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Un escritor buceó en su propia sexualidad y descubrió los motivos que lo llevaron a ser infiel crónico: “Me decían afeminado”

“Tuve un montón de parejas que lamentablemente se destruyeron por la falta de diálogo o por una falta de sinceramiento con respecto al deseo.”, apunta Enzo Maqueira, el autor de Higiene sexual del soltero (Tusquets Editores), un libro que bucea en el devenir de un niño que se convierte en adulto sin saber muy bien qué es lo que la sociedad y, lo que más le importa, sus seres amados, esperan de él. Conversamos con el escritor acerca de todo aquello que, a su entender, los varones no se atreven a reconocer en voz alta.

Entre los mandatos (sociales, familiares, religiosos) que el escritor cuestiona en su reciente novela aparecen la monogamia, el amor romántico: “Tenés que casarte, tenés que tener hijos y enamorarte, encontrar el amor de tu vida. Empecé a sentirme muy atado y me costó muchos años irme desatando de todo eso.”, revela y cuenta que estuvo hasta hace muy poco tiempo en una pareja abierta que funcionó bien para ambos durante diez años.

Lo que no cuentan los varones

– Desde que salió Higiene sexual del soltero no parás de participar en charlas, mesas y debates sobre los vínculos de esta época… ¿Te volviste una especie de gurú de la nueva masculinidad?

– No, pero me gusta hablar del tema. Creo que es importante que los hombres empecemos a involucrarnos en las cuestiones de género, sobre todo en dar el primer paso de reconocer que ser hombre también es una construcción de género. Durante los últimos años escuchamos cómo se construye lo femenino o cómo el patriarcado le dijo a la mujer cómo debe comportarse y, en esos discursos, a los varones nos señalaron más o menos como seres humanos horribles; como si hubiésemos nacido de la nada y que solamente estamos en el mundo para tener privilegios y complicar la vida de las mujeres. Desde mi novela Ruda Macho ya vengo planteando la hipótesis de que no es así y en Higiene… por fin pude narrarlo en el personaje de Junior.

– ¿Cuál es tu hipótesis o la del libro sobre la construcción de la masculinidad? O de la masculinidad de tu personaje, que también es la de muchos varones?

– Lo que yo me daba cuenta, lo venía trabajando a lo largo de toda mi obra y en mi vida personal, es que ser hombre también es una construcción cultural; el patriarcado también nos dice a los hombres cómo tenemos que ser. Por eso creo que si tenemos actitudes feas o cometemos injusticias y algunos cometen abusos y somos todo eso que se dice que somos los hombres, algo que lamentablemente es cierto, no es porque salimos de la nada; se debe a que hay una matriz cultural que construye hombres así. En los últimos años se venía hablando mucho de lo que les pasaba a las mujeres pero nadie se ocupaba de lo que les pasa a los hombres. Y es una conversación necesaria. Mi idea con el libro fue partir de mi historia personal en la construcción de mi propia masculinidad para poner sobre la mesa una serie de temáticas e ideas que me parece que no estaban en las conversaciones actuales.

– ¿Qué aspecto de la masculinidad te parece que todavía no se habló lo suficiente?

– La relación entre lo que se exige a los varones y la violencia, por ejemplo. Creo que para poder resolver los femicidios, las injusticias y todas las cuestiones de las que se viene hablando en los feminismos, sobre todo de 2015 para acá, los hombres tenemos que empezar a decir lo que nos pasa. Y en ese contexto, busco que podamos darnos cuenta de cómo el patriarcado nos exige y nos configura de tal manera que, entre otros efectos perjudiciales, está el mandato de ser fuertes, agresivos, incluso violentos.

-¿A vos te parece que Junior es un arquetipo de hombre? A mí me pareció inclasificable, un personaje muy particular, con muchos aspectos adorables y otros muy odiables, entre los cuales justifica ser un infiel crónico. No quiero ofender, si es autobiográfico…

– El libro está escrito desde lo autobiográfico, sí. La pregunta todo el tiempo mientras lo escribía era “¿Qué estoy contando: algo que está basado en hechos reales y en mi vida y que no representa a nadie más?”. Pero sospechaba que le pasa a muchos otros, porque si bien Junior es un personaje particular, en la escuela él se encuentra con otros personajes particulares y va descubriendo que no está tan solo como cree. Él lo que sufre es una tremenda soledad porque no es aceptado por los “machitos” de la escuela, porque no le da la talla para ser el macho que la sociedad patriarcal quiere que sea, entonces queda relegado. Todo el tiempo el personaje tiene una tensión entre ser o no ser ese hombre que los demás quieren que sea. Y cuando salió el libro me empezó a sorprender la recepción. Hay muchos hombres que pasaron por lo mismo que Junior.

– También resalta el mandato del rol proveedor en la novela, algo que Junior también se hace cargo, siendo que hoy ya está más equilibrado el tema del sostén económico en las familias… ¿Sentís que el éxito económico sigue siendo un atributo exigido al varón?

– Está vigente. Junior está tironeado entre ese mandato y el otro, más típico de mi generación, que es el de ser feliz. Por un lado, además, tiene al padre que se desliga de su educación pero al mismo tiempo Junior siente que lo desaprueba y por el otro lado a la madre que es la que lo apoya y algunas novias que van apareciendo y también le dan le dan aliento y lo apoyan en su carrera laboral. Pero él siente miedo, que está remando contra la corriente haciendo todo lo que se supone que no debe hacer un hombre. Se supone que un hombre debe trabajar, ser exitoso, ser ambicioso, todavía hoy sigue suponiéndose que un hombre tiene que ser, de alguna manera, el sostén económico, aunque esa idea ya no sea tan fuerte, tal vez se traduce en algo peor: la idea de que a los veinte años hay que ser un millonario o invertir en la bolsa. Creo que todavía hay un lazo entre el capitalismo y la hombría que es muy dañino.

– ¿Junior encuentra algo de estabilidad en una relación abierta. Vos también, pero ahora llegó a su fin ¿Seguís defendiendo ese modelo de vínculo?

– A mí no se me había ocurrido tener una relación abierta hasta que me lo planteó mi última pareja. Y era raro hace once años que una mujer hiciera una propuesta así. A mí me lo planteó desde el primer día, sabiendo que yo era como era: había sido toda mi vida un infiel patológico. Siempre estuve de novio y siempre fui infiel. Me pareció bien porque ya no quería repetir esa historia y, al mismo tiempo, sabía que tarde o temprano iba a volver a ser “infiel” porque eso era lo que sucedía siempre: empezaba una nueva relación muy entusiasmado pero pasaban los meses y un día me empezaba a picar el deseo por otra persona. Vivimos en una época donde es muy fácil sentir deseo por otra persona y que otra persona sienta deseo por vos.

– El tema de los hijos no se toca en la novela, ¿no se dio en tu vida todavía o es que también te cuestionás el mandato de la paternidad?

– Creo que se viene un mundo muy distinto al que conocemos, donde la familia no es, para nada, la base de la sociedad. Creo que el individuo se está conformando más como base de una construcción social. Eso tiene un montón de aristas negativas pero también muchas más posibilidades. En mi caso y en el de los Juniors, somos recién la primera generación que puede preguntarse sin condicionamientos cómo ser feliz o cómo es el mundo en el que queremos vivir. Yo viví en carne propia la ilusión de la familia: vengo de padres que estuvieron casados durante toda su vida y que tuvieron dos hijos por los que sintieron orgullo, pero también renunciaron a sus deseos y a sus sueños por esa familia. Y no sé que hubiese sido lo mejor para mi mamá, por ejemplo: si morir acompañada de su familia habiendo renunciado a todos sus sueños o sola pero habiendo sido lo que ella quiso ser en su vida.

– En la novela se transmite un poco más la frustración que ve Junior en su papá o vos en el tuyo.

– Yo vengo de una familia donde hay un soldado muerto en combate, un abuelo que murió a los 35 años en una fonda del Once y un padre que se despertaba a las seis de la mañana y que se pasó levantando ladrillos durante un montón de años para que hoy yo pueda ser escritor. Gracias a ellos hoy puedo ocuparme de esto y no pensar como única opción que mi destino es formar una familia.

– ¿Te pasó a vos como a Junior que cuestionaran tu orientación sexual?

– Me veían afeminado. Me decían cosas como “ya te vas a dar cuenta” o “sos muy mujeriego porque en realidad te gustan los hombres”. Pero, lejos de rechazarlo, a mí me provocó una empatía enorme con las disidencias y, de alguna manera, yo me siento parte de esas disidencias, por más que no sea homosexual. Es cierto que este nuevo modelo implica pagar el costo y tal vez te podés quedar solo, pero no importa.

– ¿No te da miedo la soledad, eso de llegar a la vejez y morirte solo?

– En todo caso: ¿qué es morirse solo? ¿No morirte con el amor de toda tu vida? Podés morirte con un amigo al lado, con una amiga, con un gato, qué sé yo… Me parece que tenemos demasiado miedo a la soledad, y es un fantasma que nosotros mismos alimentamos, pero que no sé si tiene sentido ese temor.

“Tuve un montón de parejas que lamentablemente se destruyeron por la falta de diálogo o por una falta de sinceramiento con respecto al deseo.”, apunta Enzo Maqueira, el autor de Higiene sexual del soltero (Tusquets Editores), un libro que bucea en el devenir de un niño que se convierte en adulto sin saber muy bien qué es lo que la sociedad y, lo que más le importa, sus seres amados, esperan de él. Conversamos con el escritor acerca de todo aquello que, a su entender, los varones no se atreven a reconocer en voz alta.

Entre los mandatos (sociales, familiares, religiosos) que el escritor cuestiona en su reciente novela aparecen la monogamia, el amor romántico: “Tenés que casarte, tenés que tener hijos y enamorarte, encontrar el amor de tu vida. Empecé a sentirme muy atado y me costó muchos años irme desatando de todo eso.”, revela y cuenta que estuvo hasta hace muy poco tiempo en una pareja abierta que funcionó bien para ambos durante diez años.

Lo que no cuentan los varones

– Desde que salió Higiene sexual del soltero no parás de participar en charlas, mesas y debates sobre los vínculos de esta época… ¿Te volviste una especie de gurú de la nueva masculinidad?

– No, pero me gusta hablar del tema. Creo que es importante que los hombres empecemos a involucrarnos en las cuestiones de género, sobre todo en dar el primer paso de reconocer que ser hombre también es una construcción de género. Durante los últimos años escuchamos cómo se construye lo femenino o cómo el patriarcado le dijo a la mujer cómo debe comportarse y, en esos discursos, a los varones nos señalaron más o menos como seres humanos horribles; como si hubiésemos nacido de la nada y que solamente estamos en el mundo para tener privilegios y complicar la vida de las mujeres. Desde mi novela Ruda Macho ya vengo planteando la hipótesis de que no es así y en Higiene… por fin pude narrarlo en el personaje de Junior.

– ¿Cuál es tu hipótesis o la del libro sobre la construcción de la masculinidad? O de la masculinidad de tu personaje, que también es la de muchos varones?

– Lo que yo me daba cuenta, lo venía trabajando a lo largo de toda mi obra y en mi vida personal, es que ser hombre también es una construcción cultural; el patriarcado también nos dice a los hombres cómo tenemos que ser. Por eso creo que si tenemos actitudes feas o cometemos injusticias y algunos cometen abusos y somos todo eso que se dice que somos los hombres, algo que lamentablemente es cierto, no es porque salimos de la nada; se debe a que hay una matriz cultural que construye hombres así. En los últimos años se venía hablando mucho de lo que les pasaba a las mujeres pero nadie se ocupaba de lo que les pasa a los hombres. Y es una conversación necesaria. Mi idea con el libro fue partir de mi historia personal en la construcción de mi propia masculinidad para poner sobre la mesa una serie de temáticas e ideas que me parece que no estaban en las conversaciones actuales.

– ¿Qué aspecto de la masculinidad te parece que todavía no se habló lo suficiente?

– La relación entre lo que se exige a los varones y la violencia, por ejemplo. Creo que para poder resolver los femicidios, las injusticias y todas las cuestiones de las que se viene hablando en los feminismos, sobre todo de 2015 para acá, los hombres tenemos que empezar a decir lo que nos pasa. Y en ese contexto, busco que podamos darnos cuenta de cómo el patriarcado nos exige y nos configura de tal manera que, entre otros efectos perjudiciales, está el mandato de ser fuertes, agresivos, incluso violentos.

-¿A vos te parece que Junior es un arquetipo de hombre? A mí me pareció inclasificable, un personaje muy particular, con muchos aspectos adorables y otros muy odiables, entre los cuales justifica ser un infiel crónico. No quiero ofender, si es autobiográfico…

– El libro está escrito desde lo autobiográfico, sí. La pregunta todo el tiempo mientras lo escribía era “¿Qué estoy contando: algo que está basado en hechos reales y en mi vida y que no representa a nadie más?”. Pero sospechaba que le pasa a muchos otros, porque si bien Junior es un personaje particular, en la escuela él se encuentra con otros personajes particulares y va descubriendo que no está tan solo como cree. Él lo que sufre es una tremenda soledad porque no es aceptado por los “machitos” de la escuela, porque no le da la talla para ser el macho que la sociedad patriarcal quiere que sea, entonces queda relegado. Todo el tiempo el personaje tiene una tensión entre ser o no ser ese hombre que los demás quieren que sea. Y cuando salió el libro me empezó a sorprender la recepción. Hay muchos hombres que pasaron por lo mismo que Junior.

– También resalta el mandato del rol proveedor en la novela, algo que Junior también se hace cargo, siendo que hoy ya está más equilibrado el tema del sostén económico en las familias… ¿Sentís que el éxito económico sigue siendo un atributo exigido al varón?

– Está vigente. Junior está tironeado entre ese mandato y el otro, más típico de mi generación, que es el de ser feliz. Por un lado, además, tiene al padre que se desliga de su educación pero al mismo tiempo Junior siente que lo desaprueba y por el otro lado a la madre que es la que lo apoya y algunas novias que van apareciendo y también le dan le dan aliento y lo apoyan en su carrera laboral. Pero él siente miedo, que está remando contra la corriente haciendo todo lo que se supone que no debe hacer un hombre. Se supone que un hombre debe trabajar, ser exitoso, ser ambicioso, todavía hoy sigue suponiéndose que un hombre tiene que ser, de alguna manera, el sostén económico, aunque esa idea ya no sea tan fuerte, tal vez se traduce en algo peor: la idea de que a los veinte años hay que ser un millonario o invertir en la bolsa. Creo que todavía hay un lazo entre el capitalismo y la hombría que es muy dañino.

– ¿Junior encuentra algo de estabilidad en una relación abierta. Vos también, pero ahora llegó a su fin ¿Seguís defendiendo ese modelo de vínculo?

– A mí no se me había ocurrido tener una relación abierta hasta que me lo planteó mi última pareja. Y era raro hace once años que una mujer hiciera una propuesta así. A mí me lo planteó desde el primer día, sabiendo que yo era como era: había sido toda mi vida un infiel patológico. Siempre estuve de novio y siempre fui infiel. Me pareció bien porque ya no quería repetir esa historia y, al mismo tiempo, sabía que tarde o temprano iba a volver a ser “infiel” porque eso era lo que sucedía siempre: empezaba una nueva relación muy entusiasmado pero pasaban los meses y un día me empezaba a picar el deseo por otra persona. Vivimos en una época donde es muy fácil sentir deseo por otra persona y que otra persona sienta deseo por vos.

– El tema de los hijos no se toca en la novela, ¿no se dio en tu vida todavía o es que también te cuestionás el mandato de la paternidad?

– Creo que se viene un mundo muy distinto al que conocemos, donde la familia no es, para nada, la base de la sociedad. Creo que el individuo se está conformando más como base de una construcción social. Eso tiene un montón de aristas negativas pero también muchas más posibilidades. En mi caso y en el de los Juniors, somos recién la primera generación que puede preguntarse sin condicionamientos cómo ser feliz o cómo es el mundo en el que queremos vivir. Yo viví en carne propia la ilusión de la familia: vengo de padres que estuvieron casados durante toda su vida y que tuvieron dos hijos por los que sintieron orgullo, pero también renunciaron a sus deseos y a sus sueños por esa familia. Y no sé que hubiese sido lo mejor para mi mamá, por ejemplo: si morir acompañada de su familia habiendo renunciado a todos sus sueños o sola pero habiendo sido lo que ella quiso ser en su vida.

– En la novela se transmite un poco más la frustración que ve Junior en su papá o vos en el tuyo.

– Yo vengo de una familia donde hay un soldado muerto en combate, un abuelo que murió a los 35 años en una fonda del Once y un padre que se despertaba a las seis de la mañana y que se pasó levantando ladrillos durante un montón de años para que hoy yo pueda ser escritor. Gracias a ellos hoy puedo ocuparme de esto y no pensar como única opción que mi destino es formar una familia.

– ¿Te pasó a vos como a Junior que cuestionaran tu orientación sexual?

– Me veían afeminado. Me decían cosas como “ya te vas a dar cuenta” o “sos muy mujeriego porque en realidad te gustan los hombres”. Pero, lejos de rechazarlo, a mí me provocó una empatía enorme con las disidencias y, de alguna manera, yo me siento parte de esas disidencias, por más que no sea homosexual. Es cierto que este nuevo modelo implica pagar el costo y tal vez te podés quedar solo, pero no importa.

– ¿No te da miedo la soledad, eso de llegar a la vejez y morirte solo?

– En todo caso: ¿qué es morirse solo? ¿No morirte con el amor de toda tu vida? Podés morirte con un amigo al lado, con una amiga, con un gato, qué sé yo… Me parece que tenemos demasiado miedo a la soledad, y es un fantasma que nosotros mismos alimentamos, pero que no sé si tiene sentido ese temor.

 Enamorarse, casarse, tener hijos y, además, mostrarse fuerte y viril. Enzo Maqueira cuestiona todos esos mandatos y asegura que los varones padecen los roles de género tanto como las mujeres  LA NACION

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