La Casa de los Limoneros recibe a los huéspedes con aroma a cítricos y cocina de la huerta
Cuando la Casa de los Limoneros abrió sus puertas se plantaron 1.600 limoneros y 1.200 árboles. Corría el 2008 y sus dueños, dos argentinos que escapaban del bullicio de Buenos Aires, habían encontrado este predio de 7 hectáreas con vista al Río de la Plata. El proyecto debía ser sustentable y, como por ese entonces el gobierno reducía impuestos a los terrenos de explotación agropecuaria, decidieron probar suerte con una plantación de limoneros, fruto que funcionaba muy bien en campos vecinos. El resto es una prueba de cómo el destino se transforma cuando lo que abunda es paisaje y ganas de trabajarlo.
Atendido por sus propios dueños, este bed & breakfast de ambiente familiar cuenta con un comedor que ofrece almuerzo y cena en las galerías, la piscina -que se incluyó en la misma época en que fueron plantados los limoners- o la glorieta al frente. Todo en la Casa de los Limoneros es elaborado en la cocina de la casa, con productos de la huerta orgánica.
Basta hacer 8 km del Casco Histórico de Colonia para apreciar el terreno ondulado y las casas que parecen de cuadro. La paz se propia de amaneceres y tarde entre grillos. Allí donde muchos uruguayos tienen su casa de fin de semana y muchos turistas de Buenos Aires eligen una escapada de fin de semana, la Casa de los Limoneros oficia de refugio apacible, especialmente perfumado.
La Casa de los Limoneros está orientada especialmente hacia el río. El sol se sumerge en el agua y la arquitectura -nueva, pero inspirada en la inglesa del 900- se enmarca en el parque de árboles. La plantación de limones tiñe todo de amarillo. Hectáreas que se recorren a pie y que recuerdan a la campiña británica. Un toque caribeño lo dan las palmeras a los costados de la piscina.
Los techos son de de chapa y recuerdan a una estación de tren. Adentro, los muebles son también antiguos muchos de ellos recuperados. Lo más curioso son las puertas de las ocho habitaciones, que pertenecen a la cárcel de Punta Carretas, que en 1994 devino en un shopping top de Montevideo. Las puertas las descubrieron en una feria de Piedras Blancas, donde estaban deterioradas, para tirar. De hierro y madera, se recuperaron y hoy cobijan los sueños de los huéspedes de la Casa de los Limoneros.
A 700 metros de la Casa de los Limoneros descansa la playa La Arenisca, rincón escondido de agua dulce y arena blanca, donde se puede caminar o cabalgar. No faltan las actividades de campo ni las sesiones de masaje. El quincho de alquila para casamientos y un espacio de arte invita a los artistas a quedarse unos días. Hacia el final de la tarde, el cielo brilla y los limones duermen.
Con el correr de los años, el paisaje natural se fue afianzando, dado que los árboles maduran y en su adultez exhiben toda su belleza. Entre los últimos proyectos se cuentan ampliar el parque hacia el atelier y la galería. Todo este sector está rodeado de rosales. A la entrada de La Casa de los Limoneros, una calle de tipas recibe a los visitantes. Se suman los plántanos, jacarandas, paltos, palmeras fénix canaria, bambú. Hay montes de acasias, aromos, robles, pinos elliotis, palmeras, anacahuita, palo borracho, liquidambar, olmos, grevileas o robles australianos. Los caminos interiores están bordeados por álamos y casuarinas.
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Cuando la Casa de los Limoneros abrió sus puertas se plantaron 1.600 limoneros y 1.200 árboles. Corría el 2008 y sus dueños, dos argentinos que escapaban del bullicio de Buenos Aires, habían encontrado este predio de 7 hectáreas con vista al Río de la Plata. El proyecto debía ser sustentable y, como por ese entonces el gobierno reducía impuestos a los terrenos de explotación agropecuaria, decidieron probar suerte con una plantación de limoneros, fruto que funcionaba muy bien en campos vecinos. El resto es una prueba de cómo el destino se transforma cuando lo que abunda es paisaje y ganas de trabajarlo.
Atendido por sus propios dueños, este bed & breakfast de ambiente familiar cuenta con un comedor que ofrece almuerzo y cena en las galerías, la piscina -que se incluyó en la misma época en que fueron plantados los limoners- o la glorieta al frente. Todo en la Casa de los Limoneros es elaborado en la cocina de la casa, con productos de la huerta orgánica.
Basta hacer 8 km del Casco Histórico de Colonia para apreciar el terreno ondulado y las casas que parecen de cuadro. La paz se propia de amaneceres y tarde entre grillos. Allí donde muchos uruguayos tienen su casa de fin de semana y muchos turistas de Buenos Aires eligen una escapada de fin de semana, la Casa de los Limoneros oficia de refugio apacible, especialmente perfumado.
La Casa de los Limoneros está orientada especialmente hacia el río. El sol se sumerge en el agua y la arquitectura -nueva, pero inspirada en la inglesa del 900- se enmarca en el parque de árboles. La plantación de limones tiñe todo de amarillo. Hectáreas que se recorren a pie y que recuerdan a la campiña británica. Un toque caribeño lo dan las palmeras a los costados de la piscina.
Los techos son de de chapa y recuerdan a una estación de tren. Adentro, los muebles son también antiguos muchos de ellos recuperados. Lo más curioso son las puertas de las ocho habitaciones, que pertenecen a la cárcel de Punta Carretas, que en 1994 devino en un shopping top de Montevideo. Las puertas las descubrieron en una feria de Piedras Blancas, donde estaban deterioradas, para tirar. De hierro y madera, se recuperaron y hoy cobijan los sueños de los huéspedes de la Casa de los Limoneros.
A 700 metros de la Casa de los Limoneros descansa la playa La Arenisca, rincón escondido de agua dulce y arena blanca, donde se puede caminar o cabalgar. No faltan las actividades de campo ni las sesiones de masaje. El quincho de alquila para casamientos y un espacio de arte invita a los artistas a quedarse unos días. Hacia el final de la tarde, el cielo brilla y los limones duermen.
Con el correr de los años, el paisaje natural se fue afianzando, dado que los árboles maduran y en su adultez exhiben toda su belleza. Entre los últimos proyectos se cuentan ampliar el parque hacia el atelier y la galería. Todo este sector está rodeado de rosales. A la entrada de La Casa de los Limoneros, una calle de tipas recibe a los visitantes. Se suman los plántanos, jacarandas, paltos, palmeras fénix canaria, bambú. Hay montes de acasias, aromos, robles, pinos elliotis, palmeras, anacahuita, palo borracho, liquidambar, olmos, grevileas o robles australianos. Los caminos interiores están bordeados por álamos y casuarinas.
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La casa de los limoneros en Colonia del Sacramento, Uruguay. LA NACION