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Picky Paino, la heroína de Expedición Robinson que hoy vive en Ibiza y es terapeuta floral y wedding planner

Cuando Emilia “Picky” Paino participó de Expedición Robinson, que emitió eltrece en 2000, ya había tenido algunas experiencias como actriz en teatro y televisión, pero el reality le cambió la vida porque se convirtió en una heroína cuando, en la final, dejó ganar a su compañero, Adrián Miani. “Durante esos dos meses que estuvimos en la isla, yo siempre repetí que había ido por la experiencia y no por la plata, y sabía que él la necesitaba más que yo”, justifica hoy. En una charla con LA NACIÓN, Paino revive esos momentos, cuenta por qué nunca se arrepintió de ese gesto, recuerda que pasó hambre y frío, pero que fue la mejor experiencia que vivió en su vida. También cuenta por qué decidió escribir un capítulo nuevo en su vida y se mudó a Ibiza, España, junto a su hija Vera.

A mediados de julio, Telefe va a poner al aire una nueva temporada del reality ahora con la conducción de Marley, luego de que termine Gran Hermano y Por el mundo Copa América. Se trata de la adaptación de un formato sueco en el que un grupo de participantes son abandonados en una isla remota. Tienen que competir en desafíos físicos e intelectuales para ganar recompensas o la inmunidad que los pone a salvo de la eliminación y el ganador se lleva una cifra millonaria. A diferencia de las dos temporadas que condujo Julián Weich, que tuvieron 16 participantes y se grabaron en Bocas del Toro (Panamá), esta vez son 25 personas que durante 60 días estarán en aislamiento total en una isla en Colombia, en la zona del tapón del Darién.

-Quedaste como una heroína en el imaginario colectivo de todos los argentinos y no cualquiera tiene ese gesto.

-Creo que el mundo está lleno de esos gestos y de personas buenas. Pero como seres humanos estamos programados para encontrar la falla afuera y es una especie de defensa personal. Me gusta creer que somos personas capaces de hacer lo que nos proponemos. Y si nos proponemos hacer el bien es una posibilidad y solo hay que elegirlo.

-Y elegiste dejar ganar a tu compañero, ¿por qué?

-Porque sentí que necesitaba la plata más que yo, que no había ido por eso, sino por la experiencia y a esa altura, ya la tenía. Fue una decisión que tomé en el momento y con mucho miedo porque no sabía si la gente del programa me iba a decir algo. Se ve muy claro mi debate interno y el gesto de agarrarme la cabeza. Recuerdo que pensaba “¿qué hago?”, y me acordaba de todas las conversaciones con Adrián y con mis compañeros. Todo me pasó por la mente en un instante.

-¿Te arrepentiste alguna vez?

-No, no me arrepiento y volvería a tomar esa decisión todas las veces que fueran necesarias. Yo había ido para vivir esa experiencia extrema. Los días que no había juegos físicos igual teníamos el desafío de estar ahí. Estuvimos casi dos meses sin comer, en islas muy chiquitas de Bocas del Toro: mi equipo, que era el norte, estaba en la isla Zapatilla y el sur, en Zapatillota. Bastimentos era la isla más cerca de esos dos islotes.

-¿Qué recuerdos tenés de esos días?

-Lo que más recuerdo es pasar hambre de verdad. Entendí que nunca en mi vida había tenido hambre y esa era la primera vez. Soñaba con comida, me despertaba hablando en voz alta y escuchándome decir: “¿qué estás cocinando abuela?” Hablábamos todo el día de comida y comíamos con la mente y eso nos mantenía despiertos y con ganas.

-¿Qué comían?

-No comíamos. En esos días en la isla bajé casi diez kilos. Pasamos hambre, no nos daban comida y teníamos que comer lo que encontrábamos, pero lo cierto es que no encontrábamos nada porque vivíamos en una isla a la que le dábamos la vuelta en cinco minutos, caminando a pie. No había árboles frutales. Solo había árboles de coco y comíamos coco seco, coco crudo, agua de coco. Nos daban agua potable, eso sí. Nos tocó época de lluvia y, como vivíamos a la orilla del mar, estábamos siempre húmedos y mojados. Un día se acercó un helicóptero y nos tiró una caja al mar. Fuimos a buscarla y había buzos y algo de ropa de abrigo.

-¿No había comida en esas cajas?

-No. Solo nos dieron comida el primer día cuando llegamos a la isla. Era una caja para cada uno con un kit con un cuchillo, un facón, un kilo de arroz, un litro de aceite, un kilo de harina, unas latas de arvejas y algo más. Lo racionamos y lo hicimos durar lo más que pudimos, pero se acabó. Antes de cada juego nos veía un médico, nos tomaban la presión, nos daban sales minerales en una botellita de agua y un shot de azúcar que podía ser una banana y una rodaja de ananá o alguna otra fruta, por ejemplo. Sino no teníamos energía para competir.

-¿Hoy lo ves como una locura o como una aventura?

-Lo veo como algo increíble, espectacular. Fui con la edad de mi hija, 21 años, y los cumplí en la isla. Fue la experiencia más enriquecedora que podría haber tenido a esa edad. No me imagino mi vida sin ese capítulo. Creo que pueden sacarme de mi vida cualquier otro momento, sin contar a mi hija, pero no Expedición Robinson. Me dio una de las herramientas más poderosas que tengo para vivir hoy y desde el día que fui hasta que me muera.

-¿Y cuál es esa herramienta?

-Saber que cuento conmigo para todo y acepto lo que soy y cómo soy, y sé que tengo la capacidad de enfrentarme a lo que venga y salir airosa porque soy buena gente. Tengo la capacidad de estar en el presente, de pensar en la otra persona, de ver el lado positivo, quizá donde otros solo ven algo negativo. Me dio esta llave mágica que uso un montón y me hace vivir la vida muy alerta, feliz y consciente de cómo la quiero vivir. Lo voy eligiendo cada día y no me molesta cambiar. Siento que viví mil vidas, tuve un montón de trabajos, de experiencias, hice todo lo que quise hacer.

-Cuando te anotaste, ¿sabías a qué te enfrentabas?

-No. Fue el primer reality en nuestro país y no tenía idea de qué era. Cuando vi la publicidad que proponía que 16 desconocidos convivieran en una isla desierta dije: “Guau, yo quiero jugar a esto”. Pensé que era un programa de competición como Supermatch, el de los juegos alemanes. No imaginé que me iban a entrevistar, que iban a mostrar mi vida. Quería jugar a ser Rambo. En esta oportunidad imagino que la gente que participa de este reality sabe a lo que va, tiene una estrategia. Yo fui con lo que soy y es lo que se vio, una persona sensible que cuando habla, llora, y es auténtica.

-Hace dos años decidiste mudarte a Ibiza, ¿por qué?

-Fue una decisión que venía pensando hace muchísimos años y lo hice de una manera gradual. Esperé a que mi hija Vera terminara el colegio secundario y cuando estuvo lista para conocer el mundo y ver que hay mucho más, me pareció un buen momento para abrir un capítulo nuevo. Pero tampoco pudimos viajar porque en 2021 le diagnosticaron diabetes. Quisimos entender bien a lo que nos estábamos enfrentando, visitamos médicos, hizo su tratamiento. El viaje se demoró hasta que nos sentimos seguras y viajamos en 2022, con un poquito de miedo. Cerré la puerta de mi casa pensando en que volvía en unos meses y hasta teníamos pasajes de vuelta, pero no volvimos más. Llegamos a Madrid, estuvimos cuatro meses ahí y vinimos a Ibiza porque me esperaba mi hermano y mis sobrinos.

-¿Y cómo es esta nueva experiencia?

-Llegamos y se nos abrieron un montón de posibilidades. Como dicen, la isla te recibe y te abre todos los caminos o te expulsa. Y a nosotros nos abrió caminos y estamos muy bien. Ibiza es hermosa y sé que muchos creen que en esta isla se vive de fiesta, pero no es así. Hay de todo como en todos lados y uno se mueve en los circuitos en donde se siente cómodo. Hay partes de la isla que son muy tranquilas, espirituales y podés conectarte con la naturaleza y hay una Ibiza fiestera, claro. En estos dos años yo fui solamente a una fiesta en Pachá, me quedé cinco minutos y me fui corriendo… (risas) Me gusta el bosque, el mar, el silencio, conectar con otra persona, conversar, y eso también existe acá.

-¿Extrañás?

-Uno extraña siempre cuando está lejos de su familia y sus amigos, pero la verdad es que me siento muy a gusto. Estoy contenta, viviendo experiencias muy enriquecedoras, creciendo mucho, conociendo gente interesante porque hay personas de todos lados, trabajando en cosas que me gustan. Aunque no puedo evitar no extrañar. Prefiero entrañar y no extrañar y llevo a los míos en el corazón. Igual ahora estamos conectados y hablamos y hacemos videollamadas.

-¿La actriz quedó de lado, por el momento?

-Actriz se nace y se muere… (risas) Es algo que no se deja, pero no necesito trabajar de actriz para sentir que soy valiosa porque puedo sentir eso en cualquier rama del arte que haga. Me gusta estar abierta a las nuevas posibilidades y me interesa todo lo que tenga que ver con lo creativo. Soy polivalente, puedo hacer cualquier cosa relacionada con el arte porque me atrae, investigo, profundizo, se me da bien y lo hago de una manera natural y sincera. Entonces, desde ese lugar escribí mi libro Propio (tu mundo), y hago mis piezas de collage y las vendo, o puedo crear un evento o una boda. Y la gente lo recibe con mucho amor y confían en mí. También soy terapeuta floral. Al principio trabajé como camarera como cuando tenía 17 años, y lo disfruté también. No me pareció que fuera un retroceso ni nada por el estilo. Creo que el truco no es hacer lo que te gusta, sino hacer todo desde un lugar de alegría y conexión con el otro. Siempre hay algo que te motiva. Claro que busco hacer cosas que me gustan y si me toca hacer algo que no, igual lo disfruto y le saco provecho. También tuve un local y vendía productos ecológicos, pero ya no. Ahora hago eventos, hago arte en collage, terapia floral y soy creativa de una marca irlandesa. No hay un solo día de mi vida que sienta que no voy por el camino que quiero y si se da la oportunidad voy a volver a trabajar como actriz.

Cuando Emilia “Picky” Paino participó de Expedición Robinson, que emitió eltrece en 2000, ya había tenido algunas experiencias como actriz en teatro y televisión, pero el reality le cambió la vida porque se convirtió en una heroína cuando, en la final, dejó ganar a su compañero, Adrián Miani. “Durante esos dos meses que estuvimos en la isla, yo siempre repetí que había ido por la experiencia y no por la plata, y sabía que él la necesitaba más que yo”, justifica hoy. En una charla con LA NACIÓN, Paino revive esos momentos, cuenta por qué nunca se arrepintió de ese gesto, recuerda que pasó hambre y frío, pero que fue la mejor experiencia que vivió en su vida. También cuenta por qué decidió escribir un capítulo nuevo en su vida y se mudó a Ibiza, España, junto a su hija Vera.

A mediados de julio, Telefe va a poner al aire una nueva temporada del reality ahora con la conducción de Marley, luego de que termine Gran Hermano y Por el mundo Copa América. Se trata de la adaptación de un formato sueco en el que un grupo de participantes son abandonados en una isla remota. Tienen que competir en desafíos físicos e intelectuales para ganar recompensas o la inmunidad que los pone a salvo de la eliminación y el ganador se lleva una cifra millonaria. A diferencia de las dos temporadas que condujo Julián Weich, que tuvieron 16 participantes y se grabaron en Bocas del Toro (Panamá), esta vez son 25 personas que durante 60 días estarán en aislamiento total en una isla en Colombia, en la zona del tapón del Darién.

-Quedaste como una heroína en el imaginario colectivo de todos los argentinos y no cualquiera tiene ese gesto.

-Creo que el mundo está lleno de esos gestos y de personas buenas. Pero como seres humanos estamos programados para encontrar la falla afuera y es una especie de defensa personal. Me gusta creer que somos personas capaces de hacer lo que nos proponemos. Y si nos proponemos hacer el bien es una posibilidad y solo hay que elegirlo.

-Y elegiste dejar ganar a tu compañero, ¿por qué?

-Porque sentí que necesitaba la plata más que yo, que no había ido por eso, sino por la experiencia y a esa altura, ya la tenía. Fue una decisión que tomé en el momento y con mucho miedo porque no sabía si la gente del programa me iba a decir algo. Se ve muy claro mi debate interno y el gesto de agarrarme la cabeza. Recuerdo que pensaba “¿qué hago?”, y me acordaba de todas las conversaciones con Adrián y con mis compañeros. Todo me pasó por la mente en un instante.

-¿Te arrepentiste alguna vez?

-No, no me arrepiento y volvería a tomar esa decisión todas las veces que fueran necesarias. Yo había ido para vivir esa experiencia extrema. Los días que no había juegos físicos igual teníamos el desafío de estar ahí. Estuvimos casi dos meses sin comer, en islas muy chiquitas de Bocas del Toro: mi equipo, que era el norte, estaba en la isla Zapatilla y el sur, en Zapatillota. Bastimentos era la isla más cerca de esos dos islotes.

-¿Qué recuerdos tenés de esos días?

-Lo que más recuerdo es pasar hambre de verdad. Entendí que nunca en mi vida había tenido hambre y esa era la primera vez. Soñaba con comida, me despertaba hablando en voz alta y escuchándome decir: “¿qué estás cocinando abuela?” Hablábamos todo el día de comida y comíamos con la mente y eso nos mantenía despiertos y con ganas.

-¿Qué comían?

-No comíamos. En esos días en la isla bajé casi diez kilos. Pasamos hambre, no nos daban comida y teníamos que comer lo que encontrábamos, pero lo cierto es que no encontrábamos nada porque vivíamos en una isla a la que le dábamos la vuelta en cinco minutos, caminando a pie. No había árboles frutales. Solo había árboles de coco y comíamos coco seco, coco crudo, agua de coco. Nos daban agua potable, eso sí. Nos tocó época de lluvia y, como vivíamos a la orilla del mar, estábamos siempre húmedos y mojados. Un día se acercó un helicóptero y nos tiró una caja al mar. Fuimos a buscarla y había buzos y algo de ropa de abrigo.

-¿No había comida en esas cajas?

-No. Solo nos dieron comida el primer día cuando llegamos a la isla. Era una caja para cada uno con un kit con un cuchillo, un facón, un kilo de arroz, un litro de aceite, un kilo de harina, unas latas de arvejas y algo más. Lo racionamos y lo hicimos durar lo más que pudimos, pero se acabó. Antes de cada juego nos veía un médico, nos tomaban la presión, nos daban sales minerales en una botellita de agua y un shot de azúcar que podía ser una banana y una rodaja de ananá o alguna otra fruta, por ejemplo. Sino no teníamos energía para competir.

-¿Hoy lo ves como una locura o como una aventura?

-Lo veo como algo increíble, espectacular. Fui con la edad de mi hija, 21 años, y los cumplí en la isla. Fue la experiencia más enriquecedora que podría haber tenido a esa edad. No me imagino mi vida sin ese capítulo. Creo que pueden sacarme de mi vida cualquier otro momento, sin contar a mi hija, pero no Expedición Robinson. Me dio una de las herramientas más poderosas que tengo para vivir hoy y desde el día que fui hasta que me muera.

-¿Y cuál es esa herramienta?

-Saber que cuento conmigo para todo y acepto lo que soy y cómo soy, y sé que tengo la capacidad de enfrentarme a lo que venga y salir airosa porque soy buena gente. Tengo la capacidad de estar en el presente, de pensar en la otra persona, de ver el lado positivo, quizá donde otros solo ven algo negativo. Me dio esta llave mágica que uso un montón y me hace vivir la vida muy alerta, feliz y consciente de cómo la quiero vivir. Lo voy eligiendo cada día y no me molesta cambiar. Siento que viví mil vidas, tuve un montón de trabajos, de experiencias, hice todo lo que quise hacer.

-Cuando te anotaste, ¿sabías a qué te enfrentabas?

-No. Fue el primer reality en nuestro país y no tenía idea de qué era. Cuando vi la publicidad que proponía que 16 desconocidos convivieran en una isla desierta dije: “Guau, yo quiero jugar a esto”. Pensé que era un programa de competición como Supermatch, el de los juegos alemanes. No imaginé que me iban a entrevistar, que iban a mostrar mi vida. Quería jugar a ser Rambo. En esta oportunidad imagino que la gente que participa de este reality sabe a lo que va, tiene una estrategia. Yo fui con lo que soy y es lo que se vio, una persona sensible que cuando habla, llora, y es auténtica.

-Hace dos años decidiste mudarte a Ibiza, ¿por qué?

-Fue una decisión que venía pensando hace muchísimos años y lo hice de una manera gradual. Esperé a que mi hija Vera terminara el colegio secundario y cuando estuvo lista para conocer el mundo y ver que hay mucho más, me pareció un buen momento para abrir un capítulo nuevo. Pero tampoco pudimos viajar porque en 2021 le diagnosticaron diabetes. Quisimos entender bien a lo que nos estábamos enfrentando, visitamos médicos, hizo su tratamiento. El viaje se demoró hasta que nos sentimos seguras y viajamos en 2022, con un poquito de miedo. Cerré la puerta de mi casa pensando en que volvía en unos meses y hasta teníamos pasajes de vuelta, pero no volvimos más. Llegamos a Madrid, estuvimos cuatro meses ahí y vinimos a Ibiza porque me esperaba mi hermano y mis sobrinos.

-¿Y cómo es esta nueva experiencia?

-Llegamos y se nos abrieron un montón de posibilidades. Como dicen, la isla te recibe y te abre todos los caminos o te expulsa. Y a nosotros nos abrió caminos y estamos muy bien. Ibiza es hermosa y sé que muchos creen que en esta isla se vive de fiesta, pero no es así. Hay de todo como en todos lados y uno se mueve en los circuitos en donde se siente cómodo. Hay partes de la isla que son muy tranquilas, espirituales y podés conectarte con la naturaleza y hay una Ibiza fiestera, claro. En estos dos años yo fui solamente a una fiesta en Pachá, me quedé cinco minutos y me fui corriendo… (risas) Me gusta el bosque, el mar, el silencio, conectar con otra persona, conversar, y eso también existe acá.

-¿Extrañás?

-Uno extraña siempre cuando está lejos de su familia y sus amigos, pero la verdad es que me siento muy a gusto. Estoy contenta, viviendo experiencias muy enriquecedoras, creciendo mucho, conociendo gente interesante porque hay personas de todos lados, trabajando en cosas que me gustan. Aunque no puedo evitar no extrañar. Prefiero entrañar y no extrañar y llevo a los míos en el corazón. Igual ahora estamos conectados y hablamos y hacemos videollamadas.

-¿La actriz quedó de lado, por el momento?

-Actriz se nace y se muere… (risas) Es algo que no se deja, pero no necesito trabajar de actriz para sentir que soy valiosa porque puedo sentir eso en cualquier rama del arte que haga. Me gusta estar abierta a las nuevas posibilidades y me interesa todo lo que tenga que ver con lo creativo. Soy polivalente, puedo hacer cualquier cosa relacionada con el arte porque me atrae, investigo, profundizo, se me da bien y lo hago de una manera natural y sincera. Entonces, desde ese lugar escribí mi libro Propio (tu mundo), y hago mis piezas de collage y las vendo, o puedo crear un evento o una boda. Y la gente lo recibe con mucho amor y confían en mí. También soy terapeuta floral. Al principio trabajé como camarera como cuando tenía 17 años, y lo disfruté también. No me pareció que fuera un retroceso ni nada por el estilo. Creo que el truco no es hacer lo que te gusta, sino hacer todo desde un lugar de alegría y conexión con el otro. Siempre hay algo que te motiva. Claro que busco hacer cosas que me gustan y si me toca hacer algo que no, igual lo disfruto y le saco provecho. También tuve un local y vendía productos ecológicos, pero ya no. Ahora hago eventos, hago arte en collage, terapia floral y soy creativa de una marca irlandesa. No hay un solo día de mi vida que sienta que no voy por el camino que quiero y si se da la oportunidad voy a volver a trabajar como actriz.

 Entró al reality para vivir una experiencia y le aseguró a LA NACIÓN que le cambió la vida; además expresó que no se arrepiente de haberse dejado ganar; es actriz y hace dos años decidió empezar de nuevo en España con su hija  LA NACION

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