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The Pretenders: una voz inoxidable, el tributo a Bob Dylan y un habitué de apellido García

En tiempos de metaverso y de distorsiones retinales y auditivas provocadas por la inteligencia artificial, una licencia poética no es delito. Pensemos en una leyenda; una que diga que, un día, Bob Dylan le dedicó una canción a la cantante Chrissie Hynde. Y como la tituló “Forever Young”, a ella no le quedó otra opción que permanecer con su voz siempre jovial. Y si se juzga por los hechos, sostiene el mandato. Acaso porque fue una promesa; acaso porque hubo una especie de pacto con algún ser de otra dimensión.

Pero más allá de esta “licencia” (leyenda inventada a la medianoche, delirante o no tanto) porque cambia el sentido de una canción que fue escrita en 1973, de un padre a un hijo, anoche, efectivamente, con sus joviales 73, Chrissie cantó en el Movistar Arena, al frente de The Pretenders, su banda de toda la vida y todos los tiempos. Y canto con esa voz que terminará siendo de una época, para todas las épocas (por siempre joven).

The Pretenders, un show con sus hits y canciones de los últimos álbumes

Con puntualidad inglesa, a las 21 Chrissie y los suyos encendieron el estadio. La norteamericana que sintió al Reino Unido como su hogar, al punto de crear una banda de proyección internacional, puso a andar sus largas piernas en dirección al micrófono ubicado en el proscenio, se colgó una de sus guitarras Telecaster y logró que, una vez más, The Pretenders se encontrara con el público argentino.

“Hate for sale” fue el puntapié, una canción de los últimos años y, al mismo tiempo, de los primeros, por cómo suena, por lo que dice, por la actitud que le pone esta cantante y por esa atmósfera que parece de finales de los setenta, en ese paso del punk a la new wave.

Jeans cubiertos por botas que pasaban por encima de las rodillas, remera negra con una calavera estampada, el cabello que casi tapaba los ojos y esa voz que, será por embrujo, parece nunca envejecer. Ahí estaba el típico cuarteto de rock (batería, dos guitarras y un bajo). Chrissie y tres músicos, sin pantallas ni escenografías sofisticadas. Apenas unas telas que bajaban desde el techo, por la espalda de la banda. La mayor simpleza para acompañar un setlist que redondeó las dos docenas de canciones.

Rock de guitarras (ese que es de todas las épocas), pop rock (aquel que inauguró la década del ochenta), un par de baladas que tuvieron un lugar de privilegio en los charts y esos riff que, unidos a la voz de Chrissie, han hecho un gran matrimonio, uno que suena indisoluble.

Si esto fuera medido por un “hitómetro”, el show porteño fue de menor a mayor. Primero sonaron esas canciones que aparecieron dispersas en distintos momentos de la banda; algunas tuvieron cierto recorrido, otras de más corto vuelo.

En el repertorio de esta gira no hay intentos de imponer el pasado más reciente. Y si bien el show comienza con el tema que da título a su álbum de 2020, entre las canciones de este trabajo y las de su sucesor, Relentless (2023) que Chrissie escribió con su socio de los últimos tiempos, el guitarrista James Walbourne, no son más de cuatro las que incluyen en ese paseo musical por Sudamérica.

Durante la hora cuarenta de show, hubo dedicatorias, covers, agradecimientos, citas lejanas. “My City Was Gone”, refirió a su “hermosa Akron, Ohio”. El pulso reggae llegó con “Private life” y con el broche de un solo absolutamente expresivo y temperamental de Walbourne.

El guitarrista de The Pretenders, con sus solos incisivos

El tema de medio tempo fue el mencionado “Forever Young” de Dylan, pero la garra rockera fue la que dominó el cierto, desde las primeras canciones, pasando por “Boots of Chinese Plastic” y “Thombelina” (ese experimento punky que muta al country music) hasta el cierre con “Precious”, el último de los bises.

Cuando había pasado la primera media hora de show, los clásicos comenzaban a brotar. “Talk of The Town”, “Back on the Chain Gang”, “Don’t Get Me Wrong”, “Middle of the Road” y, sobre el final, el melodioso “I’ll Stand by You”.

El público, quizás transportado a algún sitio privilegiado de su recuerdo, optó mayoritariamente por ver y escuchar, en vez de levantar teléfonos y grabar. Solo cuando llegó el momento de “Don’t Get Me Wrong”, tema que Hynde aprovechó para convocar al baile, aparecieron muchos celulares en modo rec, para guardar testimonio de ese momento. El resto, se llevó el recital guardado en su mente y su corazón.

Charly García en el show de The Pretenders

Quizás lo mismo le haya pasado a Charly García, ubicado en primera final. Charly se está convirtiendo en un habitué del Movistar Arena. Últimamente se lo ha visto en el recital de Sting, con quien estuvo charlando en camarines, y recientemente en el de Beat, banda que recrea la música de King Crimson, con músicos que estuvieron en aquel legendario grupo. Anoche tampoco se quiso perder el show de los Pretenders.

En tiempos de metaverso y de distorsiones retinales y auditivas provocadas por la inteligencia artificial, una licencia poética no es delito. Pensemos en una leyenda; una que diga que, un día, Bob Dylan le dedicó una canción a la cantante Chrissie Hynde. Y como la tituló “Forever Young”, a ella no le quedó otra opción que permanecer con su voz siempre jovial. Y si se juzga por los hechos, sostiene el mandato. Acaso porque fue una promesa; acaso porque hubo una especie de pacto con algún ser de otra dimensión.

Pero más allá de esta “licencia” (leyenda inventada a la medianoche, delirante o no tanto) porque cambia el sentido de una canción que fue escrita en 1973, de un padre a un hijo, anoche, efectivamente, con sus joviales 73, Chrissie cantó en el Movistar Arena, al frente de The Pretenders, su banda de toda la vida y todos los tiempos. Y canto con esa voz que terminará siendo de una época, para todas las épocas (por siempre joven).

The Pretenders, un show con sus hits y canciones de los últimos álbumes

Con puntualidad inglesa, a las 21 Chrissie y los suyos encendieron el estadio. La norteamericana que sintió al Reino Unido como su hogar, al punto de crear una banda de proyección internacional, puso a andar sus largas piernas en dirección al micrófono ubicado en el proscenio, se colgó una de sus guitarras Telecaster y logró que, una vez más, The Pretenders se encontrara con el público argentino.

“Hate for sale” fue el puntapié, una canción de los últimos años y, al mismo tiempo, de los primeros, por cómo suena, por lo que dice, por la actitud que le pone esta cantante y por esa atmósfera que parece de finales de los setenta, en ese paso del punk a la new wave.

Jeans cubiertos por botas que pasaban por encima de las rodillas, remera negra con una calavera estampada, el cabello que casi tapaba los ojos y esa voz que, será por embrujo, parece nunca envejecer. Ahí estaba el típico cuarteto de rock (batería, dos guitarras y un bajo). Chrissie y tres músicos, sin pantallas ni escenografías sofisticadas. Apenas unas telas que bajaban desde el techo, por la espalda de la banda. La mayor simpleza para acompañar un setlist que redondeó las dos docenas de canciones.

Rock de guitarras (ese que es de todas las épocas), pop rock (aquel que inauguró la década del ochenta), un par de baladas que tuvieron un lugar de privilegio en los charts y esos riff que, unidos a la voz de Chrissie, han hecho un gran matrimonio, uno que suena indisoluble.

Si esto fuera medido por un “hitómetro”, el show porteño fue de menor a mayor. Primero sonaron esas canciones que aparecieron dispersas en distintos momentos de la banda; algunas tuvieron cierto recorrido, otras de más corto vuelo.

En el repertorio de esta gira no hay intentos de imponer el pasado más reciente. Y si bien el show comienza con el tema que da título a su álbum de 2020, entre las canciones de este trabajo y las de su sucesor, Relentless (2023) que Chrissie escribió con su socio de los últimos tiempos, el guitarrista James Walbourne, no son más de cuatro las que incluyen en ese paseo musical por Sudamérica.

Durante la hora cuarenta de show, hubo dedicatorias, covers, agradecimientos, citas lejanas. “My City Was Gone”, refirió a su “hermosa Akron, Ohio”. El pulso reggae llegó con “Private life” y con el broche de un solo absolutamente expresivo y temperamental de Walbourne.

El guitarrista de The Pretenders, con sus solos incisivos

El tema de medio tempo fue el mencionado “Forever Young” de Dylan, pero la garra rockera fue la que dominó el cierto, desde las primeras canciones, pasando por “Boots of Chinese Plastic” y “Thombelina” (ese experimento punky que muta al country music) hasta el cierre con “Precious”, el último de los bises.

Cuando había pasado la primera media hora de show, los clásicos comenzaban a brotar. “Talk of The Town”, “Back on the Chain Gang”, “Don’t Get Me Wrong”, “Middle of the Road” y, sobre el final, el melodioso “I’ll Stand by You”.

El público, quizás transportado a algún sitio privilegiado de su recuerdo, optó mayoritariamente por ver y escuchar, en vez de levantar teléfonos y grabar. Solo cuando llegó el momento de “Don’t Get Me Wrong”, tema que Hynde aprovechó para convocar al baile, aparecieron muchos celulares en modo rec, para guardar testimonio de ese momento. El resto, se llevó el recital guardado en su mente y su corazón.

Charly García en el show de The Pretenders

Quizás lo mismo le haya pasado a Charly García, ubicado en primera final. Charly se está convirtiendo en un habitué del Movistar Arena. Últimamente se lo ha visto en el recital de Sting, con quien estuvo charlando en camarines, y recientemente en el de Beat, banda que recrea la música de King Crimson, con músicos que estuvieron en aquel legendario grupo. Anoche tampoco se quiso perder el show de los Pretenders.

 La banda que encabeza Chrissie Hynde se presentó en el Movistar Arena  LA NACION

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