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Una foto que salió mal en la Galería Uffizi preocupa a los museos de una Europa cansada de los turistas

LONDRES.- Volvió el verano europeo con su caos de selfies.

El sábado pasado, un visitante de la Galería Uffizi en Florencia, Italia, dio un paso atrás hacia una de las pinturas exhibidas en ese museo para sacarse una selfie haciendo la misma pose que el retratado en la pintura, Fernando de Medici, gran príncipe y mecenas de las artes del siglo XVII. La obra se dañó y fue retirada para su restauración.

Inventó la palabra «Renacimiento» y escribió la historia de los genios

Para el director del museo, fue la gota que colmó el vaso, y no es el único que está harto de esta situación. Hace unos meses, en el Palacio Maffei, en Verona, un visitante rompió una silla recubierta en cristales Swarovski, también resultado de una foto que salió mal: el hombre aparentemente esperó a que los guardias se ausentaran antes de su fatídico intento de sentarse para posar. Y este mismo mes, el personal del Museo del Louvre, en París, realizó una huelga no autorizada para protestar, entre otras cosas, por la superpoblación de visitantes y los dolores de cabeza que generan las selfies dentro de las salas.

“El problema de los visitantes que vienen al museo para hacer memes o sacarse selfies para las redes sociales está fuera de control”, dijo a través de un comunicado el director de la Galería Uffizi, Simone Verde.

A los museos les está costando lidiar con la encrucijada que plantea su atractivo global y la protección de sus colecciones del aluvión de turistas que el verano inunda sus salas para generar contenido para sus redes sociales y de paso refrescarse con el aire acondicionado, cuyo uso en Europa no es muy extendido, sin importar si de su visita sacan algún provecho artístico o cultural.

El turista fue identificado y denunciado por la Galería de los Uffizi

Los recientes episodios se produjeron en el arranque de la temporada alta de verano, pero apuntan a un problema de larga data: demasiados turistas con demasiados celulares en la mano. Y a pesar de sus mejores esfuerzos, los museos no han logrado llegar a una solución infalible.

“Los incidentes de turistas que dañan obras de arte se multiplican día a día”, dice Marina Novelli, directora del Centro de Investigaciones de Viajes Sustentables y Turismo Avanzado de la Universidad de Nottingham, Inglaterra.

Según Novelli, antes los turistas llegaban al museo con la idea de ver en persona algunas obras, pero hoy “llegan con una lista de selfies” de pinturas o lugares que quieren fotografiar o frente a los cuales se quieren fotografiar, básicamente para generar postales personalizadas de su viaje.

El Louvre de París realizó una huelga no autorizada el 16 de este mes para protestar, entre otras cosas, por la superpoblación de visitantes y los dolores de cabeza que generan las selfies

“Se trata más de compartir, no necesariamente la experiencia, sino el hecho de mostrar que ‘yo estuve ahí’,” apunta Novelli.

No solo los museos se ven afectados por el peso del atractivo que ejercen: las propias ciudades europeas están intentando encontrar un equilibrio entre acoger a los visitantes y proteger a los residentes en esta era del turismo de masas.

El problema de los museos es que esta situación pone en contradicción dos de sus objeticos principales. Parte de su misión es permitir que el público acceda al arte que durante generaciones estuvo escondido en las casas de los aristócratas y otras élites. No solo quieren visitantes, sino que por lo general necesitan los ingresos de las entradas para sobrevivir. Pero los museos también tienen el deber de proteger su colección y preservarla para el futuro.

Y los teléfonos celulares son una parte importante de ese problema, porque los turistas se agolpan, se trepan unos sobre otros y hacen todo tipo de acrobacias para la cámara. Además, los padres se distraen con sus celulares y dejar de prestar atención a sus curiosos hijos, que en los últimos meses también han dañado obras de arte. Los celulares también pueden convertir los museos en escenario de protestas: los manifestantes contra el cambio climático han atacado obras con pintura, pegamento o sopa para concientizar sobre los peligros de las emisiones de carbono, y luego han usado sus teléfonos para viralizar su protesta en las redes sociales. “Los museos se mueven sobre la delgada línea entre la accesibilidad y la preservación”, apunta Novelli, y sugiere que las instituciones deberían abordar el problema con diversas medidas, como barreras físicas “sutiles pero efectivas”, zonas específicas para selfis, alarmas de advertencia y una mejor señalización.

Una pareja rompe la

En Verona, las autoridades del museo difundieron un video de sus cámaras de seguridad donde se ve como la reluciente silla colapsa bajo el peso del turista, con la esperanza de identificar al responsable y fomentar un mejor comportamiento en los museos. También indicaron que planeaban proteger la silla con una caja de acrílico.

Simone Verde, el director de Uffizi, se comprometió a “establecer límites muy precisos” y a dar pasos para “prevenir” ese tipo de comportamientos. La galería no compartió imágenes de video del episodio y todavía no especificó qué futuros límites, si los hubiera, podría imponerles a los turistas.

Pero el episodio terminó empañando el que iba a ser un mes festivo para la Galería Uffizi, que acababa de celebrar el desmantelamiento de la antiestética grúa que se cernía sobre ellos desde hace casi dos décadas.

De todos modos, se cree que la pintura afectada sobrevivirá. El museo informó que la obra sufrió daños leves y que sería necesario restaurarla, y agregó que la obra pronto volverá a ocupar su lugar en la actual exposición sobre el siglo XVIII, que estuvo cerrada temporalmente desde el domingo a causa del incidente.

(Traducción de Jaime Arrambide)

LONDRES.- Volvió el verano europeo con su caos de selfies.

El sábado pasado, un visitante de la Galería Uffizi en Florencia, Italia, dio un paso atrás hacia una de las pinturas exhibidas en ese museo para sacarse una selfie haciendo la misma pose que el retratado en la pintura, Fernando de Medici, gran príncipe y mecenas de las artes del siglo XVII. La obra se dañó y fue retirada para su restauración.

Inventó la palabra «Renacimiento» y escribió la historia de los genios

Para el director del museo, fue la gota que colmó el vaso, y no es el único que está harto de esta situación. Hace unos meses, en el Palacio Maffei, en Verona, un visitante rompió una silla recubierta en cristales Swarovski, también resultado de una foto que salió mal: el hombre aparentemente esperó a que los guardias se ausentaran antes de su fatídico intento de sentarse para posar. Y este mismo mes, el personal del Museo del Louvre, en París, realizó una huelga no autorizada para protestar, entre otras cosas, por la superpoblación de visitantes y los dolores de cabeza que generan las selfies dentro de las salas.

“El problema de los visitantes que vienen al museo para hacer memes o sacarse selfies para las redes sociales está fuera de control”, dijo a través de un comunicado el director de la Galería Uffizi, Simone Verde.

A los museos les está costando lidiar con la encrucijada que plantea su atractivo global y la protección de sus colecciones del aluvión de turistas que el verano inunda sus salas para generar contenido para sus redes sociales y de paso refrescarse con el aire acondicionado, cuyo uso en Europa no es muy extendido, sin importar si de su visita sacan algún provecho artístico o cultural.

El turista fue identificado y denunciado por la Galería de los Uffizi

Los recientes episodios se produjeron en el arranque de la temporada alta de verano, pero apuntan a un problema de larga data: demasiados turistas con demasiados celulares en la mano. Y a pesar de sus mejores esfuerzos, los museos no han logrado llegar a una solución infalible.

“Los incidentes de turistas que dañan obras de arte se multiplican día a día”, dice Marina Novelli, directora del Centro de Investigaciones de Viajes Sustentables y Turismo Avanzado de la Universidad de Nottingham, Inglaterra.

Según Novelli, antes los turistas llegaban al museo con la idea de ver en persona algunas obras, pero hoy “llegan con una lista de selfies” de pinturas o lugares que quieren fotografiar o frente a los cuales se quieren fotografiar, básicamente para generar postales personalizadas de su viaje.

El Louvre de París realizó una huelga no autorizada el 16 de este mes para protestar, entre otras cosas, por la superpoblación de visitantes y los dolores de cabeza que generan las selfies

“Se trata más de compartir, no necesariamente la experiencia, sino el hecho de mostrar que ‘yo estuve ahí’,” apunta Novelli.

No solo los museos se ven afectados por el peso del atractivo que ejercen: las propias ciudades europeas están intentando encontrar un equilibrio entre acoger a los visitantes y proteger a los residentes en esta era del turismo de masas.

El problema de los museos es que esta situación pone en contradicción dos de sus objeticos principales. Parte de su misión es permitir que el público acceda al arte que durante generaciones estuvo escondido en las casas de los aristócratas y otras élites. No solo quieren visitantes, sino que por lo general necesitan los ingresos de las entradas para sobrevivir. Pero los museos también tienen el deber de proteger su colección y preservarla para el futuro.

Y los teléfonos celulares son una parte importante de ese problema, porque los turistas se agolpan, se trepan unos sobre otros y hacen todo tipo de acrobacias para la cámara. Además, los padres se distraen con sus celulares y dejar de prestar atención a sus curiosos hijos, que en los últimos meses también han dañado obras de arte. Los celulares también pueden convertir los museos en escenario de protestas: los manifestantes contra el cambio climático han atacado obras con pintura, pegamento o sopa para concientizar sobre los peligros de las emisiones de carbono, y luego han usado sus teléfonos para viralizar su protesta en las redes sociales. “Los museos se mueven sobre la delgada línea entre la accesibilidad y la preservación”, apunta Novelli, y sugiere que las instituciones deberían abordar el problema con diversas medidas, como barreras físicas “sutiles pero efectivas”, zonas específicas para selfis, alarmas de advertencia y una mejor señalización.

Una pareja rompe la

En Verona, las autoridades del museo difundieron un video de sus cámaras de seguridad donde se ve como la reluciente silla colapsa bajo el peso del turista, con la esperanza de identificar al responsable y fomentar un mejor comportamiento en los museos. También indicaron que planeaban proteger la silla con una caja de acrílico.

Simone Verde, el director de Uffizi, se comprometió a “establecer límites muy precisos” y a dar pasos para “prevenir” ese tipo de comportamientos. La galería no compartió imágenes de video del episodio y todavía no especificó qué futuros límites, si los hubiera, podría imponerles a los turistas.

Pero el episodio terminó empañando el que iba a ser un mes festivo para la Galería Uffizi, que acababa de celebrar el desmantelamiento de la antiestética grúa que se cernía sobre ellos desde hace casi dos décadas.

De todos modos, se cree que la pintura afectada sobrevivirá. El museo informó que la obra sufrió daños leves y que sería necesario restaurarla, y agregó que la obra pronto volverá a ocupar su lugar en la actual exposición sobre el siglo XVIII, que estuvo cerrada temporalmente desde el domingo a causa del incidente.

(Traducción de Jaime Arrambide)

 El daño a una pintura centenaria en el museo italiano fue solo uno de los muchos incidentes que le suben la temperatura al conflicto con los visitantes  LA NACION

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