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El Líbano, un país al límite y con el alma rota por una cadena interminable de crisis

BEIRUT.– Chris Knayzeh se encontraba en un pueblo con vistas a la capital del Líbano cuando escuchó el estruendo de la réplica de la explosión del puerto de Beirut en 2020. Cientos de toneladas de nitrato de amonio mal almacenadas explotaron y murieron más de 200 personas.

Ya estaba sufriendo el colapso económico, y cuando vio la gigantesca nube en forma de hongo que se desató tras la explosión, como muchos otros libaneses, renunció a su trabajo y compró un pasaje de ida para salir del Líbano.

Knayzeh, que ahora es profesor en una universidad de Francia, estaba de visita en el Líbano cuando el martes se conoció la noticia de un ataque mortal en el que miles de beepers estallaron en casas, negocios, mercados y calles de todo el país. Atrapado en el tráfico de Beirut, Knayzeh empezó a entrar en pánico porque los conductores que lo rodeaban podrían llevar consigo dispositivos que explotarían.

Israel hackeó remotamente los dispositivos de comunicación únicos de Hezbolá y los hizo estallar en todo el Líbano hoy

En cuestión de minutos, los hospitales se inundaron de pacientes ensangrentados, trayendo de vuelta dolorosos recuerdos de la explosión del puerto de hace cuatro años que dejó cicatrices mentales y psicológicas duraderas para quienes la vivieron.

Un día después, un ataque similar afectó a los handies. En total, las explosiones mataron a por lo menos 37 personas e hirieron a más de 3000, muchas de ellas civiles. Se cree que Israel está detrás de las explosiones, aunque no ha confirmado ni negado su responsabilidad.

“La situación del país es irreal”, dijo Knayzeh.

La explosión del puerto fue una de las mayores explosiones no nucleares jamás registradas y se produjo en medio de una crisis económica histórica, un colapso financiero y una sensación de impotencia tras las protestas a nivel nacional contra la corrupción que no lograron sus objetivos. Se sumó a años de crisis que han trastocado la vida de este pequeño país.

Cuatro años después de la catástrofe portuaria, la investigación quedó estancada. El puerto mediterráneo, devastado, sigue intacto, con sus enormes silos destrozados y rotos como símbolo de un país en ruinas. Las divisiones políticas y la parálisis han dejado al país sin presidente ni gobierno en funciones durante más de dos años. La pobreza va en aumento.

Además de eso, y en paralelo con la guerra en Gaza, el Líbano ha estado al borde de una guerra total con Israel durante el último año, con Israel y Hezbollah intercambiando fuego en la frontera y aviones de guerra israelíes rompiendo la barrera del sonido sobre Beirut casi a diario, lo que ha aterrorizado a la gente en sus casas y oficinas.

“No puedo creer que esto esté sucediendo de nuevo. ¿Cuántos desastres más podemos soportar?”, se preguntó Jocelyn Hallak, madre de tres hijos, dos de los cuales ahora trabajan en el extranjero y el tercero se marchará después de graduarse el año que viene. “Todo este dolor, ¿cuándo terminará?”

Una guerra abierta con Israel podría ser devastadora para el Líbano. El sistema de salud del país, que está muy afectado por la crisis, se había estado preparando para la posibilidad de un conflicto con Israel incluso antes de que los hospitales se inundaran con los heridos de las últimas explosiones. La mayoría de las heridas recibidas fueron en la cara, los ojos y las extremidades, muchas de ellas en estado crítico y que requirieron internaciones prolongadas.

Apego

Knayzeh, de 27 años, no puede permanecer alejado. Vuelve periódicamente para ver a su novia y a su familia. Se estremece cada vez que oye obras de construcción y otros ruidos fuertes y repentinos. Cuando está en Francia, rodeado de normalidad, se angustia pensando en su familia en casa mientras sigue los enfrentamientos desde lejos.

“Supongo que es el apego a nuestro país, o al menos el apego a nuestros seres queridos que no pudieron irse con nosotros”, dijo.

Este verano boreal, decenas de miles de expatriados libaneses vinieron a visitar a sus familiares y amigos a pesar de las tensiones. Las remesas y el dinero que gastan mientras están allí ayudan a mantener el país a flote y, para muchas familias, son la principal fuente de ingresos. Sin embargo, muchos acortaron sus vacaciones en medio de caóticas escenas en los aeropuertos, por temor a una escalada importante tras los asesinatos de comandantes de Hezbollah y Hamas en Beirut y Teherán el mes pasado, atribuidos a Israel.

Incluso en un país que ha pasado de una crisis a otra durante décadas, el nivel de confusión, inseguridad y enojo está alcanzando nuevas cotas. Muchos pensaron que la explosión en el puerto era lo más surrealista y aterrador que vivirían jamás, hasta que miles de beepers explotaron en las manos y los bolsillos de personas en todo el país esta semana.

“Vi cosas horribles ese día”, dijo Mohammad al-Mousawi, que estaba haciendo un trámite en un suburbio del sur de Beirut, donde Hezbollah tiene una fuerte presencia, cuando los beepers comenzaron a explotar. “Empezamos a ver motos que pasaban zumbando con hombres desfigurados, algunos sin dedos, otros con las tripas desparramadas. Luego empezaron a llegar las ambulancias”.

“Un horror más que moldea nuestra existencia colectiva”, escribió Maha Yahya, directora del Centro Malcolm H. Kerr Carnegie para Medio Oriente, con sede en Beirut. “La conmoción, el desconcierto y el trauma recuerdan a Beirut después de la explosión del puerto. Solo que esta vez no se limitó a una ciudad, sino que se extendió por todo el país”, dijo en una publicación en las redes sociales.

Tras la explosión de los beepers, cundieron el miedo y la paranoia. Los padres mantuvieron a sus hijos alejados de las escuelas y universidades por temor a que se produjeran más explosiones. Algunas organizaciones, incluida la defensa civil libanesa, aconsejaron al personal que apagara sus dispositivos y quitara todas las baterías hasta nuevo aviso. Una mujer dijo que desconectó su monitor de bebé y otros electrodomésticos del hogar.

Las autoridades de aviación civil del Líbano prohibieron el transporte de beepers y handies en todos los aviones que despeguen del Aeropuerto Internacional Rafik Hariri de Beirut “hasta nuevo aviso”. Algunos residentes dormían con sus teléfonos en otra habitación.

En la ciudad sureña de Tiro, antes de un discurso del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, un vecino de la ciudad, Hassan Hajo, reconoció sentirse “un poco deprimido” tras las explosiones. Esperaba recibir un impulso del discurso de Nasrallah. “Hemos pasado por cosas peores antes y las hemos superado”, dijo.

Otro residente, Marwan Mahfouz, dijo que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha estado amenazando al Líbano con la guerra durante el año pasado y que debería empezarla.

“Si vamos a morir, moriremos. Ya estamos muriendo. Ya estamos muertos”, dijo.

Por Zeina Karam y Kareem Chehayeb

BEIRUT.– Chris Knayzeh se encontraba en un pueblo con vistas a la capital del Líbano cuando escuchó el estruendo de la réplica de la explosión del puerto de Beirut en 2020. Cientos de toneladas de nitrato de amonio mal almacenadas explotaron y murieron más de 200 personas.

Ya estaba sufriendo el colapso económico, y cuando vio la gigantesca nube en forma de hongo que se desató tras la explosión, como muchos otros libaneses, renunció a su trabajo y compró un pasaje de ida para salir del Líbano.

Knayzeh, que ahora es profesor en una universidad de Francia, estaba de visita en el Líbano cuando el martes se conoció la noticia de un ataque mortal en el que miles de beepers estallaron en casas, negocios, mercados y calles de todo el país. Atrapado en el tráfico de Beirut, Knayzeh empezó a entrar en pánico porque los conductores que lo rodeaban podrían llevar consigo dispositivos que explotarían.

Israel hackeó remotamente los dispositivos de comunicación únicos de Hezbolá y los hizo estallar en todo el Líbano hoy

En cuestión de minutos, los hospitales se inundaron de pacientes ensangrentados, trayendo de vuelta dolorosos recuerdos de la explosión del puerto de hace cuatro años que dejó cicatrices mentales y psicológicas duraderas para quienes la vivieron.

Un día después, un ataque similar afectó a los handies. En total, las explosiones mataron a por lo menos 37 personas e hirieron a más de 3000, muchas de ellas civiles. Se cree que Israel está detrás de las explosiones, aunque no ha confirmado ni negado su responsabilidad.

“La situación del país es irreal”, dijo Knayzeh.

La explosión del puerto fue una de las mayores explosiones no nucleares jamás registradas y se produjo en medio de una crisis económica histórica, un colapso financiero y una sensación de impotencia tras las protestas a nivel nacional contra la corrupción que no lograron sus objetivos. Se sumó a años de crisis que han trastocado la vida de este pequeño país.

Cuatro años después de la catástrofe portuaria, la investigación quedó estancada. El puerto mediterráneo, devastado, sigue intacto, con sus enormes silos destrozados y rotos como símbolo de un país en ruinas. Las divisiones políticas y la parálisis han dejado al país sin presidente ni gobierno en funciones durante más de dos años. La pobreza va en aumento.

Además de eso, y en paralelo con la guerra en Gaza, el Líbano ha estado al borde de una guerra total con Israel durante el último año, con Israel y Hezbollah intercambiando fuego en la frontera y aviones de guerra israelíes rompiendo la barrera del sonido sobre Beirut casi a diario, lo que ha aterrorizado a la gente en sus casas y oficinas.

“No puedo creer que esto esté sucediendo de nuevo. ¿Cuántos desastres más podemos soportar?”, se preguntó Jocelyn Hallak, madre de tres hijos, dos de los cuales ahora trabajan en el extranjero y el tercero se marchará después de graduarse el año que viene. “Todo este dolor, ¿cuándo terminará?”

Una guerra abierta con Israel podría ser devastadora para el Líbano. El sistema de salud del país, que está muy afectado por la crisis, se había estado preparando para la posibilidad de un conflicto con Israel incluso antes de que los hospitales se inundaran con los heridos de las últimas explosiones. La mayoría de las heridas recibidas fueron en la cara, los ojos y las extremidades, muchas de ellas en estado crítico y que requirieron internaciones prolongadas.

Apego

Knayzeh, de 27 años, no puede permanecer alejado. Vuelve periódicamente para ver a su novia y a su familia. Se estremece cada vez que oye obras de construcción y otros ruidos fuertes y repentinos. Cuando está en Francia, rodeado de normalidad, se angustia pensando en su familia en casa mientras sigue los enfrentamientos desde lejos.

“Supongo que es el apego a nuestro país, o al menos el apego a nuestros seres queridos que no pudieron irse con nosotros”, dijo.

Este verano boreal, decenas de miles de expatriados libaneses vinieron a visitar a sus familiares y amigos a pesar de las tensiones. Las remesas y el dinero que gastan mientras están allí ayudan a mantener el país a flote y, para muchas familias, son la principal fuente de ingresos. Sin embargo, muchos acortaron sus vacaciones en medio de caóticas escenas en los aeropuertos, por temor a una escalada importante tras los asesinatos de comandantes de Hezbollah y Hamas en Beirut y Teherán el mes pasado, atribuidos a Israel.

Incluso en un país que ha pasado de una crisis a otra durante décadas, el nivel de confusión, inseguridad y enojo está alcanzando nuevas cotas. Muchos pensaron que la explosión en el puerto era lo más surrealista y aterrador que vivirían jamás, hasta que miles de beepers explotaron en las manos y los bolsillos de personas en todo el país esta semana.

“Vi cosas horribles ese día”, dijo Mohammad al-Mousawi, que estaba haciendo un trámite en un suburbio del sur de Beirut, donde Hezbollah tiene una fuerte presencia, cuando los beepers comenzaron a explotar. “Empezamos a ver motos que pasaban zumbando con hombres desfigurados, algunos sin dedos, otros con las tripas desparramadas. Luego empezaron a llegar las ambulancias”.

“Un horror más que moldea nuestra existencia colectiva”, escribió Maha Yahya, directora del Centro Malcolm H. Kerr Carnegie para Medio Oriente, con sede en Beirut. “La conmoción, el desconcierto y el trauma recuerdan a Beirut después de la explosión del puerto. Solo que esta vez no se limitó a una ciudad, sino que se extendió por todo el país”, dijo en una publicación en las redes sociales.

Tras la explosión de los beepers, cundieron el miedo y la paranoia. Los padres mantuvieron a sus hijos alejados de las escuelas y universidades por temor a que se produjeran más explosiones. Algunas organizaciones, incluida la defensa civil libanesa, aconsejaron al personal que apagara sus dispositivos y quitara todas las baterías hasta nuevo aviso. Una mujer dijo que desconectó su monitor de bebé y otros electrodomésticos del hogar.

Las autoridades de aviación civil del Líbano prohibieron el transporte de beepers y handies en todos los aviones que despeguen del Aeropuerto Internacional Rafik Hariri de Beirut “hasta nuevo aviso”. Algunos residentes dormían con sus teléfonos en otra habitación.

En la ciudad sureña de Tiro, antes de un discurso del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, un vecino de la ciudad, Hassan Hajo, reconoció sentirse “un poco deprimido” tras las explosiones. Esperaba recibir un impulso del discurso de Nasrallah. “Hemos pasado por cosas peores antes y las hemos superado”, dijo.

Otro residente, Marwan Mahfouz, dijo que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha estado amenazando al Líbano con la guerra durante el año pasado y que debería empezarla.

“Si vamos a morir, moriremos. Ya estamos muriendo. Ya estamos muertos”, dijo.

Por Zeina Karam y Kareem Chehayeb

 La población, diezmada por una economía en ruinas, todavía intentaba recuperarse del trauma de la explosión en el puerto  LA NACION

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