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Creó un espacio cultural en su casa de La Cumbre y este mes presenta su última obra en Tigre

Santiago Dartiguelongue es artista, diseñador industrial y muy inquieto. Además, está al frente de Parada Manantiales, un jardín-taller en La Cumbre, Córdoba, donde crea objetos y produce instalaciones con identidad propia, además de ser un espacio cultural. Manantiales ofrece un recorrido completo: se puede ver desde la puerta principal hasta el último rinconcito del jardín, todos los materiales, las obras, los detalles, las plantas y las flores que lo están habitando.

Pero esto no termina acá. Santiago está siempre en movimiento y, como la mismísima naturaleza, es en esa constante transformación que da nueva vida. “Queremos convertir a Manantiales en un espacio cultural, y por eso también tendremos una residencia para artistas no solo de aquí, sino del mundo”. Parada Manantiales es actualmente un lugar de encuentro donde la música, el arte, la comida y el bar confluyen en libertad. Las distintas propuestas musicales y artísticas son el leitmotiv del espacio.

Sus esculturas que crecieron hasta convertirse en sus enormes mantis religiosas, mariposas o camaleones gigantes. O la escultura de cinco metros de alto de su perro, amigo fiel que lo acompañó durante tantos años. Todo parte del mismo sitio, porque es en su taller donde encuentra materiales que emplea para diseñar sus instalaciones, un espacio completo que puede estar integrado a la naturaleza –y muestra el origen– o en un edificio.

Un poco de historia

Nacido en un pueblo de la Punilla cordobesa, Santiago Dartiguelongue luego se mudó con su familia a La Cumbre. Desde chico, le llamaban la atención todo tipo de objetos y se la pasaba armando y desarmando, inventando, indagando en la materia y la historia de las cosas. Durante su etapa escolar descubrió el amor por el dibujo y luego estudió Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba. Allí comenzó la síntesis o, más bien, un camino en el que integra sus saberes, el mundo de las formas, el diseño, la creatividad y la sensibilidad.

-¿Qué vínculo tenés con la naturaleza?

-Una estrecha relación de asombro. Desde muy chico, siempre tuve la libertad de tener la naturaleza a mano. Hoy, con más conocimiento, voy siempre en busca de encontrar es rincón para explorar. Encontrar eso que no encontró nadie, paz y tranquilidad. Así encuentro herramientas, materia e inspiración para crear. Está todo a mano.

-¿Qué es Manantiales?

-Como su nombre lo dice, Manantiales estuvo siempre. La propiedad era una chacra en un antiguo lecho de río, cuya casa estuvo abandonada muchos años. Se restauró y, cada momento que estoy acá, aprovecho para hacer algo, y sigo creando la magia que se ve, que hace 13 años sigue creciendo. Disfruto inmensamente del jardín, es algo que te envuelve y recibe.

-¿Cómo surge la idea de abrir este espacio?

-Cuando terminé la carrera de Diseño Industrial quería vivir en un lugar tranquilo, medio inhóspito, y después de mucho buscar terminó siendo acá. Decidí crear en Manantiales, un lugar con todos los espacios que necesito para ser libre y crear todo lo que se pueda. Hoy lo tengo y lo comparto con otros artistas que pueden venir y crear.

-¿Y la propuesta gastronómica?

-El bar es un anexo que se armó al taller y atelier donde expuse siempre y propuse noches de arte Manantiales. En ese marco, con mis amigos hacíamos agasajos y cocktails y fue dándose solo. Año a año crece, y por eso armamos el bar y ahora armamos una propuesta gastronómica con pizzas a la piedra, gracias a la incorporación de socios como Josefina Bedacarratz.

-¿Cuál es el público?

-De más de 30 años. También hay propuestas de día o de arte más nocturnas. Siempre ambiente cálido. Abrimos viernes y sábados. Hay propuestas de teatro, degustaciones de vino y platos, pero el menú fijo es pizza a la piedra con masa madre, muy artesanal.

-¿Lo que más disfrutás?

-Todo lo fui armando y disfruto todo. Del jardín lo que más me gusta son los rosales en flor, su perfume, y también el moho verde en la madera y la piedra. Manantiales es mágico.

-¿Cómo es tu rutina?

-Es casi un método. Aparecen objetivos que se terminan y empiezan otros. Trato de seguir una agenda, pero voy día a día, sin horarios, con la energía que va fluyendo. Hay obras, piezas o proyectos que duran años, otros duran días o semanas. Trato de ser ordenado con las ideas porque si no te explota la cabeza.

¿Cuándo sentís que cumpliste tu objetivo?

-A mí lo que me interesa es que la gente se sorprenda, que pueda ver cosas que de otro modo no vería, que se quede haciéndose preguntas. El mensaje que quiero dar es que estoy, es que estamos, es que somos parte de algo más grande.

-¿Cuál es tu último trabajo?

-Acabo de terminar una instalación que se llama Ser Aroma. La obra es el aroma propio a la madera. Ser Aroma se presenta el 20, 21, 22, 27, 28 y 29 de junio en Fundación 9,37 Sudestada (Tigre).

+info

@manantialeslacumbre

@santiagodarti

Muestra Ser Aroma: https://www.instagram.com/937sudestada?igsh=MWhvcGhwaDZvcm85ZA%3D%3D

Santiago Dartiguelongue es artista, diseñador industrial y muy inquieto. Además, está al frente de Parada Manantiales, un jardín-taller en La Cumbre, Córdoba, donde crea objetos y produce instalaciones con identidad propia, además de ser un espacio cultural. Manantiales ofrece un recorrido completo: se puede ver desde la puerta principal hasta el último rinconcito del jardín, todos los materiales, las obras, los detalles, las plantas y las flores que lo están habitando.

Pero esto no termina acá. Santiago está siempre en movimiento y, como la mismísima naturaleza, es en esa constante transformación que da nueva vida. “Queremos convertir a Manantiales en un espacio cultural, y por eso también tendremos una residencia para artistas no solo de aquí, sino del mundo”. Parada Manantiales es actualmente un lugar de encuentro donde la música, el arte, la comida y el bar confluyen en libertad. Las distintas propuestas musicales y artísticas son el leitmotiv del espacio.

Sus esculturas que crecieron hasta convertirse en sus enormes mantis religiosas, mariposas o camaleones gigantes. O la escultura de cinco metros de alto de su perro, amigo fiel que lo acompañó durante tantos años. Todo parte del mismo sitio, porque es en su taller donde encuentra materiales que emplea para diseñar sus instalaciones, un espacio completo que puede estar integrado a la naturaleza –y muestra el origen– o en un edificio.

Un poco de historia

Nacido en un pueblo de la Punilla cordobesa, Santiago Dartiguelongue luego se mudó con su familia a La Cumbre. Desde chico, le llamaban la atención todo tipo de objetos y se la pasaba armando y desarmando, inventando, indagando en la materia y la historia de las cosas. Durante su etapa escolar descubrió el amor por el dibujo y luego estudió Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad Nacional de Córdoba. Allí comenzó la síntesis o, más bien, un camino en el que integra sus saberes, el mundo de las formas, el diseño, la creatividad y la sensibilidad.

-¿Qué vínculo tenés con la naturaleza?

-Una estrecha relación de asombro. Desde muy chico, siempre tuve la libertad de tener la naturaleza a mano. Hoy, con más conocimiento, voy siempre en busca de encontrar es rincón para explorar. Encontrar eso que no encontró nadie, paz y tranquilidad. Así encuentro herramientas, materia e inspiración para crear. Está todo a mano.

-¿Qué es Manantiales?

-Como su nombre lo dice, Manantiales estuvo siempre. La propiedad era una chacra en un antiguo lecho de río, cuya casa estuvo abandonada muchos años. Se restauró y, cada momento que estoy acá, aprovecho para hacer algo, y sigo creando la magia que se ve, que hace 13 años sigue creciendo. Disfruto inmensamente del jardín, es algo que te envuelve y recibe.

-¿Cómo surge la idea de abrir este espacio?

-Cuando terminé la carrera de Diseño Industrial quería vivir en un lugar tranquilo, medio inhóspito, y después de mucho buscar terminó siendo acá. Decidí crear en Manantiales, un lugar con todos los espacios que necesito para ser libre y crear todo lo que se pueda. Hoy lo tengo y lo comparto con otros artistas que pueden venir y crear.

-¿Y la propuesta gastronómica?

-El bar es un anexo que se armó al taller y atelier donde expuse siempre y propuse noches de arte Manantiales. En ese marco, con mis amigos hacíamos agasajos y cocktails y fue dándose solo. Año a año crece, y por eso armamos el bar y ahora armamos una propuesta gastronómica con pizzas a la piedra, gracias a la incorporación de socios como Josefina Bedacarratz.

-¿Cuál es el público?

-De más de 30 años. También hay propuestas de día o de arte más nocturnas. Siempre ambiente cálido. Abrimos viernes y sábados. Hay propuestas de teatro, degustaciones de vino y platos, pero el menú fijo es pizza a la piedra con masa madre, muy artesanal.

-¿Lo que más disfrutás?

-Todo lo fui armando y disfruto todo. Del jardín lo que más me gusta son los rosales en flor, su perfume, y también el moho verde en la madera y la piedra. Manantiales es mágico.

-¿Cómo es tu rutina?

-Es casi un método. Aparecen objetivos que se terminan y empiezan otros. Trato de seguir una agenda, pero voy día a día, sin horarios, con la energía que va fluyendo. Hay obras, piezas o proyectos que duran años, otros duran días o semanas. Trato de ser ordenado con las ideas porque si no te explota la cabeza.

¿Cuándo sentís que cumpliste tu objetivo?

-A mí lo que me interesa es que la gente se sorprenda, que pueda ver cosas que de otro modo no vería, que se quede haciéndose preguntas. El mensaje que quiero dar es que estoy, es que estamos, es que somos parte de algo más grande.

-¿Cuál es tu último trabajo?

-Acabo de terminar una instalación que se llama Ser Aroma. La obra es el aroma propio a la madera. Ser Aroma se presenta el 20, 21, 22, 27, 28 y 29 de junio en Fundación 9,37 Sudestada (Tigre).

+info

@manantialeslacumbre

@santiagodarti

Muestra Ser Aroma: https://www.instagram.com/937sudestada?igsh=MWhvcGhwaDZvcm85ZA%3D%3D

 Santiago Dartiguelongue es artista, diseñador industrial y está al frente de Parada Manantiales, un jardín-taller en La Cumbre.  LA NACION

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