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Luz amarilla: la mejora del consumo va de la mano de una mayor fragmentación social

CÓRDOBA.– Mientras el presidente Javier Milei prepara la llamada “segunda etapa” de su gobierno, con las prometidas rebajas de impuestos y más reformas del Estado, la gente acompaña las medidas macroeconómicas -aun con el ajuste-, pero no pasa lo mismo con la “micro”. Esa es una de las conclusiones del último estudio de la consultora Moiguer, que también refleja que la capacidad de consumo en junio aumentó en las categorías sociales más altas, pero cayó en la clase baja.

LA NACION accedió al último informe de Social Mood (humor social) de la consultora y dialogó con su titular, Fernando Moiguer, quien advirtió que los datos revelan una Argentina “más fragmentada, con ricos más ricos y pobres mucho más pobres, situación que se hace más intensa en un país que no crece”.

Añade que una mayor disgregación social implica “agudizar las problemáticas que experimentan a nivel global los países más fragmentados: altos índices de delincuencia, inseguridad y violencia ciudadana”.

Las dificultades de consumo de la sociedad comienzan a convivir con una mejora en el poder adquisitivo que es heterogénea. Estudios privados como los del Iaraf y el Ieral, de la Fundación Mediterránea, señalan que el piso salarial se habría registrado en febrero y, desde entonces, los sueldos de los trabajadores registrados subieron por encima de la inflación, con una amplia diferencia respecto de lo que lograron los estatales y los informales. De 20 millones de trabajadores, un 52% son informales o monotributistas; 31% asalariados privados registrados y 17% estatales.

En junio pasado, 63% de los consultados por Moiguer consideró que los ingresos de su hogar están por debajo de la inflación, lo que representa un descenso frente al 72% del primer trimestre. Hace unos días el ministro de Economía, Luis Caputo, planteó que “lo peor ya pasó” en materia económica. El Indicador de Consumo de la Cámara Argentina de Comercio, por ejemplo, da cuenta de que la caída frente abril fue del 2,2%, por debajo de las anteriores mediciones. Es decir, siguen las bajas pero menos profundas.

Ante la pregunta de Moiguer de en qué medida los hogares se adaptaron a la actual situación social, económica y política, 32% de la clase alta respondió que “muy bien/bien” igual que 36% de la media alta mientras que 44% de la media baja y 57% de la baja sostuvieron “mal/cuesta mucho”. Seis (62%) de cada diez entiende que el ajuste es “poco o nada tolerable”: 46% de la clase alta; 57% de la media alta, 62% de la media baja y 72% de la baja.

El mes pasado, por primera vez desde las mediciones pre-balotaje, el 29% evaluó la capacidad de consumo de su hogar como “buena/muy buena” (38% en el caso de la clase alta; 34% en la media-alta; 31% en la media-baja y 21% en la baja). Entre enero y marzo había dado 20%; en abril, 23% y en mayo 26%.

También creció el porcentaje de quienes afirmaron haber realizado gastos “hedónicos” (salidas, indumentaria, delivery y tecnología/electro), 60%, siete puntos porcentuales más que en mayo, nueve más que en abril y 12 más que en el primer trimestre, aunque sigue ocho por debajo de 2018 y más o menos en el mismo nivel de 2021.

En este segmento también se patentiza la fragmentación que remarca Moiguer. De quienes pudieron realizar estos consumos, 83% son de clase alta; 77% de la media-alta, 59% media-baja y 40% de la clase baja.

Según datos oficiales (el informe sobre Evolución de la distribución del Ingreso del Indec), el 20% de los hogares de más altos ingresos concentran el 42,5% de la torta que se reparte en el país. El coeficiente de Gini (valor de entre 0 y 1 que refleja la desigualdad en la distribución del ingreso, en el que 0 es la mayor igualdad y 1 la mayor desigualdad) fue de 0,467, empeorando no solo frente al último trimestre de 2023 (0,435), sino que se ha convertido en el peor registro de los últimos cuatro años.

Ya el reporte anterior de la consultora transparentaba que la clase media comenzaba a presentar niveles de ajuste por sobre el promedio en el bimestre abril/mayo de este año. Este nuevo trabajo de Moiguer fue realizado entre el 3 y el 26 del mes pasado sobre 1700 personas de entre 25 y 50 años del AMBA, provincia de Buenos Aires, Salta, Córdoba y Mendoza.

En línea con la mejora de algunos indicadores macro como la desaceleración de la inflación y caída del déficit fiscal, mejoraron los relacionados a expectativas de crisis económica (40% frente al 45% del mes anterior) y de hiperinflación (30%, cinco puntos porcentuales menos que en mayo y 24 menos que en noviembre antes del balotaje).

Esos números presentan un fuerte contraste respecto de cómo creen que evolucionará la capacidad de compra de sus hogares: 46% entiende que “peor o mucho peor” y no hubo cambios entre enero y junio, como tampoco se modificó en ese período el 35% de los que dudan de la estabilidad de su trabajo. Ese aspecto coincide con el apuntado por el último relevamiento nacional de la consultora Opina Argentina, que mostró transformaciones en la “nube de preocupaciones”: 55% de los encuestados temen la posibilidad de quedar desempleados y la desocupación, con 29%, quedó al mismo nivel que la inflación como principal problema percibido.

CÓRDOBA.– Mientras el presidente Javier Milei prepara la llamada “segunda etapa” de su gobierno, con las prometidas rebajas de impuestos y más reformas del Estado, la gente acompaña las medidas macroeconómicas -aun con el ajuste-, pero no pasa lo mismo con la “micro”. Esa es una de las conclusiones del último estudio de la consultora Moiguer, que también refleja que la capacidad de consumo en junio aumentó en las categorías sociales más altas, pero cayó en la clase baja.

LA NACION accedió al último informe de Social Mood (humor social) de la consultora y dialogó con su titular, Fernando Moiguer, quien advirtió que los datos revelan una Argentina “más fragmentada, con ricos más ricos y pobres mucho más pobres, situación que se hace más intensa en un país que no crece”.

Añade que una mayor disgregación social implica “agudizar las problemáticas que experimentan a nivel global los países más fragmentados: altos índices de delincuencia, inseguridad y violencia ciudadana”.

Las dificultades de consumo de la sociedad comienzan a convivir con una mejora en el poder adquisitivo que es heterogénea. Estudios privados como los del Iaraf y el Ieral, de la Fundación Mediterránea, señalan que el piso salarial se habría registrado en febrero y, desde entonces, los sueldos de los trabajadores registrados subieron por encima de la inflación, con una amplia diferencia respecto de lo que lograron los estatales y los informales. De 20 millones de trabajadores, un 52% son informales o monotributistas; 31% asalariados privados registrados y 17% estatales.

En junio pasado, 63% de los consultados por Moiguer consideró que los ingresos de su hogar están por debajo de la inflación, lo que representa un descenso frente al 72% del primer trimestre. Hace unos días el ministro de Economía, Luis Caputo, planteó que “lo peor ya pasó” en materia económica. El Indicador de Consumo de la Cámara Argentina de Comercio, por ejemplo, da cuenta de que la caída frente abril fue del 2,2%, por debajo de las anteriores mediciones. Es decir, siguen las bajas pero menos profundas.

Ante la pregunta de Moiguer de en qué medida los hogares se adaptaron a la actual situación social, económica y política, 32% de la clase alta respondió que “muy bien/bien” igual que 36% de la media alta mientras que 44% de la media baja y 57% de la baja sostuvieron “mal/cuesta mucho”. Seis (62%) de cada diez entiende que el ajuste es “poco o nada tolerable”: 46% de la clase alta; 57% de la media alta, 62% de la media baja y 72% de la baja.

El mes pasado, por primera vez desde las mediciones pre-balotaje, el 29% evaluó la capacidad de consumo de su hogar como “buena/muy buena” (38% en el caso de la clase alta; 34% en la media-alta; 31% en la media-baja y 21% en la baja). Entre enero y marzo había dado 20%; en abril, 23% y en mayo 26%.

También creció el porcentaje de quienes afirmaron haber realizado gastos “hedónicos” (salidas, indumentaria, delivery y tecnología/electro), 60%, siete puntos porcentuales más que en mayo, nueve más que en abril y 12 más que en el primer trimestre, aunque sigue ocho por debajo de 2018 y más o menos en el mismo nivel de 2021.

En este segmento también se patentiza la fragmentación que remarca Moiguer. De quienes pudieron realizar estos consumos, 83% son de clase alta; 77% de la media-alta, 59% media-baja y 40% de la clase baja.

Según datos oficiales (el informe sobre Evolución de la distribución del Ingreso del Indec), el 20% de los hogares de más altos ingresos concentran el 42,5% de la torta que se reparte en el país. El coeficiente de Gini (valor de entre 0 y 1 que refleja la desigualdad en la distribución del ingreso, en el que 0 es la mayor igualdad y 1 la mayor desigualdad) fue de 0,467, empeorando no solo frente al último trimestre de 2023 (0,435), sino que se ha convertido en el peor registro de los últimos cuatro años.

Ya el reporte anterior de la consultora transparentaba que la clase media comenzaba a presentar niveles de ajuste por sobre el promedio en el bimestre abril/mayo de este año. Este nuevo trabajo de Moiguer fue realizado entre el 3 y el 26 del mes pasado sobre 1700 personas de entre 25 y 50 años del AMBA, provincia de Buenos Aires, Salta, Córdoba y Mendoza.

En línea con la mejora de algunos indicadores macro como la desaceleración de la inflación y caída del déficit fiscal, mejoraron los relacionados a expectativas de crisis económica (40% frente al 45% del mes anterior) y de hiperinflación (30%, cinco puntos porcentuales menos que en mayo y 24 menos que en noviembre antes del balotaje).

Esos números presentan un fuerte contraste respecto de cómo creen que evolucionará la capacidad de compra de sus hogares: 46% entiende que “peor o mucho peor” y no hubo cambios entre enero y junio, como tampoco se modificó en ese período el 35% de los que dudan de la estabilidad de su trabajo. Ese aspecto coincide con el apuntado por el último relevamiento nacional de la consultora Opina Argentina, que mostró transformaciones en la “nube de preocupaciones”: 55% de los encuestados temen la posibilidad de quedar desempleados y la desocupación, con 29%, quedó al mismo nivel que la inflación como principal problema percibido.

 La capacidad de compra en junio aumentó en las categorías más altas de la pirámide pero sigue contrayéndose en la base, según un estudio privado  LA NACION

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