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Nahuel Pennisi: “Mis hijos saben mis canciones y eso es señal de que la música une”

Nahuel Pennisi tiene cuatro álbumes publicados. Momentos, el último, será presentado formalmente en vivo con un concierto que programó para el 13 de septiembre, en el Teatro Gran Rex. Pero antes hizo una breve presentación para la prensa que tuvo una particularidad. Fue en el Teatro Ciego donde se hizo la primera reproducción del álbum; luego, Nahuel cantó en vivo. Lo singular fue la oscuridad, como si quisiera jugarle una broma a los periodistas presentes o, más que nada, llevarlos a su territorio, la ceguera. Pero no hubo bromas ni mensajes en esta cuestión sino una explicación absolutamente más simple.

“El sentido que se nos ocurrió fue de darnos un espacio para escuchar música con los aviones detenidos en el aire. De alguna manera, siempre escuchamos canciones haciendo algo: trabajando, sentados a la compu, cocinando. Incluso pensando en cualquier otra cosa. Entonces, quizá la oscuridad para las personas que ven sea algo muy potente, como podría ser de potente para mi ver. Ese sentido de ir hacia adentro fue lo que sentí que estaba bueno. Vivir la experiencia de escuchar la música desde ese lugar, más allá de hacer la broma de ‘llevarlos a mi mundo’. En realidad, el sentido era más musical y que los mismos medios con los que siempre charlamos tuvieran una experiencia distinta. Me parece importante poder seguir alimentando la emoción desde la música”.

Hoy, ya treintañero, Nahuel es el mayor de cinco hermanos nacidos y crecidos en el conurbano bonaerense. Quiso un día subir a una bicicleta y lo logró, con la ayuda de padres y hermanos. Lo hizo de manera metafórica y también literal. A la bici real le dio un par de pedaleadas con la temeridad de un niño frente al desafío. A la otra, a la que convirtió en canto, también la enfrentó con la temeridad del niño capaz de hacer que cualquier cosa fuera posible. Criado en una familia muy musical y con una habilidad propia para el canto, un día tomó la guitarra y encaró hacia las peatonales. La de Lomas de Zamora, la de Quilmes y las de Buenos Aires.

Pasó el tiempo. De músico callejero se convirtió en músico de escenarios. Un día llegó a participar en el Festival de la Canción de Cosquín, y años después fue la consagración de este festival de folklore. Otro día pasó de los escenarios a los estudios de grabación y no solo fue nominado a los Latin Grammy, también fue convocado para cantar en una de las ceremonias de premiación. Otro día se convirtió en el compañero de vida de Mayra; y otro día, juntos, se convirtieron en los papás de Mateo y, unos años después, de Alma. Momentos en la vida de un treintañero que es, también, uno de los músicos más versátiles y más apreciados de la Argentina por sus colegas.

Nahuel Pennisi, Teatro Ciego

-¿Qué desafíos tenés por delante?

-El más importante es reconocerme en los caminos que vaya transitando. Que el desafío sea salirme de mi zona de confort, pero disfrutando de lo que hago. Seguir siendo pleno en lo que me toque. Un gran desafío es adaptarme a las modas. A lo que se está escuchando. Me pasó en los premios Gardel. Estar rodeado de tantos artistas nuevos de música urbana. Los nuevos sonidos que hoy ya son naturales para los oídos. En ese sentido, el desafío es adaptarme y sostenerme.

-Momentos parece un álbum de corazones rotos, de amor y desamor ¿Lo percibís así?

-Si hablamos de cosas imprescindibles, el amor tiene que estar y la música también. En ese sentido, está bueno hablar de todo lo que se desprende de ahí. Hay canciones escritas pensando en una pareja, en una mujer, pero también en los hijos, como “Tu sonrisa”. Y otra que habla de los recuerdos. De repente, con el tiempo uno se va olvidando de la voz de un ser querido que hace tiempo que no está más. ¿Cómo te imaginás la cara de esa persona con el paso de los años? Quizá una foto te hace recrear un momento. Eso también es parte del amor.

Nahuel Pennisi momentos personales

-¿Hay situaciones personales de pérdida que atraviesan las canciones?

-En general no. A veces la inspiración puede venir de algo que te cuenta la gente, que me imagino, o de algo que viste en un video. Y quizás eso te marca y te imaginás a vos mismo perdiendo un ser querido. En lo personal, mi abuelo, que era como mi viejo, murió hace dos años y seguramente que me dejó mucho su partida. Mucho para aprender y fortalezas. Debilidades también, pero uno tiene que tratar de convertirlas con recuerdos y preguntas. Siempre desde el buen lugar, no desde la melancolía. La música es algo fabuloso para eso.

-Hay mojones en ese camino. De tocar a la gorra en la calle a subir por primera vez al Festival de Cosquín y de ahí a los Latin Grammy. Pero, seguramente, existen otros para vos, que son más personales.

-El de los Latin Grammy fue tremendo porque había sacado mi primer disco y cuando me llamaron no solo me avisaron que estaba nominado, también me dijeron que iba a cantar [en la ceremonia]. Fueron dos bombazos. Ahí es donde pensé que la música tenía cosas grandes para ofrecerme y uno tenía que estar a la altura. Pero también ganar las Gaviotas en Viña del Mar. No me imaginaba tanto. Con estar me conformaba. Una gaviota era demasiado, imagina dos. Y otro momento que atesoro, porque me gusta mucho el fútbol, es haber cantado el Himno en la cancha de Boca. Se vinieron todas las pasiones juntas. El amor por el fútbol, por la música y por mi país. Porque cantar el himno es ser, durante dos minutos, la voz guía del pueblo. Todo eso me conmovió.

-Interesante eso de ser guía, al menos por un par de minutos. ¿Qué querés ser de acá en adelante?

-Seguir siendo la persona que soy. Agradecida, sencilla, honesta, con miles de desafíos. Ojalá pueda seguir descubriéndome y ponerme rutinas y disciplinas de trabajo. Obviamente, cuando uno es padre de familia es más difícil porque hay que equilibrar. Y lo que más espero es que cuando sea grande no tenga que reprocharme nada. Por qué no hice esto o porqué lo hice. En todo caso, que todo lo hecho tenga un aprendizaje. Y que vaya con esta frase: prefiero hacer las cosas a quedarme con la duda. Espero eso.

-¿Al día de hoy, hay algo que no hiciste y por determinadas circunstancias no pudiste hacer?

-No. Ahora estoy apuntando a un disco íntegramente de música latinoamericana donde pueda reunir canciones propias con otras de nuestro cancionero y de nuestro corazón. Yo crecí con un Spinetta que me daba poesía súpervoladora, que me emocionaba hasta las lágrimas. Y con Mercedes Sosa, que cuando yo era chiquito pensaba que las canciones las escribía ella por la tremenda intérprete que fue y que es. Me gustan las dos cosas, interpretar y escribir. Y homenajea a la música popular. Quizás es un lindo momento después de este disco. Tiene mucho que ver conmigo. Y otro desafío es hacer un disco de música infantil.

-¿Cuáles son los mojones personales de tu vida?

-Bueno, claramente los nacimientos de mis hijos. El nacimiento de Mateo fue muy fuerte porque era el primero y porque llegó en un momento que no esperábamos. Sabíamos que faltaba poco pero no que llegaría el día que llegó. Cuando nació Alma también fue muy fuerte. Fue cuando me dieron [el premio] de la Consagración en Cosquín. “Me duele todo, pero te estoy esperando”, me dijo mi mujer. Y apenas llegué fuimos a la clínica. El hecho de que me hayan esperado fue muy emotivo. También atesoro momentos chiquitos, pero son grandes. Un asado con la familia, un abrazo con un hermano, un brindis con un amigo. De esos momentos tengo muchos. A comparación del nacimiento de un hijo parecen poco, pero creeme que son valiosos. En la amistad uno elige y es elegido. Con la familia es distinto: uno nace donde le toca y sus hijos son como la vida quiere.

-¿En esa familia de cinco hermanos hay más músicos?

-Sí, a Gaspar, el cuarto, le está yendo espectacular. Tiene 20 años y la rompe. Me encanta lo que está haciendo. Todos mis hermanos tienen facilidad para la música. Él tiene vuelo propio.

-Hace un rato me hablaste del desafío que representa estar conectado con la música actual. Sin embargo, Momentos es un disco un tanto atemporal por abarcar rangos generacionales muy amplios.

-La palabra Momentos es amplia, el concepto del disco también. Me gusta sacarme fotos con la gente a modo de agradecimiento [después de los recitales]. Y me doy cuenta de que hay gente grande, adolescentes y niños. Y pienso en qué es lo que cada uno ve de mí. No sé la respuesta, pero, evidentemente, el espectro musical amplio sirve para seguir manteniendo ese público de familia. Y que tenga que ver con lo que a mí me gusta. Hace cinco años no grababa cumbia. Hoy sí.

-Grabaste con los artistas más diversos. ¿Hay una música que te haya hecho sentir más en casa?

-Gracias a Dios, la música siempre me ha hecho jugar de local. Trato de adaptarme a la propuesta que sea. Si tuviera que elegir, la música popular es el terreno en el que mejor me siento. Por todo lo que me dieron La Negra [Sosa], Spinetta o Silvio [Rodríguez]. Soy muy amigo y fanático de las músicas populares de los países. Y me gusta el desafío de ponerme objetivos. Funcionar de la misma manera con músicas distintas y poder convivir con todo eso.

-¿Qué es lo que hay antes y después del show de septiembre en el Gran Rex?

-Venimos de México, de tocar en el Lunario. Fue una experiencia muy linda. Se vienen más giras por el país y después empezaré a grabar este disco que te conté de música popular. También esperando el verano, que es el momento donde uno recorre festivales.

-¿Y la familia te banca?

-Y no sabés cómo. A mi mujer le toca estar mucho en casa. El otro día me decía: “A veces me gustaría que tu vida fuera otra, para poder compartir más tiempo”. Pero nos conocimos haciendo lo que hacemos y parte de la vida y del respeto es acompañar. Mi familia me acompaña mucho. Mis hijos se saben mis canciones y eso para mí es señal de que la música une. Más allá de que, a veces, no tengo mucha cantidad de tiempo, busco la calidad. Eso me hace feliz.

-Entonces que se venga el disco infantil rápido.

-Sí, porque, si no, crecen y me van a pedir música para adolescentes.

-Un disco trapero te van a pedir.

-Uh. Qué alto desafío sería [se ríe]. Admiro mucho a Wos, a Trueno, a Nicki. La propuesta de show que hizo María Becerra en River fue tremenda, con una banda que se suena todo. Lo importante es que la música evolucione. El trap tenía mucho de pista. Ahora, en vivo, tiene una bata que groovea y un bajo que suena.

-Mientras que la música se transforma en algo cada vez más visual, la posibilidad de ver nunca estuvo dentro de tus desafíos.

-Si tuviera la posibilidad estaría muy pendiente de la estética visual y del movimiento sobre el escenario. Toda esa información que no tengo la concentro en la música. Hay que seguir por ahí y la confianza se trata de delegar. Yo delego lo visual en gente que está a la altura y que, también, entiende mi esencia. Obviamente, de todo estoy al tanto; de todo lo que sucede en una pantalla, pero en lo que me concentro es en la música.

Nahuel Pennisi tiene cuatro álbumes publicados. Momentos, el último, será presentado formalmente en vivo con un concierto que programó para el 13 de septiembre, en el Teatro Gran Rex. Pero antes hizo una breve presentación para la prensa que tuvo una particularidad. Fue en el Teatro Ciego donde se hizo la primera reproducción del álbum; luego, Nahuel cantó en vivo. Lo singular fue la oscuridad, como si quisiera jugarle una broma a los periodistas presentes o, más que nada, llevarlos a su territorio, la ceguera. Pero no hubo bromas ni mensajes en esta cuestión sino una explicación absolutamente más simple.

“El sentido que se nos ocurrió fue de darnos un espacio para escuchar música con los aviones detenidos en el aire. De alguna manera, siempre escuchamos canciones haciendo algo: trabajando, sentados a la compu, cocinando. Incluso pensando en cualquier otra cosa. Entonces, quizá la oscuridad para las personas que ven sea algo muy potente, como podría ser de potente para mi ver. Ese sentido de ir hacia adentro fue lo que sentí que estaba bueno. Vivir la experiencia de escuchar la música desde ese lugar, más allá de hacer la broma de ‘llevarlos a mi mundo’. En realidad, el sentido era más musical y que los mismos medios con los que siempre charlamos tuvieran una experiencia distinta. Me parece importante poder seguir alimentando la emoción desde la música”.

Hoy, ya treintañero, Nahuel es el mayor de cinco hermanos nacidos y crecidos en el conurbano bonaerense. Quiso un día subir a una bicicleta y lo logró, con la ayuda de padres y hermanos. Lo hizo de manera metafórica y también literal. A la bici real le dio un par de pedaleadas con la temeridad de un niño frente al desafío. A la otra, a la que convirtió en canto, también la enfrentó con la temeridad del niño capaz de hacer que cualquier cosa fuera posible. Criado en una familia muy musical y con una habilidad propia para el canto, un día tomó la guitarra y encaró hacia las peatonales. La de Lomas de Zamora, la de Quilmes y las de Buenos Aires.

Pasó el tiempo. De músico callejero se convirtió en músico de escenarios. Un día llegó a participar en el Festival de la Canción de Cosquín, y años después fue la consagración de este festival de folklore. Otro día pasó de los escenarios a los estudios de grabación y no solo fue nominado a los Latin Grammy, también fue convocado para cantar en una de las ceremonias de premiación. Otro día se convirtió en el compañero de vida de Mayra; y otro día, juntos, se convirtieron en los papás de Mateo y, unos años después, de Alma. Momentos en la vida de un treintañero que es, también, uno de los músicos más versátiles y más apreciados de la Argentina por sus colegas.

Nahuel Pennisi, Teatro Ciego

-¿Qué desafíos tenés por delante?

-El más importante es reconocerme en los caminos que vaya transitando. Que el desafío sea salirme de mi zona de confort, pero disfrutando de lo que hago. Seguir siendo pleno en lo que me toque. Un gran desafío es adaptarme a las modas. A lo que se está escuchando. Me pasó en los premios Gardel. Estar rodeado de tantos artistas nuevos de música urbana. Los nuevos sonidos que hoy ya son naturales para los oídos. En ese sentido, el desafío es adaptarme y sostenerme.

-Momentos parece un álbum de corazones rotos, de amor y desamor ¿Lo percibís así?

-Si hablamos de cosas imprescindibles, el amor tiene que estar y la música también. En ese sentido, está bueno hablar de todo lo que se desprende de ahí. Hay canciones escritas pensando en una pareja, en una mujer, pero también en los hijos, como “Tu sonrisa”. Y otra que habla de los recuerdos. De repente, con el tiempo uno se va olvidando de la voz de un ser querido que hace tiempo que no está más. ¿Cómo te imaginás la cara de esa persona con el paso de los años? Quizá una foto te hace recrear un momento. Eso también es parte del amor.

Nahuel Pennisi momentos personales

-¿Hay situaciones personales de pérdida que atraviesan las canciones?

-En general no. A veces la inspiración puede venir de algo que te cuenta la gente, que me imagino, o de algo que viste en un video. Y quizás eso te marca y te imaginás a vos mismo perdiendo un ser querido. En lo personal, mi abuelo, que era como mi viejo, murió hace dos años y seguramente que me dejó mucho su partida. Mucho para aprender y fortalezas. Debilidades también, pero uno tiene que tratar de convertirlas con recuerdos y preguntas. Siempre desde el buen lugar, no desde la melancolía. La música es algo fabuloso para eso.

-Hay mojones en ese camino. De tocar a la gorra en la calle a subir por primera vez al Festival de Cosquín y de ahí a los Latin Grammy. Pero, seguramente, existen otros para vos, que son más personales.

-El de los Latin Grammy fue tremendo porque había sacado mi primer disco y cuando me llamaron no solo me avisaron que estaba nominado, también me dijeron que iba a cantar [en la ceremonia]. Fueron dos bombazos. Ahí es donde pensé que la música tenía cosas grandes para ofrecerme y uno tenía que estar a la altura. Pero también ganar las Gaviotas en Viña del Mar. No me imaginaba tanto. Con estar me conformaba. Una gaviota era demasiado, imagina dos. Y otro momento que atesoro, porque me gusta mucho el fútbol, es haber cantado el Himno en la cancha de Boca. Se vinieron todas las pasiones juntas. El amor por el fútbol, por la música y por mi país. Porque cantar el himno es ser, durante dos minutos, la voz guía del pueblo. Todo eso me conmovió.

-Interesante eso de ser guía, al menos por un par de minutos. ¿Qué querés ser de acá en adelante?

-Seguir siendo la persona que soy. Agradecida, sencilla, honesta, con miles de desafíos. Ojalá pueda seguir descubriéndome y ponerme rutinas y disciplinas de trabajo. Obviamente, cuando uno es padre de familia es más difícil porque hay que equilibrar. Y lo que más espero es que cuando sea grande no tenga que reprocharme nada. Por qué no hice esto o porqué lo hice. En todo caso, que todo lo hecho tenga un aprendizaje. Y que vaya con esta frase: prefiero hacer las cosas a quedarme con la duda. Espero eso.

-¿Al día de hoy, hay algo que no hiciste y por determinadas circunstancias no pudiste hacer?

-No. Ahora estoy apuntando a un disco íntegramente de música latinoamericana donde pueda reunir canciones propias con otras de nuestro cancionero y de nuestro corazón. Yo crecí con un Spinetta que me daba poesía súpervoladora, que me emocionaba hasta las lágrimas. Y con Mercedes Sosa, que cuando yo era chiquito pensaba que las canciones las escribía ella por la tremenda intérprete que fue y que es. Me gustan las dos cosas, interpretar y escribir. Y homenajea a la música popular. Quizás es un lindo momento después de este disco. Tiene mucho que ver conmigo. Y otro desafío es hacer un disco de música infantil.

-¿Cuáles son los mojones personales de tu vida?

-Bueno, claramente los nacimientos de mis hijos. El nacimiento de Mateo fue muy fuerte porque era el primero y porque llegó en un momento que no esperábamos. Sabíamos que faltaba poco pero no que llegaría el día que llegó. Cuando nació Alma también fue muy fuerte. Fue cuando me dieron [el premio] de la Consagración en Cosquín. “Me duele todo, pero te estoy esperando”, me dijo mi mujer. Y apenas llegué fuimos a la clínica. El hecho de que me hayan esperado fue muy emotivo. También atesoro momentos chiquitos, pero son grandes. Un asado con la familia, un abrazo con un hermano, un brindis con un amigo. De esos momentos tengo muchos. A comparación del nacimiento de un hijo parecen poco, pero creeme que son valiosos. En la amistad uno elige y es elegido. Con la familia es distinto: uno nace donde le toca y sus hijos son como la vida quiere.

-¿En esa familia de cinco hermanos hay más músicos?

-Sí, a Gaspar, el cuarto, le está yendo espectacular. Tiene 20 años y la rompe. Me encanta lo que está haciendo. Todos mis hermanos tienen facilidad para la música. Él tiene vuelo propio.

-Hace un rato me hablaste del desafío que representa estar conectado con la música actual. Sin embargo, Momentos es un disco un tanto atemporal por abarcar rangos generacionales muy amplios.

-La palabra Momentos es amplia, el concepto del disco también. Me gusta sacarme fotos con la gente a modo de agradecimiento [después de los recitales]. Y me doy cuenta de que hay gente grande, adolescentes y niños. Y pienso en qué es lo que cada uno ve de mí. No sé la respuesta, pero, evidentemente, el espectro musical amplio sirve para seguir manteniendo ese público de familia. Y que tenga que ver con lo que a mí me gusta. Hace cinco años no grababa cumbia. Hoy sí.

-Grabaste con los artistas más diversos. ¿Hay una música que te haya hecho sentir más en casa?

-Gracias a Dios, la música siempre me ha hecho jugar de local. Trato de adaptarme a la propuesta que sea. Si tuviera que elegir, la música popular es el terreno en el que mejor me siento. Por todo lo que me dieron La Negra [Sosa], Spinetta o Silvio [Rodríguez]. Soy muy amigo y fanático de las músicas populares de los países. Y me gusta el desafío de ponerme objetivos. Funcionar de la misma manera con músicas distintas y poder convivir con todo eso.

-¿Qué es lo que hay antes y después del show de septiembre en el Gran Rex?

-Venimos de México, de tocar en el Lunario. Fue una experiencia muy linda. Se vienen más giras por el país y después empezaré a grabar este disco que te conté de música popular. También esperando el verano, que es el momento donde uno recorre festivales.

-¿Y la familia te banca?

-Y no sabés cómo. A mi mujer le toca estar mucho en casa. El otro día me decía: “A veces me gustaría que tu vida fuera otra, para poder compartir más tiempo”. Pero nos conocimos haciendo lo que hacemos y parte de la vida y del respeto es acompañar. Mi familia me acompaña mucho. Mis hijos se saben mis canciones y eso para mí es señal de que la música une. Más allá de que, a veces, no tengo mucha cantidad de tiempo, busco la calidad. Eso me hace feliz.

-Entonces que se venga el disco infantil rápido.

-Sí, porque, si no, crecen y me van a pedir música para adolescentes.

-Un disco trapero te van a pedir.

-Uh. Qué alto desafío sería [se ríe]. Admiro mucho a Wos, a Trueno, a Nicki. La propuesta de show que hizo María Becerra en River fue tremenda, con una banda que se suena todo. Lo importante es que la música evolucione. El trap tenía mucho de pista. Ahora, en vivo, tiene una bata que groovea y un bajo que suena.

-Mientras que la música se transforma en algo cada vez más visual, la posibilidad de ver nunca estuvo dentro de tus desafíos.

-Si tuviera la posibilidad estaría muy pendiente de la estética visual y del movimiento sobre el escenario. Toda esa información que no tengo la concentro en la música. Hay que seguir por ahí y la confianza se trata de delegar. Yo delego lo visual en gente que está a la altura y que, también, entiende mi esencia. Obviamente, de todo estoy al tanto; de todo lo que sucede en una pantalla, pero en lo que me concentro es en la música.

 Convertido en uno de los más grandes intérpretes de la música popular argentina, acaba de publicar su nuevo álbum, Momentos, con invitados como Luciano Pereyra y Los Palmeras; su amor por La Negra Sosa, el Flaco Spinetta y Silvio Rodríguez y la singular presentación para la prensa de su flamante material  LA NACION

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