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Duro diagnóstico: “La importancia de ir a la escuela está puesta en tela de juicio”, dice el ministro de Educación de Santa Fe

“Hoy, la importancia de ir a la escuela, más allá de obtener un título y de cumplir con la obligatoriedad, está puesta en tela de juicio y eso es preocupante”, afirma José Goity, ministro de Educación de Santa Fe, para describir la crisis educativa. En una entrevista con LA NACION, ahonda en cómo los aprendizajes fueron perdiendo centralidad ante otras cuestiones como el presupuesto, las condiciones laborales, la contención alimentaria. “Si el aprendizaje no se cumple, todos estos medios van perdiendo sentido”, apunta.

Según los resultados de las pruebas provinciales implementadas el año pasado en Santa Fe, solo uno de cada cuatro alumnos de segundo grado lee bien. En línea con el gobierno nacional, el funcionario remarca que la prioridad son la alfabetización y la necesidad de evaluar para conocer la efectividad de las políticas implementadas. Considera además que la obligación del Estado a rendir cuentas en términos de aprendizajes debería quedar reflejada en la nueva Constitución que comienza a debatirse en la provincia. Sobre este último punto debatió en una charla organizada ayer por el área de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella.

–¿Qué significa en términos concretos que el principal objetivo es la alfabetización?

–La primera prioridad es centrar la política en los aprendizajes, y dentro de los aprendizajes la alfabetización es fundamental. Hay un consenso a nivel país, casi obvio, de que una de las principales funciones que tiene la educación es lograr la alfabetización plena. Parece un contrasentido tener que establecer un programa, un plan de alfabetización a chicos que están escolarizados, pero la verdad que hoy es la realidad: tenemos déficit en alfabetización con chicos que están perfectamente escolarizados.

Todos los chicos y chicas de la provincia de Santa Fe, cuando termina el primer ciclo de la educación primaria, el tercer grado, tienen que estar perfectamente alfabetizados. Definimos dos estrategias: un plan de alfabetización con recursos en material, capacitación docente e infraestructura escolar, y poder evaluar el resultado de la política a través de una prueba provincial de lectura que implementamos el año pasado en octubre.

–¿Cuál es la diferencia o por qué es necesaria si ya existe una evaluación nacional?

–Es anual y nominalizada. Todos los meses de octubre, todos los años, los chicos de segundo grado de todo el sistema (universal, público, privada, rural, urbana) van a tener una evaluación de fluidez lectora para ver el impacto de la política pública. A la vez, es nominal porque creemos que es fundamental para poder intervenir sobre aquellos chicos que tienen un déficit. Al hacerla en segundo grado, nos permite poder trabajar con los chicos que no alcanzaron el nivel con un plan remedial de apoyo para que terminen en tercer grado en las condiciones de alfabetización en que tienen que terminarlo y que es obligación del Estado hacerlo.

Parte de la fortaleza del sistema educativo en los últimos años es haber consolidado las pruebas nacionales de aprendizaje. Nosotros avalamos y acompañamos las pruebas nacionales de evaluación, después discutimos en todo caso cómo las podemos interpretar. También las provincias cada vez tienen más responsabilidades entonces es lógico que tengan sus propias pruebas y estrategias de evaluación. Creemos también que las pruebas nacionales de evaluación deberían estar acompañadas de los recursos necesarios desde el orden nacional para poder acompañar los procesos de mejora. El gobierno nacional, a veces con muy malos resultados, tenía una importante intervención en términos de financiamiento; se retiró, y eso tiene consecuencias.

¿Se refiere al Fondo Nacional de Incentivo Docente (Fonid)?

–El Fonid, la infraestructura escolar, el financiamiento de las escuelas técnicas que quedó congelado al año 2023. Ha habido un retiro del financiamiento nacional, lo cual tiene un perjuicio en las provincias; eso también hay que decirlo porque, si no, no estamos graficando la realidad tal cual.

–¿Cómo es el plan remedial?

–Ingeniamos un sistema de intervención que lo vamos a implementar ahora en el segundo semestre mediante un abordaje focalizado adentro de la escuela y en general en el horario escolar. Son dos veces por semana, 20 minutos con esos chicos (identificados en base a las evaluaciones del año pasado), y con un docente preparado. Y a la vez estamos trabajando en incorporar el entorno comunitario para poder incorporar asociaciones civiles, organizaciones sociales, clubes que trabajan con apoyo escolar para que puedan colaborar en este proceso de alfabetización a partir del ordenamiento de la estrategia pedagógica y didáctica de la escuela.

–¿Cuál es el diferencial? ¿Por qué este plan debería funcionar y por qué no venía funcionando hasta ahora?

–Se cambió un método, que era el método de conciencia fonológica, por otro el método basado en las teorías constructivistas. No quiere decir que un método sea mejor que el otro, sino que no es adecuado a la realidad que tenemos. Hay todo un debate conceptual, pero un debate muy teórico de la academia en torno a cuál es la mejor manera de adquirir la lectura y la escritura. Nosotros abordamos un enfoque equilibrado, funcional en la realidad que tenemos. Es el método que consideramos que va a dar mejores resultados y que los docentes tienen mejores condiciones para aplicar, no quiere decir que invalide otros métodos. Todos los docentes lo han tomado, tienen el material y la capacitación adecuada.

–¿Y qué implica?

–En realidad es aplicar un método que tiene una base fonológica en el momento que corresponde, pero que también habilita mecanismos de comprensión, por ejemplo, a través de una novela que distribuimos también para todos los chicos. Hay un momento que tiene que ser más estructurado y hay otro momento en el cual nos podemos permitir otro tipo de flexibilidades.

–¿Qué aporte cree que puede hacer la política? ¿Qué van a proponer respecto a Educación para la Convención Constituyente?

–Creemos que nuestra obligación es ver cuáles son los problemas reales, no teóricos, reales de la educación y que haya un espejo en la Constitución que los refleje y que habilite las leyes y las políticas que son necesarias para resolverlo. Por eso, proponemos discutir el derecho a la educación desde una perspectiva de los aprendizajes complementarios.

–¿Cómo?

–Una cosa es la Constitución como un orden jurídico y otra son las leyes que tienen más nivel de operatividad y concreción. Nosotros consideramos que en este contexto tendría que estar reflejada la obligación del Estado a rendir cuentas en términos de aprendizaje. La escuela tiene una sola manera de incluir y una sola manera de consagrar derechos: enseñando.

–Mencionó antes no atacar los problemas teóricos, ¿qué problemas reales identificaron?

–El sistema educativo tiene muchos déficits y tiene algún nivel de complejidad. Yo trato de no usar esa palabra, porque en general cuando decimos que algo es complejo es porque no tenemos respuesta o tratamos de disimular una falta de respuesta. En este caso todos coincidimos en que la crisis del sistema educativo es multicausal, pero no todas las causas tienen la misma jerarquía. Una de las causas que para mí tiene mayor jerarquía es que desenfocamos el fin y el objetivo del sistema en términos de aprendizaje y de inclusión con el conocimiento. Y nos enfocamos en presupuesto, condiciones laborales, la contención alimentaria dentro de la escuela; en un montón de otras cuestiones que son fundamentales, porque sin eso la educación no es posible, pero que son un medio para un fin. Es decir, que haya un comedor, un salario docente, un régimen laboral, inversión, que haya infraestructura, es un medio que cobra sentido en tanto el fin se cumpla. Y el fin en definitiva son los aprendizajes y el conocimiento. Si eso no se cumple, todos estos medios van perdiendo sentido. Parte de esa crisis de la educación es una crisis de sentido y dónde ponemos los esfuerzos.

El ministro de Educación de Santa Fe, durante la charla en la Universidad Di Tella

–¿Se puede abarcar todo eso?

–No hay una solución mágica, pero sí parte de la solución está en poner el foco y el debate en donde creemos que tiene que estar. Hoy, parezco monotemático, pero es qué aprenden los chicos. El Estado tiene que construir herramientas que permitan dar cuenta si está logrando ese objetivo: evaluar.

–¿Cómo se hace, a la vez, para incluir la innovación?

–La escuela tiene que ser innovadora, pero la escuela también es conservadora. Tiene que tener la capacidad de introducir innovaciones que le permitan cumplir mejor su función. Si hablamos de alfabetización, no hay mucho que innovar. Los recursos tecnológicos no son tan necesarios, para poder aprender a leer y escribir hace falta un docente formado, un método y un libro, no hace falta ni conectividad, ni un celular, ni una computadora. Muchas veces nos desvivimos por ver cómo asimilamos el proceso vertiginoso de innovación y no logramos anclar lo básico. Alguien bien alfabetizado va a tener herramientas cognitivas que le permitan asimilar todos los procesos de innovación. La primaria está más consolidada, el nivel secundario hay que discutirlo de base. Hoy tiene una crisis mucho más terminal que la escuela primaria porque es una crisis de sentido y utilidad. La educación primaria tiene que ser fundante y la secundaria tiene que ser útil, habilitante y práctica. Ahí sí tiene que ser mucho más flexible y adaptativa, pero es difícil tener una educación secundaria adaptativa si no hay una base sólida.

–¿Por qué cree que se llegó hasta acá?

–Creo que en algún momento, gracias a la fortaleza del sistema, nos autoconvencimos de que el sistema era bueno y funcionaba bien, porque lo era. Pero no fuimos lo suficientemente perceptivos para detectar esas pequeñas crisis que se fueron transformando en grandes crisis. Terminamos siendo muy autorreferenciales de lo que hacemos dentro del sistema educativo, muy autocomplacientes, y poniendo mucho peso en los condicionamientos.

–¿A qué se refiere con los condicionamientos?

–Si los padres no leen, los chicos no van a leer; si hay condiciones socioeconómicas de vulnerabilidad, los chicos no van a aprender; si los chicos están todo el día con el celular, no van a aprender: generamos un montón de causas por las cuales los chicos no aprenden y la verdad es que los chicos aprenden. Si los chicos no van a aprender, ¿para qué tenemos la escuela? Aún en estas condiciones siempre se puede enseñar. En términos filosóficos, perdimos la confianza en nuestra capacidad de enseñar, en la capacidad de los chicos de aprender, pero a la vez también fuimos generando herramientas disfuncionales. El sistema educativo es disfuncional, tiene un diseño en algunos casos que funciona muy bien y, en otros casos, no está pensado para proveer o promover aprendizajes, sino para consolidar determinadas necesidades particulares. Hoy el sistema educativo está pensado para los docentes, los directivos, los que gobiernan, los padres, las corporaciones y no tiene la centralidad el niño, el adolescente y los aprendizajes que necesitan.

–¿Cómo podría recuperarse la centralidad? El problema es siempre el cómo.

–El cómo viene primero de entender el qué. Si nosotros no nos ponemos de acuerdo en cuáles son los problemas y no construimos evidencia, difícilmente podemos avanzar en el cómo. En alfabetización, sinceramos el problema: los chicos salen de diez años de escolaridad sin leer y escribir correctamente. Asumimos un fracaso, esa es la primera condición. Luego construir evidencia en torno a cuál es la dimensión de ese problema y herramientas que sean idóneas, no que sean teóricamente solventes. Por eso es tan importante el proceso de alfabetización, si logramos resolverlo, vamos a tener un método, un modelo de trabajo de política educativa que nos va a permitir también resolver otros problemas, pero no hay ningún problema más importante que el chico sepa leer y escribir solventemente. Lo que hay que construir es institucionalidad y método.

–¿Les preocupa el ausentismo?

–Es una preocupación, no puede ser una excusa. Vuelvo a repetir, para leer y escribir en tres años, así vayan cada tanto a la escuela van a aprender igual. Y tenemos que ver qué nos dice el ausentismo estudiantil. Tiene varias causas. Una de las causas tiene que ver con vulneración social, pero también tiene que ver con la debilidad simbólica que ha ido adquiriendo el sistema educativo. Ir a la escuela es un esfuerzo, para la familia, para el chico, implica un montón de cuestiones que si uno no tiene expectativa y confianza, pierde el incentivo. Un día más, un día menos, no hace ninguna diferencia. Cuando yo era chico, faltar a la escuela era un pecado porque todos coincidíamos en que era importante ir a la escuela. Hoy, la importancia de ir a la escuela, más allá de obtener un título y de cumplir con la obligatoriedad, está puesta en tela de juicio y eso es preocupante.

–¿Y la inclusión?

–Es un problema transversal y que genera mucha tensión al interior de las escuelas. Creo que se ha dado un avance muy importante en los niveles de inclusión adentro de las aulas, es un activo y es una fortaleza del sistema, pero también creo que no siempre se hace de la manera adecuada lo que genera perjuicios al interior del establecimiento educativo y del curso. Tiene que estar regulado y planificado, y hoy no hay el suficiente nivel de regulación y planificación para la política de inclusión.

“Hoy, la importancia de ir a la escuela, más allá de obtener un título y de cumplir con la obligatoriedad, está puesta en tela de juicio y eso es preocupante”, afirma José Goity, ministro de Educación de Santa Fe, para describir la crisis educativa. En una entrevista con LA NACION, ahonda en cómo los aprendizajes fueron perdiendo centralidad ante otras cuestiones como el presupuesto, las condiciones laborales, la contención alimentaria. “Si el aprendizaje no se cumple, todos estos medios van perdiendo sentido”, apunta.

Según los resultados de las pruebas provinciales implementadas el año pasado en Santa Fe, solo uno de cada cuatro alumnos de segundo grado lee bien. En línea con el gobierno nacional, el funcionario remarca que la prioridad son la alfabetización y la necesidad de evaluar para conocer la efectividad de las políticas implementadas. Considera además que la obligación del Estado a rendir cuentas en términos de aprendizajes debería quedar reflejada en la nueva Constitución que comienza a debatirse en la provincia. Sobre este último punto debatió en una charla organizada ayer por el área de Educación de la Universidad Torcuato Di Tella.

–¿Qué significa en términos concretos que el principal objetivo es la alfabetización?

–La primera prioridad es centrar la política en los aprendizajes, y dentro de los aprendizajes la alfabetización es fundamental. Hay un consenso a nivel país, casi obvio, de que una de las principales funciones que tiene la educación es lograr la alfabetización plena. Parece un contrasentido tener que establecer un programa, un plan de alfabetización a chicos que están escolarizados, pero la verdad que hoy es la realidad: tenemos déficit en alfabetización con chicos que están perfectamente escolarizados.

Todos los chicos y chicas de la provincia de Santa Fe, cuando termina el primer ciclo de la educación primaria, el tercer grado, tienen que estar perfectamente alfabetizados. Definimos dos estrategias: un plan de alfabetización con recursos en material, capacitación docente e infraestructura escolar, y poder evaluar el resultado de la política a través de una prueba provincial de lectura que implementamos el año pasado en octubre.

–¿Cuál es la diferencia o por qué es necesaria si ya existe una evaluación nacional?

–Es anual y nominalizada. Todos los meses de octubre, todos los años, los chicos de segundo grado de todo el sistema (universal, público, privada, rural, urbana) van a tener una evaluación de fluidez lectora para ver el impacto de la política pública. A la vez, es nominal porque creemos que es fundamental para poder intervenir sobre aquellos chicos que tienen un déficit. Al hacerla en segundo grado, nos permite poder trabajar con los chicos que no alcanzaron el nivel con un plan remedial de apoyo para que terminen en tercer grado en las condiciones de alfabetización en que tienen que terminarlo y que es obligación del Estado hacerlo.

Parte de la fortaleza del sistema educativo en los últimos años es haber consolidado las pruebas nacionales de aprendizaje. Nosotros avalamos y acompañamos las pruebas nacionales de evaluación, después discutimos en todo caso cómo las podemos interpretar. También las provincias cada vez tienen más responsabilidades entonces es lógico que tengan sus propias pruebas y estrategias de evaluación. Creemos también que las pruebas nacionales de evaluación deberían estar acompañadas de los recursos necesarios desde el orden nacional para poder acompañar los procesos de mejora. El gobierno nacional, a veces con muy malos resultados, tenía una importante intervención en términos de financiamiento; se retiró, y eso tiene consecuencias.

¿Se refiere al Fondo Nacional de Incentivo Docente (Fonid)?

–El Fonid, la infraestructura escolar, el financiamiento de las escuelas técnicas que quedó congelado al año 2023. Ha habido un retiro del financiamiento nacional, lo cual tiene un perjuicio en las provincias; eso también hay que decirlo porque, si no, no estamos graficando la realidad tal cual.

–¿Cómo es el plan remedial?

–Ingeniamos un sistema de intervención que lo vamos a implementar ahora en el segundo semestre mediante un abordaje focalizado adentro de la escuela y en general en el horario escolar. Son dos veces por semana, 20 minutos con esos chicos (identificados en base a las evaluaciones del año pasado), y con un docente preparado. Y a la vez estamos trabajando en incorporar el entorno comunitario para poder incorporar asociaciones civiles, organizaciones sociales, clubes que trabajan con apoyo escolar para que puedan colaborar en este proceso de alfabetización a partir del ordenamiento de la estrategia pedagógica y didáctica de la escuela.

–¿Cuál es el diferencial? ¿Por qué este plan debería funcionar y por qué no venía funcionando hasta ahora?

–Se cambió un método, que era el método de conciencia fonológica, por otro el método basado en las teorías constructivistas. No quiere decir que un método sea mejor que el otro, sino que no es adecuado a la realidad que tenemos. Hay todo un debate conceptual, pero un debate muy teórico de la academia en torno a cuál es la mejor manera de adquirir la lectura y la escritura. Nosotros abordamos un enfoque equilibrado, funcional en la realidad que tenemos. Es el método que consideramos que va a dar mejores resultados y que los docentes tienen mejores condiciones para aplicar, no quiere decir que invalide otros métodos. Todos los docentes lo han tomado, tienen el material y la capacitación adecuada.

–¿Y qué implica?

–En realidad es aplicar un método que tiene una base fonológica en el momento que corresponde, pero que también habilita mecanismos de comprensión, por ejemplo, a través de una novela que distribuimos también para todos los chicos. Hay un momento que tiene que ser más estructurado y hay otro momento en el cual nos podemos permitir otro tipo de flexibilidades.

–¿Qué aporte cree que puede hacer la política? ¿Qué van a proponer respecto a Educación para la Convención Constituyente?

–Creemos que nuestra obligación es ver cuáles son los problemas reales, no teóricos, reales de la educación y que haya un espejo en la Constitución que los refleje y que habilite las leyes y las políticas que son necesarias para resolverlo. Por eso, proponemos discutir el derecho a la educación desde una perspectiva de los aprendizajes complementarios.

–¿Cómo?

–Una cosa es la Constitución como un orden jurídico y otra son las leyes que tienen más nivel de operatividad y concreción. Nosotros consideramos que en este contexto tendría que estar reflejada la obligación del Estado a rendir cuentas en términos de aprendizaje. La escuela tiene una sola manera de incluir y una sola manera de consagrar derechos: enseñando.

–Mencionó antes no atacar los problemas teóricos, ¿qué problemas reales identificaron?

–El sistema educativo tiene muchos déficits y tiene algún nivel de complejidad. Yo trato de no usar esa palabra, porque en general cuando decimos que algo es complejo es porque no tenemos respuesta o tratamos de disimular una falta de respuesta. En este caso todos coincidimos en que la crisis del sistema educativo es multicausal, pero no todas las causas tienen la misma jerarquía. Una de las causas que para mí tiene mayor jerarquía es que desenfocamos el fin y el objetivo del sistema en términos de aprendizaje y de inclusión con el conocimiento. Y nos enfocamos en presupuesto, condiciones laborales, la contención alimentaria dentro de la escuela; en un montón de otras cuestiones que son fundamentales, porque sin eso la educación no es posible, pero que son un medio para un fin. Es decir, que haya un comedor, un salario docente, un régimen laboral, inversión, que haya infraestructura, es un medio que cobra sentido en tanto el fin se cumpla. Y el fin en definitiva son los aprendizajes y el conocimiento. Si eso no se cumple, todos estos medios van perdiendo sentido. Parte de esa crisis de la educación es una crisis de sentido y dónde ponemos los esfuerzos.

El ministro de Educación de Santa Fe, durante la charla en la Universidad Di Tella

–¿Se puede abarcar todo eso?

–No hay una solución mágica, pero sí parte de la solución está en poner el foco y el debate en donde creemos que tiene que estar. Hoy, parezco monotemático, pero es qué aprenden los chicos. El Estado tiene que construir herramientas que permitan dar cuenta si está logrando ese objetivo: evaluar.

–¿Cómo se hace, a la vez, para incluir la innovación?

–La escuela tiene que ser innovadora, pero la escuela también es conservadora. Tiene que tener la capacidad de introducir innovaciones que le permitan cumplir mejor su función. Si hablamos de alfabetización, no hay mucho que innovar. Los recursos tecnológicos no son tan necesarios, para poder aprender a leer y escribir hace falta un docente formado, un método y un libro, no hace falta ni conectividad, ni un celular, ni una computadora. Muchas veces nos desvivimos por ver cómo asimilamos el proceso vertiginoso de innovación y no logramos anclar lo básico. Alguien bien alfabetizado va a tener herramientas cognitivas que le permitan asimilar todos los procesos de innovación. La primaria está más consolidada, el nivel secundario hay que discutirlo de base. Hoy tiene una crisis mucho más terminal que la escuela primaria porque es una crisis de sentido y utilidad. La educación primaria tiene que ser fundante y la secundaria tiene que ser útil, habilitante y práctica. Ahí sí tiene que ser mucho más flexible y adaptativa, pero es difícil tener una educación secundaria adaptativa si no hay una base sólida.

–¿Por qué cree que se llegó hasta acá?

–Creo que en algún momento, gracias a la fortaleza del sistema, nos autoconvencimos de que el sistema era bueno y funcionaba bien, porque lo era. Pero no fuimos lo suficientemente perceptivos para detectar esas pequeñas crisis que se fueron transformando en grandes crisis. Terminamos siendo muy autorreferenciales de lo que hacemos dentro del sistema educativo, muy autocomplacientes, y poniendo mucho peso en los condicionamientos.

–¿A qué se refiere con los condicionamientos?

–Si los padres no leen, los chicos no van a leer; si hay condiciones socioeconómicas de vulnerabilidad, los chicos no van a aprender; si los chicos están todo el día con el celular, no van a aprender: generamos un montón de causas por las cuales los chicos no aprenden y la verdad es que los chicos aprenden. Si los chicos no van a aprender, ¿para qué tenemos la escuela? Aún en estas condiciones siempre se puede enseñar. En términos filosóficos, perdimos la confianza en nuestra capacidad de enseñar, en la capacidad de los chicos de aprender, pero a la vez también fuimos generando herramientas disfuncionales. El sistema educativo es disfuncional, tiene un diseño en algunos casos que funciona muy bien y, en otros casos, no está pensado para proveer o promover aprendizajes, sino para consolidar determinadas necesidades particulares. Hoy el sistema educativo está pensado para los docentes, los directivos, los que gobiernan, los padres, las corporaciones y no tiene la centralidad el niño, el adolescente y los aprendizajes que necesitan.

–¿Cómo podría recuperarse la centralidad? El problema es siempre el cómo.

–El cómo viene primero de entender el qué. Si nosotros no nos ponemos de acuerdo en cuáles son los problemas y no construimos evidencia, difícilmente podemos avanzar en el cómo. En alfabetización, sinceramos el problema: los chicos salen de diez años de escolaridad sin leer y escribir correctamente. Asumimos un fracaso, esa es la primera condición. Luego construir evidencia en torno a cuál es la dimensión de ese problema y herramientas que sean idóneas, no que sean teóricamente solventes. Por eso es tan importante el proceso de alfabetización, si logramos resolverlo, vamos a tener un método, un modelo de trabajo de política educativa que nos va a permitir también resolver otros problemas, pero no hay ningún problema más importante que el chico sepa leer y escribir solventemente. Lo que hay que construir es institucionalidad y método.

–¿Les preocupa el ausentismo?

–Es una preocupación, no puede ser una excusa. Vuelvo a repetir, para leer y escribir en tres años, así vayan cada tanto a la escuela van a aprender igual. Y tenemos que ver qué nos dice el ausentismo estudiantil. Tiene varias causas. Una de las causas tiene que ver con vulneración social, pero también tiene que ver con la debilidad simbólica que ha ido adquiriendo el sistema educativo. Ir a la escuela es un esfuerzo, para la familia, para el chico, implica un montón de cuestiones que si uno no tiene expectativa y confianza, pierde el incentivo. Un día más, un día menos, no hace ninguna diferencia. Cuando yo era chico, faltar a la escuela era un pecado porque todos coincidíamos en que era importante ir a la escuela. Hoy, la importancia de ir a la escuela, más allá de obtener un título y de cumplir con la obligatoriedad, está puesta en tela de juicio y eso es preocupante.

–¿Y la inclusión?

–Es un problema transversal y que genera mucha tensión al interior de las escuelas. Creo que se ha dado un avance muy importante en los niveles de inclusión adentro de las aulas, es un activo y es una fortaleza del sistema, pero también creo que no siempre se hace de la manera adecuada lo que genera perjuicios al interior del establecimiento educativo y del curso. Tiene que estar regulado y planificado, y hoy no hay el suficiente nivel de regulación y planificación para la política de inclusión.

 José Goity lidera en su provincia, donde solo el 25% de los alumnos de segundo grado lee bien, nuevas estrategias contra el fracaso del sistema educativo  LA NACION

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