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Daniel Reyes: “Hay un espacio muy grande para mejorar la calidad de la política fiscal”

Estudió Economía en la Universidad de los Andes (Colombia), donde completó una maestría; luego realizó un doctorado en Gorgetown University (Estados Unidos); trabajó en el staff de economistas del Gobierno colombiano y en 2003 ingresó como investigador al BID; es economista senior del Banco Mundial, especializado en la Argentina

Los datos del Banco Mundial describen un escenario demoledor para la Argentina: desde 1950 hasta hoy, pasó uno de cada tres años en recesión, en una dinámica declinante que limita, a su vez, sus capacidades de desarrollo en el mediano plazo. Según Daniel Reyes, economista senior del Banco Mundial para la Argentina, las raíces se encuentran en el desmanejo de la política fiscal, los desajustes en materia impositiva y el perfil “procíclico” del gasto público.

“Lo que queremos decir es que cuando hay periodos de auge económico, crece de una forma sostenida y comparativamente mayor que el crecimiento del PBI. Y cuando vemos qué componentes explican ese comportamiento procíclico, son el salarial y el pensional”, explica el analista nacido en Colombia.

“El gasto público crece cuando hay auge, y cuando hay crisis, ese aumento se hace insostenible. Se empiezan a acumular presiones, aumenta el déficit fiscal, y a lo largo de la historia, ese déficit comienza a monetizarse, lo que llamamos la dominancia de la política fiscal. Eso impacta en la inflación, comienza a generar inestabilidad macroeconómica, que en algún momento se vuelve insostenible y ahonda más la crisis”, describe.

-El Gobierno actual hace foco en el ajuste y el equilibrio fiscal. ¿Cómo observan este proceso?

-Nosotros sugerimos políticas en el área pensional y el área de la masa salarial del sector público que pueden contribuir a resolver esta prociclicidad de la política fiscal. Por el lado de las jubilaciones, no pueden ser anticíclicas, pero sugerimos pensar en una fórmula de indexación que proteja a los beneficiarios de la inflación, pero que también prevenga cambios ad hoc en términos de mayores beneficiarios o beneficios, como las moratorias, por ejemplo, que aumentan la prociclicidad. Y por el lado de los salarios, nos parece importante una política a mediano plazo el pensar una regla fiscal en la Argentina, que tenga directrices claras en términos de empleo público y que no dependa del ciclo. Es decir, que cuando haya booms económicos o cambios políticos, prevengan que automáticamente haya cambios mayores o menores en la masa salarial. Son dos elementos que consideramos importantes para mejorar la calidad de la política fiscal, para que disminuya el ciclo económico y sea dinamizador de la economía.

-El FMI insiste en advertir por la ‘calidad’ del ajuste. ¿Cuál es su visión?

-La calidad de la política fiscal es central, y está en el centro de la política de desarrollo de mediano plazo. Más allá de la coyuntura, nosotros sí creemos que hay un espacio muy grande para mejorar la calidad de la política fiscal, particularmente en la prociclicidad y en herramientas que permitan hacer una programación de la política fiscal. Históricamente, la Argentina no ha tenido esas herramientas, básicamente porque el mediano plazo ha sido muy difícil de predecir por esta dinámica tan volátil de la economía y sus períodos inflacionarios. Pero pensando en un periodo donde haya una estabilización, ahí hay una agenda relevante en materia fiscal. Es importante pensar en la calidad de la política fiscal, que sea anticíclica y esté alineada y apoye el crecimiento económico. Y hay una agenda muy importante que va un poquito más allá de la reducción del déficit fiscal en el corto plazo. Por ejemplo, en el lado impositivo. Y otro tema importante es el rol de la política comercial.

-¿Qué análisis hace del sistema tributario argentino?

-Es uno de los países que utiliza más impuestos que son muy distorsivos. Cuando uno mira la estructura fiscal de la Argentina, esta división entre provincias y el Gobierno central, con la coparticipación, genera que el sistema impositivo sea muy complicado y particularmente muy distorsivo. Desde un punto de vista económico, lo que uno quiere es una política fiscal que sea progresiva, que si bien cobre impuestos, también apoye a los agentes económicos para que crezcan. Y en Argentina hay impuestos que son importantes desde el punto de vista del fisco pero que son distorsivos, como las retenciones. Es un impuesto que afecta directamente a los exportadores, y es uno de los temas que debería reformarse pensando en el mediano plazo. El impuesto PAIS también, que es uno de los más distorsivos. El Gobierno ha dicho que se va a eliminar. La agenda impositiva es crucial.

-También hay discusión por Ganancias. ¿Cuál es su visión?

-Creo que el impuesto a las Ganancias o los ingresos es fundamental. Es uno de los más progresivos y de los más importantes que los países tienen. Argentina tiene que mejorar esos impuestos y eliminar los distorsivos.

-¿Qué consecuencias tiene para un país acumular tantos años de crisis o estancamiento?

-La gran volatilidad de la economía y el número de años de recesión de la Argentina ha generado una disminución sostenida del ingreso promedio del país, cuando se compara con economías desarrolladas o de ingreso alto. Al inicio del siglo pasado, Argentina era una de las economías más ricas del mundo en términos de ingreso por habitante. Para 1917 era alrededor de la décima economía más rica del mundo, y esta volatilidad del ciclo lo que ha generado es que la economía argentina, vista como ingreso por habitante, se ha empobrecido. Para 2023, el ingreso promedio de la Argentina es el 23% del valor de las 10 de mayores ingresos.

-¿Y a qué se debe?

-Uno de los temas donde más impacta esta alta volatilidad y muchos años de recesión es la baja inversión que tiene Argentina. Es una economía muy grande, la tercera mayor de la región, pero sus niveles de inversión son bastante bajos. ¿Y por qué son bajos? Porque los agentes económicos, las empresas extranjeras que estarían dispuestas a traer inversiones directas al país, tienen un tiempo de proyección bastante corto, porque ven que aquí hay muchos vaivenes en términos de crecimiento y eso reduce el tiempo para planear inversiones. Y uno de los impactos de esta crisis es la baja inversión, que impacta en bajo crecimiento y tu stock de capital. Por otro lado, esta volatilidad económica ha reducido la inversión en capital humano.

-¿Qué consecuencias tiene? ¿Dónde se percibe?

-Cuando ves Argentina en los últimos 50 años, es un país que tiene un capital humano alto, es una economía donde en promedio sus habitantes están bien educados, pero mostramos que hay una disminución de esa calidad y parece estar depreciándose rápidamente por falta de políticas públicas y de inversión. Por ejemplo, en nuestro último informe mostramos que el porcentaje de personas entre 25 y 35 años en el país con educación terciaria completa es menor que el porcentaje de personas en el grupo de entre 40 y 55 años. Lo que significa es que en Argentina los adultos mayores están mejor educados que los jóvenes. Es una característica que solamente se ve aquí, porque en países similares, los jóvenes tienen mayor educación que los adultos. Esa es una evidencia muy clara de cómo el capital humano en Argentina se está depreciando. Y si no se hacen políticas públicas urgentes, eso le va a quitar competitividad y productividad a la economía. No discutimos las causas, pero vemos que la reducción de capital humano es un factor determinante para explicar la reducción de crecimiento económico en Argentina.

-¿Cómo afecta la capacidad de desarrollo productivo de mediano plazo?

-Particularmente ahora, si pensamos en los sectores de conocimiento, donde Argentina es bastante dinámico, son sectores que están evolucionando muy rápidamente, como la automatización o inteligencia artificial. Son sectores que están cambiando rápidamente y para los cuales la mano de obra tiene que ajustarse a esos cambios. Entonces, si estás en una situación donde hay un cambio constante y rápido de las habilidades que demandan las compañías que están en la frontera y, por otro lado, hay una mano de obra que si bien es calificada, se está depreciando, es una combinación de factores que requieren políticas públicas urgentes para asegurar que Argentina pueda seguir compitiendo.

-Mencionaba el tema de la política comercial. ¿Qué análisis hace de ese punto?

-En los últimos 20 años Argentina de alguna forma se ha despegado del comercio y los mercados internacionales. Eso lo vemos, por ejemplo, en una reducción sostenida del valor de las exportaciones, que medidas como porcentaje del PBI se han reducido en un 40%. El número de empresas exportadoras también caído 40% desde el 2006 al 2020. Son indicadores de que el país ha tenido una política comercial que no apoyó a que las empresas sean competitivas en los mercados internacionales. No hay acuerdos comerciales que permitan generar acceso a mercados preferenciales, pero también vemos que para las compañías es muy costoso acceder a insumos importados: los aranceles son altos, las medidas no arancelarias impactan en la habilidad de los exportadores, porque aumentan costos y tiempo. Y después están las retenciones, que limitan la competitividad de los exportadores. La política comercial no ha sido conducente a permitir que las empresas compitan, y hay un montón de evidencia internacional que explica que la competencia en mercados internacionales está relacionada con mejoras de productividad local.

-¿Qué rol le cabe al Estado en este punto?

-Cuando se ven los mercados, existen fallas de mercados o fallas institucionales, donde hay un argumento para aumentar o implementar políticas públicas. En términos de comercio exterior, uno de los temas importantes desde el punto de vista de las firmas locales, particularmente las pequeñas, es que muchas de ellas no tienen conocimiento de los requerimientos o las oportunidades que existen en mercados internacionales. Ese es un rol que puede cumplir una agencia de promoción de exportaciones, para solucionar esto que en economía llamamos asimetrías de información. Es un rol de apoyar a las empresas, que pueden ser pequeñas y quizá no tienen suficiente presupuesto para invertir en investigación de mercados. Hay una oportunidad para que el Estado colabore en la internacionalización de las compañías. Lo mismo con la inversión extranjera directa: tener una agencia que haga una tarea proactiva de atracción de inversiones en sectores que son claves para el desarrollo económico, que pueden generar mejoras de productividad en las empresas locales vías vía encadenamiento productivo. Por ejemplo, con una empresa grande extranjera que viene, se localiza en el país y comienza a demandar insumos locales. Hay evidencia internacional de que ese proceso de compra y venta entre firmas extranjeras y locales genera ganancias de productividad. Hay una agenda importante ahí para pensar en una liberalización o internacionalización de la economía argentina en una forma gradual, responsable, donde se proteja a los sectores más vulnerables. Pero es importante para el desarrollo en el mediano plazo.

-¿Cuál es su visión sobre la idea de dolarización?

-Es difícil imaginarse una situación donde una economía de las características de la Argentina pueda ser dolarizada. Entiendo que la historia del país, particularmente en su manejo monetario y del tipo de cambio ha sido muy difícil. Es un país que no ha podido manejar la trilogía de control del déficit fiscal, tipo de cambio que no sea muy volátil y una inflación baja, y cuando estas estas variables de alguna forma se han salido de control, se puede generar esta idea de que dolarizar la economía puede ser un camino. Yo creo personalmente que hay otra salida. Una economía tan grande, con tanta capacidad productiva puede tener su propia moneda, solucionando los problemas que hablamos y que son claves para el desarrollo y crecimiento a mediano plazo. Particularmente, la calidad de la política fiscal. Si seguimos por este camino de reducir el déficit y mejorar el marco tributario, va a generar mucha estabilidad.

Estudió Economía en la Universidad de los Andes (Colombia), donde completó una maestría; luego realizó un doctorado en Gorgetown University (Estados Unidos); trabajó en el staff de economistas del Gobierno colombiano y en 2003 ingresó como investigador al BID; es economista senior del Banco Mundial, especializado en la Argentina

Los datos del Banco Mundial describen un escenario demoledor para la Argentina: desde 1950 hasta hoy, pasó uno de cada tres años en recesión, en una dinámica declinante que limita, a su vez, sus capacidades de desarrollo en el mediano plazo. Según Daniel Reyes, economista senior del Banco Mundial para la Argentina, las raíces se encuentran en el desmanejo de la política fiscal, los desajustes en materia impositiva y el perfil “procíclico” del gasto público.

“Lo que queremos decir es que cuando hay periodos de auge económico, crece de una forma sostenida y comparativamente mayor que el crecimiento del PBI. Y cuando vemos qué componentes explican ese comportamiento procíclico, son el salarial y el pensional”, explica el analista nacido en Colombia.

“El gasto público crece cuando hay auge, y cuando hay crisis, ese aumento se hace insostenible. Se empiezan a acumular presiones, aumenta el déficit fiscal, y a lo largo de la historia, ese déficit comienza a monetizarse, lo que llamamos la dominancia de la política fiscal. Eso impacta en la inflación, comienza a generar inestabilidad macroeconómica, que en algún momento se vuelve insostenible y ahonda más la crisis”, describe.

-El Gobierno actual hace foco en el ajuste y el equilibrio fiscal. ¿Cómo observan este proceso?

-Nosotros sugerimos políticas en el área pensional y el área de la masa salarial del sector público que pueden contribuir a resolver esta prociclicidad de la política fiscal. Por el lado de las jubilaciones, no pueden ser anticíclicas, pero sugerimos pensar en una fórmula de indexación que proteja a los beneficiarios de la inflación, pero que también prevenga cambios ad hoc en términos de mayores beneficiarios o beneficios, como las moratorias, por ejemplo, que aumentan la prociclicidad. Y por el lado de los salarios, nos parece importante una política a mediano plazo el pensar una regla fiscal en la Argentina, que tenga directrices claras en términos de empleo público y que no dependa del ciclo. Es decir, que cuando haya booms económicos o cambios políticos, prevengan que automáticamente haya cambios mayores o menores en la masa salarial. Son dos elementos que consideramos importantes para mejorar la calidad de la política fiscal, para que disminuya el ciclo económico y sea dinamizador de la economía.

-El FMI insiste en advertir por la ‘calidad’ del ajuste. ¿Cuál es su visión?

-La calidad de la política fiscal es central, y está en el centro de la política de desarrollo de mediano plazo. Más allá de la coyuntura, nosotros sí creemos que hay un espacio muy grande para mejorar la calidad de la política fiscal, particularmente en la prociclicidad y en herramientas que permitan hacer una programación de la política fiscal. Históricamente, la Argentina no ha tenido esas herramientas, básicamente porque el mediano plazo ha sido muy difícil de predecir por esta dinámica tan volátil de la economía y sus períodos inflacionarios. Pero pensando en un periodo donde haya una estabilización, ahí hay una agenda relevante en materia fiscal. Es importante pensar en la calidad de la política fiscal, que sea anticíclica y esté alineada y apoye el crecimiento económico. Y hay una agenda muy importante que va un poquito más allá de la reducción del déficit fiscal en el corto plazo. Por ejemplo, en el lado impositivo. Y otro tema importante es el rol de la política comercial.

-¿Qué análisis hace del sistema tributario argentino?

-Es uno de los países que utiliza más impuestos que son muy distorsivos. Cuando uno mira la estructura fiscal de la Argentina, esta división entre provincias y el Gobierno central, con la coparticipación, genera que el sistema impositivo sea muy complicado y particularmente muy distorsivo. Desde un punto de vista económico, lo que uno quiere es una política fiscal que sea progresiva, que si bien cobre impuestos, también apoye a los agentes económicos para que crezcan. Y en Argentina hay impuestos que son importantes desde el punto de vista del fisco pero que son distorsivos, como las retenciones. Es un impuesto que afecta directamente a los exportadores, y es uno de los temas que debería reformarse pensando en el mediano plazo. El impuesto PAIS también, que es uno de los más distorsivos. El Gobierno ha dicho que se va a eliminar. La agenda impositiva es crucial.

-También hay discusión por Ganancias. ¿Cuál es su visión?

-Creo que el impuesto a las Ganancias o los ingresos es fundamental. Es uno de los más progresivos y de los más importantes que los países tienen. Argentina tiene que mejorar esos impuestos y eliminar los distorsivos.

-¿Qué consecuencias tiene para un país acumular tantos años de crisis o estancamiento?

-La gran volatilidad de la economía y el número de años de recesión de la Argentina ha generado una disminución sostenida del ingreso promedio del país, cuando se compara con economías desarrolladas o de ingreso alto. Al inicio del siglo pasado, Argentina era una de las economías más ricas del mundo en términos de ingreso por habitante. Para 1917 era alrededor de la décima economía más rica del mundo, y esta volatilidad del ciclo lo que ha generado es que la economía argentina, vista como ingreso por habitante, se ha empobrecido. Para 2023, el ingreso promedio de la Argentina es el 23% del valor de las 10 de mayores ingresos.

-¿Y a qué se debe?

-Uno de los temas donde más impacta esta alta volatilidad y muchos años de recesión es la baja inversión que tiene Argentina. Es una economía muy grande, la tercera mayor de la región, pero sus niveles de inversión son bastante bajos. ¿Y por qué son bajos? Porque los agentes económicos, las empresas extranjeras que estarían dispuestas a traer inversiones directas al país, tienen un tiempo de proyección bastante corto, porque ven que aquí hay muchos vaivenes en términos de crecimiento y eso reduce el tiempo para planear inversiones. Y uno de los impactos de esta crisis es la baja inversión, que impacta en bajo crecimiento y tu stock de capital. Por otro lado, esta volatilidad económica ha reducido la inversión en capital humano.

-¿Qué consecuencias tiene? ¿Dónde se percibe?

-Cuando ves Argentina en los últimos 50 años, es un país que tiene un capital humano alto, es una economía donde en promedio sus habitantes están bien educados, pero mostramos que hay una disminución de esa calidad y parece estar depreciándose rápidamente por falta de políticas públicas y de inversión. Por ejemplo, en nuestro último informe mostramos que el porcentaje de personas entre 25 y 35 años en el país con educación terciaria completa es menor que el porcentaje de personas en el grupo de entre 40 y 55 años. Lo que significa es que en Argentina los adultos mayores están mejor educados que los jóvenes. Es una característica que solamente se ve aquí, porque en países similares, los jóvenes tienen mayor educación que los adultos. Esa es una evidencia muy clara de cómo el capital humano en Argentina se está depreciando. Y si no se hacen políticas públicas urgentes, eso le va a quitar competitividad y productividad a la economía. No discutimos las causas, pero vemos que la reducción de capital humano es un factor determinante para explicar la reducción de crecimiento económico en Argentina.

-¿Cómo afecta la capacidad de desarrollo productivo de mediano plazo?

-Particularmente ahora, si pensamos en los sectores de conocimiento, donde Argentina es bastante dinámico, son sectores que están evolucionando muy rápidamente, como la automatización o inteligencia artificial. Son sectores que están cambiando rápidamente y para los cuales la mano de obra tiene que ajustarse a esos cambios. Entonces, si estás en una situación donde hay un cambio constante y rápido de las habilidades que demandan las compañías que están en la frontera y, por otro lado, hay una mano de obra que si bien es calificada, se está depreciando, es una combinación de factores que requieren políticas públicas urgentes para asegurar que Argentina pueda seguir compitiendo.

-Mencionaba el tema de la política comercial. ¿Qué análisis hace de ese punto?

-En los últimos 20 años Argentina de alguna forma se ha despegado del comercio y los mercados internacionales. Eso lo vemos, por ejemplo, en una reducción sostenida del valor de las exportaciones, que medidas como porcentaje del PBI se han reducido en un 40%. El número de empresas exportadoras también caído 40% desde el 2006 al 2020. Son indicadores de que el país ha tenido una política comercial que no apoyó a que las empresas sean competitivas en los mercados internacionales. No hay acuerdos comerciales que permitan generar acceso a mercados preferenciales, pero también vemos que para las compañías es muy costoso acceder a insumos importados: los aranceles son altos, las medidas no arancelarias impactan en la habilidad de los exportadores, porque aumentan costos y tiempo. Y después están las retenciones, que limitan la competitividad de los exportadores. La política comercial no ha sido conducente a permitir que las empresas compitan, y hay un montón de evidencia internacional que explica que la competencia en mercados internacionales está relacionada con mejoras de productividad local.

-¿Qué rol le cabe al Estado en este punto?

-Cuando se ven los mercados, existen fallas de mercados o fallas institucionales, donde hay un argumento para aumentar o implementar políticas públicas. En términos de comercio exterior, uno de los temas importantes desde el punto de vista de las firmas locales, particularmente las pequeñas, es que muchas de ellas no tienen conocimiento de los requerimientos o las oportunidades que existen en mercados internacionales. Ese es un rol que puede cumplir una agencia de promoción de exportaciones, para solucionar esto que en economía llamamos asimetrías de información. Es un rol de apoyar a las empresas, que pueden ser pequeñas y quizá no tienen suficiente presupuesto para invertir en investigación de mercados. Hay una oportunidad para que el Estado colabore en la internacionalización de las compañías. Lo mismo con la inversión extranjera directa: tener una agencia que haga una tarea proactiva de atracción de inversiones en sectores que son claves para el desarrollo económico, que pueden generar mejoras de productividad en las empresas locales vías vía encadenamiento productivo. Por ejemplo, con una empresa grande extranjera que viene, se localiza en el país y comienza a demandar insumos locales. Hay evidencia internacional de que ese proceso de compra y venta entre firmas extranjeras y locales genera ganancias de productividad. Hay una agenda importante ahí para pensar en una liberalización o internacionalización de la economía argentina en una forma gradual, responsable, donde se proteja a los sectores más vulnerables. Pero es importante para el desarrollo en el mediano plazo.

-¿Cuál es su visión sobre la idea de dolarización?

-Es difícil imaginarse una situación donde una economía de las características de la Argentina pueda ser dolarizada. Entiendo que la historia del país, particularmente en su manejo monetario y del tipo de cambio ha sido muy difícil. Es un país que no ha podido manejar la trilogía de control del déficit fiscal, tipo de cambio que no sea muy volátil y una inflación baja, y cuando estas estas variables de alguna forma se han salido de control, se puede generar esta idea de que dolarizar la economía puede ser un camino. Yo creo personalmente que hay otra salida. Una economía tan grande, con tanta capacidad productiva puede tener su propia moneda, solucionando los problemas que hablamos y que son claves para el desarrollo y crecimiento a mediano plazo. Particularmente, la calidad de la política fiscal. Si seguimos por este camino de reducir el déficit y mejorar el marco tributario, va a generar mucha estabilidad.

 En un diálogo con LA NACION, el economista del Banco Mundial especializado en la Argentina señaló que hay una agenda a debatir que va mucho más allá de la eliminación actual del déficit y advirtió sobre los impuestos distorsivos  LA NACION

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