El arte de Kosice inspiró a la diseñadora industrial Bea Palacio, que desarrolló en su honor una cápsula de joyas
A la diseñadora industrial Bea Palacio le llevó apenas un mes el desarrollo de una colección cápsula que respondiera a una consigna particular: dialogar con la muestra Gyula Kosice Intergaláctico, que hasta el 4 de noviembre se puede ver en el Malba. A 100 años del nacimiento del artista experimental argentino, el reto en tiempo récord consistió en diseñar ocho piezas de joyería contemporánea que incorporaran el universo de geometrías en formato lúdico característica de Kosice, donde el movimiento y los efectos de la luz son una constante. “Me lancé a captar y potenciar su esencia, que es el sumun, a partir de colgantes y aros. La gota icónica y la Ciudad Hidroespacial fueron el punto de partida”, señala Palacio, graduada en la FADU-UBA.
«Una belleza tan perturbadora». Las memorias secretas de la actriz, modelo e ícono pop
Habla de dos referencias de peso. La gota es el motivo recurrente del artista que, en 1948, concibió su primera pieza que combinó agua y movimiento. Una simple gota, perfecta, como símbolo de agua, pero también como contenedor, es una de las obras hidrocinéticas más atractivas de la muestra. Y un colgante azul profundo con destellos luminosos que se ajusta al cuello con un cordón de caucho es la pieza de joyería que reinterpreta la famosa gota.
La Ciudad Hidroespacial configura la visión utópica de Kosice en una gran instalación compuesta por siete constelaciones lumínicas y 19 maquetas de hábitats hidroespaciales. En la revista Arturo (1944), Kosice sostuvo que “El hombre no ha de terminar en la Tierra”, desafiando el desarrollo tecnológico, advirtiendo sobre el deterioro ambiental y poniendo en jaque las nociones de frontera y propiedad privada.
Del marco conceptual que planteaba Kosice, la diseñadora puso el foco en el concepto de movimiento para aplicarlo en dos mini esculturas portables creadas con la misma paleta de materiales que exploraba el artista argentino nacido en Checoslovaquia en 1924. Ambas se pueden ver, y comprar, en la tienda del Malba.
“El acrílico es el recurso estrella que resulta luminoso, brillante, pulcro y genera un juego de luces muy especial. Prefiero el traslúcido”, apunta Bea, docente de Diseño Industrial 3, Cátedra Bianchi de la UBA desde hace 10 años. “La cátedra era la de mi maestro Ricardo Blanco, el arquitecto argentino referente en diseño industrial que además fue director de la carrera. Aún hoy me siguen inspirando sus ideas”, dice a modo de homenaje. Y señala a otros guías: Frank Gehry, arquitecto ganador del Premio Pritzker, autor del edificio MIT, y uno de sus favoritos; Rogelio Polesello, pintor y escultor argentino. Le fascina el estilo de Nendo, la firma de diseño japonesa fundada por Oki Sato, y sigue de cerca los desarrollos de Tokujin Yoshioka, otro diseñador japonés.
Al frente del estudio de joyería BeJC (@somosbejc) ya había experimentado el acrílico en otras líneas de autor donde la referencia con los símbolos planetarios representaban un lenguaje geométrico propio. Cuando de chiquita su mamá y su abuela la dejaban revolver las cajas de collares, aros y pulseras, Bea no imaginaba que eso marcaría su destino. “Siempre fueron piezas importantes para mí. Los colgantes de vidrio, los collares con piedras y hasta un diente tallado. Los usaba todos, me encantaban los dijes grandes, como ahora”, dice la diseñadora de 38 años que cursó una Maestría en Diseño y Desarrollo de Producto, un programa multidisciplinar de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. Mucho antes, Bea se anotó en actividades vinculadas a la orientación vocacional cuando cursaba quinto año del secundario. Hubo una que le interesó especialmente. “La charla del diseñador Daniel Callegari fue clave. En ese momento la publicidad era una opción, pero conocer los detalles de la carrera de Diseño Industrial de la UBA resolvieron mis dudas. Me anoté enseguida”, recuerda.
Su mamá, María Beatriz González Zuelgaray, es arquitecta y su tía, Ángeles Gonzalez Zuelgaray, artista plástica. Bea heredó la pasión por lo proyectual y la sensibilidad artística de estas mujeres. Con su mamá participó en el desarrollo de un espacio de coworking para Casa FOA 2023. Suele trabajar con arquitectos en proyectos e instalaciones, como el festival de arquitectura Hello Wood, con formato de campamento y una consigna: “hacer con las manos”. Con su equipo coordinó en Entre Ríos el evento donde estudiantes de arquitectura y sus mentores desarrollaban estructuras de madera efímeras, cuyas maquetas en miniatura se expusieron en el Museo MARQ. Con formato internacional –el festival surgió en Budapest– la plataforma educativa desafió los límites constructivos.
Enumera el abanico de posibilidades que suele conversar con los alumnos: “Un diseñador industrial puede diseñar desde un lápiz hasta un par de anteojos o un avión. Esa variedad me encanta y es la que remarco en mis clases. Los proyectos de diseño requieren mucha investigación. Te transforman en experto”, sostiene Bea Palacio, la diseñadora que repasó los hitos de un gran artista para realizar pequeñas obras de arte lúdicas.
A la diseñadora industrial Bea Palacio le llevó apenas un mes el desarrollo de una colección cápsula que respondiera a una consigna particular: dialogar con la muestra Gyula Kosice Intergaláctico, que hasta el 4 de noviembre se puede ver en el Malba. A 100 años del nacimiento del artista experimental argentino, el reto en tiempo récord consistió en diseñar ocho piezas de joyería contemporánea que incorporaran el universo de geometrías en formato lúdico característica de Kosice, donde el movimiento y los efectos de la luz son una constante. “Me lancé a captar y potenciar su esencia, que es el sumun, a partir de colgantes y aros. La gota icónica y la Ciudad Hidroespacial fueron el punto de partida”, señala Palacio, graduada en la FADU-UBA.
«Una belleza tan perturbadora». Las memorias secretas de la actriz, modelo e ícono pop
Habla de dos referencias de peso. La gota es el motivo recurrente del artista que, en 1948, concibió su primera pieza que combinó agua y movimiento. Una simple gota, perfecta, como símbolo de agua, pero también como contenedor, es una de las obras hidrocinéticas más atractivas de la muestra. Y un colgante azul profundo con destellos luminosos que se ajusta al cuello con un cordón de caucho es la pieza de joyería que reinterpreta la famosa gota.
La Ciudad Hidroespacial configura la visión utópica de Kosice en una gran instalación compuesta por siete constelaciones lumínicas y 19 maquetas de hábitats hidroespaciales. En la revista Arturo (1944), Kosice sostuvo que “El hombre no ha de terminar en la Tierra”, desafiando el desarrollo tecnológico, advirtiendo sobre el deterioro ambiental y poniendo en jaque las nociones de frontera y propiedad privada.
Del marco conceptual que planteaba Kosice, la diseñadora puso el foco en el concepto de movimiento para aplicarlo en dos mini esculturas portables creadas con la misma paleta de materiales que exploraba el artista argentino nacido en Checoslovaquia en 1924. Ambas se pueden ver, y comprar, en la tienda del Malba.
“El acrílico es el recurso estrella que resulta luminoso, brillante, pulcro y genera un juego de luces muy especial. Prefiero el traslúcido”, apunta Bea, docente de Diseño Industrial 3, Cátedra Bianchi de la UBA desde hace 10 años. “La cátedra era la de mi maestro Ricardo Blanco, el arquitecto argentino referente en diseño industrial que además fue director de la carrera. Aún hoy me siguen inspirando sus ideas”, dice a modo de homenaje. Y señala a otros guías: Frank Gehry, arquitecto ganador del Premio Pritzker, autor del edificio MIT, y uno de sus favoritos; Rogelio Polesello, pintor y escultor argentino. Le fascina el estilo de Nendo, la firma de diseño japonesa fundada por Oki Sato, y sigue de cerca los desarrollos de Tokujin Yoshioka, otro diseñador japonés.
Al frente del estudio de joyería BeJC (@somosbejc) ya había experimentado el acrílico en otras líneas de autor donde la referencia con los símbolos planetarios representaban un lenguaje geométrico propio. Cuando de chiquita su mamá y su abuela la dejaban revolver las cajas de collares, aros y pulseras, Bea no imaginaba que eso marcaría su destino. “Siempre fueron piezas importantes para mí. Los colgantes de vidrio, los collares con piedras y hasta un diente tallado. Los usaba todos, me encantaban los dijes grandes, como ahora”, dice la diseñadora de 38 años que cursó una Maestría en Diseño y Desarrollo de Producto, un programa multidisciplinar de la Universidad Pompeu Fabra, en Barcelona. Mucho antes, Bea se anotó en actividades vinculadas a la orientación vocacional cuando cursaba quinto año del secundario. Hubo una que le interesó especialmente. “La charla del diseñador Daniel Callegari fue clave. En ese momento la publicidad era una opción, pero conocer los detalles de la carrera de Diseño Industrial de la UBA resolvieron mis dudas. Me anoté enseguida”, recuerda.
Su mamá, María Beatriz González Zuelgaray, es arquitecta y su tía, Ángeles Gonzalez Zuelgaray, artista plástica. Bea heredó la pasión por lo proyectual y la sensibilidad artística de estas mujeres. Con su mamá participó en el desarrollo de un espacio de coworking para Casa FOA 2023. Suele trabajar con arquitectos en proyectos e instalaciones, como el festival de arquitectura Hello Wood, con formato de campamento y una consigna: “hacer con las manos”. Con su equipo coordinó en Entre Ríos el evento donde estudiantes de arquitectura y sus mentores desarrollaban estructuras de madera efímeras, cuyas maquetas en miniatura se expusieron en el Museo MARQ. Con formato internacional –el festival surgió en Budapest– la plataforma educativa desafió los límites constructivos.
Enumera el abanico de posibilidades que suele conversar con los alumnos: “Un diseñador industrial puede diseñar desde un lápiz hasta un par de anteojos o un avión. Esa variedad me encanta y es la que remarco en mis clases. Los proyectos de diseño requieren mucha investigación. Te transforman en experto”, sostiene Bea Palacio, la diseñadora que repasó los hitos de un gran artista para realizar pequeñas obras de arte lúdicas.
A 100 años del nacimiento del artista experimental argentino, Palacio lo homenajeó con ocho piezas de joyería contemporánea que incorporaran el universo de geometrías en formato lúdico LA NACION