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Qué se sabe del pueblo “fantasma” de Pensilvania que lleva más de 60 años bajo fuego y atrae a los turistas más curiosos

Existe un lugar en el estado de Pensilvania que parece sacado de una película de ciencia ficción: Centralia, un pequeño pueblo que lleva más de seis décadas envuelto en llamas. Lo que alguna vez fue una floreciente comunidad minera se transformó en un pueblo fantasma, deshabitado en su mayoría y con un incendio subterráneo que continúa ardiendo, sin señales de detenerse.

Un accidente que lo cambió todo

Como cuenta El Confidencial, la historia de este fuego que no se apaga, comenzó antes del Día de los Caídos de 1962. Un incendio controlado en el vertedero local, que buscaba reducir la acumulación de basura, se salió de control y alcanzó una mina de carbón abandonada. De pronto, lo que parecía un accidente menor, se convirtió en una catástrofe, ya que las llamas encontraron su camino a través de una extensa red de túneles subterráneos que recorrían todo el subsuelo de la zona.

A medida que el incendio se expandía bajo tierra, las consecuencias comenzaron a notarse en la superficie. Los gases tóxicos emanaban de las grietas del suelo, y aparecieron hundimientos peligrosos, algunos lo suficientemente grandes como para tragarse casas o autos. La situación se agravó a tal punto que el suelo colapsaba sin previo aviso. Por eso, vivir tranquilo en Centralia se volvió imposible.

El éxodo forzado de una comunidad

Con el tiempo, la gravedad del incendio subterráneo y sus efectos sobre el pueblo, llevaron al Congreso de los Estados Unidos a intervenir. A principios de los años 80, se destinó una suma millonaria, superior a los US$42 millones, para reubicar a los habitantes de Centralia. Se demolieron la mayoría de las viviendas y edificios, y la mayoría de las familias aceptaron marcharse hacia otros lugares.

La vida en Centralia se volvió cada vez más difícil y peligrosa. La emisión constante de gases venenosos, como el monóxido de carbono, representaba una amenaza letal para quienes permanecían allí. Pero a pesar de los riesgos, todavía existen personas que habitan el pueblo, rodeadas por calles desiertas y edificios derruidos.

Un futuro incierto bajo el fuego eterno

La magnitud del incendio es tal que, según los expertos, podría continuar ardiendo durante al menos otros 250 años. Las autoridades locales tomaron medidas drásticas para mantener a los curiosos a salvo: se bloquearon las carreteras de acceso y el código postal del pueblo se eliminó de manera oficial, en un intento de disuadir el turismo accidental o morboso.

Centralia es hoy en día un símbolo de las consecuencias devastadoras que pueden surgir de un accidente aparentemente insignificante. Aunque el fuego subterráneo parece imposible de controlar, el lugar sigue siendo objeto de curiosidad. Algunos visitantes desafían las advertencias y se acercan a los alrededores del pueblo, atraídos por la historia de un lugar donde el fuego nunca se apaga.

La imagen de Centralia, con su paisaje desolado y sus chimeneas de humo surgiendo del suelo, parece más cercana a una distopía que a la realidad. A pesar del paso del tiempo, este incendio que comenzó hace más de 60 años sigue siendo una amenaza silenciosa, y el destino de este peculiar pueblo fantasma permanece tan incierto como el día en que comenzaron las llamas.

Existe un lugar en el estado de Pensilvania que parece sacado de una película de ciencia ficción: Centralia, un pequeño pueblo que lleva más de seis décadas envuelto en llamas. Lo que alguna vez fue una floreciente comunidad minera se transformó en un pueblo fantasma, deshabitado en su mayoría y con un incendio subterráneo que continúa ardiendo, sin señales de detenerse.

Un accidente que lo cambió todo

Como cuenta El Confidencial, la historia de este fuego que no se apaga, comenzó antes del Día de los Caídos de 1962. Un incendio controlado en el vertedero local, que buscaba reducir la acumulación de basura, se salió de control y alcanzó una mina de carbón abandonada. De pronto, lo que parecía un accidente menor, se convirtió en una catástrofe, ya que las llamas encontraron su camino a través de una extensa red de túneles subterráneos que recorrían todo el subsuelo de la zona.

A medida que el incendio se expandía bajo tierra, las consecuencias comenzaron a notarse en la superficie. Los gases tóxicos emanaban de las grietas del suelo, y aparecieron hundimientos peligrosos, algunos lo suficientemente grandes como para tragarse casas o autos. La situación se agravó a tal punto que el suelo colapsaba sin previo aviso. Por eso, vivir tranquilo en Centralia se volvió imposible.

El éxodo forzado de una comunidad

Con el tiempo, la gravedad del incendio subterráneo y sus efectos sobre el pueblo, llevaron al Congreso de los Estados Unidos a intervenir. A principios de los años 80, se destinó una suma millonaria, superior a los US$42 millones, para reubicar a los habitantes de Centralia. Se demolieron la mayoría de las viviendas y edificios, y la mayoría de las familias aceptaron marcharse hacia otros lugares.

La vida en Centralia se volvió cada vez más difícil y peligrosa. La emisión constante de gases venenosos, como el monóxido de carbono, representaba una amenaza letal para quienes permanecían allí. Pero a pesar de los riesgos, todavía existen personas que habitan el pueblo, rodeadas por calles desiertas y edificios derruidos.

Un futuro incierto bajo el fuego eterno

La magnitud del incendio es tal que, según los expertos, podría continuar ardiendo durante al menos otros 250 años. Las autoridades locales tomaron medidas drásticas para mantener a los curiosos a salvo: se bloquearon las carreteras de acceso y el código postal del pueblo se eliminó de manera oficial, en un intento de disuadir el turismo accidental o morboso.

Centralia es hoy en día un símbolo de las consecuencias devastadoras que pueden surgir de un accidente aparentemente insignificante. Aunque el fuego subterráneo parece imposible de controlar, el lugar sigue siendo objeto de curiosidad. Algunos visitantes desafían las advertencias y se acercan a los alrededores del pueblo, atraídos por la historia de un lugar donde el fuego nunca se apaga.

La imagen de Centralia, con su paisaje desolado y sus chimeneas de humo surgiendo del suelo, parece más cercana a una distopía que a la realidad. A pesar del paso del tiempo, este incendio que comenzó hace más de 60 años sigue siendo una amenaza silenciosa, y el destino de este peculiar pueblo fantasma permanece tan incierto como el día en que comenzaron las llamas.

 Conoce el pueblo fantasma de Pensilvania que lleva más de 60 años bajo fuego y expertos aseguran que podría durar 250 años más  LA NACION

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