El tobogán de Independiente no encuentra freno: fue eliminado por Belgrano de la Copa Argentina

Un año más, Independiente tropezó en su torneo maldito. La Copa Argentina es un karma para el conjunto de Avellaneda. Nunca superó los cuartos de final y esta vez ni siquiera logró alcanzar esa instancia. Belgrano le ganó sin atenuantes, 2 a 0, estableciendo de principio a fin una superioridad que acabó reflejando en el marcador final, y será el rival del vencedor entre Atlético Tucumán y Newell’s en la siguiente etapa del certamen.
Existen pocas cosas más difíciles para un equipo de fútbol que conseguir una identidad, un estilo, un modo reconocible de jugar y de moverse en la cancha. Pero hay otra que incluso supera ese nivel de complicación: recuperarla cuando esa virtud se desdibuja, y peor aún si los borrones se producen sin que existan demasiados motivos aparentes para que eso suceda. El Independiente de Julio Vaccari atraviesa ese proceso, y le está costando una enormidad salir del bache de juego en el que anda metido, y que se traduce en tres derrotas al hilo.
El Pirata cordobés, en cambio, tiene las cosas mucho más claras. Todo el fútbol argentino conoce de memoria la filosofía que Ricardo Zielinski impone a sus equipos. Puede tener más o menos fortuna en plasmar sus métodos; y fundamentalmente, más o menos aceptación de los hinchas en la comprensión de los mismos. El barrio Alberdi de la Docta es uno de los sitios donde su mensaje encuentra mayor eco. De hecho, su presencia actual como jefe del vestuario Celeste se dio casi por mandato popular.
La distancia que la coyuntura establece entre uno y otro se puso en escena de manera palpable sobre el césped de Arroyito. Con un agregado clave: los nombres propios.
Lucas Zelarayán regresó a su casa con la calidad que se le reconocía cuando surgió de las inferiores de Belgrano, más la sabiduría que fue adquiriendo con los años y la experiencia. Franco Jara, a sus 37 años, conoce al dedillo las mil maneras de transformarlos en goles. Por algo los ha celebrado con todas las camisetas que vistió en su extensa carrera. El enganche dio lecciones de manejo ofensivo y control de la pelota en los 20 iniciales. Demostró la justeza de su pegada a los 25 del segundo tiempo con un derechazo lejano que se clavó abajo junto al palo derecho. El delantero demostró su enorme oficio para desacomodar con movilidad y recursos a los marcadores centrales adversarios, y de justeza para ganar los centros por arriba y cumplir con su cuota frente al Rojo en el último suspiro de la primera mitad (cuarto tanto que le marca en su carrera).
Del otro lado pasa lo contrario. Kevin Lomónaco y Felipe Loyola acabaron el primer semestre con la seguridad de que sus rendimientos le garantizarían prontas transferencias al exterior. No se dieron por el momento, y desde la reanudación sus desempeños afectan negativamente sus chances y sus cotizaciones. Suma errores impensados el defensor, tanto en la marca (Jara le gana la espalda en el 1 a 0) como en la salida con el balón. Perdió precisión en los pases e intensidad en el despliegue el volante chileno. Mantiene la voluntad y la vocación para pisar el área de enfrente, pero está muy distante del jugador decisivo que acostumbraba ser.
Los momentos que vive cada equipo, en la seguridad en sí mismos, el funcionamiento general y los rendimientos individuales, fueron argumentos más que suficientes para explicar lo ocurrido en la nochecita rosarina.
Belgrano fue mejor en el arranque, cuando hizo valer su hombre de más en mitad de cancha para que Zelarayán se hiciera dueño del fútbol y produjera sensación de peligro cada vez que levantaba la cabeza y ponía pases con ventaja para sus compañeros. Pero también para cerrarle los espacios a Loyola y Luciano Cabral por el medio, quitándole cualquier opción de circulación por dentro al Rojo que, obligado a buscar por las alas, terminaba tirando centros para mayor lucimiento de Mariano Troilo y Lisandro López.
Siguió siendo superior el Pirata a la vuelta del descanso, cuando decidió retroceder las líneas y apretarse alrededor de su área hasta esperar el momento para dar el golpe de gracia. Pudo haber sido a los 13, cuando Rodrigo Fernández Cedrés le pellizcó la pelota a Julián Mavilla, que estaba mano a mano con Rodrigo Rey. Fue un rato después, cuando Zelarayán recibió sin rivales en cinco metros a la redonda y con tiempo para acomodarse y ajustar el remate para convertirlo en inatajable.
Lo mejor del partido
El Rojo resbaló un poco más por el tobogán en el que está metido. Por quinta vez en cinco partidos se fue abajo en el marcador en la primera mitad y por tercera careció de herramientas fiables y hasta de fe para remontarlo. “Estas rachas pasan en el fútbol. Es muy lindo cuando la pelota entra en el otro arco y hay que saber comer mierda y poner toda la bronca, la de los jugadores y la de la gente, para dar vuelta este momento”, dijo el capitán Rodrigo Rey después del encuentro.
Los próximos choques, ante River y Universidad de Chile, dirán hasta dónde el grupo y el cuerpo técnico poseen la energía y la sabiduría suficientes como para recuperar la identidad desdibujada y ponerle freno a la caída.
Un año más, Independiente tropezó en su torneo maldito. La Copa Argentina es un karma para el conjunto de Avellaneda. Nunca superó los cuartos de final y esta vez ni siquiera logró alcanzar esa instancia. Belgrano le ganó sin atenuantes, 2 a 0, estableciendo de principio a fin una superioridad que acabó reflejando en el marcador final, y será el rival del vencedor entre Atlético Tucumán y Newell’s en la siguiente etapa del certamen.
Existen pocas cosas más difíciles para un equipo de fútbol que conseguir una identidad, un estilo, un modo reconocible de jugar y de moverse en la cancha. Pero hay otra que incluso supera ese nivel de complicación: recuperarla cuando esa virtud se desdibuja, y peor aún si los borrones se producen sin que existan demasiados motivos aparentes para que eso suceda. El Independiente de Julio Vaccari atraviesa ese proceso, y le está costando una enormidad salir del bache de juego en el que anda metido, y que se traduce en tres derrotas al hilo.
El Pirata cordobés, en cambio, tiene las cosas mucho más claras. Todo el fútbol argentino conoce de memoria la filosofía que Ricardo Zielinski impone a sus equipos. Puede tener más o menos fortuna en plasmar sus métodos; y fundamentalmente, más o menos aceptación de los hinchas en la comprensión de los mismos. El barrio Alberdi de la Docta es uno de los sitios donde su mensaje encuentra mayor eco. De hecho, su presencia actual como jefe del vestuario Celeste se dio casi por mandato popular.
La distancia que la coyuntura establece entre uno y otro se puso en escena de manera palpable sobre el césped de Arroyito. Con un agregado clave: los nombres propios.
Lucas Zelarayán regresó a su casa con la calidad que se le reconocía cuando surgió de las inferiores de Belgrano, más la sabiduría que fue adquiriendo con los años y la experiencia. Franco Jara, a sus 37 años, conoce al dedillo las mil maneras de transformarlos en goles. Por algo los ha celebrado con todas las camisetas que vistió en su extensa carrera. El enganche dio lecciones de manejo ofensivo y control de la pelota en los 20 iniciales. Demostró la justeza de su pegada a los 25 del segundo tiempo con un derechazo lejano que se clavó abajo junto al palo derecho. El delantero demostró su enorme oficio para desacomodar con movilidad y recursos a los marcadores centrales adversarios, y de justeza para ganar los centros por arriba y cumplir con su cuota frente al Rojo en el último suspiro de la primera mitad (cuarto tanto que le marca en su carrera).
Del otro lado pasa lo contrario. Kevin Lomónaco y Felipe Loyola acabaron el primer semestre con la seguridad de que sus rendimientos le garantizarían prontas transferencias al exterior. No se dieron por el momento, y desde la reanudación sus desempeños afectan negativamente sus chances y sus cotizaciones. Suma errores impensados el defensor, tanto en la marca (Jara le gana la espalda en el 1 a 0) como en la salida con el balón. Perdió precisión en los pases e intensidad en el despliegue el volante chileno. Mantiene la voluntad y la vocación para pisar el área de enfrente, pero está muy distante del jugador decisivo que acostumbraba ser.
Los momentos que vive cada equipo, en la seguridad en sí mismos, el funcionamiento general y los rendimientos individuales, fueron argumentos más que suficientes para explicar lo ocurrido en la nochecita rosarina.
Belgrano fue mejor en el arranque, cuando hizo valer su hombre de más en mitad de cancha para que Zelarayán se hiciera dueño del fútbol y produjera sensación de peligro cada vez que levantaba la cabeza y ponía pases con ventaja para sus compañeros. Pero también para cerrarle los espacios a Loyola y Luciano Cabral por el medio, quitándole cualquier opción de circulación por dentro al Rojo que, obligado a buscar por las alas, terminaba tirando centros para mayor lucimiento de Mariano Troilo y Lisandro López.
Siguió siendo superior el Pirata a la vuelta del descanso, cuando decidió retroceder las líneas y apretarse alrededor de su área hasta esperar el momento para dar el golpe de gracia. Pudo haber sido a los 13, cuando Rodrigo Fernández Cedrés le pellizcó la pelota a Julián Mavilla, que estaba mano a mano con Rodrigo Rey. Fue un rato después, cuando Zelarayán recibió sin rivales en cinco metros a la redonda y con tiempo para acomodarse y ajustar el remate para convertirlo en inatajable.
Lo mejor del partido
El Rojo resbaló un poco más por el tobogán en el que está metido. Por quinta vez en cinco partidos se fue abajo en el marcador en la primera mitad y por tercera careció de herramientas fiables y hasta de fe para remontarlo. “Estas rachas pasan en el fútbol. Es muy lindo cuando la pelota entra en el otro arco y hay que saber comer mierda y poner toda la bronca, la de los jugadores y la de la gente, para dar vuelta este momento”, dijo el capitán Rodrigo Rey después del encuentro.
Los próximos choques, ante River y Universidad de Chile, dirán hasta dónde el grupo y el cuerpo técnico poseen la energía y la sabiduría suficientes como para recuperar la identidad desdibujada y ponerle freno a la caída.
El Rojo cayó por 2-0, profundizó su bajo nivel y confirmó la mala racha en el certamen, donde nunca pudo llegar más lejos de los cuartos de final LA NACION