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“Un tsunami”: un experto español habló del impacto de una política ambiental de Europa y dejó una advertencia a la Argentina

En un contexto global diferente, donde los problemas medioambientales se interpusieron en la producción con miles de normativas, los desafíos del agro en relación con la sostenibilidad son importantes. Allí es cuando emerge la digitalización como clave para sortear y tener una salida airosa.

En este sentido, la Unión Europea (UE) ha definido como objetivo para el 2030 una reducción del 50% en el uso de pesticidas en Europa; además una reducción del 50% de las pérdidas de nutrientes de los suelos, es decir un 20% menos en el uso de fertilizantes. También una baja del 50% en el uso de antibióticos y que el 25% de la superficie agrícola europea sea de cultivo orgánico y ecológico.

“Esto es dentro de seis años. Es muy fuerte. Las reglamentaciones sobre la sostenibilidad son como un tsunami que está afectando, condicionando y cambiando mucho de las reglas de juego de la cadena alimentaria y que tiene como impulsor a Europa. En 2019, definió una estrategia con una serie de compromisos muy fuertes: producción de alimentos sostenible, procesamiento y distribución de alimentos sostenible, consumo de alimentos sostenible y reducción de la pérdida del medioambiente. Se están poniendo objetivos muy ambiciosos con un aumento normativo muy importante”, alertó José Antonio Boccherini, director del Departamento de Empresa Alimentaria de San Telmo Business School de España durante el Encuentro Anual de la Comunidad Agronegocios, “Nuevos modelos de negocios del agro: digitalización, robotización e inteligencia artificial”, organizado por la Universidad Austral.

“En terapia intensiva”: qué hay detrás de la impactante proliferación de pumas, jabalíes y guanacos que tienen en jaque amplias regiones productivas

El experto contó que un análisis en los Estados Unidos reveló que, si esta estrategia la adoptara solo Europa habría “una pérdida del PBI mundial de US$94.000 millones y la producción mundial caería un 1% y en Europa un 12%”.

“Si estas prácticas se implantaran en todo el mundo el PBI mundial caerá un trillón de dólares y la producción mundial de alimentos bajará un 11%. En un entorno en el que se dice que hay que incrementar la producción de alimentos, porque también la población va a aumentar, parece un poco sorprendente y quizás demasiado ambicioso”, enfatizó. En este escenario señaló que para los consumidores, la sostenibilidad, según un encuesta realizada en Europa, no es su responsabilidad, sino de las empresas, por lo que son ellas las que deben “hacer sacrificios comerciales”.

“El 42% de los consumidores está dispuesto a castigar a las marcas no sostenibles y dejar de comprar alimentos a una empresa que no lo sea. Si bien uno de cada dos consumidores le gustaría ser más sostenible, sus prioridades diarias se ponen por delante. Y el 82% de los consumidores prefieren ahorrar dinero más que cuidar el planeta. La respuesta es muy clara: el consumidor no está dispuesto a pagar más por sostenibilidad”, señaló.

Motosierra. Derogaron una veintena de resoluciones: hay desde una norma K que afectaba exportaciones de carne hasta una unidad de género

En este nuevo mundo, es la “hiperregulación” en la UE la hace que haya dificultades para crecer y para cumplir. “Solo en el sector porcino en la UE, en los últimos cinco años hasta 2022 se generaron más de 600 normas específicas. Lo preocupante es la tendencia de generación de normas. Le están poniendo trabas al incremento de la capacidad productiva, no le dejan aumentar y están viniendo a América Latina a invertir para producir cerdo desde aquí para exportar a Asia. Y en un futuro probablemente a Europa también, que ha sido siempre un gran productor de carne de cerdo y que tiene políticas que van a acabar con el sector porcino. Por año en la cadena alimentaria en Europa hay 1000 normativas nuevas. Uno debe tener varias personas que cobran su sueldo solo para enterarse que normativas tengo que cumplir, qué puedo hacer. El problema no es solo que te limiten sino cómo hago para cumplirlas todas, porque simplemente por levantarme por la mañana y respirar ya es posible que esté incumpliendo alguna norma”, ironizó.

Y en ese triángulo de producción, sostenibilidad e hiperregulación, a los productores, aun sin estar de acuerdo, no les queda otra opción: “No les va a quedar más remedio porque va a ser la exigencia de los países a los que exporten y de sus bancos que no les van a dar financiación si no son sostenibles. Hay que tomarlo muy en serio”.

Es aquí donde la digitalización comienza a tener un papel preponderante. “Ya no podemos vender productos sin datos. Solo se venderán productos con datos desde su origen explicando todas sus características. Y hay que elegir bien los mercados y las propuestas de valor porque Europa es un mercado que no va a crecer, además con costes. Se puede ir a Europa, hay oportunidades, pero tengo que tener muy clara la propuesta de valor porque es un mercado en el que hay más oferta que demanda de alimentos. No hay mucha demanda insatisfecha”, aseguró.

En este contexto, dijo que existen tres retos para el sector agropecuario: ser productivo, sostenible y tener capacidad de comercialización, buscando la eficiencia. “El consumidor quiere productos locales, productos naturales, quiere que sea justo y transparente quiere que sea sostenible, aunque no esté dispuesto a pagar por ello”, señaló.

Por otra parte, la digitalización también ayuda a la reducción y optimización de insumos, una variante de costo importante que puede destrozar la cuenta de resultados de ese año. “Las tecnologías digitales nos permite enviar drones, saber vía satélites en qué zonas del lote se debe optimizar el riego y fertilizantes, sumando a las decisiones agronómicas y de rotación de cultivos. Pero sobre todo, las tecnologías pueden ayudar al tema de la calidad y de certificaciones, con una medición continua. Tenemos que ser capaces de digitalizar todos los procesos y medirlos, de capturar muchos y buenos datos e integrarnos digitalmente desde el campo hasta el mercado”, afirmó.

En el final de su exposición comentó: “Esto de la sostenibilidad es algo nuevo. Un estudio que decía que en 1944 en Estados Unidos había 25,6 millones de vacas lecheras que producían 53.000 millones de kilos de leche. En el año 2007, antes de que comenzara toda esta moda de la sostenibilidad, había 9,2 millones de vacas lecheras que producían 84.200 millones de kilos de leche. Por cada mil kilos de leche, en 2007 se producía con el 21% de los animales, el 23% del peso, el 35% del agua, el 10% de la tierra, el 24% de la tierra. Es decir que la sostenibilidad es algo con lo que la industria alimentaria ha estado lidiando durante 100 años; lo que pasa es que hasta ahora no lo habíamos nombrado así, lo llamábamos productividad”.

En un contexto global diferente, donde los problemas medioambientales se interpusieron en la producción con miles de normativas, los desafíos del agro en relación con la sostenibilidad son importantes. Allí es cuando emerge la digitalización como clave para sortear y tener una salida airosa.

En este sentido, la Unión Europea (UE) ha definido como objetivo para el 2030 una reducción del 50% en el uso de pesticidas en Europa; además una reducción del 50% de las pérdidas de nutrientes de los suelos, es decir un 20% menos en el uso de fertilizantes. También una baja del 50% en el uso de antibióticos y que el 25% de la superficie agrícola europea sea de cultivo orgánico y ecológico.

“Esto es dentro de seis años. Es muy fuerte. Las reglamentaciones sobre la sostenibilidad son como un tsunami que está afectando, condicionando y cambiando mucho de las reglas de juego de la cadena alimentaria y que tiene como impulsor a Europa. En 2019, definió una estrategia con una serie de compromisos muy fuertes: producción de alimentos sostenible, procesamiento y distribución de alimentos sostenible, consumo de alimentos sostenible y reducción de la pérdida del medioambiente. Se están poniendo objetivos muy ambiciosos con un aumento normativo muy importante”, alertó José Antonio Boccherini, director del Departamento de Empresa Alimentaria de San Telmo Business School de España durante el Encuentro Anual de la Comunidad Agronegocios, “Nuevos modelos de negocios del agro: digitalización, robotización e inteligencia artificial”, organizado por la Universidad Austral.

“En terapia intensiva”: qué hay detrás de la impactante proliferación de pumas, jabalíes y guanacos que tienen en jaque amplias regiones productivas

El experto contó que un análisis en los Estados Unidos reveló que, si esta estrategia la adoptara solo Europa habría “una pérdida del PBI mundial de US$94.000 millones y la producción mundial caería un 1% y en Europa un 12%”.

“Si estas prácticas se implantaran en todo el mundo el PBI mundial caerá un trillón de dólares y la producción mundial de alimentos bajará un 11%. En un entorno en el que se dice que hay que incrementar la producción de alimentos, porque también la población va a aumentar, parece un poco sorprendente y quizás demasiado ambicioso”, enfatizó. En este escenario señaló que para los consumidores, la sostenibilidad, según un encuesta realizada en Europa, no es su responsabilidad, sino de las empresas, por lo que son ellas las que deben “hacer sacrificios comerciales”.

“El 42% de los consumidores está dispuesto a castigar a las marcas no sostenibles y dejar de comprar alimentos a una empresa que no lo sea. Si bien uno de cada dos consumidores le gustaría ser más sostenible, sus prioridades diarias se ponen por delante. Y el 82% de los consumidores prefieren ahorrar dinero más que cuidar el planeta. La respuesta es muy clara: el consumidor no está dispuesto a pagar más por sostenibilidad”, señaló.

Motosierra. Derogaron una veintena de resoluciones: hay desde una norma K que afectaba exportaciones de carne hasta una unidad de género

En este nuevo mundo, es la “hiperregulación” en la UE la hace que haya dificultades para crecer y para cumplir. “Solo en el sector porcino en la UE, en los últimos cinco años hasta 2022 se generaron más de 600 normas específicas. Lo preocupante es la tendencia de generación de normas. Le están poniendo trabas al incremento de la capacidad productiva, no le dejan aumentar y están viniendo a América Latina a invertir para producir cerdo desde aquí para exportar a Asia. Y en un futuro probablemente a Europa también, que ha sido siempre un gran productor de carne de cerdo y que tiene políticas que van a acabar con el sector porcino. Por año en la cadena alimentaria en Europa hay 1000 normativas nuevas. Uno debe tener varias personas que cobran su sueldo solo para enterarse que normativas tengo que cumplir, qué puedo hacer. El problema no es solo que te limiten sino cómo hago para cumplirlas todas, porque simplemente por levantarme por la mañana y respirar ya es posible que esté incumpliendo alguna norma”, ironizó.

Y en ese triángulo de producción, sostenibilidad e hiperregulación, a los productores, aun sin estar de acuerdo, no les queda otra opción: “No les va a quedar más remedio porque va a ser la exigencia de los países a los que exporten y de sus bancos que no les van a dar financiación si no son sostenibles. Hay que tomarlo muy en serio”.

Es aquí donde la digitalización comienza a tener un papel preponderante. “Ya no podemos vender productos sin datos. Solo se venderán productos con datos desde su origen explicando todas sus características. Y hay que elegir bien los mercados y las propuestas de valor porque Europa es un mercado que no va a crecer, además con costes. Se puede ir a Europa, hay oportunidades, pero tengo que tener muy clara la propuesta de valor porque es un mercado en el que hay más oferta que demanda de alimentos. No hay mucha demanda insatisfecha”, aseguró.

En este contexto, dijo que existen tres retos para el sector agropecuario: ser productivo, sostenible y tener capacidad de comercialización, buscando la eficiencia. “El consumidor quiere productos locales, productos naturales, quiere que sea justo y transparente quiere que sea sostenible, aunque no esté dispuesto a pagar por ello”, señaló.

Por otra parte, la digitalización también ayuda a la reducción y optimización de insumos, una variante de costo importante que puede destrozar la cuenta de resultados de ese año. “Las tecnologías digitales nos permite enviar drones, saber vía satélites en qué zonas del lote se debe optimizar el riego y fertilizantes, sumando a las decisiones agronómicas y de rotación de cultivos. Pero sobre todo, las tecnologías pueden ayudar al tema de la calidad y de certificaciones, con una medición continua. Tenemos que ser capaces de digitalizar todos los procesos y medirlos, de capturar muchos y buenos datos e integrarnos digitalmente desde el campo hasta el mercado”, afirmó.

En el final de su exposición comentó: “Esto de la sostenibilidad es algo nuevo. Un estudio que decía que en 1944 en Estados Unidos había 25,6 millones de vacas lecheras que producían 53.000 millones de kilos de leche. En el año 2007, antes de que comenzara toda esta moda de la sostenibilidad, había 9,2 millones de vacas lecheras que producían 84.200 millones de kilos de leche. Por cada mil kilos de leche, en 2007 se producía con el 21% de los animales, el 23% del peso, el 35% del agua, el 10% de la tierra, el 24% de la tierra. Es decir que la sostenibilidad es algo con lo que la industria alimentaria ha estado lidiando durante 100 años; lo que pasa es que hasta ahora no lo habíamos nombrado así, lo llamábamos productividad”.

 Para José Antonio Boccherini, director del Departamento de Empresa Alimentaria de San Telmo Business School de España, las regulaciones que se impulsan en el bloque están “condicionando las reglas de juego de la cadena alimentaria”  LA NACION

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