Así que cada vez que me proponen ‘che, ¿querés hacer de…?´, me agarran nervios. Pero son muy interesantes porque todas las divas, en un punto, se conectan. Todas son diosas, divinas, empoderadas, talentosas, valoradas y amadas, pero en el fondo también son proclives a la fragilidad y el abandono. Y eso es lo que me encanta contar, esa dualidad de una mujer que en la superficie es poderosa –como Marlene Dietrich– pero que en el fondo es un ser que sufrió un montón. Me encanta abordar personajes así, y siempre tuve la suerte de que ningún director me pidiera que los imite; simplemente me solicitaron que utilizara sus mismas energías.

–¿Es difícil darles un color personal y no caer en la copia?

–Muy. Porque tenés que estar muy segura de lo que estás haciendo y esa seguridad te la da un buen director. Jamie Lloyd, en Piaf, directamente me dijo que no viera nada de Marlene Dietrich, a lo sumo que adoptara una pose icónica de ella y punto. Él sostenía que con eso ya bastaba para inspirar a la gente a que usase su propio recuerdo del personaje. De Callas me agarré de su caminar y el movimiento de las manos. Así uno va estableciendo el esqueleto del personaje, después solo resta confiar en que salga a la luz la energía que uno posee. En ese sentido siento que soy un canal de energía a través del cual van cobrando vida los personajes.

–Luego de Los monstruos, ¿tu trabajo en María, es Callas es el más comprometido?

–Sí, desde ya, tanto en términos de entrega vocal como emocional. Y de actuación en general y de intensidad dramática, también. Este trabajo está muy ligado a lo que viví en Los monstruos y supongo que dentro de un tiempo llegaré a la conclusión que me marcó tanto como aquel. En cambio, otro de mis trabajos actuales, el que llevo a cabo en Benito de La Boca (el musical sobre la vida del gran pintor Benito Quinquela Martínez, que se puede en el Teatro de la Ribera), es de otra espesura, digamos más liviana, como la de otros roles que me tocaron anteriormente.

–A propósito, ¿te gustan más los espectáculos que te permiten desarrollar tu veta de comediante o la dramática?

–Las dos cosas me fascinan y entiendo que las dos pulsiones son muy necesarias. Hacer reír, y mientras divertirme, es genial, pero hay algo en el drama que me toma por completo. Así que, si tengo que elegir, me quedo con esa segunda veta. Recién hace unos años se me conoce como actriz dramática, tanto en teatro como en cine y televisión. Seguramente mucho tuvo con esto el que empezara a estudiar teatro con Helena Tritek, y con lo que sucedió con Los monstruos. Digamos que a partir de esa obra se me empezó a ver de otra manera, y yo misma descubrí otros aspectos míos que desconocía; y así empezaron a aparecer otras posibilidades y ofrecimientos. Al punto que en septiembre se estrenará en el Festival de Biarritz mi primera película como protagonista y en un papel dramático: Después del final, de Pablo César, sobre la vida de la escritora Luz Castillo, que de pequeña sufrió abusos y de adulta siempre tuvo que lidiar con eso.

–¿Qué balance hacés de tus 25 años en el teatro musical?

–El balance es fabuloso. Hice siempre lo que quise hacer. Hoy no sé si podría concretar todo lo hecho porque el género está un poco vapuleado. Hoy los productores no siempre eligen a los actores por su talento u oficio, sino que optan por lo mediático. Ahora lo importante es que una persona tenga muchos seguidores en las redes sociales o haya surgido de un reality. Y contra eso los artistas no podemos competir. Yo estoy muy orgullosa de mi carrera porque siempre obtuve todo por casting. A los 20 años me vine solita de Córdoba y trabajé de mesera para sobrevivir. Nadie me regaló nada y hoy encarno en teatro a la más grande de todas las divas, a María Callas. ¿Qué más puedo pedir?

Para agendar

María, es Callas. En el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), los lunes a las 20.

Hoy disfruta de su protagónico en María, es Callas luego de haber transitado la profesión con sus altas y bajas durante 25 años. Natalia Cociuffo es de esas actrices todo terreno dentro del género musical (y también en el teatro de texto), que se destaca siempre, tanto en papeles principales como en secundarios. Además de su gracia física posee una particular fuerza en el decir, y una notoria pisada escénica que la desmarca del resto de sus colegas. Entre sus trabajos más notorios se cuentan Chicago, Por amor a Sandro, Company, Ghost, Camarera, Casi Normales, Piaf y, fundamentalmente, Los monstruos, que le permitió por primera vez extender los límites de su arco interpretativo y marcar un antes y un después en su carrera. Pero mucho antes de eso, en la infancia de su Córdoba natal, su camino artístico comenzó cuando en la primaria empezó a estudiar guitarra, y participó poco después en Festilindo, aquel certamen de canto nacido en los años 70 en el que los chicos eran protagonistas y lucían sus habilidades.

A 100 años del nacimiento de María Callas, María, es Callas se estrenó el año pasado en El Cultural San Martín y obtuvo varias nominaciones a los premios ACE y Hugo (incluida la de Mejor Actriz en Musical); luego pasó al Teatro del Pueblo y durante el verano hizo funciones en Mar del Plata. Ahora, como su repercusión no mengua, acaba de retornar al Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), en pleno barrio de Almagro, y continúa cautivando al público –especialmente al melómano– todos los lunes a las 20. El texto de Adriana Tursi, que dirige Tatiana Santana, se centra en los últimos años de la cantante lírica, cuando perdió el amor de Aristóteles Onassis y también su magnífica voz de soprano absoluta. Junto con Natalia Cociuffo actúan Sol Agüero, Verónica Pacenza y Pedro Frias Yuber.

“El proyecto me llegó ya armado, pero como no se trataba de una obra foránea ni inamovible, sino de un producto nacional inédito, lo terminamos armando y sintiéndolo juntos; los actores con la autora y la directora. Por eso, de alguna manera, María, es Callas es una creación colectiva, lo que hace a esta experiencia teatral mucho más interesante”, le cuenta Cociuffo a LA NACION. “Al principio me sorprendió la propuesta porque no soy netamente una cantante lírica, podría entrenarme, sí, pero nunca llegar a las alturas de semejante cantante. Pero la decisión fue otra: mostrar a La Callas justo en el ocaso de su carrera, lo cual no me obliga a realizar proezas vocales. No obstante, en algunos tramos, muestro mi faceta lírica y hasta canto a dúo con ella. Tampoco hubo una intención de imitarla, en el escenario soy yo, una actriz que se pone en su piel”, agrega.

Si bien desde el estreno del año pasado las audiencias responden favorablemente a la propuesta, hoy la actriz confiesa que tuvo sus dudas sobre su recepción: “Le temíamos y mucho al público de la ópera, pero la verdad es que salen fascinados, no necesitan escuchar a Callas en esta obra. Lo hacen, sí, pero sólo en unos momentos, lo que aquí encuentran es otra cosa: un espectáculo musical sobre su drama más íntimo. Esto es precisamente lo que María, es Callas aporta de distinto a la serie de obras y films sobre su figura y genio: un momento de su vida muy privado y por lo tanto poco difundido, el del ocaso de los últimos años. Por ejemplo, se sabía que había tenido un romance muy fuerte con Onassis, pero no cuánto la impactó el abandono de él en su vida diaria, en su carrera y, particularmente, en su voz; lo que le provocó una depresión tan grande que la llevó a la muerte”.

“Ella se sentía nadie”

–¿Qué es lo que más te interpela del personaje y de la obra, como mujer y actriz? ¿La relación tóxica, la violencia, la pérdida de la voz?

–Varios de esos temas me interpelan. Para mí, que me dedico a cantar, perder la voz sería como si me quitaran el alma. Me interpela mucho la toxicidad y la infidelidad en un vínculo, y fundamentalmente el desamor que ella sintió desde niña y que luego sufre de grande, por culpa de Onassis. Me conmueve mucho, como actriz, ver a una mujer tan fuerte, como siempre supusimos a Callas, concluir tan vulnerable. Hay un texto de la obra que cada vez que lo digo me parece que me voy a morir yo también: “y tengo miedo de morir porque no sé dónde quedo yo si no estás vos”. Esto deja al descubierto que ella, sin él, se sentía nadie. Un horror.

–Venís de interpretar en Piaf a otro ícono internacional del espectáculo: Marlene Dietrich. ¿Las divas son los personajes que más te desafían?

–Me desafían porque, al tratarse de figuras conocidas, sé que las comparaciones serán inevitables. Así que cada vez que me proponen ‘che, ¿querés hacer de…?´, me agarran nervios. Pero son muy interesantes porque todas las divas, en un punto, se conectan. Todas son diosas, divinas, empoderadas, talentosas, valoradas y amadas, pero en el fondo también son proclives a la fragilidad y el abandono. Y eso es lo que me encanta contar, esa dualidad de una mujer que en la superficie es poderosa –como Marlene Dietrich– pero que en el fondo es un ser que sufrió un montón. Me encanta abordar personajes así, y siempre tuve la suerte de que ningún director me pidiera que los imite; simplemente me solicitaron que utilizara sus mismas energías.

–¿Es difícil darles un color personal y no caer en la copia?

–Muy. Porque tenés que estar muy segura de lo que estás haciendo y esa seguridad te la da un buen director. Jamie Lloyd, en Piaf, directamente me dijo que no viera nada de Marlene Dietrich, a lo sumo que adoptara una pose icónica de ella y punto. Él sostenía que con eso ya bastaba para inspirar a la gente a que usase su propio recuerdo del personaje. De Callas me agarré de su caminar y el movimiento de las manos. Así uno va estableciendo el esqueleto del personaje, después solo resta confiar en que salga a la luz la energía que uno posee. En ese sentido siento que soy un canal de energía a través del cual van cobrando vida los personajes.

–Luego de Los monstruos, ¿tu trabajo en María, es Callas es el más comprometido?

–Sí, desde ya, tanto en términos de entrega vocal como emocional. Y de actuación en general y de intensidad dramática, también. Este trabajo está muy ligado a lo que viví en Los monstruos y supongo que dentro de un tiempo llegaré a la conclusión que me marcó tanto como aquel. En cambio, otro de mis trabajos actuales, el que llevo a cabo en Benito de La Boca (el musical sobre la vida del gran pintor Benito Quinquela Martínez, que se puede en el Teatro de la Ribera), es de otra espesura, digamos más liviana, como la de otros roles que me tocaron anteriormente.

–A propósito, ¿te gustan más los espectáculos que te permiten desarrollar tu veta de comediante o la dramática?

–Las dos cosas me fascinan y entiendo que las dos pulsiones son muy necesarias. Hacer reír, y mientras divertirme, es genial, pero hay algo en el drama que me toma por completo. Así que, si tengo que elegir, me quedo con esa segunda veta. Recién hace unos años se me conoce como actriz dramática, tanto en teatro como en cine y televisión. Seguramente mucho tuvo con esto el que empezara a estudiar teatro con Helena Tritek, y con lo que sucedió con Los monstruos. Digamos que a partir de esa obra se me empezó a ver de otra manera, y yo misma descubrí otros aspectos míos que desconocía; y así empezaron a aparecer otras posibilidades y ofrecimientos. Al punto que en septiembre se estrenará en el Festival de Biarritz mi primera película como protagonista y en un papel dramático: Después del final, de Pablo César, sobre la vida de la escritora Luz Castillo, que de pequeña sufrió abusos y de adulta siempre tuvo que lidiar con eso.

–¿Qué balance hacés de tus 25 años en el teatro musical?

–El balance es fabuloso. Hice siempre lo que quise hacer. Hoy no sé si podría concretar todo lo hecho porque el género está un poco vapuleado. Hoy los productores no siempre eligen a los actores por su talento u oficio, sino que optan por lo mediático. Ahora lo importante es que una persona tenga muchos seguidores en las redes sociales o haya surgido de un reality. Y contra eso los artistas no podemos competir. Yo estoy muy orgullosa de mi carrera porque siempre obtuve todo por casting. A los 20 años me vine solita de Córdoba y trabajé de mesera para sobrevivir. Nadie me regaló nada y hoy encarno en teatro a la más grande de todas las divas, a María Callas. ¿Qué más puedo pedir?

Para agendar

María, es Callas. En el Teatro del Pueblo (Lavalle 3636), los lunes a las 20.

 Luego de 25 años de carrera en el teatro musical y de interpretar tantísimos personajes, desde Marlene Dietrich en Piaf a Roxie Hart en Chicago, la actriz aborda con pasión y empatía a María Callas, la mujer que perdió todo por amor  LA NACION

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